La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Pared del sol por delante

Para ti tengo la rosa más hermosa del mundo

un perfil de la avenida "Paseo"
la rendija de la bahía frente al Castillo
éste no puede ser las flores del olvido
primero está la soledad y después
uno no sabe

la bahía frente al Castillo
pero también la chica más hermosa

todo este azul es mío

El dictado de la nostalgia

Estos son los papeles de la ausencia
la carta que olvidó el sol de la tarde
el pájaro que nos inventa un lugar

la piedra que todo lo sabe del camino
un traguito de vino tinto
para orientarme en la soledad
que me abriga

Te desatiendo nostalgia
no es posible que todo lo que escriba
lleve tu pulso

Dice la mirada

Si la tristeza me dejara de prestar su marco
y la noche del pájaro obsceno

se marchara a gusto por otros lados

qué hago viviendo sin poder verte
a donde vine a caer es hermoso

está un gato y un pájaro
y otra flor me ata al lugar exacto
donde la mirada escribe
y te devuelve
y estremece todo espacio
como el primer día

No soy de los que olvidan

el pájaro de la tarde canta en mí

Tengo miedo de este nuevo amanecer
la piedra en el camino, me detiene

y si el camino se regresa
y cuenta todo lo que sabe de la piedra

¿Dónde queda San Carlos?
qué deseo
qué busco en el libro de mi padre

afán de encontrar lo que perdí
afán de complacer mi dolor

el pájaro de la tarde canta en mí

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cuando el sol huyó, vino el caballo, la piedra del rayo que ahora conozco

¿Cúal presagio?
¿de cuál sombra?
De la que me inventé
cuando el sol huyó
y se hizo un caballo
entre el monte
y la noche, el otro reino

¿Qué lacera mi espíritu?
¿Cuál espíritu?

las palabras es el espíritus
Soy poco menos que un hombre
pero cuidado estoy atado
al horizonte inútil
a lo que se borra
y reaparece
renace y crece y se multiplica

reniego de todos
y ni siquiera me acepto
ahora mismo
interrogo al presagio
soy lo que quedó atras

que otros miren hacia adelente
las luces apagadas de otros días
encienden mi amanecer

mi presagio
el libro que escribió los astros
mi infacia acogió una casa
pero también un río
y trazó algo de mí

cuál horizonte
cuál río
cuento con el caballo

del sitio que ahora mismo no es sitio
el gallo de oro
está allí sobre la cama

todo está en otro lugar
la tristeza desgarrada
no la cama no el cuerpo
el cuerpo la puerta en el descuido

la piedra del rayo sobre el camino

domingo, 20 de noviembre de 2011

Polo Montañez brotó del paisaje, de una carreta de bueyes, de algún lugar de la tristeza


