La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

viernes, 30 de diciembre de 2011

De la letra de un bolero

vengo a pedir perdón porque no me enseñaron olvidar

El camino de la diáspora

a pesar de todo
este año me deja
la posibilidad
latente de poder remediar
lo perdido

de unirnos en un abrazo
o mantenernos cada uno en su exilio

mantenerte viva en el recuerdo
con la casa de pie en el alma que no le estorbe a nadie
y el patio repartido entre árboles y matas de flores
sombra y sol

allano todos los caminos de ida
elijo el del regreso

La mujer de mi vida del próximo año

a la que yo le llevé canciones a mitad de la noche
y se casó con otro: Al agradecerle un mensaje de condolencias,
dijo en voz alta, delante de sus hermanas: “mi amor… te amo”.

a la que amagué olvidar, después de un año,
de ratificar mi decisión día por día; las tres noches
de mayor oscuridad de este año, conté con ella,
incluso la de mayor abandono porque mis amigos,
debían ocuparse de los suyos y yo, prohibido tengo,
por orden médica de abandonar la cama…
me escribió diciéndome “te quiero”…

a mi esposa le dio por pasar factura
y según me dicen anda entusiasmada con un joven
confesó que ya no podemos ser como antes
porque pasaron muchas cosas: Exagerado desprecio

A la que abandonó su esposo por mí
y nunca reclamo nada,
este año me puso en tres y dos:
O nos casamos o te olvido

A la mujer que yo abandoné,
la madre de mis primeros tres hijos,
si bien es cierto que permanece sola,
por primera vez me pidió
que no visitara su casa.

este año, hasta las poetisas de mi circulo, se metieron a señora
llamé una y la respuesta no pudo ser más contundente
“Estoy muy enamorada de mi pareja”.

la que fue mi secretaria dejó de ser la comprensible que era

la muchacha que atiende en el lugar donde bebo
me encomendó un vestido de fiesta y un par de sandalias
¿para empezar? —Así tan grotesco es obvio que no me gusta el amor

a mis hijas le dio por perseguirme
y cuidar de las muchachas de su edad
porque dicen que a la mía no soy capaz
de superar otro despecho

mi hijo le cambió el semblante de mi vehiculo
con los juguetes de su hijo

Con razón mi amigo, me confesó,
que tengo una mala racha…
la racha es de un año…

pero si es como él lo dice,
la próxima que creo posible
sea de vida entera
compendio de lo vivido
con cada una

que las repita a todas
para que el presente
supere el pasado
y el amor de mi vida
sea como yo lo he deseado

¿Por qué este año
la agarró de cuerpo entero
cara a cara
así tan personal conmigo
poniéndome tan lejos
de mis amores
y tan cerca
de lo imposible?

Nadie puede
vivir sin la promesa
de un amor eterno

Al río que brota cuando lo olvidamos

¿Puede una línea dar cuenta de los múltiples sucesos de un año?
La ausencia dejó hierbas frondosas a sus pasos

¿Por qué no te apartas de mi alrededor aunque sea un segundo?
sinceramente estoy cansado
vea la acción tan noble de mi escritura
deshierba la ausencia
                                  y despunta alguna tentativa

desaparece las flores plásticas del desamor
apuesta al río que brota cuando lo olvidamos

el viento sopla la ausencia y la expende
abarca al diminuto ser que soy ahora

jueves, 29 de diciembre de 2011

De cuando eché mano de la paciencia de Job

Cap. I
Tú partida trajo mi cara de sufrimiento
la voluntad de buscarte donde no estás
esperar una llamada para emprender la marcha
hacia dónde estás y reparar mi error
Paciencia que arranqué de la espera, tengo
angustia de sentirme abandonado, padezco

Cap. II
no desconfío del destino reservado para mí
lo que me pertenece, llega
se cruza en mi camino
Mi camino está hecho de angustia
Este estado de tensión, tampoco es que sea inútil
Desde la tranquilidad es poco lo que hay que decir
La actitud de Job enseña como un espejo
Estoy en eso, tramitando, una estética del sufrimiento

Cap. III
si supiera buscarte, lo haría
pero el abandono me sujeta
Después de una larga temporada en la soledad
se tiene que aprender a caminar entre la gente
es normal el temor, el recelo mutuo

Cap. IV
Los libros asaltaron mi casa
tengo de la vida, las referencias de lo que otros palparon,
y para colmo, perdí el único vínculo que me unía a la realidad
a pisar tierra, como se dice
No aprendí a vivir todo tiempo

Cap. V
Si ahora me ves, te encontraras con otro ser
muy ocupado en querer calzarles limites a la inmensidad en dos palabras
que la traduzcan a plenitud y profundidad

Cierre del algún Cap. anterior
perdí el capital de gran valía: un hombre cuando se enamora
no puede vaciar el frasquito de amor. Debe dejar algo por si acaso
los demonios del desamor se presentan

Cap. para seguir en desacuerdo
Olvidé de saludar y ya me miran raro
Me bajé del tren que me trajo del aeropuerto a Sagitario
es un trencito de juguete a la medida de Botero

Del cine y del sueño
también te quiero pero yo no sé decirlo que suene bonito
me desplazo como en el sueño…
Apuesto a vivir entre poetas en un mundo que así se asuma

Último disparo
escribir una carta a la desesperación
llegó con la lluvia de esta tarde gris

Ese silencio de ladrillo

de pared que resguarda en el cantar de las palomas
¿Quieres que te diga a qué sabe estos cantares?
se secó el limón que protegía la ventana del cuarto
murieron Terry y Boby
¿Quieres que te diga como se siente la muerte de un perro amado?
la estación del azulejo en la mañana la cerró los vecinos
¿Quieres que te diga a qué sabe tu silencio?
¿Quieres que te diga cómo se prolonga
la ausencia de la ramita cortada por los vecinos?
los pájaros no comieron de las frutas
que le dejamos sobre la pared donde estuvo la rama
la ramita golpeó la pared y cayó en el patio de mi casa

esta es otras de las batallas que nunca se ganan
el viento rasgado, la piedra de centella depositada del mal gusto en el árbol
el rayo que se llevó mi caballo
la casa con el río adentro
¿Quieres que te diga lo que sentí cuando cortaron
 la ramita a donde venía el azulejo por la mañana?
beberé agua, me toca, de las hojas humedecidas de plátanos
¿Quieres que diga a qué sabe el rocío?

el sinsonte junto a la carreta de bueyes,
el primero volando hacia Pinar del río
las palomas que comen en mis manos
en la plaza de San Ignacio de Loyola

Yo supe de ese desierto,
que jamás fue capaz
de parir un arroyo
(la plaza de Loyola sin alma como la tuya)

El arroyito que es todo mi capital
se empeña en secarlo tu silencio
Olor de tierra reseca, mana ahora mismo
del viento rasgado por la piedra

Cuando me encuentre con el rayo
que se llevó a mi caballo
O él me parte en dos
o me devuelve mi arroyito

Ese silencio tiene la dimensión
del medio cuerpo con vida
tirado en el piso

la esperanza rasgada, aunque izada a media asta,
dentro de las tensiones que se viven en el borden
poco antes de pisar las profundidades del abismo

No es nada, son los medanos

Medanos de la soledad. Foto: Elisur Emilio Lares Bolívar
La ausencia de hoy se manifestó en canciones de pájaros. Asistí donde tú sabes se me puede encontrar. O cualquiera de mis amigos te dirán donde ando. Soy menos optimista. Las imágenes que traje del mar se perdieron en el trayecto. Me quedan las del río de mi madre. Llegó un momento en que no quise hablar, cosa extraña en Miguel. Salí de mí y escondí debajo de la mesa y dejé que aquel momento de vida me dejará en paz y en mi puesto. Entré sin ser notado. Me asustó lo hablado, la seriedad del tema y nuevamente me retiré a mi escondite. Apelé a mi libreta de apuntes y el sueño escrito dio flores.
La ausencia de hoy fue menos áspera, menos dolorosa, más endeble.
Dibujé tu rostro con todos los mínimos detalles, con todos sus alrededores, sobre una playa amplia, de cielos despejados y sol tibio. El oro de la arena era el mismo de las burbujas del vaso de cerveza.
¿Al cuál rostro me refiero?
Al que palparon mis amigos esta mañana cuando te vieron.
Al que imaginé cuando me escribiste un año después sin verte diciéndome que me quieres.
¿Cómo es tu rostro ahora?
Suponer es muy difícil en este trance. Si es otro, no es por orgullo que no te salude; es porque no te conozco.
Ese, el otro que dibujé en el río, es el que me persigue, con el inconveniente de ser uno y otro a cada paso, a cada cambio de lugar...
 Traje polvo del camino de tierra de San Fernando hasta Los Algarrobos… hasta Achaguas, hasta El Baúl ¿dónde mientan Guanarito, dónde?
La Biblia del tormento la conocí por ti. No conocimos el sosiego, la calma. Nunca un término medio: el amor profundo o el disgusto.
Dara, pájaro vaco y matapalo, tengo para el patio de tu casa.
Playita, Palmares del Igüés, Sabana morocha de Zanja de Lira, Sabana del pie de Mata Oscura y el garcero que aplaudimos en Potrero del Jobero, son apenas restos del viaje, los viajes… siempre uno hasta la llanura de adentro, donde yo puedo preguntar por ti. ¿Te recuerdas como te ensimísmate la vez aquella frente al Paso real de la Candelaria? A la altura del Yagual, por la primera entrada, margen izquierda, nació mi amor por la catira buena moza, pero ella jamás se entusiasmó por el Arauca, agua abajo… Ella jamás me quiso como yo lo deseo.
Una rayita de tristeza en el semblante, como sangre del crepúsculo casi flor de apamate, se te corrió del labio.
¿Aún recuerdas que te gustó lo del matrimonio en la Iglesia de El Baúl?
Sobre las ruinas del Pao contemplamos una pelota redonda de sol rojo. Los güiriries en cambote, se dirigían hacia Hato Piñero.
Puedo aguardarte, ahora mismo en La Simona, cerca del Pao. O si lo prefieres en Arismendi.
En los palmares de caño de Igüés, descubriremos un atardecer sin antecedente.
Si soy yo, el que debe elegir, te espero del caño de Cotayo, en adelante, en cualquier sitio, bajo cualquier rapio de sol.
No es nada; son los medanos. O el sinsonte en la ventana de mi cuarto.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Canto ceremonial de Carmen Pérez

Arranqué hierbas en el patiecito
que mi madre reservó para mí
porque yo se lo pedí en herencia
Dejé únicamente la palabra
que jamás se cansó de repetirme
Ser bueno que en el entender
de mi madre quiere decir
ayudar a lo demás
perdonar, abrir el corazón al alegato del otro
hijos: ser uno mismo
humilde, camarada vergüenza
que el otro sea, pero también derecho a ser uno

Mi madre jamás estuvo triste
tampoco alegre: normal o pasajeramente disgustada
jamás aconsejó refugio en la nostalgia
ni encerrarse en sí mismo
Cuando cortaba flores para ella se quebraba
y pedía sustituto de destinataria: A mis amores
Regalo para ella, quiere decir, que mis hijos anduvieran como la gente
que no le faltaran la atención del padre
No le agradaba verme en franelas ni con camisas mangas cortas
¡Estamos así tan pobre, hijo!
Péinese bien…
un vez descubrí que yo soy sus ojos
Mi hermana dijo que era porque me parecía demasiado a mi padre
me enseñó a comer con educación
a cultivar una sensibilidad de servicio abierta al prójimo
reverenció a su madre, honró a Dios,
nadie la convenció de lo contrario
aceptó mi condición de librepensador
pero exigió que aceptara por los menos 7
de los 10 mandamientos
Tres días antes de morir, cosa entre dos,
pronunció: ¿Ud. resiente algo de mí?
Perdóneme, por no ser mejor madre
—El perdón es mío, por ser poco hijo
No diga eso que me rompe el alma

1ª de Proverbios del Libro de las Ausencias

Bienaventurado el dientico
del viento en la madrugada,
que nos entrega por adelantado
la quemadura de la soledad.

