La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

jueves, 8 de diciembre de 2011

¿Quién era el Simón Bolívar que pasó por Cuba? Y el otro, el que Martí dibujó en el corazón de los cubanos

C o n t e n i d o 
El reino de la imagen
¿Quién era el Simón Bolívar que pasó por Cuba? Y el otro, el que Martí dibujó en el corazón de los cubanos
Referencias Bibliográficas
Bolívar en la bibliografía cubana

El Reino de la Imagen
Avenida de los Presidentes. La Habana. 2001
El Libertador simón Bolívar. La Habana, 2011
Simón Bolívar. La Habana, 2011
Plaza de la Revolución José Martí. La Habana, 2011
Avenida de Bolívar (Antigua Av. Reina). La Habana, 2011
Avenida de Bolívar. La Habana, 2011
Parque La Fraternidad. Monumento del Libertador. Prado. La Habana Vieja.
Simón Bolívar. Parque La Fraternidad. 2011.
Bolívar. Parque La Fraternidad. 2011
El Libertador. La Habana Vieja.



Fotos: Mario Muñoz

¿Quién era el Simón Bolívar que pasó por Cuba?
Y el otro, el que Martí dibujó en el corazón de los cubanos

Era el hombre que ve; pero era también el vidente que está obligado a actuar. Ahora bien: para su hazaña visionaria sólo disponía de los elementos de su tiempo: la revolución militar y una legislación benévola.

Waldo Frank (1959: 238).

En el periplo vital del Libertador, de tan sólo 47 años, desde 1783 hasta 1830, se cuentan tres viajes a Europa. Dos de ellos, en asuntos personales y el otro en “misión de Estado”, a raíz de los sucesos del 19 de abril de 1810, cuando sale del país acompañado de Luís López Méndez y de Andrés Bello —que también fuera su maestro, no obstante la diferencia de edad casi inexístete entre ambos— en calidad de secretario de la legación.
¿Cuántos años tiene el Bolívar que por primera vez viaja a Europa y qué lo anima a efectuar este viaje?
Antes, de entrar en la respuesta, empujemos la mirada hacia la que pudiera ser la primera puerta que da al zaguán, donde está Bolívar de pie frente al mapa de Cuba. En esta ocasión, el correaje entre héroe y nación, lo teje esa noble invención, de las más maravillosas concebidas por el humano ser, la solidaridad, de cuerpo entero despuntada en las horas de apremio de los Bolívar-Palacios, por parte de la familia Miyares-Mancebo. ¿Quién era el portador del primero de estos dos últimos apellidos?
Oriundo de Cuba, fundador de San Fernando de Apure, Gobernador de Barinas y en Maracaibo y también Gobernador y Capitán General de Venezuela desde 1810 hasta 1812. Se trata de Don Fernando Miyares Pérez y Bernal, esposo de doña Inés Mancebo[1] que a juzgar por lo que uno de los biógrafos de El Libertador asevera, debió gozar de algún grado de confianza con los Bolívar, como para que doña Inés, sea una de las tres mujeres —junto a Matea e Hipólita— que amamantaron a Simoncito, el último de los cuatro hijos de los Bolívar-Palacios. El biógrafo venezolano más apegado al documento, remedador de entuertos, escribe:

Parece haber sido cierto que por alguna razón, que no se conoce exactamente, su madre no pudo amamantarlo.
Bolívar, en 1813, afirmó que doña Inés Mancebo de Miyares… “fue quien en los primeros meses me arrulló en su seno” y menciona que un corazón como el suyo sabe guardar gratitud a la “que me alimentó como madre”. Años más tarde, en 1827, ratifica: “ella, (doña Inés) en mis primeros días me dio de mamar” y exclama “¿qué más recomendación para quien sabe amar y agradecer?”. (Polanco Alcántara, 1994: 4-5)[2].

Es este —por ahora, sin dar la última palabra acerca del caso— el primer hecho que une el nombre de Bolívar a Cuba.
Para 1786, muere su padre, el Coronel don Juan Vicente Bolívar y Ponte; y el 6 de julio de 1792, muere su madre, Doña María de la Concepción Palacios y Blanco, dama de las llamadas “principales” de la ciudad de Caracas; precisamente 18 días antes de cumplir el niño Simón Bolívar 9 años. (Polanco Alcántara, 1994:1).
En vida de la madre, ya el niño de 6 años, había tenido pasantía por un Tribunal de la entonces Capitanía General de Venezuela. Un hijo de la hermana de don Juan Vicente Bolívar, dicto disposición testamentaria amparando al niño Simón; pero ocurrida su muerte, los familiares del Dr. Jerez de Aristeguieta y Bolívar, primo hermano del futuro Libertador, autor del testamento, entablan querella judicial pretendiendo la desheredad del elegido.
Muerta su madre, e igual destino el de su abuelo, don Feliciano Palacios y Sojo, el niño se verá nuevamente envuelto en problemas familiares que trascienden hasta la Audiencia, motivado por razones de custodia, entre su tío Carlos Palacios y su hermana María Antonia, trasfondo por el medio, estaba además la negativa del niño de ser “transferido a la casa de don Simón Rodríguez… quien teniéndolo siempre a su vista y en su propia casa que es cómoda y capaz”, “podría más cómodamente proveer a su educación”. Pero de manera distinta piensa el niño, fugándose del lugar y ocasionando un nuevo lío tribunalicio. (Polanco Alcántara, 1994: 15)[3].
Este es, el Bolívar, que entre la casa de su maestro Simón Rodríguez y la de su hermana, la primera no es de su agrado; y el que profirió unas palabras que se hicieron célebre al momento de la Audiencia ejecutar la orden de entregar al niño a Don Carlos: …que los tribunales bien podrían disponer de sus bienes y hacer de ellos lo que quisiesen mas no de su persona y que si los esclavos tenían libertad para elegir amo a su satisfacción por lo menos no debía negársele a él la de vivir en casa que fuera de su agrado”. (Polanco Alcántara, 1994: 17).
Superado el escollo, después de pasar por las enseñanzas de Andrés Bello en la Academia de Matemáticas del Padre Andújar, a los 14 años ingresa al Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, el mismo del cual su padre había sido Coronel, obteniendo al año siguiente el ascenso de Subteniente.
Este es el joven Bolívar que abandona la Capitanía General de Venezuela y se embarca rumbo a España: Es su primer viaje. ¿Cuál ruta siguió? ¿Qué hizo allá?
El 19 de enero de 1799 Simón Bolívar, con 16 años de edad, huérfano de padre, madre, y del primer tutor, su abuelo materno; en desavenencias con el designado por éste, su tío Carlos, con dos pasantía por tribunales y pleitos familiares, y con el grado de Subteniente, se embarca en La Guaira, con destino a Madrid en el navío “San Ildefonso”, con miras a completar su educación.
La primera escala del destino era Veracruz. Cómo la espera aquí se hace larga por causa de estar bloqueado el Puerto de La Habana[4], el Subteniente Bolívar, previa diligencias de su tío Pedro Palacio, a través del Obispo de Caracas, don Juan Antonio de Viana, pasa a la ciudad de México donde es atendido por el Oidor Aguirre y Viana. En la casa de éste, escribe a su tío Pedro Palacios, “fue donde bibi los ocho días que estube en dicha ciudad”.
Se cuenta algo más:

…preguntado por el virrey Azanza sobre [los] sucesos caraqueños, que pocos meses después llevan al patíbulo a don José María España, responde con cierto desenfado no prudente, manifestando simpatía hacia los heroicos complotados y criticando con aspereza al régimen absolutista que los sacrificaba. El propio Bolívar —según testimonio del historiador Felipe Larrazábal, ratificado en esencia por O’Leary— recordaría que en aquella ocasión “defendí sin desconcertarme los derechos de la independencia de América”. (Salcedo-Bastardo, 1982: 80).