En la vía de La Habana a Pinar del río, a la altura de La Coronela, el accidente de transito, del 20 de noviembre del 2002, apagó esa música inconfundible que se llamó Polo Montañez. Al instante murió su acompañante y seis días después, el celebre interprete de "Un montón de estrellas". Polo había nacido el 5 de junio de 1955 y tenía casa en el Parque Las Terrazas, una simpática vivienda convertida en Museo de ineludible visita de quienes acude al lugar. Allí conocí al hermano de Polo, de nombre Luís Montañez que no reparó en obsequiarme el único Cd que les quedaba, destinado a la exhibición.
Desde Artemisa hasta Pinar del Río, no hay sitio donde no se derramó una lágrima, desde el 20 al 26… De La Habana hasta Santiago de Cuba, nadie se despegó de la radio esperando el parte médico del día… Así es este pueblo educado en la solidaridad, que aprendió crecerse en el dolor…
Cuando otros se hicieron los musíos en los casos de Los Cinco
Polo echó a volar la paloma de las rositas de maíz
y nos enseñó el don de la esperanza.
Este 26 de los corrientes, escucharé durante el día, "Guajiro natural", "El rincón de mi infancia" y "Dónde estará".
Probablemente me reencuentre con el río San Juan, entre el paso de una nota a otra; y siendo así, terminaré entendiendo que no puede existir lugar más bonito que aquel donde transcurre la infancia.
En Polo destaca el valor de la canción, más allá de lo meramente comercial, la obstinación de que se canta porque de otra manera no se puede vivir, en unión al apego a la tierra...
Polo fue la música de un paisaje, sentir y decir, de un río, un caserío y un follaje con aire de paraíso...
Polo se parece a Benny o al contrario: Benny se parece a Polo en la manera de pisar la terraza cubana que le dio sustento; o sea, el sello personal de cada uno.
Existe una música que se llama Polo Montañez. Y esa música viene del Pinar del Río. Y cómo este lugar repite escenas de Colombia, y flores de Venezuela, y cuenta con caballos, esta música nos pertenece a todos.
Pinar de Río es un caballo y una vaca mansa. Polo, un traguito del río San Juan. La rasgadura del viento, le ofrendó una nota. La herida de la tierra, otra. El alma rota del goajiro, siempre buena gente, le sumó otra. Lo demás lo hizo el río. Este, el de la infancia de Polo, sigue cantando hasta el amanecer, hasta el silencio de Polo... para que la pequeña aldea que llevamos adentro no continuara sin luz y solitaria...
Hoy cantó el río y más ahora, en la noche, cantaran las estrellas.
Traigo tabaco del bueno y una palma real solitaria para allanar la ausencia.
El vigor perdido, como Anteo, me lo devuelve esta tierra cuando la piso.
Del dolor, el canto; de alguna parte de la tristeza brotó Polo Montañez.
El adiós, no es más que tener otra excusa, de tener ganas de encontrarnos, otra vuelta hacia el mismo sitio.
Me doy cuenta que aún es joven la noche
Aun no cantó el gallo de la estrella solitaria y lejos hemos andado
En La Habana, aun se te espera
El pitirre se mantiene arriba del aura tiñosa
¿De qué pueden hablar los pobres si no de la tristeza?
Vuelve a casa y adiós
Adiós Polo adiós
Todo intento de ausencia es inútil
Ahora tengo más tristeza que referir
y más ganas de seguir cantado a la orilla del río San Juan
la ausencia sobre el caballo del dolor
del que nunca se fue
la canción de la tierra en nosotros, dejó
abierta Toda entera
devolviéndonos las ganas de vivir
cuando un amor nos deje sin ella

sábado, 19 de noviembre de 2011

Otra línea para decir que pueden contar conmigo

en eso del olvido
Mariana
hay un fragmento
en la historia del caracol
que nos alivia
de tanto agravio

¿De dónde vino la ternura
acompañada de la lluvia y ese rostro familiar de la noche?
Miguel la trajo después que lo estrechó la ausencia
en la espera del padre que no llegará
pero tan sólo él cree posible

lanzándose a la espera
de que su padre vendrá por él

Mariana, hoy cuando cayó la tarde,
un caracol entró a la habitación

las muñecas Mariana
y todas las palabras de significados restringidos
para que dijeran a nosotros una cosa,
y los demás entendieran, otra

La fuente Mariana
el vestido rojo
la mar y los pecesitos
la pesera Mariana

Tú sabes que ese caracol se lo encontró Miguel
en la esquina de la larga espera del padre
en su empeño de distanciar
nuestro empeño

Apenas una línea

una línea que abarque la tragedia de este año
una línea que me libere del desencuentro
que me ponga a las puertas de los compromisos olvidados
que me ayude a vivir
que el fracaso me ilumine que jamás me abandone pero me ilumine
fracaso aquí estoy
estoy aquí con mi dolor
ayudame a vivir
dócil sin esperanza fracaso
y aunque nunca las tuve
conté con contigo
en la batalla contra el mundo

Elegía del hijo agradecido

Foto: Zoila Isabel Guadamo

viene temblando de San Fernando
o de más allá
hasta mi lado
en son de una ave asustada
no por lo pesado del viaje
ni la incidencia del viento
ni por su cansancio

es porque pasó un día sin noticias del hijo
demora y tal vez no llegará NO ES NECESARIO       se siente en mi alrededor
desiste           ―las ocupaciones, le dijo y          comienza a desarreglar las maletas

el mar
su rostro
            INFINITA
                                   eterna
tarde de lluvia
            cae como una gaviota
pisando con cuidado
desea que duerma todo lo que quiera
siempre un poco más
atiende a mis hijos y los complace
que debo aprender a ser padre
que me tengan paciencia
pendiente de mi comida, mi ropa y mis libros
sufre por adelantado mis dolencias
celebra cada uno de mis triunfos
más bien se desatiende
preparándose para mis próximas caídas
y sin reclamar nada, ante Dios
cambia su vida por la mía