Si somos capaces de una línea luminosa
valió el sacrificio
El mío se llama patria, lo juro
ante el rocío que embellece la penca

Himno del asombro

Hace ratito en el techo de mi cuarto alumbró la luna que vigila a mi niña cuando le aconsejo descansar, dormir en paz.
Esa niña tiene 24 años…
—Es que los hijos no crecen para los padres; sentenciaba mi madre.
¿Cómo es posible que las cosas más simples y corrientes sigan causándome un estado de buen ánimo aún cuando la vida me guste menos?
Si me gusta menos, me armo de valor, de que me guste como siempre.
Amo el sabor del agua. Traduce un estado que da fin al desasosiego.
Emparentados a esas imágenes comunes, los vasos comunicantes que multiplican la posibilidad de la escritura, como quien recibe un dictado.
Las mujeres más hermosas que pueblan mi existencia, las anuncia las burbujas en el vaso de cerveza: Tienden la plataforma que les permite avanzar del baño al cuarto, cubiertas en toalla, recién bañadas.
El código del anochecer y del perfume. Dos llaves secretas. Con una aseguro la llanura, de que ninguna res salte la talanquera y los caballos reposen tranquilos.
El chorro de la cocina alude a mi mujer. El sonido del teléfono une a un variado linaje: la mujer que ama y espera por mí, los hijos, el compañero que desea conversar una botella de vino, la esposa maltratada por los imperativos de amores supuestos de mi amigo, la ofrenda de los poetas, las ofertas que se me presentan por casualidad, la compañera de liceo que al fin pudo conseguir mí número y ¡qué bueno poderte saludar!
Donde nací habrá una casa que me retrata y devuelva entera a mi madre. El otro sitio, San Carlos de Austria, remite a mis amores.
Detesto los adioses. Percibo en ellos una sentencia inconclusa. A mi padre que no terminó de irse, a los objetos que le dan presencia en la casa.
Cuando leo un texto es porque sentí cada palabra, cada línea. De allí, que cuando comento lo ajeno, leo en voz alta mi propia historia.
Hace ratito fui huésped distinguido de la felicidad hecha pájaro cantando a la mañana.
A dentellada limpia, defiendo el derecho a estar alegre. Toda palabra verdaderamente mía, debe dar ese testimonio: cuando lloro, estoy alegre; cuando estoy más triste, más ganas tengo de estar alegre. Es una autentica obstinación, un verdadero Himno.
La única línea que conmovió a mi hija, fue la vez aquella, cuando le pedí a la luna que alumbrara su sueño.
A su enamorado le confesó que yo era lo único que tenía y la cobijaba el temor de mi muerte: mi cariño por el vino. En la cómoda de su cuarto, en un portarretrato, mi perfil; yo en suéter a la inglesa. Cuando se enoja conmigo, sustituye mi fotografía por una de su madre.
Hoy, Milicita, un picachito de luna, alumbró mi oscuridad.
Prometo una próxima entrega en tono de proverbios.
¿Te parece poco como estoy aferrado a la tabla de salvación —en actitud de náufrago— soportando todos los látigos del sufrimiento que solo ahora puedo descubrir cuantos rostros tiene? Ni siquiera es el dolor, es la tristeza.
Prepáreme la cena, que regreso pronto.
Hace ratito en el techo de mi cuarto cantó una cigarra…

La historia del niño que espera al padre sentado junto a la puerta

A mi regreso de Europa y mi corta estadía en La Habana, al salir de Maiquetía, recibí una llamada de la mujer que me ama. No entró… Luego me llamó Carmen Arévalo, una  muchacha de 50 años que yo conocí a orilla del caño Payara y desde hace 33 años vive en Caracas.
Me acompañaban Miguel Ernesto y Ernesto Miguel, mis dos hijos mayores. Ernesto, cansado del trasnocho, durmió todo el trayecto. Apenas el sueño le dejó pronunciar: ¿Cómo te fue viejo?... Boby sufrió mucho… se murió Boby, viejo, el perro que tu más querías…
Miguel manejó muy bien hasta San Carlos. Cubrió el trayecto contándome las partidas de nacimientos de cuantos autos se nos cruzaban en la carretera.
Cuando llegué Miriam aceptó llevarme a casa de Eddy, a mirar mi hija Anita. La casa estaba cerrada. Eddy apareció por donde no la aguardaba y me entregó el paradero de mi hija: —Acompaña a Karina en Tinaco que se le murió la mamá esta mañana…
—Esta tablita de chocolate y avellana es para ti; estos dos collares para Anita.
Me dio las gracias y repuso: Tu hijo Miguelito vino el sábado y lo llevamos el martes porque se fastidió… por las tardes sacaba el mueble de Sofi y decía que tú venias por él… Ese niño te adora.
Anita me escribió a media noche de lo más contenta y me dijo que uno era más bonito que otro… Son lindos, papi, los collares.
—Cuidado con la diabetes, así empezó Cheo, me despidió Eddita.
Yo arrastré el pie, ayudado de mi hermoso bastón de caoba y alcancé el asiento del auto.
Miriam se sonrío y me comparó con el manco de Lepanto, por el nombre y ahora lo cojo; “nada más”, completé yo…
—No seas así; no dije eso…
Me entregué al sueño. De puntillas Eddy se sentó a la puerta en la sillita de Sofi.
Miguelito jugaba con Juan en el patio. Sofi los aventaja en iniciativas. Mancha correteaba como loco. Lejos de apaciguarlo, en el regaño de Eddy, encontraba la necesaria comprensión de sus travesuras.
Miguelito reía conmigo: —¿Esta es tu casa?... ¿Aquí vives tú? Llévame al bosque a cazar osos y dragones.
—¿Cómo se llama éste?
—Un rinoceronte.
—Mi cebra la dejé en tu carro... Ese carro no es tuyo; es de “tu hermano”.
—También tuyo, hijo, porque lo mío...
—Yo no sabo manejar…
—Con tu hermano aprenderás cuando estés más grande. ¿Un besito?
—"Tu hermano" viene esta tarde a buscarme.
—El mío; no, el tuyo...
De pronto me encontré en el centro comercial de Acarigua, acompañado de agradable dama y Miguelito, viajando en un tren moderno de La Habana hasta Santiago de Cuba.
—La patria nació en el Oriente, me lo subrayó un lugarteniente del Che. Y me refirió lo doloroso de ese parto.
Si sólo vivimos en los instantes de recuerdo de quienes no saben olvidar; si la muerte es el olvido total; si aquella es, la única dimensión de mantenernos presente, cuando físicamente no lo estamos, ¿cómo dejar a un lado a quienes nos dieron patria y la posibilidad de ser nosotros, darnos el destino a nuestro gusto?

La historia más bonita de amor que pude recordar esta mañana

Me contó un amigo, de nombre de virgen mexicana, que una vez, Mamá, echó de la casa, al albañil áspero de la aguda mirada, cuyos dos vicios en sus sesenta años, beber los ratos libres e internarse en los montes de cacería… El bloque caía donde decía el nylon de su mirada, el más hábil constructor de paredes que se recuerde en Yaracuy.
Esa vez llegó a casa un poquito ebrio —más de la cuenta y no por el licor—  a la entrada del sol…
Detrás de la puerta lo recibió la ropa dentro de un bolso y cuando le ordenaron regresar por el mismo camino que lo trajo a casa, repuso: “Ya va… espere” y cubrió la distancia hasta el lugar donde resguardaba la que él llamaba la bicha de dos tiros.
Cuando salió lo atajó la mujer: …“no se la lleva Usted… Es mía” y se la arrancó de las manos.
…Supo que podía regresar más tarde.
—Cómo me voy si me quita la vida ¿sabes? Así no puedo caminar… Estoy cojo… Esto es un cuerpo vacío que no vale nada. Yo no tengo fuerzas… Agárreme… No sea maluca, déjeme un poquito de vida, lo único que distrae mis pesares, Ud. me lo niega… quédese con la ropa y con lo que tengo debajo de la cama… Déme un tiro entonces, porque un hombre que ama a una mujer no la abandona, si antes no pierde... hasta la vida si fuera necesario.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Carta de Noche Buena para Mariana

¡Hijita!