De México regresó a Veracruz; y de aquí al Puerto de La Habana. Así lo informa Pedro Palacios a su hermano Carlos, el tutor destetado por su sobrino, el 5 de junio de 1799: Simoncito llegó a Veracruz, siguió a México, volvió a Veracruz, siguió a La Habana, de esa isla salió en convoy de embarcaciones de guerra y arribó a Santoña, Puerto de la Vizcaya de donde ha corrido su ruta hasta llegar a Madrid. (Polanco Alcántara, 1994: 51).
“El viaje duró 115 días de los cuales pasaron 14 entre La Guaira y Veracruz, 46 en tierra mexicana, unas horas en La Habana y 55 en el mar hasta Santoña”[5]; comprendido entre el 19 de enero y el 13 de mayo de 1799, encontrándose de regreso en Veracruz, el 20 de marzo, desde donde escribe la famosa carta de “mala letra” a su tío Pedro Palacios: “Hoy a las once de la mañana llegué de México y nos vamos a la tarde para España”: ¿el día de partida hacia Cuba? De acuerdo con estas cifras, se encontraba en Puerto de La Habana a los dos meses del embarque en La Guaira.
¿Qué hizo durante las horas que aquí pasó? ¿Se bajó del barco o permaneció sentado en él? La historia es documento, lo acontecido que se puede comprobar; pero partiendo del hecho de un espíritu como el suyo, de una conducta como la suya, que no se sentía a gusto en la casa del maestro Simón Rodríguez, cuesta mucho dejarlo sentado en el barco, resignado al paso de las horas. Despejar esa incógnita es el desafío que nos embarga. Valdés Vivó arrima más combustible a la llama:

Los historiadores discuten si Bolívar desembarcó o no en La Habana. Es sabido que al cabo de 18 días de navegación a ella arribó, el 15 de abril de 1799, el San Idelfonso, escoltado por otro navío de guerra, el San Fulgencio. Según documentos portuarios del Archivo Nacional de Cuba, el San Idelfonso partió el día 29, aunque, según algunos historiadores, lo hizo a las 48 horas de su arribo. (t. I, 2006: 19).

Su pasantía por Europa, durante este primer viaje; es asunto demasiado conocido y tratado. Vale destacarse los días que vivió al lado de Marqués de Ustáriz y Tovar, y sobretodo la permanencia en su biblioteca, el casamiento con María Teresa Toro, el 26 de mayo de 1802 —“amable hechizo del alma mía” (una expresión que sabe a bolero), a quien le juró y cumplió “no volverse a casar”—, y finalmente, el arribo a la Guaira el 12 de julio, en viaje directo de 27 días.
No conforme el libro personal de las adversidades del Subteniente y hacendado Simón Bolívar, el 22 de enero de 1803, incorpora a sus folios la muerte de la amada Teresa… Era la época en que “la desgracia no quería alejarse de mí”, en su concepto[6] (“Ocho meses tan sólo de dicha connubial”, apunta certeramente Salcedo-Bastardo[7]). Y así, blanco de las turbulencias del alma, poseído de una consiguiente crisis de desconsolación, a finales de Octubre, parte nuevamente a Europa. Este nuevo viaje, el segundo que hacía, “duró alrededor de un mes”; de modo que “a mediados de diciembre de 1803 ya estaba instalado en Cádiz. Allí le vemos a fines de enero de 1804, pasando el primer año de su viudez, más tranquilo en tono y en propósitos”, supone su biógrafo, Polanco Alcántara (1994:85).
De España pasa a París y luego a Italia. A ésta época Rufino Blanco Fombona, le dedica el volumen “Mocedades de Bolívar”. Pero ya se ha anidado otro hombre en la existencia de los hombres que fue Bolívar: “Disipa una cuantiosa fortuna material”; sucedió el reencuentro con su Maestro Simón Rodríguez —decisivo lo creen algunos en el itinerario que ahora asume—, presenció el coronamiento de Napoleón y definitivamente había jurado libertar a su Patria de las antiguas cadenas españolas. Salcedo-Bastardo calcula que “tendría 22 años para la fecha de jurar en Roma”. (1982: 79):

Refiere don Simón Rodríguez, y aparece confirmado por varios testimonios, que en una calurosa tarde del verano de 1805 —el 15 de agosto— Bolívar recorría en compañía suya y de Fernando Toro las afueras de Roma, y que en el famoso Monte Sacro manifestó, de manera solemne y clara, su compromiso: “Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”. (Salcedo-Bastardo, 1982: 77).

Este es el Bolívar que para junio de 1807 encontramos de regreso en Caracas, previa escala de viaje en los Estados Unidos[8].
En lo adelante el trabajo de hacendado, se combinará con la agitación política.
El también biógrafo de Francisco de Miranda —El precursor; posiblemente el único latinoamericano que participó en los tres grandes acontecimientos de su tiempo— y de Juan Vicente Gómez —el dictador que gobernó con mano de hierro y le entregó el país a los norteamericanos, por la vía de las concesiones petroleras—, aquí citado, reiteradamente, dice que

No existen reseñas ciertas que nos permitan saber qué hizo Bolívar ante el Gobierno surgido en 1810… Algunos autores creen que Bolívar ofreció sus servicios para actuar, a su costo personal y por la Junta, en gestiones diplomáticas en el exterior. Era una forma de trabajar por la Patria sin estar presente en una estructura que partía de supuestos distintos de los suyos. (Polanco Alcántara, 1994: 207).

Lo cierto es que, en compañía de Bello y de López Méndez, dentro de los 10 primeros días de junio, acreditado por la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, con el grado de Coronel, se embarca en La Guaira rumbo hacia Gran Bretaña. Esta de regreso a Caracas el 5 de diciembre de 1810. Es su último viaje a Europa. Y si bien no pudo convencer a las autoridades inglesas de sus propósitos, logra que el “criollo más universal de su época”, Francisco de Miranda, regrese a Venezuela[9].
En aquel mundo que no era el suyo, expone lo más trascendental de “su programa político”, en artículo periodístico publicado en el Morning Chronicle (15 de septiembre de 1810):

El día, que no está lejos, en que los venezolanos se convenzan de que el deseo que demuestran de sostener relaciones pacíficas con la Metrópolis, sus sacrificios pecuniarios, en fin, no les hayan merecido el respeto ni la gratitud a que creen tener derecho, alzarán definitivamente la bandera de la independencia… Tampoco descuidarán de invitar a todos los pueblos de América a que se unan en Confederación. (Citado en Pividal, 2006: 39-30).