                                               catedrales antiguas le dan aires
cuando habla
                        la casa se para y el agua derramada regresa al vaso

cae allá abajo           
cae allá abajo           
cae allá abajo           
infinito retrato de blanco y negro
en los territorios de la sangre
y somos nosotros
                                   hasta mi padre
                                   mi hermano y yo
quienes nos doblamos
                        al pasar por las puertas de sus ojos
(los bueyes debajo de un pelo de alambre
                                                                       en la estación de la memoria)
cae allá abajo
cae allá abajo           
donde alguien cena con un verso
Vallejo bendice este poema
y EL VIENTO se descubre
y reserva lo mejor de la ternura
al saludarte MA
                            DRE

martes, 15 de noviembre de 2011

Esta Carmen Pérez que inventó la palabra madre

 
Carmen Pérez de visita en San Carlos.

A un mes, 3 días de tu partida, tengo el dolor intacto, inmenso.
La resignación, no la conozco. No me encuentro... Estoy alojado con todo mi ser
en el desgano. Dio usted la orden de que no estuviera triste; no he podido cumplirla.
¿Podrá el poema devolverte en toda la brega de la porfía? ¿En el primer puesto de la humildad?
Ausencia y días son las mismas cosas... en este instante.

 En Achaguas, donde quiso permanecer siempre...
patio de su casa, rodeada de algunos de sus nietos y amigos de éstos.
Calle 24 de julio, entre Negro Primero y Comercio.

Acompañada de dos de sus consecuentes vecinas.

Johana, Diego y Carmen Pérez.

Horas de siesta en el patio de su casa...


San Fernando es una elegía

Entrada de San Fernando de Apure
Palacio de los Hnos. Barbaritos
San Fernando de Apure de comienzo del s. XX
Calle Bolívar de San Fernando de Apure con dirección al Paseo Libertador
Iglesia Catedral de San Fernando de Apure
Parque Marisela
Marisela, de los personajes famosos de Doña Bárbara
La Fuente y el denominado monumento de Negro Primero

 Fotos: De la colección de Elisur Emilio Lares Bolívar


(Primera versión).
Verdad que es así
esta ciudad que se acuesta y levanta sobre la angustia
a orilla del río
verdad que crece
y se mete por los ojos de los viajeros
                               en nosotros       NO
Nosotros le pertenecemos
                               y somos esta ciudad casi angustia de este cielo
verdad que es así
los de más allá                  los de la costa                  los del otro lado del río
la enamoran con palabras dulces
viven meses de gozo desde la entrada hasta el cabeceo de las aguas
el resto del año viven de la tristeza
estos pescadores de soles y lunas
soles del apure
y lunas del apure
de pie al amanecer, recogidos al último destello del día
en sus viviendas de aspectos nerviosos encalladas en el barranco
verdad que antes no era así
ahora los nervios de los potros
están aquí, en la furia contenida
que se manifiesta en los imprevistos
                                                                              de los transeúntes
ahora el río camina por sus calles cuando nos descuidamos
verdad que es así
los moradores llevan prisa y carecen de una humilde mirada para ella y sus aconteceres
¿hacia dónde se dirige tanta angustia?
La observo y me topo con 7 potros salvajes
Al río le pongo zarcillos y le pinto los labios
y lo dejo flojo de rienda para que camine
de la misma manera de la muchacha de 15 años que ahora cruza el paseo Libertador
y por la manera de caminar busca hombre y miradas tiernas
Quedan de pie la zapatería Roma, bulevar de por medio, la san Fernando
Allí podré reencontrarme con mis primeras botas de adolescente
Lolimar y cachilapo, cerraron sus puertas
Abundan nuevas putas y jóvenes que se visten de mujeres
Los vehículos se multiplicaron                   los más viejos semejan cascaras vacías de morrocoyes
Buhoneros adueñados de las aceras y calles
La plantilla del alcohol, también renovada
Los otros, los que se quedaron en el delirio
Las calles son voces y alegres notas musicales
Angustia de los que sufren por el familiar enfermo, venden
Los evangélicos, anunciando el fin del mundo
Los estudiantes y el transporte público
Reparo en el caminar de la muchacha que acaparó mi mirada
Verdad que es así
La plaza libertad, un punto en la memoria de los ancianos
por aquí pasaron los libertadores
pasó Bolívar y pasó Páez
                               Páez hizo cuartel y salió hacia San Juan a combatir los hermanos Farfán
que perdieron la pelea cuando la ganaban
porque un balazo pegó en el freno del caballo de Farfán y el animal se espantó
y los soldados lo siguieron
Idéntico suceso al 1837 se dio en 1848
cuando Páez salió de San Fernando a perseguir al compadre Cornelio Muñoz
en Los Araguatos una bala cortó las charnelas al freno de la bestia
del  jefe del escuadrón que ocupaba el ala izquierda del General Páez,