Varios días sin verte, es cierto. Ya estoy de nuevo en el país. Me agradó que los demás no se percataran de mi presencia y tú sí. Te retiraste del grupo y me entregaste el mundo con la mirada y la sonrisa. Hoy jugaremos de nuevo al escondido, a que me fui. Me buscaras por debajo de la cama, o de la cuna o por detrás de la puerta. O en la otra habitación. Ya veremos que se nos antoja. Revisaremos el vestido rojo y el azul. Te prometeré comprar unos zarcillos de oro a la vuelta de la esquina. Llamaré a mamá y le diremos que necesitamos esos zarcillos. Le expropiaremos los juguetes a tu hermano hasta verlo rabiar. Compraremos helados y compotas. Freiremos maíz y le pondremos distintos nombres de flores. ¿Te recuerdas que Miguel nos sorprendió con lo de rositas de maíz? Es Noche Buena, te habrán dicho. Pero nosotros no somos de un día. Llegaré al amanecer cuando todos duerman. Me dirás papá y te entregarás al sueño. Cerrarás la ventana de los imposibles y solo en ese estado, viajaremos al parque de árboles y animales. Miguel se antojará de algún juguete. Lo complaceremos. Terminaremos montados en los trencitos de los centros comerciales y los tres pegaremos gritos y diremos adiós de lo más contentos. No faltará quien diga que parecemos hermanos, como nos ocurrió la vez pasada. ¿Te acuerdas? Aquella señora cuándo nos los preguntó, no creyendo posible una camaradería de tu a tu entre padre e hijos. ¿Verdad hija que sonrió sabroso? —El papá es igual de bochinchero, mientras tu me agarrabas de la mano y corriendo llegamos hasta donde nos atajó el tráfico… ¿Qué se haría tu muñeca de ojos azules? ¿Y el osito que te trajo tu tía de un país nórdico?
Tienes la propiedad que cuando sueles mencionarme estremeces la casa. Casi siempre no se donde estás, ni con quien andas… Yo te encuentro al reverso de alguna página de los libros que suelo leer, cuando los poetas me saludan con agrado, cuando alguna niña me mira y se ríe conmigo, cuando paso por un colegio. La otra vez en Londres me sucedieron dos cosas: Frente a un café, una niña me echó los brazos… La apreté duro y las acompañé —la madre buena gente— hasta el auto. Esa tenía tu edad. ¡Mariana miré una blusa, una falda, y unas botas! Y te miré caminando por la av. Bolívar de San Carlos…Uní tarde con noche bebiendo un simpático escocés… y fueron tantas las historias acerca de ti, que la novia de mi amigo terminó encantada conmigo. Dijo que yo no era de este planeta. Entrado el amanecer yo les preguntaba: —¿Quién soy?... ¿Cómo me llamo? I am love… love… love era lo que entendía de lo que uno le decía a otro… Prepararon un desayuno de lo más rico y cuando me preguntó, la amada de mi amigo, si recordaba algo de lo referido… No la dejé culminar la frase, retirando del bolsillo de mi camisa una de las cartas que te he enviado… al escucharla se quedó inmóvil, con los ojos saturados de lágrimas espesas. Yo avancé corriendo hasta el auto de mi hermana y partimos. Cómo me adueñé del reproductor, escuché rock y música folklórica inglesa… Otra vez hija, hablé ti. Creo que debes ir a ese país de mi hermana. Y así será hija mía.
En La Habana no me aconteció distinto. Durante un recital poético una niñita me regaló un paquetico de galletas rellenas… Aun lo conservo. Qué privilegiados somos: tenemos ganas de encontrarnos, de estar un minuto más. Con nosotros no podrán. Mientras estamos más distantes, cualquier gesto unirá nuestra existencia. De frente hacia el malecón, yo acostumbrado de mirar lejos, agradado de tanta infinitud; traje un instante, una mancha de nube, con pocas líneas pero suficientes como para divisar la imagen aquella de cuando te vi segundos apenas de venir al mundo.
Si esta noche llego y te encuentro dormida, pegaré mis sentidos a la pared y será bastante escuchar tus latidos. Posiblemente una sonrisa de las más hermosas del sueño. No compré nada… No me gusta escoger por ti, pero aún así, te llevo tres pares de zarcillos y una sortija de lo más encantador que compraron para ti, alguien que aun está pendiente de mis deberes que descuido... Ya me conoces, sabes que no sé comprar regalos, porque me causa temor que vayan a apreciar más estos que mi afecto.
Te los dejaré allí donde tu hermano guarda sus cositas; o tal vez debajo de la puerta, a un lado… O no sé si trata de otra de las promesas perpetuas que impongan otra excusa para planificar nuevos encuentros….
Bonita noche, hijita.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Gesto de asombro

Te descubro en el engaño

                      pasaron segundos que no mencionó mi nombre.

La metáfora de la inmensidad ¿quién la escribió?

Ato sombras
devuelvo hastíos por recuerdos
apelo a la memoria
y la reto
a ver si le puede poner límites
a la inmensidad

Borges me negó
la metáfora
que ahora necesito
para resolver éste asunto
¿En qué folio la busco?
la infinitud
la inmensidad

además que hay en común
entre la inmensidad de la llanura
y la del mar

la mirada me dice

la raya que separa
los dos abismos,
el horizonte que conocen muy bien los hombres de a caballo
o los de la costa que no pueden vivir sin del sonido del mar


el mar le rompe los caballos
o las embarcaciones se paralizan en la mitad de la tierra hecha palma de mano

huyen momentáneamente
y cuando se apacigua la rabia del agua

ellos reconstruyen sus casas
y de nuevo conocen
las ganas de vivir

Palabras fáciles de un asunto muy serio

Por qué tanto olvido
por qué tanto desapego
Escríbeme una línea
dime que todo tu cuerpo es mío

Que en tu existencia
no cabe otra
si no la de mi nombre

Que toda tu ambición
es la de hacerme Príncipe
que clausurarte tus sentidos
y no tienes deseos de vivir
si enteramente de mí
no te ocupas

Que no hay cielo ni tierra
si yo no soy el único
entre la luna y el sol

Qué soy el pan de tu risa
y la gracia de tu angustia

Qué cuando me olvides
el sabor del agua
me reubique en el lugar exacto
de las prioridades

cuando abras los ojos
mi presencia infinita
renueve tu ser.
Y te pintes y arregles
cómo la primera vez
de nuestro encuentro

Cuando los cierres
mi imagen se haga
infinita en ti
y se fije como
la única puerta
de aliento y voluntad
posibles

Que la felicidad existe
y cuando te abandone
soy yo el único puerto
que ambiciones

Cuando no me busques
notes mi ausencia;
y cuando me busques
confirmes que tu deseo
aprendió a congujarse
en la primera persona
del plural

Que yo podré amar a otras
como te amo a ti
pero no creo que repita
nuestra hoja de amor

Que otros podrán amarte
como te amo yo a ti…
El camarada detalle
se presenta en mi defensa:
Algo se repite de nosotros

y en consecuencia,
subsiste mi existencia
en tu ser, y esa no es
la promesa que hiciste;
hasta mi recuerdo
arrancar de raíz

—No se olvida lo que se quiere;
se olvida lo que se pueda;
lo restregó mi madre
cuando me sintió triste.

Amaré otras en vano
si el orgullo me doblega
pero estaré siempre
preguntando ¿dónde estarás?
y sin saber con quien estás
volaré hasta ti,
rogándote un minuto más
un traguito de amor,
del vino más tinto
que me dieron tus senos.

Y cuando te percates que todo lo tienes
y que conmigo no tuviste nada;
ni siquiera una noche de amor…

Como todo lo tienes,
estarás aburrida
echarás de menos,
mis reclamos puntuales
la ropa de buen gusto
el cabello a tu medida
y el modo tan mío
de pedirte un poquito
del vino más puro…

Tu sexo, tus senos,
tus piernas, todo tu cuerpo,
tus pies, tus labios,
¿quién los contempló
como se mira a Dios?

Y así, el brote de olvido que no es,
y la ambición mía,
acompañada de la tuya,
despojada de orgullo,
nos pondrán en el camino
de encontrarnos otra vez

Rositas de maíz saltaran en el viento,
temblaran nuestras manos;
nuestros labios pronunciaran
los reclamos más dulces que nadie nos hizo;
yo diré que la culpa es tuya
y tú dirás lo mismo;
urgido de un minuto más,
contestaré que me enseñes
cómo debe amarse una mujer.
Entonces, y solo entonces,
comenzaran de nuevos
nuestros planes…

el hogar que tenemos prohibido
la casa de dos pisos
con mi biblioteca en la segunda planta
y patio de Terry, Toby y Boby
la camarada Lorenza y los morrocoyes
y Albanela, mi pequeña tortuga
los hijos que nunca llegaron
para que nadie moleste mi atención
(Ud. siempre pendiente de que nada
distraiga mi escritura)
los viajes a Cartagena de Indias
la visita a mi padre al sur de Londres
y el retorno a mi tierra de Apure
de enterrarme allá
y de vivir feliz en San Carlos de Austria

todo lo que me has dado
los libros que debes comprarme
las canciones más hermosas del mundo
que son mí único patrimonio

el temor de la caída
el encuentro y el adiós
y entre ellos lo estable
sin posibilidad de comprender
donde empieza lo real
y la mentira ¿dónde?
tan apretaditos como en el sueño

y entonces, y solo entonces,
estaremos en condiciones
de entender mejor el amor

Vale decir, esta llama que no cesa,
que solo tiene dimensión exacta
en quienes no pierden
la fe ni la esperanza

jueves, 15 de diciembre de 2011

Si me apuran el paso, soy de esta Isla

                                                                                                  Para Benigno Peña

Permanece como la mar
como una nube
como el rastro de la luna sobre el tejado de una casa vieja
                                                                                               sola
                                                                                              vacía
como la 5 avenida pariendo flores
como el monumento de Miranda
como el rincón martiano
como el parque Almendares
¡Qué mujer, caballero! Comentan en La Habana
Los viejos modelos me resultan más cómodos
se mueven cómo esas mujeres abultadas de nalgas
Miro hacia la mar
El sol baña mi frente y me resigno
¿Qué me permiten llevar en la mirada de esta Isla?
¿Qué de esta tierra es mío?
Disculpe, Ud., poeta
el río Almendares reclama su puesto
ahorita lo vi como un perro echado en los ojos verdes
los únicos ojos verdes que trastocaron mis sentidos
de la mujer que me atendió en la casa José Martí
Veo bien: por un olor la tierra también entra a los sentidos
Las piñas y su aroma
endulzan el paladar de la tristeza
¿Cómo cruza la calle un hombre triste?
Un hombre triste cómo canta
Que venga Polo Montañés y de orden
de pararme firme ante los cinco
Que las estrellas no le nieguen brillo
y entren por montones por alguna rendija
Ya se quedaron aquí entre nosotros
¿Quién dijo que aquí no están?
Gracias, Polo, otros guardan silencio
La palma real ofrenda otro gesto de gozo
casi una carta de bienvenida
Si la llanura es un mar sin ola
¿Cómo menciono a la marina Hemingway?
El mar será simplemente el mar
Siempre un punto lejano y otro
Un barco chiquito en cuatro rayas azules
Ahora me percato de la modestia
Che tiene el tamaño de esta Isla
cuando el sol de América se enfriaba
apareció en Bolivia y sorprendió a todos
De allí en adelante vale el continente
En este hablar, descubro la Isla
El caballo del sueño
¿Qué me permiten llevar en la mirada de esta Isla?
No aspiro a tanto. Algo de lo que nadie pueda despojarme
Seguramente el regreso a mi infancia
Y allí los días jamás superados junto a mi madre de dicha
Regáleme el Paseo del Prado, por dios
Súbase al caballo, aquí lo tienes hijo
Mañana cuando me vaya
por la tarde búsqueme en la avenida de los Presidentes
A las doce iré al Floridita
En el bulevar de obispo
la Cuba que se parece al mundo
le temo
Detallaré a los venderos de la Avenida Salvador Allende
al entrar a la calle de Bolívar
encontré a la virgen de la Caridad del Cobre
de visita a la Iglesia de Reina, ¡Qué suerte tengo!
la Cuba que le reza a Jesucristo, ciertamente
En esta calle que también lleva tu nombre, Padre
las horas me guardarán intactos
y en compañía de Eusebio Leal
caminandola me sorprenderán
en cualesquieras de su s bocacalles
En casa de los afectos tendrán asiento
Fernando Retamar y Pablo Armando
Esta es la casa cubana Cintio Vitier
Esta otra la de la Loynaz
El niño Lezama le cuenta a Eliseo Diego
mi propia tragedia: La vio morir instante por instante,
la eternidad que se expresaba en goterones de sufrimiento
¿dónde encuentro a mi madre Pablo Armando?
Dime que aun vive, que juega a la escondida
El reino de la línea y el dibujo
de hermosa biblioteca
de tapas de lujo Lunes de Revolución
Esta es la casa del jardín de las palabras
Pablo Armando me enseña reconocer a mi mujer
en el sonido del agua en la cocina
y allí la encuentro en el olor del guiso
mientras él agradece el don del cine
y reescribe el guío de su propia película
entra a escena y vuelve a la silla de espectador
Pablo es un ángel montado a caballo