En total, “a Europa viajó Bolívar tres veces… Los dos primeros viajes suman un septenio, en dos partes de casi igual duración [de 1799 a 1802 y de 1803 a 1807]. En su tercera visita al Viejo Mundo [1810], pasa en Londres nueve semanas del semestre que gasta en todo el recorrido”. (Salcedo-Bastardo, 1982: 58).
En lo adelante los avatares de la guerra, desde 1811 hasta 1821, y desde aquí hasta la batalla de Ayacucho, permanecerá en el territorio de Colón, con las excepciones de Curazao, las visitas a Petión y la estancia de Jamaica.
De modo, que la única vez que El Libertador pudo haber pisado suelo cubano, como queda dicho, fue durante su primer viaje. Sin embargo, en pleno fuego cruzado de la Independencia, se comienza a construir el puente invisible de casi dos siglos, que ha permitido la entrada de Bolívar a la patria de Martí. Es el Bolívar reconstruido en la palabra y visión de políticos, escritores e historiadores cubanos que se han encargado de hablarle al pueblo de la grandeza de este hombre; pero es también el otro retrato, el que está contenido en su propia palabra, en sus discursos, proclamas… en fin en sus escritos, el que ha venido y se instalado en Cuba, simbolizados en los 3 monumentos de La Habana y la casa Bolívar, con su dotada biblioteca.
Esta otra presencia de Bolívar, tiene punto de partida: La incorporación de cubanos en su ejército[10], su preocupación por la liberación de Cuba, y por quienes desde ésta patria, se han identificados con sus ideas, o al contrario, por quienes se han ocupado de combatirlo inútilmente. Fue un cubano, Francisco Javier Yanes, presidente de uno de los congresos fundacionales de aquella Venezuela que se separaba de Colombia (1830), el que informó a las autoridades de Bogotá, a nombre de aquél cuerpo, que para entrar en conversación con la Nueva Granada, primeramente exigían la expulsión de Bolívar del territorio Colombiano. Era la hora de la negación y el ultraje del caraqueño, comanda por Páez en Venezuela y Santander en Nueva Granada, incluido en la escena el protagonismo de quienes intentaron asesinarlo la noche septembrina de Bogotá[11].
Refiere el historiador cubano, Salvador Morales Pérez, a quien conocí en San Carlos de Austria, a comienzo de los noventa, que “uno de los primeros movimientos de rebeldía [en Cuba contra España] se desarrolló bajo la advocación de sus hazañas emancipadoras”. Así argumenta su parecer:

En una carta dirigida por Bolívar a Francisco de Paula Santander el 5 de junio de 1823 decía de modo muy gráfico: “Estoy como el sol, brotando rayos por todas partes”. Por la fecha en que lo expresa parece una alusión al movimiento conspirativo que se llevaba a cabo en la Isla de Cuba por ciertos patriotas que se hallaban en comunicación con él. Movimiento que llevó por nombre organizativo, Soles y Rayos de Bolívar, en una nítida expresión de admiración y de adhesión ideológica a quien había devenido en un hombre-símbolo. (2005: 53).

En la brega de Cuba por su Independencia, el nombre de Bolívar se pronunciará una y otra vez, de acuerdo con el bando que se milite. En una oportunidad, el presidente de lo que Morales Pérez denomina la República en armas, Carlos Manuel de Céspedes, refiriéndose a Bolívar, dijo: …es aún el astro esplendoroso que refleja sus sobrenaturales resplandores en el horizonte de la libertad americana, como iluminándonos la áspera vía de la regeneración. (Citado en Morales Pérez, 2005: 85).
Y de otra manera no podía ser, pues el proyecto de Bolívar, estaba circunscrito al territorio de las antiguas “Colonias de España”: Salcedo-Bastardo escribe lo necesario: Su Patria, era Caracas, era Venezuela, era América: era el mundo que Colón “creó”. (1982: 77). Costaba creer entonces, que la libertad y la independencia de Venezuela, estaban estrechamente vinculadas a la suerte del resto del territorio de habla hispana…
Precisamente en la agenda de Panamá, “magna construcción de orden geopolítico”, en el decir de Morales Pérez, la preocupación por la libertad de Cuba y Puerto Rico, está dentro del orden de las prioridades, revelado en las instrucciones conferidas a la Delegación de Colombia:

8ª. Como mientras las islas de Puerto Rico y Cuba pertenecen al gobierno español, tendrá este un medio para mantener la discordia y fomentar turbulencias y aun amenazar la independencia y la paz en diferentes puntos de América, procuraran ustedes hacer que el Congreso resuelva sobre la suerte de dichas islas. (Citado en Morales Pérez, 2005: 61).

¿Será necesario destacar que dentro de las mejores lecturas políticas de Bolívar del siglo XIX, ocupará la de Martí lugar aventajado? Lo que Bolívar no hizo, está todavía por hacer en América; repitió en honor al Apóstol Cubano, Francisco Pividal, en capitulo así titulado de su controvertido texto Bolívar, pensamiento precursor del antiimperialismo [(1977), 2006].
Se me ocurre lanzar un paralelismo imaginario entre la “Carta de Jamaica” y “Nuestra America”, las pocas líneas que bastan para invocar a Martí en el presente. ¿Qué contiene uno del otro y cuál documento emanado de hombre de acción del siglo XIX alguno, supera a ambos en densidad y capacidad, en videncia, tanto del pasado como del porvenir?
Hace 184 años, José María Heredia, escribió:

En tinieblas mentales y cadena.
Mas el momento vencedor del hado
Al fin llegó, los hierros se quebrantan,
El hombre mira al sol, osado piensa,
Y los pueblos de América, del mundo
Sientan al fin la agitación inmensa,
Y osan luchar, y la victoria cantan. (p. 17).
(…)
Una vez y otra vez roto y vencido,
De su patria expelido,
Peregrino en la tierra y Océano,
¿Quién le vio desmayar? El infortunio
Y la traición impía
Se fatigaron por vencerle, en vano. (p. 18)
(…)
Igualaba el revés a la victoria…
(…)
Rechazará las olas con que el tiempo
Sepulta de los reyes la memoria… (p. 20)[12].

Este poema, intitulado “A Bolívar”, escrito en 1827, durante el fragor de la campaña de paecistas y santaderistas contra el supuesto Libertador monárquico, bandera con que echaron adelante la desmembración de Colombia, la grande… Heredia, en unión de Olmedo y Bello, son los “tres altos nombres” de la poesía del siglo XIX.
En 1945, Regino Pedroso, le dedica el texto, Bolívar. Sinfonía de la libertad. Nos recuerda el lugar que ocupa su estatura en América:

Y cabalgó en el viento y en el ala del relámpago.
Y tanto cabalgó que alcanzó el horizonte.
Su cabeza era alta, como las altas cumbres;
Sus pies cual las profundas raíces de los montes. (p. 16).