la montura desbocada, huyó,  y sus parciales le siguieron
a José Cornelio Muñoz lo ascendieron de General de Brigada a General de División
la columna del Capitán Lino Pérez también entró en la pelea que ambos jefes
disputaron con porfía

pasó Pérez Soto
y pasó Andrés Eloy Blanco
y pasó una semana santa Rómulo Gallegos
traído por su alumno Barbarito
verdad que es así
el olvido arropa a san Fernando
pero la noche lo despoja de malezas
el olvido es quien mejor lo conoce
puedo decir
que hoy lo encontré en la muchacha que convoca al deseo
pero despacito se me escondió
en una mujer de 40 que son mis años preferidos
voltié y lo vi como lo cargaba en la espalda un hombre de 65
que al momento de ordenar una cerveza pedía un chorrito
y le decía entusiasmado a su amada
                                                                              Yo pago lo que Ud. pida
—un chorrito, y el mesero repartía las copas rubias, coronada de espumas
—un chorrito y creo que es la ciudad sentada en la mesa
repartida entre amado y amada la que hablaba y ríe
Me agrada esta escena, el rostro amable de la angustia
¿pero quién paga lo que desea esta ciudad?
¿Quién le dice pida lo que quiera que yo pago?
—Cuidado, no invoque la incredulidad
aquí somos hombres de fe
puede venir una tonina
si se acerca hasta esta gente que huele a río
—¿No sabe Ud. de la vez que salvaron al recién nacido por los lados de Puerto Miranda?
Otro me dijo que se hizo canoero a los 7

y jamás avanzó más allá del Palacio de los Hermanos Barbarito
Ahora no sabe cuántos años tiene
Puede venir Puerto Miranda con sus lunas y soles
En la mañana es uno, a las doce otro y por las noche otro
—Lo llevo a Boca Apure por 500 Bs.
y las 10 horas de viajes estaremos en el sitio de donde partimos
Cuidado, no encare la incredulidad
—No se impaciente: desde aquí se ve como una mancha, desde aquí desde el puente
Fíjese en ese abanico de embarcaciones, verdad que son como una flor
Y sí yo voy, y me encuentro que no es lo que yo veo,
Además, me gusta, tener ganas de conocer a san Fernando
Puede escribir que jamás la visité para no matar mi ilusión

Yo no sé, pero ese joven metido a viejo
que es la resignación en plenitud
navegante, aguas arriba del atardecer
me habla de la atarraya donde amarró a la ciudad de san Fernando
de los montes y soles de un amanecer de lunas
tenga fe
por este lao llaman Jobalito
¿qué quien paga la cuenta?
Puede venir la garza y tres corocoras a la baranda del puente
bajo el cielo del oro del sol de la tarde
Y así, sí es verdad, estaré perdido
¿Puedo decir algo de la garza morena posada sobre la catedral?
El tráfico              los vehículos      ¿escoltados de bestias y 500 caballos de la Candelaria
de un mismo color? Dirán que estoy ebrio.
¿Qué puedo decir de la garza que no tenga que ver con el silencio y el sosiego?
El ruido cambió nuestra manera de ser
Que vengan en procesión garzas del Orinoco abajo y el río nos guarde
Que le prendan velas pero no por él sino por nosotros
porque si este río se muere, la patria agoniza
ando en dudas que es mi manera normal de andar
—Un chorrito y llegan al poema la calma, el sosiego, la casa, la tienda de libro,
la ciudad que es el río y el río que es la ciudad,
los hombres que huelen a río y los que huelen a caballo y los que huelen a san Fernando
y la muchacha que acaba de arruinar mi amor con mi mujer de 40
—Un chorrito y la ciudad bosteza y se pinta los labios
La muchacha se llama Marisela porque se parece al río,
O acaso, el río enojado conmigo, me responda,
que es él el que se parece a la muchacha y tiene 15 años
¿Sabrá que ahora escribo para ella?
Río y muchacha, tienen que ver más con san fernando, hoy por hoy
¿Verdad que es así?
en el Trinacria Sánchez Olivo me hizo ver que san Fernando cabe en un tango
adiós purezas inútiles
adiós garcitas de todos los colores
adiós garceros de los atardeceres bonitos
adiós barcos de chapaletas
adiós lágrima ingrata
adiós deseo contenido y desatado
adiós angustia