en el regreso, pienso
y lo pienso bien, otros no pudieron
mejor cruzo por debajo la bahía por un túnel de 710 mts.
y allí junto al Castillo del Morro
pocos antes de anochecer,
La Habana se desprende y avanza con los brazos abiertos
me le escondo como lo enseñó mi hija Mariana
salgo de mi ser material y mi capacidad de reconocer
graba este encuentro de mi cuerpo con la postal que ahora palpo
la mirada se colma de felicidad
la mirada se estira hasta la última línea de la inmensidad
y se empeña en escribir la estación de los trenes
la mirada arrinconada cojea de belleza
y la pongo a caminar como una mujer que recién hizo el amor
la mirada fracasa
 la mirada no escribe y eso duele
¿quién puede quitarme esto que pretende mi ambición?
Un poema honra de algún libro
este retrato que no aflojo
y cómo de él pretenderán despojarme
me arranqué los ojos
y así la imposibilidad mande en mí
y desde la oscuridad la memoria lo guarde
y venza los obstáculos de entrada y salida en los aeropuertos
y viaje en el avión y vuelva a darme cuenta de lo que me despido
ya cerré la puerta de la habitación y entregué las llaves
pierdo mi condición de huésped y retorno a la de ciudadano
cuando mis amigos me lleven a la taberna
cubriré las paredes con la gracia de esta mirada que me reconforta
—¿Esto qué es?... ¿Por qué tiembla? ¿Qué lleva allí?
Esto es un libro. Aquello una humilde botella de ron
Y una simple imagen libre de impuestos
me revisan una y otra vez
—El avión les digo, y me dan paso
un airecito de calor retorna al cuerpo
extraigo de la mirada el retrato,
lo beso y lo alojo en la tercera gaveta de la memoria
el malecón me permitió ver la última línea de la inmensidad
el mar casi color de plomo bordado de estrellitas traviesas
muertas al intento
me recuerda la otra inmensidad bajo la lluvia
la tierra de mis pies, la del pan de mi poesía

razono
tengo prohibido por ejemplo de familia, la traición
el mar y la llanura son uno: ambos nos hacen temeroso de la inmensidad
y si a esta inmensidad Ud. le agrega una palma
y junto a la palma un caballo,
y arriba de eso el jipijapa que Eloy Alfaro le regaló a Martí
estoy perdido
                     entre los azules blancos de San Fernando de Apure
y el plomo cenizo de la bahía

Que lo sepa el mundo que este poema
se inclina ante Mariana Grajales
por el paquete de hijos y esposo
ofrendado a la epopeya de Antonio Maceo
—Oigo Mariana tu gesto de Patria
Y pienso que el poema debe entrar en la contienda
Marco tenía 13 años cuando Ud. le dijo —empínese, ya hora

Ya es hora que me declare en movimiento
por estos ojos verdes por los que veo la gracia en movimiento
—Vengo a decirle que estoy enamorado de su mujer
y si Ud. tiene alguna autoridad sobre ella
dígale que me corresponda
¡Amor! Esto es terrible ya tengo nuevos amores
Hijos vengase conmigo ¡no me dejen solo!

Por este misterio, doy la vida
ahora puedo decir que conozco la patria

Soy esta isla y si me apuran el paso seré esta Isla

                                                            La Habana, 15 del anochecer y amanecer del 20,
                                                            diciembre de 2011

lunes, 12 de diciembre de 2011

La novela de Gallegos dedicada a Cuba


Consiéntanme las letras cubanas este entrometimiento de las mías en los dominios de sus preocupaciones, teniendo en cuenta que, además de deuda personal de gratitud contraída por mí con esta tierra acogedora y cordial, bajo la bandera de la estrella solitaria corazón venezolano siempre experimentará emoción de patria.
Rómulo Gallegos

Mi destino está vinculado a un libro... En los momentos más apremiante salta uno, desde donde menos lo espero.
A la entrada del amanecer, terminé de leer La brizna de paja en el viento, de cuyo autor el llano que llevo por dentro, el mío y de mis padres —no la caricatura, no el estereotipo que inventaron los que miran con los ojos de los afuera, herencia de un neocolonialismo que no cesa—, le debe las dos novelas mejores concebidas sobre el llano, los llanos... La edición es de 1952 (Editorial Selecta, La Habana) y en esa  página que contiene sólo el título de la obra después de la tapa-portada, leemos el trazo de una pluma que trae la dedicatoria siguiente: "Al Dr. Oscar Fernández de la Vega, atentamente Rómulo Gallegos". Esto, ese solo rastro de las huellas del Maestro, de otro de los presidentes latinoamericanos, aunque elegido por el pueblo, no pudo culminar su mandato, de las "democracias modelos", glorificadas y protegidas por los intereses económicos trasnacionales, me obligó otorgarle trato solemne a estas páginas. La novela está dedicada a Cuba, y el ambiente predominante corresponde a la Universidad de la Habana de finales de los cuarenta. En el manejo del lenguaje, se echa mano de esa manera alegre y libre del "negro" del hacer uso del que heredamos de España a un precio ciertamente costoso y doloroso.
Ricardo Montilla se encargó de hacernos comprender que Gallegos era  un hombre de "Una posición en la vida". En esta novela, la primera que rompe con su "universo narrativo" para denominarlo de alguna manera, o lo que es lo mismo, el ciclo que le dedica a Venezuela y le permite descubrir un país, al examinarlo de manera transparente, denunciar las trabas que impide su desarrollo, las angustias y los males, muchos de los cuales aun padecemos, estará presente esa posición suya indeclinable de hombre de bien, de querer arreglarlo todo por la vía de la educación. No es una exageración anotar, que después de leer sus obras emblemáticas, y las menos conocidas, sus ensayos y discursos, se asume y se conoce mejor a Venezuela a través de sus personajes, muchos de los cuáles, Gallegos conoció de trato y comunicación, antes de convertirlo en los símbolos universales que ahora son. El país pluricultural, con sus costumbres y su manera de expresarse, esta allí en esa obstinación suya de "civilización", de concebir el progreso. Pareciera que Don Rómulo andaba en pleno día, con una linterna en la mano, buscando el hombre que fuera capaz de torcer el pescuezo a la barbarie. Como no lo encontraba, apelaba a los territorios de la imaginación, a la síntesis del símbolo, que ya apuntamos, y que no era el resultado de "laboratorios", sino dictado concentrado de la realidad.
Ese Gallegos, estará de cuerpo presente, en esta obra dedicada a Cuba, con todas sus palpitaciones de aquella obsesionante angustia que lo llevó, a la política, a ocupar la Presidencia del país, a través de las primeras elecciones universales, donde las mujeres venezolanas por primera vez, se le permitió ejercer el derecho al sufragio y a los sectores sociales pobres, en gran medida.
Uno de los personajes, el Profesor Luciente, ocupa papel preponderante, en aquella Universidad de la Habana retratada en la novela[1]... Universidad y profesor, en lucha por su adecentamiento, por la desviación del estudiantado corrompido, aprovechado y alentado por los políticos inescrupulosos de aquella época anterior a la Revolución: Dirigentes que matan por encargos, como única manera de conservar el poder y ejercer el liderazgo: el terror y su consecuente inmediato, el temor, entre las masas desplegado. Esplendor y decadencia de ese modo de practicar la política.
Nos sugiere el comportamiento de los dueños de grandes extensiones de tierra; su poder, sus miserias humanas... Una ama de casa que compra y gana lotería... Se le queda a uno en algún momento la dulzura de la caña y el aroma del melao en proceso de convertirse en azúcar, descrito en aquellas páginas. No se oculta el origen de esos grandes capitales.
La presencia africana, en un país como Cuba que posiblemente ostente, dentro de las estadísticas, el doble de esclavos en comparación con los que fueron introducidos en Venezuela, tenía que ser tema obligado... Allí está su habla, su cosmovisión, y su práctica religiosa...
El héroe de la historia, el que logra inmovilizar al Jefe de la banda de pistoleros —el temido Justo Rigores, un dirigente estudiantil, traficante con el crimen, todopoderoso, pagado con recursos del Estado—, es el hijo de uno de los explotados de los Azcárate, de esos mayordomos fieles a sus patrones, por supuesto, abusado y medianamente recompensado. Tímido y cobarde, es la tipología de este personaje, que asimila las lecciones del Profesor Luciente, a las que se une La Muñeca Azcárate, a su regreso de los Estados Unidos, donde sus padres, hacendados y dueños de centrales azucareros la enviaron a formarse. Estos dos individuos, salvan a Juan Luís cuando pisa el borde de la desviación y está a punto de caer en las redes de Justo Rigores.
De vez en cuando el trazo preciso de estampas de la vida rural cubana:

Ternura de hora temprana con algunas estrellas esperando si lograban ver la salida del sol, ternura de tibias espumas en los cántaros donde se recogía la leche que daban las ubres generosas. La arrogancia de los gallos, el agachamiento de las gallinas y la frivolidad de los pájaros… (p. 258).

La trompada del paisaje sin menoscabo de lo que se cuenta:

Llegó con Florencia a la caída de la tarde. Ya Raquel se los había adelantado. Una turbonada había descargado la atmósfera de la pesantez y el calor de julio, dejándole al sol poniente nubes tiernas para que compusiese crepúsculo suntuoso y en los árboles que rodeaban la casa estaban todos los rajeos, trinos y silbos del pajarío habanero. (pp. 74-75).

El don de saber describir, de convocar a la imaginación dando puerta a la tierra con su gesto capaz de sacudir nuestras emociones, con sus elementos propios y los otros creados por el humano ser:

Tenía cierta gracia aquella agrupación de casitas campesinas, donde no desentonaba la presumida de Juan Marino, entre las humildes de los ordeñadores de las vacas. De madera algunas, pintadas de azul o de verde; de rojos ladrillos sin revestimiento otras, con portales de sentarse a tomar el fresco de la brisa nocturna, las más de ellas, y pretiles sobre los cuales se alineaban cachorros con plantas floridas. No se habían puesto totalmente de acuerdo para componer calle alineada y entre algunas de ellas se habían quedado a dar sombras ceibas frondosas y a enderezar elegancia palmas reales solitarias. Los floridos arbustos de adelfas rosadas y blancas y los de rojas yuramiras y bugambilias mantenían los fueros del campo entre la presumida y las humildes, pero alrededor de todas, allí mismo, estaban los anchos prados donde pacían las vacas, los paños de labrantíos, los diáfanos palmares, las suaves colinas. (p. 49).

No son las pupilas de un oriundo de esta tierra, es la mirada de un foráneo que nos ayuda a descubrir lo maravilloso de “este reino”, el que habitamos:

Lo rodeaba la clara serenidad del campo en el cercano mediodía. Sobre los verdes pastos, la alzada elegancia de las palmeras; en el limpio cielo el canto de los pájaros, entre el olor de la boñiga en el establo de las vacas, el de las flores silvestres y las vacas paciendo, sosegadamente, bien cumplida la generosidad matinal de la leche. No sería extraño que el hijo del guajiro Juan merino supiese estar a gusto en el campesino cuadro. (p. 266).