Con ese tono, que encoje y alarga el tono de “Un canto a Bolívar”, de Pablo Neruda, se suma a quienes han señalados, esa capacidad suya, de leer acertadamente el porvenir:

Hacia el sol levantaba el cielo de sus manos,
y en lo etéreo leía, como un dios, el futuro. (p. 16).

Fidel, en el 2001, en su discurso de Angostura, señaló que “tenía el raro privilegio de adelantarse a las páginas de la historia”.

El Bolívar de Pedroso, es “un sol de inmensos sueños venciendo la tiniebla iluminaba a América” (p. 17). Ubica la admiración justa que le profesa el mundo:

Y crecía, y crecía, y tan alto crecía,
que el orbe se inclinaba al paso de su altura.
En sus manos llevaba como lanza el relámpago,
y para despertar las montañas el trueno. (p. 18).

Esa admiración, ese respeto que el mundo le prodiga, no pudieron mermarlo, ni los Páez, ni los Santander, ni los Carujos de su hora, ni la actual corte de “historiadores” venezolanos, negadores de su obra, de su visión de América y lo que no pudo, no tuvo tiempo de consagrar: la unidad del mundo de colón para que el mundo fuese mejor equilibrado y más seguro en lo particular.
Era el hombre a la vanguardia, incluso de su sombra:

Y siempre más veloz que su propia carrera,
Los pueblos que tocaba en albas despertaban…
Y donde no alcanzaba gigantesco su brazo,
iluminaba en sueños futuros su mirada. (p. 18).

Si, Pedroso, cómo su brazo no alcanzó para tu Isla de Cuba; su mirada se hizo, soles y rayos de Bolívar que convocó a los mejores hombres de la época a enarbolar la emancipación de Cuba aún al precio de pagar con la vida si fuera necesario… Bolívar se hizo sueño y lealtad convertido en el héroe que se llama Martí… Una sólo e irrenunciable obstinación de Patria:

¡Padre! a Bolívar ¡oh Padre!,
Martí llamó.
Era una noche estrellada.
El viento lo repitió.

Va el viento por nuestra América,
va el viento así,
con Bolívar a caballo,
en su tribuna Martí.
(Guillen, 1979: 206).

¿Otro contexto donde ubicar la hazaña del Moncada o la Segunda Declaración de La Habana, será posible que no sea el Bolívar que hubo en Martí y el Martí que nos acompaña en la fe de patria, de que otro mundo es posible?
Precisamente fue el apóstol, el que observó que cuando el pueblo se cansaba, él no dejaba de pelear. Y así lo intuye, Pedroso:

Nadie lo vió en reposo vencido de cansancio.
Andaba, andaba… en ansia de abrazar el espacio,
lo vieron las espumas de las nubes más altas,
los cráteres, los cóndores, el alba de las nieves,
y en la luz de asombro inmenso los ojos de los siglos! (pp. 19-20).

Como ayer; hoy no existe razón que aliente el pesimismo. Cayó al fin, “no su sueño”:

¡Libertador!
Tu sueño se salva en lo más alto. (p. 34).

¡Libertador!
Espera, sueña y canta tu América.
Y el hombre que encendiera la carne de tu espíritu
en día huracanado cabalga viento y ola.
Tu América levanta sus voces a los astros,
a tu luz, a tus sueños, a tu volcán de llamas.
Y aunque sombras de hierro angustien su destino,
aunque noches de piedras las aguas oscurezcan,
la libertad que alumbra el río de los siglos
levanta a cielos anchos picachos de alboradas! (p. 34).

Esa predica viene de lejos; la “luz Bolívar” trae el reto de este tiempo: Lo que él no hizo, tenemos que hacerlo… en sus cartas, discursos, proclamas, propuestas de unidad hispanoamericana, proyectos de constituciones, está más cerca de la realidad de hoy, el despeje del “problema” histórico de Nuestra América; no sin razón, los que desean depositar su voz en los museos, y dejarlo tranquilo en el panteón, nada distinto, a la sumisión, a la continuidad de la dependencia, del saqueo de nuestras riquezas, de la entrega sin limites del territorio, hecha bases militares, profesan y defienden… Con un mundo así no nos conformamos. Estamos en desacuerdos…

¡Libertador!
¡Padre Bolívar!

Todavía una aurora, sin luz, llora en la noche;
una ilusa esperanza, sin voz, sueña en la tierra;
aún un dolor de pueblos espera tu venida,
y siempre tu armonía de paz el universo… (p. 40).

¿Quién puede entonces convocarnos a la inacción?

Quisieron contar la historia a su manera; los opresores de siempre… Borrar toda noción de patria, asesinarlo en Bogotá en 1828; expulsarlo del territorio, y de nuestras conversaciones cotidianas; y cuando nadie se atrevía mencionar su nombre, quedó su palabra de soles y de rayos dando la batalla:

¡Como el de Dios tu verbo se eterniza en el viento!
¡La mano de tu sueño cosecha sobre el agua! (p. 40).

¡No! Regino… No podemos decir como en tu ayer: “Nada hasta ti llega”… pues soplan nuevos vientos:

Y hoy nada hasta ti llega, oh profeta angustiado!
Y tanta noche espera! Tantas aguas oscuras!
Tanta ola engañosa subiendo hasta las nubes!
Tanto tropel de muerte corriendo por los pueblos!
¡Y nada hasta lo inmenso de tus ojos se eleva!
¡Nada tus ojos miran llegar hasta tus sueños! (p. 27).