esto es lo queda, esta ciudad, asediada de río y furias de caballos,
de planes de libertadores y caudillos frustrados
blanco del descuido de sus gobernantes
y es lo queda y punto y así la amo y deseo perpetua
sin barcos de chapaletas
y sin casas antiguas de dos plantas

—un chorrito y el hombre y la amada retornan al poema
y la angustia retorna y la incredulidad
—¿Dónde queda san Fernando?
En el rostro de la recién nacida
aprisionada entre cartera, bolso y pecho de la madre
y esperan taxi en el estacionamiento del Hospital
En la res desgaritada sobre la carretera
En la partida del transporte largo de ganado y su olor

En el rostro de la muchacha en el momento que cambia a mujer
¿Qué piensa cuándo ahora cruce el paseo libertador después de probar hombre?
en la embarcación que nunca traerá
ni siquiera una línea de la que me dio sabana sin merecerme
—Adiós amor, también llegó la hora de despedirte
Luce las piernas de las quinceañeras de comienzo del siglo XX
Luce el semblante del gran puerto de San Fernando
de  vapores amarrados al frente del palacio de los Barbaritos
y otra vez  las toneladas de plumas de garza viajando hacia Europa
Yo viajo hacia la casa de los Ligeron…
Iré a la casa Bolívar, la fuente y la plaza Bolívar
Me detendré frente al monumento de Negro Primero
otra manera de aludir al llano y traer los caballos al poema
y procuraré que una vista hacia atrás, recta
abarque el hotel la Torraca, las antiguas esquinas de la Giraluna,
las zapaterías Roma y San Fernando y desfallezca al rompe de la Av. Caracas

puede venir Las cabañitas y el Aeropuerto
el liceo Lazo Martí, la técnica y el Rómulo Gallegos
la Voz de Apure, el interdario La Idea y el semanario El Llanero
puede venir la caimana de los colmillos de oros
puede venir El Recreo y Samán Llorón
la parada de las camionetas campesinas
la vía hacia la Guanota
toda la avenida Miranda
convoco al desaparecido Aerorío
el accidente que nos dejó sin Ramón Castillo
momento aquel de la voz temblosa de Francisco Montoya
convoco mi primera visita a san fernando
agarrado de la mano de mi madre
sin cedula en el bolsillo
la vez que mi novia virgen me llevó al hotel
convoco y estiro
la otra de la plaza Juan Vicente Torres del Valle
y la maracuchita que también hice mujer,
vecina de mi residencia, en la calle Muñoz
Traigo flores de bora y se las cuelgo al bulevar de zarcillo
Este es un amor de vida entera
Cayenas, titiara y platanillo, traigo
Traigo caballos y potros de la Calendaria
Traigo gallos finos de Achaguas

—Un chorito y el amor vuelve y se aleja
Verdad que es así
Por aquí valecito, es así
Verdad que es así

la desgracia de este día, octubre 12 del 2011,
la reparo cantando a la ciudad de san fernando

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El deseo de impedir el paso del río



Soy estos libros, pero también los que tengo pendiente escribir.
Puedo ser otro, pero jamás la negación de ellos.
Por fortuna, no me siento orgulloso de sus existencias, sino de los que le dieron contextura, forma y contenido. Un autor, a veces es la suma y la lectura personal de otros autores, lo que creyó que decían aquellos. A eso, agréguele, los lugares, sonidos, olores e imágenes que me persiguen y se cruzan cuando enfrento el espacio en blanco donde deposito la escritura.
Me sorprende, lo que descubren en entre sus páginas; lo que no me propuse decir, pero lo demás deducen de su lectura. 
He terminado pareciéndomeles, porque no queda otra, porque si vamos a encarar el asunto, de frente y de perfil, puedo intentar su reescritura. ¿Y así qué quedará de ellos y de mí? La sustancia inagotable: la imaginación, lo más probable.
Irremediablemente, están atados a un lugar. De una línea a otra, brotan seres y situaciones que continúan conmoviéndome. Mis compañeros de aquellos días de infancia, solicitan que no deje nombrarlos. Ese misterio, ese poder de renombrar las cosas, apunta hacia una pradera donde el recuentro con los otros, sin dejar de ser yo, tiene presencia. La celebración y el padecimiento, y entre ambos, el deseo de retener, un río, una casa, una palabra que aunque sé, no única del lugar, le pertenece y lo sostiene. Esa carencia y esa búsqueda, esa posibilidad del recuentro también es asunto de Yo, don caballo rey (1995).