De ese “pajarío” mortificante de la sensibilidad creadora de Gallegos, nos quedó “los atrevimientos del pitirre contra el aura tiñosa” (p. 292); ¿se nos negará acaso el derecho como lectores activos preguntar que mensaje deseaba propagar el novelista con esa imagen? En la vida de los animales, como en la otra de los humanos, también sucede que un pequeño derrota al gigante.
Utilización de expresiones y términos del habla y vocabulario del cubano... Allí está la utilización del vocablo "guajiro" a la manera del significado que se le otorga en la Isla. Frases que aún día, uno escucha en paradas y mercados o en la estación de trenes de La Habana.
Entra la Avenida el malecón una y otra vez. El Rincón de Martí y el monumento de las víctimas de Maine. Para cerrar el “paisaje cultural”, mencionemos: La Estatua del Alma Máter, las plazas Cadenas y de Catedral, el territorio demarcado “Entre Regla y Guanabacoa”, San Rafael y Galiano, las calles de La Habana Vieja, Barrio de Colón, Colegio de las Hermanas del Sagrado Corazón, Cabaret de los Marinos, Paseo del Prado, Calle Infanta y las pensiones de estudiantes cerca de la Universidad de La Habana, representada en la novela en la pintoresca “Pensión de las Angustias”, a cargo de una jugadora de loterías, madre de Justo Rigores, el director de la escuela de pistolerismo que funcionaba dentro de la Universidad[2]. Parque Central y la estatua de Martí son tratados con palabras de oro: Con pocos elementos se precisa la hora del sufrimiento del apóstol por el sólo hecho de creer y expresarlo bellamente, el convencimiento ya hecho pueblo, de que Cuba tiene derecho a su definitiva Independencia…
El otro paisaje, digamos el brotado sin la intervención del hombre, también está presente en la novela: Playas de Miramar, El Jardín de los Enamorados, Sierra Maestra y Puerto de Boniato —que no es un puerto sino una loma alta—, Parque Alfaro, Valle de Viñales, Almendares, “cerca del Bosque de La Habana”.
De los lugares, asientos de ciudades y provincias que acuden a la narración: La Habana, la Provincia de Oriente, Santiago de Cuba, Pinar del Río, Aeropuerto de Rancho Boyeros, Población de Regla, Islas de Pino y Camagüey, en donde “la fiesta de San Juan [se prolongan] hasta la de San Pedro, devociones predilectas de la localidad” (p. 16).
El ingenio azucarero de los Azacarete está ubicado en la heroica Santiago de Cuba, buena pista para desentrañar en el plano real el amarre de este apellido, con las transacciones económicas de aquella Cuba. Seguramente en él pueda verse retratados algunas de las familias poderosas reportadas en el texto de Guillermo Jiménez, Los propietarios de Cuba 1958 (2006); texto que Camilo Pinares, por mediación de la generosidad de Ernesto Guevara, entregó a mi voraz apetito…
Una posible lectura de la novela: el cuadro social de la época: los dueños de la azúcar, los que se “forman” afuera y retornan (Es el caso de La Muñeca Azcarate), los que producen esta riqueza (Juan Marino, su esposa Rafaela y sus hijos, Clotilde, Eumelia y Juan Luís), los manejadores de los hijos (la negra Natividad, Nati o Mama Otra, como indistintamente la nombra La Muñeca), los intelectuales y artistas (los concurrentes a “La casa del equivocado” en la novela, el equivocado de los azcarate, Eugenio, casado con Raquel, “pianista famosa ya, aunque no profesional” —p. 27—), los negros emancipados, los dedicados a la santería, otra manera de ganarse la vida el oficio de babalocha, como el babalao Rufino y la santa Clorindas, después de una larga hoja de servicio prestada al Cabaret, otra de las víctimas de Dionisio Azcarate, “don Juan de aventuras fáciles”… Los excluidos, sobrevivientes de la miseria, personificado en el muchacho “negro tinto… sin expresión de infancia en el rostro, perversa ya la mirada” (p. 83), “malcarado, enseñando las vergüenzas… mugre desde la cabeza hasta los pies” (p. 84). Los comerciantes ambulantes, en la negra Casimira, “vendedora de oraciones y medallas” (p. 84). Los políticos en sus distintas faunas: los idealistas —caso curioso el de Juan Luís proveniente de cuna humilde— y los pragmáticos —Justo Rigores, también de hogar humilde pero con vergüenza de su origen que lo lleva a negar a su madre en público—, con predominio del reformista, del hombre que pretende arreglar la sociedad por la vía del respeto a la ley. El delincuente que se hace pasar por estudiante y en un momento dado superar al jefe: Rubiales y su alegórico aposento, “Mi casa de los pasos perdidos”, de dos pisos, “de vida alegre abajo, de dormitorios de fumadores de marihuana arriba… donde en la fuga del amor mercenario una de las de abajo se aplacaba necesidad de pasión romántica adorando y manteniendo al revolucionario buen mozo, a todo trapo de buen vestir, por añadiduras” (p. 301). ¿Cuál revolucionario Gallegos?
A las casas del equivocado y de los pasos perdidos, se une La pensión de las Angustias, en La Habana Vieja, cerca de la Plaza de la Catedral: Amarilis y dos señoritas que hacían papeles más o menos dramáticos en las comedias radiadas de una emisora: Leda y Lidia, las hermanas Rendiles. 
Eumelia, la abusada y raptada por un hijo del patrón.
Todavía la familia Azcárate nos proporciona dos representaciones más: Los acaparadores de las tierras, en novela la propiedad de los Martínez, heredado por Amelia, esposa de Pablo Azcárate: son las Vegas de tabaco de Pinar del Río a cargo de Barnardo (p. 21), y la “finca pecuaria” bajo el cuidado de Clemente (“y de allí, de jinetear caballos en pastoreos de ganados, fue sacando afición a los de carreras” (p. 21).
“En cuanto a Eugenio, que desde pequeño mostró inclinación a libros, ya lo tenía encaminado hacia la Universidad” (p. 21): Al tercer año de derecho, reúne a sus hermanos, les comunica su determinación de abandonar sus estudios y pide la coordinación de los negocios de los Azcárate —La Mano que aludía Pablo—, es decir, una administración centralizada (p. 26).
Alfonso contrae matrimonio con Dulcenombre; Bernardo con Juliana; Clemente con Edith y Eugenio con Raquel. Dionisio en sus afanes de picaflor, aparece vinculado a Clorinda y Eumelia. Nati y Florencia cierran el entorno de mujeres de la familia Azcarate, agregando a Amelia Martínez y las mellizas de Eugenio y Raquel: Reneta y Renata.
La esposa e hijas de Juan Marino, las tres inquilinas de Doña María —o doña Natalicia—; Casimira, la amiga de Nati; la madre del negrito malcarado, la iyálocha Madalena, completan la nomina de los personajes femeninos, para un total de 20, sin incluir a la iniciada “sexagenaria negra, larga, flaca” (p. 109), amiga de la mamá de Clorinda (p. 104); a la Madrina de aquella en la santería (p.110), y a Pelírroja, de los visitadores —negros, mulatos y blancos—, ya en las últimas horas del “día del medio” (p. 109). E igualmente, “varias estudiantes” del mitin de Florencia contra Rigores (p. 223) y las dos tamboreras —“dos estudiantas más, que en el decir de Nati, de esas que por llevá a cabo su propósito de hacerse un buen vivío con un título de dotora, pasan a veces más hambre que un ratón en un saco de clavos” (p. 277)— acompañantes de Amarilis en la nueva residencia, lo que estira la cifra a 25 mujeres, siendo el de mayor peso el de Florinda, La Muñeca Azcárate, quien aspira ser algo más al de la “mujer adorno”, “la pura mujer sobre la tierra” que dijera una de sus cuñadas. La talla de esa mujer enfrentada al convencionalismo de la época y los prejuicios sociales de sus hermanos, nos la reporta una reflexión del mismo personaje:

—Miro y pienso. Yo soy la caña, dentro de la cual se ha cuidado la dulzura y la Universidad será el ingenio donde la maquinaria de molienda triturará y destrozará a la Muñeca Azcárate; pero en el ingenio hay grandes depósitos donde se recoge el jugo exprimido, se decanta la borra que lo enturbie, se clarifica y cristaliza en útil azúcar. (p. 114).

El séquito de Rigores lo integran: Rubiales, Hinojosa, Amarilis, Manuel Darío y Mauricio Leal. Ya en su momento declinante capta a Juan Luís Marino, cuando Rubiales comienza a desconocerlo como Jefe e Hinojosa abandona el país.
El Profesor Lucientes cuenta con la Muñeca Azcárate y se gana para su causa a Mauricio Leal. Florencia conquista a Amarilis y causa estragos en la popularidad de Rigores por el lado de las estudiantas.
Dentro de los asalariados del emporio Azcárate, se produce la ruptura de Dionisio con su mayordomo Juan Marino y de su reacción culpa a los comunistas:

—Un ingrato, ese Juan Marino; un canalla ese hijo de él. Después de haberlo elevado yo a la categoría de mayordomo de la finca, Juan Marino me ha anunciado ayer que está dispuesto a separarse de ella. Le dije que podía marcharse enseguida. Y todo por las infamias con que le ha calentado la cabeza ese hijo suyo, que seguramente es un comunista. Buena paliza le haré dar, si por allá lo veo. (p. 119).

Es el lenguaje de los burgueses, contra los que está enfrentado a su modo, Florencia Azcárate, más que con conciencia de revolucionaria. Posiblemente predomino del carácter del Padre, a quienes los trabajadores reconocían buena gente.
De los trabajadores de la zafra, bajo la dirección de Alfonso, se mencionan a Soledad Reynoso, El Gallego y un hijo de Reynoso. El segundo es un modelo de trabajador en la visión del patrón: El único obrero que no mete pleito por leyes de trabajo mal cumplidas (p. 239).
El capital industrial tiene además representación en el Sr. Martínez, “dueño de la fabrica de tabaco de Monterrey” (p. 12).
No hay una personalización en la novela del capital transnacional, o el musió de Doña Bárbara, Mr. Ranger, pero Bernardo dedicado a las carreras de caballos “residía” en Miami, donde se casa con Edith, norteamericana profesora de College (p. 25). A cambio, no se esconde el carácter de Cuba de exportadora de materias primas hacia Estados Unidos:

Ciento cincuenta días de trabajo continuo convertirían el apretado verdor de los cañaverales de “Los Azcárates” en cuatrocientos mil sacos de azúcar morena dentro del amplio depósito del ingenio.
Pero materia prima para la industria de refinería de los Estados Unidos. Alfonso Azcárate soñaba con verla salir de las manos laboriosas de su gente cubana, blanca, cristalina, cubana por completa. (p. 241).