La divergencia, está, en que precisamente cuando escribo, y descubro tu amarillento libro en el Instituto de Lingüística y Literatura de La Habana, próximo a cumplirse doscientos 200 del Congreso Anfictiónico de Panamá, se reúne en Caracas la América, sin la autorización ni el patrocinio de los Estados Unidos… Un cubano, Francisco Pividal, se encargó de demostrar, abultado de pruebas, de cómo las potencias poderosas de aquél tiempo Bolívar, se opusieron hasta impedir “Nuestra América”, unida…
Así, unidos, lo somos todo. Cómo la desean los Estados Unidos, no somos nada. ¿Por qué están unidos en el viejo continente? ¿Qué más prueba de vitalidad y lucidez que esa? Ante el sindicato de los poderosos, el de los humildes y sufridos… Más y mejor UNASUR… Allí está la incógnita despejada de la nulidad de América y del Tercer Mundo. He allí la fórmula que demanda la política de salvación de nuestros pueblos.
Este es el Bolívar que pisó suelo Cubano y aquí se quedó, con el que podemos tropezar en las bibliotecas de Cuba… en las páginas de los manuales de historia que se utilizan en las escuelas[13]
Y junto a la palabra de los historiadores cubanos, muy bien referidos y analizados en la obra de Salvador Morales Pérez en referencia, la palabra de los grandes biógrafos de Bolívar de distintos signos ideológicos y distintas nacionalidades: El Bolívar de Ludwig Emil, el de Madariaga, de Mancini, de Marius, de Mansur, de Lavretski, de Waldo, de Indalecio Aguirre, de Cueva Cancino, de García Márquez, de Díaz Sánchez, de Polanco Alcántara, de Miguel Acosta Saignes, de Salcedo Bastardo, el de Rufino Blanco Fombona, el O’leary, el de Rumazo González, de Arcaya, además de la monumental recopilación de Blanco-Azpúrua, del trabajo antológico de Lecuna, que resaltamos de la abundancia bibliográfica de las estanterías de la Casa Bolívar y en el fichero del Instituto de Lingüística y Literatura de Cuba, ambos ubicados en La Habana. La Casa cuenta además con la que fuera la Biblioteca Privada de Francisco Pividal, un lugar extraordinario para quien pretenda investigar la vida y obra de Bolívar… ¡Menos mal que no existe la libertad de expresión en Cuba!, provoca escribir con sentido de responsabilidad.
Del catálogo de Las Casa de las Américas —Institución que a pesar del bloqueo ejecutó una política efectiva a favor de la integración Latinoamérica, y en contra del aislamiento de los pueblos, mucho más eficiente y eficaz que a la implementada por las dictaduras y los gobiernos de la orbita de Democracia Representativa, prototipo los de Venezuela durante 1958-1999—, privilegiaremos Bolívar: Acción y utopia del hombres de la dificultades (1983) y Simón Bolívar: la vigencia de su pensamiento (1982), una selección de la palabra de Bolívar de Francisco Pividal, menos conocida de sus obras.
Sabemos que representantes diplomáticos de la dictadura de Juan Vicente Gómez en La Habana, promovieron la creación, hacia 1927, de la Sociedad Bolivariana de Cuba. Aunque es de observarse que algunos de sus opositores se cobijaron bajo la sombra de una publicación antigomecista a la cual dieron por nombre El Libertador. Y  es de considerar que fue en La Habana donde se realizó la primera edición de las Obras completas de Simón Bolívar en dos tomos (1947), compiladas y anotadas por Vicente Lecuna. (Morales Pérez, 2005: 239).
En la biblioteca del Instituto de lingüística y Literatura de Cuba, reposa el opúsculo Homenaje a Bolívar (1943), contentivo del Discurso de Angostura pronunciado por Bolívar ante el Congreso, el 15 de febrero de 1819 y el de Martí, dicho en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana en honor de Simón Bolívar, el 28 de octubre de 1893. Publicado “con motivo de la debelación de un busto del Libertador en la Plaza de la Fraternidad, de La Habana, el 15 de febrero de 1943”, por el Centro Superior Tecnológico del Instituto Cívico Militar. La iniciativa del homenaje correspondió a la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales. Y el “original ejecutado de manera acabada por el brillante escultor cubano J. Sicre”. (p. 2). Además del Centro Superior, se adhirió al homenaje del “americano máximo”, el Grupo Bolivariano de Cuba[14].
El busto de Bolívar, en opinión de los editores del opúsculo, “…hará de la Plaza de la Fraternidad un verdadero monumento a la causa de la unión fraterna de todos los pueblos de América” (p. 1), animados del propósito: “…que el pueblo de Cuba contemple y le rinda tributo de admiración y respeto, al Militar, al Caudillo, al Libertador de Venezuela, de Nueva Granada, del Ecuador, del Perú, al fundador de Bolivia, al Patriota, que como dijo Martí no se cansó de pelear por la libertad de su Patria, cuando parecía que la propia Venezuela se cansaba de luchar por su redención”. (p. 2).
A ese monumento, se le suma dos más: el de la bellísima Avenida de los Presidentes, en la buena compañía de Salvador Allende, Eloy Alfaro y Benito Juárez; entre otros. Y el que está en los alrededores de la Casa Bolívar.
En el pensamiento —escribe Morales Pérez— de los dirigentes revolucionarios cubanos, y muy particularmente en la formación política de Fidel Castro, en numerosos de sus planteamientos y en el ímpetu infatigable que lo caracteriza, se puede comprobar o adivinar el influjo de Bolívar. De su estancia en la prisión de Isla de Pinos han quedado pistas de las fuentes que consultó: Bonaparte y Bolívar, Bolívar y las antillas hispanas, Bolívar, caballero de la gloria. Antes había leído, según Mario Mencía, las biografías del Libertador escritas por Stefan Zweig y otra de Rourke. Durante la lucha guerrillera en la Sierra Maestra en 1958 creo el Frente Simón Bolívar en homenaje al gran héroe americano. Este es un elemento importante junto a Martí en la conformación de su ideario latinoamericano adaptado a los tiempos actuales. Indicios muy claros, más allá del recurso teórico de las arengas, pueden espigarse en relevantes documentos revolucionarios como las Declaraciones de la Habana. (p. 127).
Esa admiración por Bolívar también estará presente en los revolucionarios cubanos anteriores a Fidel[15], como por ejemplo, Juan Marinello —de la tríada cimera del marxismo en América Latina y El Caribe[16]— que tal como escribió en El Nacional de Caracas, del 5 de julio de 1947:

Bolívar es el único héroe que sintetiza y concentra la historia y el porvenir de nuestros pueblos, porque fue el único que tuvo aliento para representarlos en el momento difícil del nacimiento. Deba ser, en la guerra de la independencia que ahora empieza, la más alta referencia y el mejor vínculo. Cuando ganemos esta gran coyuntura histórica, cuando los imperialismos sean vencidos y a la agresión de una nación poderosa sobre otras dispersas y todavía en retraso, suceda una hermandad asentada en la igualdad que Bolívar soñó, su aniversario cobrará más alto significado y, a través del tiempo, comenzará a cumplirse su designio. Entonces, más que en su día, más que ahora, la trascendente paternidad que Martí le otorgó reiteradamente, tendrá toda su activa virtud. Sus hijos habrán heredado aquella su fuerza inigualable para pensar en América como una tierra promisora salvada por la unidad. (Lozada Aldana, 2006: 131-132).

¿Podemos omitir acaso la posición de Ernesto Che Guevara con respecto de lo urdido por Marx sobre Bolívar? Che no titubeo en calificarlo de ejemplo de “incorrecciones” dentro de Marx, pero a distancia de ciertos correctores del autor de El Capital, no concluyó invalidado el todo, por un ápice de una de las partes, como es el objetivo de aquellos, sino que lo ubica dentro de los “gigantes del pensamiento”…

A Marx, como pensador, como investigador de las doctrinas sociales y del sistema capitalista que le tocó vivir, puede, evidentemente, objetársele ciertas incorrecciones. Nosotros, los latinoamericanos, podemos, por ejemplo, no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar o con el análisis que hicieran Engels y él de los mexicanos, dando por sentadas incluso ciertas teorías de las razas o las nacionalidades inadmisibles hoy. Pero los grandes hombres descubridores de verdades luminosas, viven a pesar de sus pequeñas faltas, y éstas sirven solamente para demostrarnos que son humanos, es decir, seres que pueden incurrir en errores, aun con la clara conciencia de la altura alcanzada por estos gigantes del pensamiento. (Guevara, 1985: 93-94).