Miguel Pérez
(Achaguas, 1962)

1ª Edición, 2006

Retorcida palabra de los dioses convertida en puerta

Toco
vuelvo a tocar

La puerta
invita a cubrir
mi cuerpo
con su cuerpo

Toco
vuelvo a tocar
pero nadie responde

La señora inspiración
está sentada en la sala
y me recibe amigablemente
Pregunto por los dioses
tratando de evitarla
Están de huelga, me sonríe…

entiendo que debo
tocar una y otra vez
hasta que el trabajo
lo haga todo
al paso de los días



1ª Edición, 2008

Escucha al río como lo hace el bosque

                               a los nuevos
                                                                               de los talleres

tan hermanos ellos del poema
bien hecho a la medida del crítico
                                                                              le recomiendo las impurezas del alma
son válidas las cosas del espíritu              yo no lo niego

dejar la memoria en blanco frente al poema
                que el poema sea un mar en la página
                                                                                                              se aleje y se acerque a nosotros
                                                                              sin romper la forma y el fondo
que la imagen se abra sin nombrar la flor
debemos matar al hombre
                                                               y ya sin ojos escuchar al río
                                                               como lo hace el bosque

que la noche se imponga y las palabras se ajusten a su paso
                                               tengan su propio tiempo
                                               y sean las rayas del tigre

deben mojarse de sabiduría y convocarla
ofrendar al espacio el pequeño dios que nos habita

                                                                                              (Vengo del fracaso, madre.
                                                                                              ¿Hacia dónde vas?
                                                                                              Hacia el fracaso).
                                              
(Desde que renuncié al porvenir
                                               Me levanto más temprano y vivo mejor.
                                               Ahora él espera por mí y se comporta más comprensible).

                                                                                              (A veces los políticos me preocupan:
los trato de ayudar y me pagan con un puesto de secretario).

He aquí esta experiencia mía
APARtate DE LOS consejeros de la poesía.


Una historia de la poesía

Nadie puede tener conciencia de lo que escribe
Opta por el arte y el poema lo persigue con cuchillo en mano
Se trata de una larga lidia contra los lugares comunes
Una guerra contra la palabra árida
                               Todos los accesorios deben caer
                               Defensa y pureza de la lengua
Multiplica el crimen y de ese desorden de los sentidos
Reinará el sabio hacer
                                               La loca enfermedad
llegará después de una siembra ardua y de varias lunas
A veces nos acecha el poema y no lo sabemos resolver
colocándonos en la misma ecuación que se establece
entre el delincuente y la víctima
Este oficio no se aprende: en eso difiere con el amor
No se explica: quienes lo han intentado procuran establecer una nueva gramática
Lo inventaron los hombres en contrapartida al castigo de los dioses y de los príncipes
Escribe contra el gobierno
Sé ocioso
Despliega en cada verso la memoria de un siglo
Vivir el momento, ha dicho Borges.
Yo vivo la oscura noche de la mujer
que me pidió un verso bonito


vino tinto
Vino de la soledad
                                                               que me hizo ver
                                                               el goce de estar triste


choreada de menguante
               
la luna
                entregó tu reloj

derribo puertas
cuando molino de tus ojos
me tortura hasta desangrar


noche
benditas sean
tus mariposas de lluvia y cielo



 1ª Edición, 2008

Fragmentos de una poética inconclusa

A
saber quién es uno
después de tantas distancias
de travesías rotas
de rumbos encontrados

B
Vivir y desvivirse
escribir siempre desde lo claro
penetrar lo oscuro
seguir la sombra
trazar su vuelo

C
Soplar fuerte las brazas
Jugar con el dolor
Padecer la palabra
Morir de ella
Vivir de ella


El abandono aprieta

la puerta
                el sitio
                               un punto
                donde un cuerpo desnudo de mujer habitado por un cuerpo desnudo de hombre
quedaron los árboles como testimonio del hecho
una cruz de señal y una casa a la intemperie