Esa precisamente es una de las causas de la dependencia de Nuestra América. Y la novela no oculta esa condición. En la página 94 al Profesor Luciente referir la voladura del Maine, asienta: “El teatral acontecimiento, de calculo imperialista aprovechador de nuestros sacrificios por la independencia”. Y en la página 208, también lección de Rogelio Luciente, acusa directamente a la penetración del capital extranjero, como la principal causa corruptora de la lucha revolucionaria: Aquí perdimos la visión exacta de nuestro camino propio. Trágico saldo de la intromisión imperialista en la caída de la dictadura —que malogró la culminación del movimiento revolucionario— del subsiguiente predominio castrense y del restablecimiento del orden constitucional como producto de una transacción entre dos impotencias (p. 208).
No deja de perturbar la atención de la escritura, en nuestro caso, el pensamiento rector del viejo Pablo, a la hora de fundar y definir su núcleo familiar: aunque proveniente de España, el suyo será: —De cubanos ciento por ciento. Porque yo no he venido a América a aumentar colonias, sino a poblar nación (p. 19). Y aunque no hay asomo aparente de interés político en la hora postrera (Se acaba la vida en mí, pero en vosotros dejo la mano Azcárate asentada sobre Cuba, no para oprimirla, sino para exprimirle, cariñosamente, la riqueza que ella puede y debe dar —p. 23—), ya sabemos que del económico al anterior, sólo la separación es de un paso; su testamento dispone que en la “casa de habitación en la calle de Neptuno, de La Habana, ponga Eugenio una de estudiantes, seleccionados entre sus compañeros de carrera más merecedores de estimación y de confianza, para que allí viva junto con ellos y se procure amigos”.
Son palabras del novelista las que siguen: “Era evidente que tal recomendación, de puño y letra del testador, venía dirigida a procurarle a Eugenio ascendiente de intimidad sobre un grupo de estudiantes que, bien escogidos, le permitiesen reforzado asiento de la Mano Azcárate en el mundo universitario” (p.  24).
En Cuba, como en Venezuela, en el mundo universitario, dejaban de abrir su tañido las campanas del mundo político. Incluso en la novela se recoge un hecho histórico: El asesinato de Rafael Trejo en tiempos de la dictadura de Gerardo Machado el 30 de septiembre de 1930. (Cupull y González, 2010: 251).  
En cierto sentido eso es la novela: la brega por liberar a la Universidad del control de la desviación (pistolerismo, corrupción, ausencia de organización política con ideología) y devolverla al justo sitio de acompañante, de animadora, de “la exigente misión del hombre sobre la tierra”, “la participación en justas causas”. La prédica del Profesor Luciente, abarca desde la admiración de Martí hasta la concepción del cambio revolucionario:

Al pueblo no se le hacen sus revoluciones. Es él mismo quien tiene que hacerlas y la función del intelectual debe ser simplemente conductora, porque lo que se elabora arriba, cuando llega abajo no calza. Es como mandarse a hacer zapatos a la medida de la cabeza. (p. 202).

No está desplegado el paisaje, como en sus otras dos novelas más celebradas por la crítica: Canaima y Doña Bárbara. Apenas destellos, asomos. Pero a cambio de eso, permanece el puesto principal, la responsabilidad que Gallegos le otorga a la universidad, a la educación en general, en su lucha por derrotar a la barbarie.
La novela también pudiera ser, el desenmascaramiento de la utilización de la juventud por parte de políticos corrompidos, para quienes el poder no es una herramienta de liberación, si no la plataforma de cosechar sus fines perversos. Pero ambos lecturas, no recogen el planteamiento totalizante de la obra, sino partes del todo; y en este caso, si a las piezas las independizamos del engranaje, descontextualizamos los hechos, y reportamos lo que no es la novela del autor, sino la nuestra, al privilegiar uno de los árboles del bosque, y dedicarle menos atención a la representación abstracta (el concepto) de la sumatoria de estos. Así la floresta se nos hace invisible y la lectura fracasa.
Si sabemos leer, descubriremos el barro, el cruce étnico que sustenta el ser de los cubanos. Una novela que nos permite comprender mejor a Cuba culturalmente, nos acerca más al humano ser cubano: No somos indios, ni africanos, ni europeos... Somos un cruce, una nueva criatura. Esa simbiosis cultural que nos explica y justifica...
El sincretismo religioso, lo africano y lo católico, los dos ritos y sus equivalentes: …el culto de Ochún, divinización africana de la sensualidad, que en lo mitológico griego fue Venus Afrodita y en lo católico cubano —sin que se supiera por qué— se llamaba la Virgen de la Caridad del Cobre. (p. 107). ¡Changó, Santa Bárbara! (p. 106). Yemayá, la santa lucumí que era, a la vez, en el culto católico, la Virgen de Regla. (p. 81).
El capítulo intitulado “Un mundo feo” recoge el reclamo de la negra Natividad ante la Virgen de Regla por el destino del negrito mugriento, sin dolientes:

—¿Qué te pasa, Yemayá, Negrita grandiosa, que no te fijas en el mundo feo que está rodiándote? Mujeres perdidas que dan a luz daños de mayomberos y santeros buenos que no acieltan a sacale del cuelpo el ndiambo al pobre muchacho, el bilongo de que lo concibió la madre. Yo conozco al babalao Rufino. He visto cómo le obedecen los Orishas cuando él está haciendo un registro, con su mano de caracoles en la derecha apuñá, mientras dice las palabras debidas… (en lengua de nosotros) ni bien para mal, ni mal para bien. ¿Por qué permites que al bacalao se le reviraran los santos cuando quiso hacerle el registro que un mal día pué terminá en la Isla de pinos? (pp. 85-86).

Una concepción de la vida desconocida por la otra de los vencedores, despachada a la ligera con el mote de supersticiónpuesta al servicio del arreglo del mundo, de la sociedad.
Esa intolerancia, de una superstición que no se reconoce en uno, pero reconoce la del otro, se expresa en diálogo entre Dionisio y Natividad siguiente:

Dionisio, que habitaba la casa de la Muñeca para tener a la vista la finca que administraba, sospechaba que Natividad mantuviera relaciones con el mundo negro de la santería.
—Ya te dicho que eso no es veldá, niño Dionisio— replicábale ella. —Parientes santeros sí tengo. Si es que algún negro pué decí que algotro es pariente suyo.
—¿Y brujos?
—¡Sola vaya! Mayombe es congo y Lucumí es religión. Los santos lucumises no se prestan a bilongar. Pero otra cosa te digo, niño Dionisio. Tú sí que eres aficionao a asomá los ojos a esos mundos de santería y embrujería. No pierdes toque de eso. Y haces mal en curiosiá pa réite, polque lo que se mira se almira y eso no es pa blanco. (p. 82).

Las descripciones de: igbodu —el cuarto secreto donde están los santos lucumises y se hacen los ritos—, de los altares y el día de recibir santos acusan ajustada verosimilitud, cómo ésta dedicada a la molienda de la caña:

Bosque de hierro trepidante, maraña intricada de escalerillas, tuberías de bombas, barras, cables de acero. Grandes ruedas dentadas, movidas por calderas de vapor dentro de las cuales zumba el fuego, mediante los piñones en que engranan, les trasmiten a los molinos el movimiento regulado por las voladoras y en lo que ya es bagazo, de olor agrio por el maltrato sufrido por la dulzura, la maceradora vierte jugo que ayude a exprimir el que allí quede todavía. (p. 240).

Todavía hay espacio en la novela (aunque colateral), para un asunto aún de interés relacionados con los Medios de Comunicación Social en manos privadas:

—¿Por qué hablas así, Lidia?— díjole la hermana. —No estás ante el micrófono.
—Es verdad— repuso Lidia. —La costumbre de representar criadas mal habladas…
—¡Vaya, pues! Otra vez las eles en vez de las eres.
—Déjame, Leda. Esto no tiene remedio, chica. La radio me ha acostumbrao a que si no hablo vulgarmente, diciendo groserías, me cambian la frecuencia…

Entendemos, de acuerdo con lo manifestado por el Dr. Raúl Roa Kourí, que el personaje, "Profesor Luciente", existió en la vida real, y tiene que ver, con los afanes modernizante de la universidad de Raúl Roa, padre, el de la celebre entrevista a Gallegos, a su llegada La Habana en 1948, en la revista Bohemia. Esa brega de la puesta al día de la Universidad y del papel que debe cumplir en la sociedad, más allá de sus obligaciones diarias, no podían serle indiferentes al Maestro a la hora de escribir su novela sobre Cuba.
Según me dijo Roa Kourí, quien al hablar sobre el tema, pareciera escribir un ensayo; Gallegos, echado de Venezuela, por un golpe militar liderado por Pérez Jiménez —"Yo soy el Presidente prisionero", le repitió a sus captores—, llega a Cuba, a comienzo de diciembre del año ya indicado y permanecerá en la Isla, hasta días cercanos al golpe de Batista. En ese tiempo concibe y escribe la novela. La edición que comento tiene fecha de impresión, 28 de febrero de 1952.
Primeramente, se alojará en el Hotel Nacional. Luego será huésped de la periodista Socorro Hernández Catá, hasta establecerse en el Edificio América.
El Gallegos que arriba a Cuba en la letra de Ciro Bianchi Ross era "Un hombre corpulento, de mirada aguda y profunda y aspecto austero":

Se acercó a la ventanilla correspondiente y como cualquier hijo de vecino en trance similar presentó sus documentos al funcionario cubano de Emigración.
Era las diez de la mañana del domingo 5 de diciembre de 1948. En una época en que los vuelos irregulares iban haciéndose un fenómeno regular, ninguna expectativa despertó en el aeropuerto de Rancho Boyeros el anuncio del arribo de un vuelo no previsto procedente de Caracas, hecho minutos antes por la torre de control de la instalación aérea. Pero el empleado de Emigración no pudo reprimir su asombro al leer en aquel pasaporte el nombre del recién llegado. Tenía ante sí al famoso autor de Doña Bárbara, a don Rómulo Gallegos, presidente de la República de Venezuela.

Recrea Bianchi Ross, momentos preliminares a la llegada, todavía el presidente prisionero en tierra venezolana:

En la madrugada de aquel domingo 5, Rómulo Gallegos fue llevado al aeropuerto de Maiquetía, donde lo esperaban su esposa e hijos, y montado por la fuerza en un avión de la Pan American que se mantenía con los motores encendidos y que partiría con rumbo desconocido. Luego de 15 o 20 minutos de vuelo, el capitán de la nave se acercó a don Rómulo y, dándole trato de Presidente, le preguntó a dónde quería dirigirse.
—¿No ha recibido usted órdenes de llevarme a algún país determinado?
—inquirió Gallegos sin poder reprimir su asombro.
—La orden —respondió el piloto— es la de llevarlo al lugar que usted escoja. Hay combustible suficiente. México, Estados Unidos, Cuba… Usted dirá, Presidente.
El trato reiterado de Presidente, título que había mantenido con dignidad frente al cuartelazo traidor, pareció devolverle todos sus atributos y con júbilo sereno exclamó:
—¡A La Habana, por supuesto!