Creo que Marx con éste tipo de seguidores, lectores lúcidos (no dogmáticos) no se hubiese sentido incomodo, o defraudado; incomodidad recogida en su conocida frase: Lo único que sé es que no soy marxista[17]. Este espíritu, que tomó distancia de Bolívar, en eso por lo menos coincidieron: no sentirse a gusto con algunos de sus interlocutores: “Con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y mucho lo invocan como el texto de sus disparates”[18].
Si cruzamos el recinto de las coincidencias puerta adentro con Fernández Retamar, apoyado sobre los estudios de Carlos Rafael Rodríguez, concentrado en la expresión que sigue: “…A esta certeza, a esta modernidad que al actualizar a Bolívar logra Martí, en el orden socio-político”… podemos sostener que si Marx pretendió distanciarnos de Bolívar, de nuestras fuentes originarias de pensamiento; Martí —Demócrata revolucionario— nos enseñó honrar a Marx, precisamente por lo que Lenin valoraba “el genio de Marx”: “la doctrina de la lucha de clases”[19]. Allí está la nota de Martí a hora de la muerte del amigo inseparable de Engels.
De más está decir que Bolívar no conoció ni podía conocerla, la obra de Marx, puesto que murió en 1830. La “Modernidad” que representa este pensador, vino después, y sin embargo, en Bolívar está presente una acción de gobierno más allá de los intereses de la clase dominante de su tiempo, a la que perteneció, y del entonces país poderoso en gestación, los Estados Unidos, que boicotearon su iniciativa del Congreso de Panamá.
Es necesario detenerse en la observación de Retamar:

Debemos insistir, sin embargo, en que tal actualización no implica, de ningún modo, separación en Martí de las lecciones bolivarianas esenciales, de su gestación de un mundo nuevo, de sus aspiraciones de unificación continental —que están en la raíz del concepto básico martiano de Nuestra América, retiradamente usado por el cubano desde 1877—, de sus proyectos de libertar a las Antillas de lengua española: proyectos que tanto tenían que conmover al antillano Martí. Pero, señalada esa insistencia, se impone también destacar que a este último le correspondió desarrollarse en otras circunstancias, en otro ámbito geográfico, en otro tiempo que los de Bolívar, y que, precisamente para serle fiel a su descomunal hazaña, estuvo obligado, como postulaba Martí, a hacer en cada momento lo que en cada momento era necesario. (Argüelles Mauri, 2002: 260).