¿Qué hacemos?
hay nuevas flores

a pesar del verano
las aves vuelan
                                               hasta ese lugar de antes
Muchos árboles no están
Tampoco nosotros, ni la puerta negra del corral. Ni la casa

Apenas un rastro enfermo donde la soledad nos apretó la soga


A fuerza  de palabras he filtrado las llagas del olvido
Estoy cerca de mis parientes
pero ninguno de ellos se da cuenta
¿Estaré muerto de tanto sueño?

lunes, 7 de noviembre de 2011

Lista personal de poetas apureños

1.-J. V. Torres del Valles.
2.-Alfredo Chacón.
3.-José Vicente Abreu.
4.-Lucila Velásquez.
5.-Freddy J. Melo.
6.-Igor Barreto.
7.-Alberto José Pérez.
8.-Lucía Salerno.

Por el séquito de los Florentinos Coronados de la Concepción de Arauca, pero con nombre y apellidos, tenemos:
1.-Antonio José Torrealba.
2.-Julio César Sánchez Olivo.
3.-José Natalio Estrada Torres.
4.-Pedro Elías Hernández.
5.-Eduardo Hernández Guevara.
6.-Felipe Martínez Velóz.
7.-Reinaldo Espinoza Hernández.

En cuánto a la poesía indigena, contamos con los Cantos Ceremoniales de los Yaruros.

La lista no es cerrada dado que aun mantego lecturas pendientes.
Como es fácil apreciar, estos nombres obligan, a rastrear el deselance del río que viene de antes de la llegada
del conquistador al llano; luego una segunda estancia -consolidación del mestizaje con todas las herencias posibles- del paso de la poesía oral a la escrita y por último, lo que podemos llamar la modernidad poética en Apure, encarada a su contraprte, la tradición.
De acuerdo a los días, iremos brindando información acerca de cada uno de estos autores, y problablemente una pequeña historia de éste quehacer en Apure. Hay dos nombres además que referir: Edwin Madrigal y Max Efraín Pérez, incansables animadores del oficio en la región.
Leoncio Y. Páez y Jorge Guillermo Plaz, merecen también la atención.
M. P.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Este Demetrio Silva, amigo mio

 No sé cuánto tiempo hace de mi primer encuentro con Demetrio Silva.
¿Quién es Demetrio Silva? Las dos gráficas pertenecientes al Manuel Abrizo pintan el perfil principal del hombre... Otra día hablaré sobre él y su recia personalidad creadora, un hombre de paso ligero y huella profunda.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Crónicas del olvido / Alberto Hernández


Una vez frente al paso (todas las veces) hacia el anochecer
1
Miguel Pérez (Achaguas, 1962) se revisa al comienzo del libro, desanda el tono que va a usar en las noventa páginas de este desahogo titulado Una vez frente al paso (todas las veces) hacia el anochecer (Monte Ávila Editores, Caracas, 2008), suerte de poética —como todo libro que se precie de audaz— que alerta al lector, no vaya a ser que se confunda con un inventario de paisajes y pierda el tino de las líneas. Se trata de un poemario destinado a los exiliados, a los que dejaron el lugar del origen y no se han despegado de él, puesto que lo llevan atado a los huesos.
Con el acompañamiento de Alfredo Chacón, Enriqueta Arvelo Larriva y José Vicente Abreu, Miguel Pérez hace el viaje de estas hojas altivas unas veces, amables otras, pero sobre todo abiertas a cualquier promesa: el poeta apureño escribe desde él mismo, desde su nombre y apellido familiares, desde el barranco menos inocente de sus ríos, que son muchos, y desde la envergadura de una tierra donde se pierden los rastros y la voz para convertirse en “la huella del dolor”. Más allá de interpretaciones donde primen viejas limaduras acerca del afuera y el adentro de la poesía, Pérez alerta sobre su sin cuidado cuando se refiere a su escritura, tan llanera como su costumbre de ser cotidiano.
El inicio es un poema que se desprende del resto de las palabras que hacen el libro: Miguel Pérez conversa con el lector, le dice: No busques asombros ni acentos de los grandes acontecimientos / Busca aquí la gramática de los que perdieron la tierra / Busca aquí el destello de la desolación / el asomo de lo que sobrevive / Busca aquí el rastro de los que cruzaron el río / Busca aquí la canción de los condenados / Busca aquí a los extraviados de siempre / a los sin remedio / Ni ponto la flor / tampoco quiero que se abra en el poema // apago la voz y le doy paso a la huella del dolor / persigo el idioma del horizonte / la mirada de lo quemado / una palabra agreste una canción sin fin / ahogar un fuego que trata de consumir mi hoja de vida.
No es —entonces— el ya tan manoseado poema agrario, el que intenta reivindicar la nostalgia del paisaje, de sus acreencias y metáforas. Es un extenso desafío donde quien habla ha sido alejado del territorio afectivo, de aquel que ya no es y se ve en un espejo borroso, desde la vida y la muerte, desde el hoyo del olvido, desde la memoria fragmentada. Pérez hace una poesía de un llano que se niega a ser el mismo de siempre. Contrariar a Huidobro ya es suficiente.