En su sabrosa crónica memoriosa, no deja que pase por debajo de la mesa, Bianchi, lo que debemos tener presente en la actual brega por la profundización de la democracia en el continente:

Por cierto, en sus declaraciones a la prensa habanera, don Rómulo se refirió con todas sus letras a la participación de Washington en el golpe de Estado que lo defenestró y denunció por su nombre al agregado militar de la embajada norteamericana en Caracas por su intervención en los hechos. Al hacerse eco de sus palabras, sin embargo, la prensa no mencionó nombres específicos, sino que aludió al papel de "una potencia extranjera" en el suceso. Solo Prensa Libre, el periódico de Sergio Carbó, y Hoy, el diario de los comunistas, se refirieron directamente a los culpables.

La agenda cumplida el día de su llegada, abarcó:

Un fugaz paseo en automóvil por la ciudad, en compañía de Raúl Roa, le permitió constatar las simpatías de que disfrutaba en Cuba. A las ocho de la noche acudió al programa radial de Eduardo Chibás, líder del Partido Ortodoxo, y las ondas de CMQ transmitieron sus palabras para dentro y fuera de la Isla. En ese espacio Chibás dio lectura al documento en que don Rómulo explicaba a Cuba y al mundo la causa de su derrocamiento y su postura frente al pronunciamiento militar. Un poco después, en el Gran Estadio del Cerro, más de 40.000 fanáticos que presenciaban un juego de béisbol entre los clubes Habana y Almendares, al ser anunciada su llegada, puestos de pie, lo aplaudieron durante varios minutos.

A día siguiente de su llegada,

el Ayuntamiento capitalino, a solicitud de los concejales comunistas, lo declaró Huésped Ilustre de La Habana. La Cámara de Representantes lo invitó de manera especial a la sesión conmemorativa por el aniversario de la muerte de Antonio Maceo; y en el Senado, el farmacéutico Germán Álvarez Fuentes, "el hombre de la Ipecacuana", senador por Camagüey, presentó una moción de condena al golpe de Estado y pidió que se retirara de Caracas la representación diplomática cubana.

Por supuesto que no faltará las atenciones del Presidente de Cuba de aquella época.
En esta travesía por Cuba, acompañarán al novelista, también en la condición de exiliado, Rómulo Betancourt, Luís Beltrán Prieto Figueroa, Andrés Eloy Blanco, Carlos Andrés Pérez —a quien Roa Kourí recuerda "con los fundillos remendados", para distinguirlo del que se enriqueció con  los negocios derivados del cohecho y la corrupción administrativa— y muy probablemente don Ricardo Montilla.
Entre otros contertulios, además de Raúl Roa, padre, Hernández Catá y el dueño de la revista Bohemia; Roa, hijo, recuerda la presencia de ese dominicano excepcional, digno en todos los menesteres que encaró, Juan Bosch,  a quien —como a Gallegos— un triunvirato de Militares y los Estados Unidos, no le permitieron gobernar a su país.
Gallegos, Prieto y Blanco son lecciones vigentes con mucho que decir a las generaciones de venezolanos. Los otros dos políticos, cada día con menos opción de diálogo con el presente y el porvenir.
A diferencia del Gallegos que describe Bianchi; el alojado en la habitación 321 de Hotel Nacional que Roa entrevista y presenta para sus lectores de la revista Bohemia (12 de diciembre de 1948); el novelista significa algo más del hombre afligido:

—Es Usted el primero de mis amigos que llega a saludarme... ¡He venido a Cuba, tierra libre, a refugiar mi dignidad de hombre y mi dolor venezolano!...
—Creáme, presidente, estamos viviendo la tragedia de su patria como si nuestro pueblo fuera el protagonista. Cuba entera ha repudiado el artero cuartelazo que ha destituido su gobierno y Cuba entera está con usted. Las conciencias a sueldo no cuentan. Está usted en su casa. Bolívar postuló que las patrias americanas eran una sola patria. Martí se proclamó hijo de Venezuela. Usted, es, por derecho propio, hijo de Cuba... ¡Si Rómulo Gallegos fue siempre mucho más que presidente de la república, Rómulo Gallegos, desterrado por defender la dignidad hispanoamericana, es un símbolo!... ¡El más alto símbolo de la libertad agredida y de la democracia traicionada!, comentó el periodista.

La caída de Gallegos le cuesta al país 10 años de dictadura. En 1959 retorna al gobierno Acción Democrática, el partido que llevó a Gallegos a Presidencia, pero definitivamente apartado del Programa que pretendían ejecutar en 1948.
Al momento (1978) de develar una modesta tarja que señala la casa donde vivió Don Rómulo, en La Habana; Roa, hijo, lo evocó así:

Don Rómulo era imponente. Alto, cetrino, serio, de voz que parecía salir de un caño del Apure. Vestía usualmente de blanco, aunque debía ser por el clima, porque siempre lo vi luego, en México, Nueva York y en la misma Caracas, de oscuro. Me inspiraba respeto, pero no miedo. Durante su estancia habanera, de casi tres años, le conocí muy de cerca. Vivíamos a unos pasos del Edificio América, donde estableció finalmente su residencia, y sus hijos eran mis asiduos compañeros.

Precisa el marco socio político de La Habana, donde se escribió la novela y hasta nos revela el proceso de creación de uno de sus personajes:

La Cuba de entonces, si bien acogedora y solidaria, atravesaba una profunda crisis. Frustrada la revolución antimachadista, ahogado en sangre el movimiento popular por Fulgencio Batista, la república se debatía entre el asalto al tesoro público de los gobiernos de Grau y Prío y la entrega de las riquezas nacionales a los monopolios extranjeros.
El drama fue apresado, con singular maestría, por la pluma de Gallegos. Su novela cubana, La brizna de paja en el viento, es un trasunto de la agonía de nuestros pueblos. Hace poco recordaba, con Luís Manuel Peñalver, un episodio fundamental en el parto laborioso de aquella obra.
Reunidos en casa de Gallegos, mi padre rememoraba, con verbo febricitado y rafagazos definitorios, anécdotas de la gesta antimachadista y de la lucha contra el bonchismo universitario, en los años subsiguientes. De pronto, todos notaron el silencio de Gallegos, su mirada concentrada en el narrador. Una semisonrisa animaba su rostro. Roa, detenida su torrentera por aquella pausa, casi beethoveniana, se puso huyuyo.
“Oye, viejo,” le espetó a Don Rómulo, “¡Tú quieres meterme en tu novela!”
Así nació el Profesor Luciente, personaje central de La brizna de paja en el viento.

En su primera visita lo había impresionado el trágico espectáculo de la Universidad de La Habana, "a merced de una gavilla de pistoleros". Ese sería el nudo central de La brizna de paja en el viento, escribe Bianchi.
¿Puede reducirse la novela a su nudo principal? Si la despojamos del resto del magma argumental, ¿que nos queda? Sospechamos que eso cuenta para el cuento, que requiere de golpes de entradas efectivos que inmovilicen al lector; pero la novela se impone por decisión, necesita de fajarse paso a paso con el lector. Depende de lo que sus personajes sean capaces de trasmitir de sus angustias, de sus esperanzas, de trastocar nuestras emociones, hasta convertirnos en sus seguidores por los laberintos donde se encierren.
La novela está divida en cuatro partes: La voluntariosa, La desviación, y  El trágico encargo. La primera parte en siete capítulos: I.-El Fundador (Seguido del complemento La mano Azcarate). II.-Juan Luís. III.- Mar de fondo (Secundado de los apartes “Jovialidad y cavilación” y “Función de circo”). IV.-Cuando se nos arrebata el miedo (Seguido de “Crisis” e “Y aquella noche…”). V.-Un bonito mundo (Seguido de “Un mundo feo”). VI.-El Profesor Luciente. VII.-Regreso de Visionaria (Escoltado de “Tiempo muerto”). La segunda parte en cinco capítulos: I.-Se lo dijo el ardiente corazón (Seguido de “Justo Rigores”, “Las cartas viradas”, “Amarelis” y “El hombre instrumento”). II.-Problema de paralelas (Seguido de “Estaba en el cardex” y “Una entrevista decisiva”). III.-La pensión de las angustias (Seguido de “La triste dulzura” y “Telégrafo de señales”). IV.- La rebelión (Seguido de “La vuelta al camino” y “Lección inaugural”. V.-La hora del avestruz (Seguido de “Momento sentimental”, “Un problema resuelto” y “Su mejor sentimiento”). Y la última parte siete capítulos: I.-Zafra. II.-Consejo de santera (Seguido de “Asiento de santería”, “Una más” y “La tremenda seguridad”). III.-La ira en el pulso (Seguido de “Recuerdo de la infancia” y “De mucho sirve a veces…”). IV.-Autoanálisis (Seguido de “Oración y premeditación” y “Solución de continuidad”). V.-Sospechas (Seguido de “Alardes” y “Atrevimientos”). VI.-El rescate (Seguido “Bajo el estruendo del mar”). VII.-Tenía encargo de matar (Seguido de “La pura mujer sobre la tierra”).
Creemos suficiente que el sólo el enunciado de los capítulos y la manera como está estructurada la obra, permiten dar con la secuencia narrativa empleada: Definición de los personajes, planteamiento del problema y desenlace. Por un solo carril los personajes avanzan en sus propósitos desde el inicio hasta el final.
El nudo central puede ser ese y lo es, ¿pero de cual de las tres partes? Siendo de una, ¿las otras dos no entran en el aspecto valorativo en el momento de intentar un resumen de la obra? Luce que el personaje mejor concebido, es precisamente el Profesor Luciente, y es el de mayor influencia en el desenlace del conflicto, no siendo “el trágico espectáculo de la Universidad a merced de una gavilla de pistoleros”, una excusa para doblar espadas contra las fuerzas que impiden el desarrollo de los pueblos de sus desvelos. En la prédica de Luciente el combate contra el pistolerismo se anotaba en la “línea de conducta reivindicativa del espíritu genuinamente universitario, no sólo en el cuidado de la dignidad de la institución, sino también en el de conservar y depurar la influencia del estudiantado en el orden político y social como fuerza moralizadora proyectada hacia las esperazas populares”. (p. 230). Ese que Bianchi considera el “nudo central”, en realidad es un sub-nudo, por encima del cual está el que une todas las partes de la novela en un todo. Lo circunstancial dentro de lo imperecedero, ¿Cuál vale más?
Me inclino a escribir que en este libro “Gallegos desenvuelve en sus páginas el dramático tema del pistorelismo estudiantil, como un episodio cubano del secular conflicto entre la barbarie y la cultura en nuestra América. Es un libro, pues, transido de la entrañada preocupación que inspiró sus anteriores novelas”.
Del ambiente de aquella política en degradación que conoció durante sus tiempos de exilio en La Habana, nació La brizna de paja en el viento, anota aceptadamente Salvador Morales Pérez; en lo que sigue persiste algo del error de querer referir a la novela por lo menos sustancial de su ser:

La trama central de la obra, las peripecias de la familia Azcárate, descendiente de un afortunado inmigrante hispano, que pudiera ser un reverso de Mi Tío el empleado, de Ramón Meza, tomó como escenario político social el surgimiento del “bonche” en los predios de la Universidad de La Habana. Después del derrocamiento del régimen revolucionario de 1933 —el gobierno de los cien días en el cual descollaron las medidas revolucionarias y antiimperialistas de Antonio Guiteras— surgieron algunas agrupaciones armadas que degeneraron hacia el pistolerismo político. Ciertos personajes de la novela fueron extraídos de aquel contexto marcado por la confrontación confusa entre grupos y autoridades y entre los mismos grupos. La trama gira en torno al proceso de decantación que sufrieron aquellos sectores frustrados en sus aspiraciones de cambiar las condiciones de la vida política. Es la historia de un proceso de orientaciones turbias que al llegar al final de su callejón inconcluso se deprime en los pantanos de las aspiraciones egoístas y sin escrúpulos que no llega a apagar del todo la chispa de la inextinguible esperanza. (p. 121).