Lo necesario de cada momento, “el análisis concreto de la realidad concreta”, también cuenta, prevalecer debe, en el hoy del ALBA, UNASUR, y la unidad de América Latina y el Caribe, no cómo extensión de la política interesada de los Estados Unidos, sino como la protección contra la dependencia y la expoliación de nuestros pueblos, que tal como lo explicó Fidel en 1962, constituye las riquezas de los grandes monopolios, en la consecución de vencer la pobreza y la miseria y establecer relaciones más justas entre las naciones, y así enrumbarse hacia una comunidad de mayor bienestar, allanando las diferencias entre el primer y el tercer mundo. Nosotros aun creemos que otro mundo es posible, sin explotados, ni explotadores, en una sociedad de iguales. Lejos, de alcanzarse estas metas en la Venezuela de hoy, nadie puede negar, que en estos 12 últimos años, que nunca ningún gobernante hizo tanto por mejorar la calidad de vida de los más sufridos, de los más pobres, para quienes nunca alcanzaba la renta petrolera, ni tampoco ningún Presidente le supera en el esfuerzo depositado por lograr una auténtica y eficaz integración latinoamericana. No me desmiente PETROCARIBE.
Del conjunto de historiadores cubanos, que abordan el tema Bolívar, desde la biografía, su preocupación de libertar la Isla, el bolivarianismo de Martí y la influencia de Bolívar en el pensamiento revolucionario latinoamericano; Salvador Morales Pérez, desde el punto de vista historiográfico, entregó Martí en Venezuela, Bolívar en Martí (1985), que en opinión de propio historiador, examina diversos “ángulos relacionados con la formación de intelectual de José Martí, el análisis de su experiencia venezolana y la significación de Bolívar en su proyecto cubano y latinoamericano”. Se distingue este título de la “gran cantidad de precedentes de biógrafos de Martí  y estudiosos de su obra es que desborda los límites vitales de Martí para examinar las influencias y contextos condicionantes con mayor amplitud, para de este modo rebasar por un lado el carácter exegético y por el otro integrar mejor al hombre en su época. En esa misma línea se inscriben los trabajos realizados por Pedro Pablo Rodríguez posteriormente publicados” (2005).
En el capítulo “Venezuela en la historiografía cubana”[20], el autor señala que “las temáticas fuertes y predominantes” que despertó el interés de los historiadores cubanos en cuanto a la historia de Venezuela, en “orden cronológico” son Francisco de Miranda y Simón Bolívar “en el contexto de las guerras de independencia, tanto por cuanto involucraron a la isla de Cuba como infraestructura logística de la contrarrevolución colonial, como el significado político e ideológico que uno y otro representaron en las aspiraciones libertarias de los patriotas cubanos”. (p. 235).
El segundo lugar lo ocupa, “la estancia de Martí en Caracas de enero a julio de 1881, donde realizó importantes contactos y notables contribuciones, sino también por su incitante y peculiar repercusión del legado político de Simón Bolívar dentro de sus propios proyectos políticos, sociales y culturales”. (p. 236).
El tema Bolívar, desde la preocupación de libertar a la Isla, hasta el bolivarianismo de Martí, abarca lo que pudiéramos denominar de alguna forma, las analogías del pensamiento revolucionario de Fidel y el Che, con las ideas de Bolívar y Martí. En esa saga inscribimos los esfuerzos de Francisco Pividal. Es de hacer notar que antes de la Revolución Cubana, en la Isla el “tema y los homenajes a Bolívar” eran recurrentes; pero ya sabemos que aquellos gobernantes se caracterizaban por divorciar la palabra de los hechos; se juraba fidelidad a Bolívar y en el mismo acto, se entrega a la Patria a los brazos de los intereses trasnacionales en detrimento de la prosperidad nacional. La revolución vino a unir el verbo, el discurso, con los hechos. Sería muy interesante un estudio comparativo del Bolivarianismo en Cuba antes del 1° de enero de 1959 y el surgido posteriormente en esta fecha, tanto en el orden político dirigencial como en la esfera de la creación en general.
La conclusión del historiador cubano que mejor ha analizado y planteado los encuentros históricos entre Venezuela y Cuba, es confirmatoria de la admiración de los cubanos por la epopeya cumplida por Bolívar y todo lo que significa dentro del pasado y presente de América: “…la historiografía cubana sobre Venezuela, hasta ahora, finca sus miradas dentro del siglo XIX primordialmente”. (p. 236). Y dentro de este trecho, es el del Libertador el tema dominante. ¿Y cuál otro pudiera ser de un país —Venezuela— que después de esas magnas jornadas fundacionales terminó postrada ante los designios del nuevo centro imperial que impuso el dominio del mundo y desplazó en casi toda América a la España imperial?  Para eso no luchó el pueblo de Venezuela ni esa fueron las ideas ni la brega de Bolívar. Ese no puede ser nuestro orgullo. ¿Por qué?
De la Venezuela de Páez a la de Guzmán; de la Gómez a la de Betancourt, el país perdió la capacidad de decidir soberanamente sus asuntos, entre ellos, las políticas que determinaría, el presente y futuro, trasladándose el centro de la toma de decisiones de Caracas a Washington, por su puesto con algunos intervalos honrosos de excepción. Este es, sin dudas, el principal mérito de Chávez: haber devuelto el ejercicio de las decisiones de las políticas públicas, a Caracas y el pueblo de Venezuela, a quienes les corresponde.
La conclusión se torna inevitable: Tiene el General Bolívar en Cuba quien le escriba: Desde los “trabajos literarios o periodísticos” de Martí —bien pueden considerarse como una contribución historiográfica[21]— hasta el número especial de la revista Islas del la Universidad Central de las Villas[22] y el volumen Cubanos hablan y cantan a Bolívar (2002), entre los autores que “recurriesen a la figura histórica y el ideario de Bolívar tenemos: Emilio Roig de Leuchsenring, Ulpiano Vega Cobiellas, Herminio Portell Vilá, Emeterio Santovenia, José Luciano Franco, en el “pasado menos cercano”, y entre los coetáneos: Francisco Pividal, Alberto Prieto, Julio Le Riverend, Julio Ángel Carrera, Francisco Pérez Guzmán, Salvador Morales Pérez, Sergio Guerra y Pedro Pablo Rodríguez, autores de los cuáles se presentan información bibliográficas y acotaciones en el aparte aludido del texto Encuentros en la historia: Cuba y Venezuela (2005), y constatados por nosotros —en su mayoría— en las bibliotecas del Instituto de lingüística y literatura de Cuba y la Casa Bolívar, ubicada en la hermosísima Habana Vieja, a instancia del Historiador de la Ciudad, el incasable batallador Eusebio Leal, a quién expresamos nuestro agradecimiento por lo que significa esa Casa, y también la estatua del libertador edificada en sus cercanías.
Este es el Bolívar que mejor conocen los cubanos: el difundido por sus intelectuales; y el que entró y aún permanece en la memoria histórica de la patria de Martí. En menor proporción, el que emana de la medida justa de sus palabras sin interpretes.
Quede recogido que tal pesquisa de la “Huella de Bolívar en Cuba”, es una iniciativa de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela… Esa búsqueda para ser completa, y no limitarse a “contar cuentos contados”, impone la exploración de fuentes documentales primarias y secundarias (Documentos, hemerografía y bibliografía) en sus respectivos centros institucionales y culturales: Archivo Nacional de Cuba; Instituto Nacional de Historia, Centro de Estudios Martiano, Casa Bolívar, bibliotecas públicas y otros. Así, bajo este convencimiento hemos emprendido la acción, en una primera etapa. Cumplida la segunda, el procesamiento de lo recabado, esteremos en la capacidad de contradecir o confirman todo cuánto se ha escrito acerca de Bolívar, por el lado de la historiografía cubana.
En Bolívar depositamos, más que el dictado de un improvisado, de un profeta o Dios —desconfiamos de todo dogma—, “la herencia de tres siglos de acción despierta de un mundo en rebeldía”; él nace “cuando el coloniaje hace crisis y hay madurez en los esfuerzos revolucionarios, cuando ya Francisco de Miranda es un veterano servidor de la libertad”. (Salcedo-Bastardo, 1982: 49).
Por eso es el Libertador: porque interpretó acertadamente la aspiración de un pueblo con vocación de libertad, ubicado frente a la encrucijada histórica de su tiempo. Él lo condujo a mirar hacia la grandeza y a pisar el territorio de lo que parece imposible y a luchar denodadamente por alcanzar la mayor suma posible de felicidad, si cuya aspiración se renuncia, la política carece de toda validez.
Peleo sin descanso —cívica y militarmente, desde todas las tribunas— desde 1810 hasta 1830: 20 años consecutivos de los 47 que vivió. Es decir, el 42,55% de su existencia, lo dedicó a luchar por el independizar los territorios que actualmente comprenden Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Bolivia y Perú. Si América no se unía en un todo —en su opinión—, la independencia de cada una de esas naciones, estaba en riesgo, y el mundo seguiría fuera de la orbita del equilibrio, inclinado hacia el lado de mayor peso.
Ningún de los que le sucedieron tuvieron el liderazgo que el tuvo en ese vasto territorio de Hispanoamérica, ni las caras preocupaciones de independencia, libertad, justicia, fraternidad y felicidad que también abarcó hasta donde no llegó su espada, como fue el caso de Cuba.

Miguel Pérez
La Habana, amanecer de diciembre, 4, 2011.

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NOTAS
[1] “Cubana santiaguera” según nota inserta en el opúsculo Tres poemas cubanos a Simón Bolívar; pág. 24.
[2] Otra referencia al respecto, dice: …que Doña Concepción P. de Bolívar, debilitada tras el nacimiento de su cuarto hijo, pidió a su amiga Inés que “hiciera entrañas” [Comillas, MP] al pequeño recién nacido, según costumbre de la época cuando una madre no podía alimentar de pechos al suyo. (Citado en Fernández  de La vega, 1983: 25).
[3] En la relación Simón Rodríguez-Simón Bolívar, la historiografía tradicional, creo ciertos espejismos, como eso de convertir a Rodríguez en Rousseau y a Bolívar en Emilio. Luce como de mayor determinación en la personalidad de Bolívar, lo que Salcedo-Bastardo denomina “el viaje del aprendizaje y camaradería con Rodríguez” (1982: 59); es decir la segunda etapa de convivencia del Maestro y del alumno. ¿Significa eso que hubo la época de no camaradería? Salcedo… a este respecto es poco diáfano, lo que no es su característica principal: Sin citar documentos en la pág. 80 afirma: “Rodríguez habría sido apresado por corto tiempo y visitado por su tierno discípulo en la cárcel”. Este autor, en la página 222, acredita el tratado de Luís Beltrán Prieto Figueroa, El Magisterio americano de Bolívar: “…Para la gran mayoría de cuántos han tratado estos temas, Bolívar se había nutrido de manera principal en las vertientes ideológicas de Rousseau. El maestro Prieto Figueroa esclarece la cuestión, y no con generalizaciones infundadas, sino con severa precisión científica, ahora de fácil comprobación, así afirma que de quien se halla más distante Bolívar —en esta materia— es por cierto de su pretendido mentor ginebrino. Los verdaderos inspiradores del Libertador en educación son al fin identificados y documentados: Diderot, Condorcet, Helvecio, Vives, La Chalotais…” Esa precisión científica es la que nosotros demandamos en la obra de los historiadores… Lo acontecido que se pueda demostrar…
[4] Polanco Alcántara, 1994: 46.
[5] Polanco Alcántara, 1994: 50.
[6] Citado en Polanco Alcántara, 1994: 88.
[7] 1982: 78.
[8] Una excelente síntesis de este viaje nos la brinda Salcedo-Bastardo: Distraer la temprana viudez es el propósito de su segunda travesía atlántica desde Venezuela. Zarpa a fines de octubre de 1803. permanece en Europa tres años y ocho meses, en los cuales disipa una cuantiosa fortuna material; este periplo halla su culminación en el Monte Sacro y en el juramento definitivo; es el viaje del aprendizaje y la camaradería con Rodríguez. Ha de ser también de los encuentros determinantes y el de la elección de su destino. Visita España, Francia, Italia, Austria, Bélgica, Holanda y Alemania; a su regreso desde Hamburgo en octubre de 1806, desemboca en el puerto norteamericano de Charleston —enero de 1807— , se demora cuatro meses en los Estados Unidos, volviendo a Caracas en junio. (p. 58-59).
[9] En su haber se contaba dos intentos de invadir a Venezuela: Llega a la costa venezolana de Ocumare (27 de abril de 1806), ya la marina de guerra española lo esperaba. La expedición  había sido delatada a las autoridades reales por espías y aventureros a sueldo.
El 3 de agosto de ese mismo año desembarca en La Vela de Coro al frente de cuatrocientos hombres. Allí, y en ese momento, iza por primera vez el glorioso pabellón de la patria venezolana.
A penas una negra y dos esclavos fugitivos se unen a los expedicionarios. El 13 de agosto resuelve reembarcar a la tripulación y se retira a la isla de Aruba. (Pividal, 2006: 28).
[10] Entre ellos, los nombres siguientes: José Rafael Heras, su hermano Agustín, Francisco Javier Yanes, José Agustín Arango, José María Salazar, Fructuoso del Castillo, Francisco Agüero, Pascacio Arias y José Aniceto Iznaga. (Morales Pérez, 2005: 64).  En la pág. 54 agrega al “abogado bayamés” Joaquín Infante: …marchó a Venezuela. En 1811 fue designado auditor de guerra y marina en Puerto Cabello, a las órdenes del coronel Simón Bolívar”.
[11] En la divergencia entre Páez y Santander está prefigurada y clara la querella que romperá a la gran república; no podrá Bolívar remover ni vencer a la oligarquía que se ha nucleado en torno al caudillo neogranadino; por su parte, el díscolo llanero se ha asegurado los apoyos esenciales para la empresa disolvente que ha de beneficiar de manera conjunta a caudillos y mantuanos. Colombia se ha convertido en un gran negocio para los políticos ávidos de riqueza y poder. Un empréstito contratado en Inglaterra es causa de escándalo y de lucro enorme para sus gestores santafereños y antioqueños. (Salcedo-Bastardo, 1982: 101).
[12] Heredia, 2002.
[13] En la de Portuondo del Prado (1965), en la pág. 265, se inserta un retrato de Bolívar, y el comentario siguiente: Seguro de que Bolívar podría echar de Cuba al gobierno español, como estaba arrojándolo de medio continente, algunos cubanos “separatistas” le pidieron que dirigiera una expedición a la Isla. Desde 1823, el Libertador ofreció varias veces hacerlo. Pero frente a la oposición de los Estados Unidos e Inglaterra, que no querían a Cuba independiente, ni colombiana o mexicana; frente a la actitud irresoluta del pueblo cubano, que no se había alzado como los del continente; y frente a la anarquía reinante en los países por él independizados, el gran guerrero y estadista no dio ningún paso efectivo para invadir a Cuba con sus huestes victoriosas.
[14] Publicado por éste Grupo, hemos ubicado también, en el Instituto de Lingüística y Literatura de Cuba, otro opúsculo contentivo de los “Discursos pronunciados el 24 de julio de 1956, en la plaza de La Fraternidad Americana de la Habana” (Homenaje al Libertador en el 173 aniversario de su natalicio y 130 del Congreso de Panamá),  por el Lic. Enrique León Arocha, Encargado de Negocios de Venezuela y el Profesor José Luís Vidaurreta, Secretario de la Academia Nacional de Artes y Letras y Socio de Número del Grupo Bolivariano de Cuba. Sus miembros, para el año 1956, se discriminaba en: Socios Fundadores (18), Socios de Número (40), Socios Correspondientes (41), Colaboradores (21) y Socios Fallecidos (12). La Directiva se componía de un Presidente (Coronel Cosme de la Torriente), un Vicepresidente (Dr. Guillermo de Zéndegui), un Secretario General (Sr. José L. Franco), un Tesorero (Dr. Virgilio Ferrer Gutiérrez) y dos vocales: Sr. Fernán de Lugo Viña y Sr. Francisco Calderón Cabrera.
[15] En el bando de sus opositores reina el silencio o la indiferencia. Al respecto es llamativa la observación de Fernández de La Vega (1983): “Tampoco ha habido, en las recientes décadas finales del siglo XX, aportaciones bolivarianas entre los cubanos, que en número aproximado de un millón residen fuera de la isla natal, y que no hallan un Bolívar imprescindible…” (p. 27).
[16] En opinión de Lozada Aldana, 2006: 15.
[17] Engels-Marx, t. III, 1976: 510.
[18] Pérez Vila, 1994: 266.
[19] Lenin, 1980: 38-39.
[20] Morales Pérez, 2005: 235-249.
[21] Morales Pérez, 2005: 236.
[22] Dedicado a Bolívar contiene: “Visión de Bolívar en la obra martiana” de Carlos J. Díaz (pp. 3-20); “Bolívar en Martí” de Salvador Morales Pérez (pp. 21-29); “Bolívar y Martí: un mismo pensamiento latinoamericano” de Francisco Pividal Padrón (pp. 31-40); “La estrategia política bolivariana” de Alberto Prieto (pp. 41-54); “Simón Bolívar y la educación de la niñez y la juventud” de María Dolores Ortiz (pp. 55-63); “Bolívar en la poesía latinoamericana” (pp. 65-80): “Un canto para Bolívar” (1947), de Pablo Neruda. “A Bolívar” (1827), de José María Heredia y, “Al pie de la estatua”, de José Asunción Silva. La de Pividal corresponde a la intervención suya, siendo Presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC) y, Secretario Ejecutivo de la Comisión del Bicentenario de Simón Bolívar, en el seminario intitulado “Vigencia del pensamiento martiano”, celebrado en el Palacio de las Convenciones de La Habana, Cuba, del 14 al 16 de diciembre de 1982. (p. 40).






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