¿Es que las alusiones al largo y doloroso capítulo de la conquista y colonización, con el comercio de seres humanos incluido están de adorno en la novela? ¿Y la otra etapa histórica, la de la dominación imperialistas, patrocinante de dictaduras, no dice nada? ¿Y el rico fluir popular del pueblo cubano? ¿En la imagen de la familia Azcárate, acaparadora de tierra y centrales azucareros, no está implícita la contradicción entre capital y trabajo? Están los de arriba y están los de abajo.  
En consecuencia al privilegiar la excusa circunstancial, dejamos que una buena parte de la novela pase por debajo de la mesa. No es un problema el referido: están esbozados varios problemas, dignos de la preocupación de un educador a carta cabal que vio en la cultura el despeje definitivo del muro que impiden la camaradería entre los seres basados sobre el “Derecho” y no sobre la voluntad de un individuo, enmarcado en la realización plena de ser mejores ciudadanos. Ese largo episodio de atropellos, de oscurantismo —“…por la ignorancia se nos ha esclavizado más que con la fuerza”—, de violencia desatada inducida desde afuera, en pago de las riquezas que se llevan de América, de la negación de derechos humanos elementales, de la supremacía de la fuerza sobre el derecho, no puede ser otra cosa que la barbarie.
Dos párrafos de la novela orientan bien: la desviación del movimiento estudiantil de la “fuerza pura” del estudiantado cubano ligado a un ideal de patria:

No se toleraba dignidad que se atreviese a reclamar respeto a sus derechos inalienables y para el castigo de sus enderezamientos ante la arrogancia del opresor no sólo hubo cárceles brutales, sino pistoleros también fuera de ellas y voraces tiburones en los trechos de mar por donde a ellos fuesen llevados quienes deberían desaparecer y la Universidad no pudo abstenerse de la participación activa de la justa rebelión.
Un día de septiembre de 1930. Patio de los Laureles. Animosa y numerosa reunión. “Somos una fuerza pura, conviene aclararlo desde ahora y para siempre.” Diría el manifiesto que allí se convino en lanzar, como si se presintiera que en posibles encrucijadas, camino adelante, se producirían desviaciones. Concluía el manifiesto pidiendo la renuncia del dictador y en la reunión se acordó entregárselo al pueblo de Cuba en las manos de un maestro de pensamiento y de conducta que por libertad y dignidad cubanas tenía alzada la voz acusadora y que a ello fuese el estudiantado en masa, absolutamente desarmado. (pp. 125-126).

El deslinde de la guerra inútil; de la necesaria, de la justa; del empleo correcto de la violencia. Para un lector venezolano, cabe el señalamiento gráfico de la confrontación en nuestras universidades, de los “Ultrosos” contra la izquierda organizada… de ésta enfrentada a la Ultraizquierda cuyos lideres generalmente terminan su jornada ubicados en la pradera del delito común o absolutamente domesticados en las filas de la derecha. Esa desviación en la novela la encarna El Caudillo, Justo Rigores, el “hombres instrumento”, cabeza destacada de los “Grupos de Acción”. El otro bando, Profesor Luciente por delante, la representa el estudiante Mauricio Leal. En ese enfrentamiento por el control de la universidad se vale todo: No hay escrúpulos… la manipulación no conoce frontera. El llamado Salón de los Mártires —“santuario de nuestra mística” (p. 169)— es expresión de cuantos caen bajo la acción de la iniquidad armada: En palabras de Rigores, “el ánimo vindicativo ante la espiritual presencia de los que supieron caer para perpetuarse” (p. 169). Se dice que a la madre de Manuel Darío, un buen muchacho, inmolado inútilmente, ya se sabe que ese tipo de liderazgo personalista, requiere del miedo, del pánico que siembra entre las masas para su subsistencia,  “ya la desviación le había costado dos hijos. No le quedaban más para el tremendo encargo” (p. 150).
Y esa “desviación” tiene patrocinantes desde fuera de la universidad y así está expuesta en la novela:

En el Ministerio nos suprimieron la nómina, violentamente; el Rector obliga a que se le entregue la llave del Salón de los Mártires y permite una posible insurrección de mujeres dentro del recinto universitario… pero yo tengo en mi poder, como quien no dice nada, un aspirante a mártir. (p. 171).

Es la expresión del cohecho en la cara más perversa de la política: El manejador de hombres, a su vez instrumento de un aparato mayor de opresión. ¿Eso es toda la novela? No lo es… Ni siquiera puede explicar su título donde se supone está recogido el contenido que alude en pocas palabras…
—No seas brizna de paja… una vida extraviada carente de un ideal encaminado a realizar el bien, reestablecer la justicia por la vía del derecho…
Tengo para mi escritura que La Brizna de paja en el viento, cumple con aquello del espejo alojado al lado del camino, recogiendo la vida que por allí transita.
Terratenientes que vienen del Pilar del río con olorosas hojas de tabaco bajo el brazo; y otra vez el espejo escrito aguardando a los dueños de centrales azucareros que vienen de Santiago de Cuba, después del cargamento de azúcar morena enviado a los Estados Unidos. Todos los prejuicios de clases incluidos en los marco del espejo que impiden a Florencia contraer matrimonio con el guajiro Juan Marino. Florencia se revela y el amor se hace. Los males de la conquista y la colonización, y también de la presencia imperialistas, pasan por el espejo y este espejo de Gallegos, los aprecia y denuncia. Pasan la corte de los dioses venidos del África… De las putas convertidas en santas por la gracia de la fe. El paisaje pasa en don de gracia. Entra el hablar apurado de los cubanos, cambiando ele por ere… Los desviados, los que vendieron el alma a “poderoso es don dinero”, y los que pretenden devolverlo al camino del bien… lo que creen que la universidad, nuestras universidades, deben de estar al servicio de las mejores causa del hombre, de la humanidad, pasa un trozo de la vida en nuestra América.
Develamiento y revelación contra la opresión y el atraso. Contra todo dominio que nos niegue la luz… Defensa de nuestro ser. No callar la injusticia y enfrentarla desde la educación, sin más arma que la razón… Volver la mirada hacia ella, nuestra la tierra, cómo lo pedía Andrés Bello: buscar el vigor en ella cuando se pierde… Todo esto es la novela. Lo otro, es no saberla leer…
—Me agrada encontrarte así, sentado en la tierra, en contacto con ella. Cuando Anteo la tocaba volvía a su cuerpo el vigor que hubiera perdido. (p. 181).
Así hablaban un presidente echado de su país por un golpe militar. Y en esa posibilidad, la mejor justificación de este libro, dentro de la primera vez que el maestro, sale de la tierra y el hombre que nutrieron sus novelas anteriores.
La anécdota de cierre empleada en la reseña periodística de Juventud Rebelde, proporcionó lugar para la reflexión:

Recordando quizá aquellas palabras de Prío, preguntó a Roa si creía posible un golpe de Estado en Cuba. Roa, de manera enfática, negó esa posibilidad "porque hemos madurado demasiado para que eso pueda ocurrir y en el Ejército no hay nadie que tenga condiciones de caudillo" dijo Roa. Don Rómulo, seriamente preocupado por los acontecimientos, atajó a su interlocutor.
—Te equivocas. El caudillo está ahí, agazapado. Se llama Fulgencio Batista. No trates de averiguar en qué fundamento mi presunción. Es olfato de novelista— advirtió el venezolano.

Aquél que supo leer correctamente la realidad política cubana, le falló su olfato de novelista en los momentos cuando le advirtieron de la tragedia venezolana en cierne.
Esta novela de Gallegos, como todas las suyas, confirma que la literatura en él, no era asunto de pasatiempo, ni la de un improvisado, sino prolongación de un sólo acto: la pasión de educar, de crear conciencia de bien y de grandeza, ética y estética, canal expedito de una sola angustia: grito de la tierra herida, en la esperanza de encontrar las maneras de cómo superar las fuerzas que impiden el desarrollo de nuestros pueblos:

De la siembra de violencias hecha por la aventura conquistadora en el suelo indoamericano, de la complementaria sumisión a que acostumbró el fraile adoctrinador, del apoderamiento de la riqueza por unas cuantas manos aprovechadoras del trabajo esclavo en la vasta tierra que debía producirla, de lo geográfico e incluso lo telúrico que tendían a construir sobre ella un tipo de hombre de presa que en ancho espacio pudiese campar por sus fueros, de todo eso dentro de las modalidades propias y de la interesada complacencia imperialista del vecino poderoso para quien atrasados y oprimidos pueblos eran deseables mercados de sus industrias, provino el dictador hispanoamericano y Cuba lo padeció. (p. 125).

A este Gallegos, y a esta novela dedicada a Cuba, cuestan dejarlos abandonados en el camino…
¡Ay! Pobre del político que no puede para hablar para todos los tiempos…
En esta tierra acogedora y cordial, bajo la bandera de la estrella solitaria corazón venezolano siempre experimentará emoción de patria

Miguel Pérez
La Habana, 12 y 20 de diciembre de 2011

Bibliografía
Bianchi Ross, Ciro (2010, octubre 16). Una visita inesperada. Juventud Rebelde. Disponible en: http://www.juventudrebelde.cu/columnas/lectura/2010-10-16/una-visita-inesperada/ Consultado el 12/12/2010.
Cupull, A. y González, F. (2010). Julio Antonio Mella. Biografía. La Habana: casa Editora Abril.
Gallegos, Rómulo. (1952). La Brizna de paja en el viento. La Habana: Editorial Selecta.
Jiménez, Guillermo. (2006). Los propietarios de Cuba 1958. La Habana: Instituto Cubano del Libro. Editorial de Ciencias Sociales.
Morales Pérez, Salvador. (2005). Encuentros en la historia: Cuba y Venezuela. San Carlos de Austria: Instituto de Cultura del estado Cojedes.
Roa, Raúl. (1950). 15 Años después. La Habana: El Autor.
Roa Kourí, Raúl. (1978). Evocación de Rómulo Gallegos. (Copia digital facilitada por su autor).

Entrevistas
Con Raúl Roa Kourí, el día lunes 5/12/2011.
Con Ángel Arcos Bergnes, sábado 17/12/2011



[1] Enseñaba Filosofía como doctor en ella y regentaba, además, una cátedra libre de Historia de la Cultura, para cuyo numeroso alumnado se requería que fuese en el Aula Magna de la Universidad la docta y original exposición profesoral (p. 87).
[2] En la Calle L y 19 de El Vedado, cualquier estudiante de la época puede mencionar La Bombonera. Según confesión de Ángel Arcos Bergnes “alrededor de la universidad casi todas las casas eran pensión  de estudiantes”.