2
Y entonces aparece la desolación en la naturaleza violenta, en el idioma de los elementos, en la línea estática de la tierra: horizonte que advierte la tesis de la redondez del tiempo; en las bestias que desalojan la sombra para huir del misterio, vertida en “estaré distante / esperando que caiga este cielo”, como la ola de Lazo Martí, tan celestial como las mareas, como el río que va y viene y no se mueve.
¿Cuánta soledad se aísla en la crónica de un verso? Miguel Pérez no se despega del poema: lo hace voz íntima, personal de la misma poesía. Texto, estructura e imágenes hacen crisis en el contenido axiológico del poeta. El poema es alguien, materia de lugar y extravío: el silencio se pasea por sus líneas y termina como parte de la soledad que atestigua su fuerza en la pérdida de la casa, en los muertos que regresan, en los árboles borrados, en él mismo asombrado de su ausencia, una vez en el lugar de retorno.
En un intento por domeñar la geografía, la que tantas veces el nativista calaboceño frecuentó pero negó para preferir la de los orígenes, Pérez dialoga con el poeta —también apureño— Igor Barreto: “Dime, Igor, si aquella mata de mastranto / puede con el tamaño de nuestro sueño / Dime, Miguel, si aquella sombra pertenece / a los espantos del horizonte / o es este rapio de sol con sus bromas”. Y remata, apegado a Quevedo y su poema al amor constante más allá de la muerte: “Polvo soy, polvo enamorado seré”.
Tanta es la cercanía que insiste dos páginas más adelante, donde la madre encuentra espacio entre los escombros de la memoria, entre el quemado cielo de sus ojos: “polvo enamorado / polvo de muerte / polvo de enrancia / polvo de ventana vieja / polvo de vastedad”. Un poco antes de este encuentro, la abuela señala el camino de lo que habrán de ser otros textos revelados en sus ojos:
Uno no sabe si la tierra
            es la que se mueve
detrás de los caballos
          si las palmeras se alejan
o son las matas que andan con las empalizadas
que de tanto estirarse juegan a alcanzar el horizonte
(…)
He visto la imagen de mi abuela en otro sitio…

3
Del olvido hay mucho en este libro. El poeta lo busca, pero no lo encuentra. La memoria se mueve, como la tierra, como el polvo que le ajusta cuentas a quien no teme decir que le tiene miedo a la muerte.
Vuelve la voz de la abuela, metáfora del tiempo, de la memoria, de la amnesia abrigada en los nombres que hace ardor: “Cada palabra le duele”.
El mismo poeta viaja en el poema. Aparece y desaparece en la voz de la anciana que lo nombra y lo borra. El exilio es una salida, el otro ahogo que salva, pese a que el dolor encuentra lugar seguro en quien no quiere compromisos con quien lo invoca o lo procura: “Conmigo no cuentes, Euclides Pérez, para esos días de grandes cataclismos de tristeza”. El que regresa al punto de partida reconoce la pérdida, el fracaso: “Verás que al regreso / nada será igual / la casa será otra / y tu puesto estará ocupado / En todas partes encontrarás recelos...”, porque “ya esto pertenece a la muerte”. Regresar es ser extranjero, desconocido, casi enemigo. De allí, como afirma el poema: “exilio es siempre exilio en cualquier parte”.
El libro discurre, como un río. Se detiene y entra en el silencio a través de la preocupación por el poema. Miguel Pérez confiesa que escribe poemas para conjurar los días de tormenta. Pero cuando ésta desaparece, el poeta reclama su ausencia, la regaña, la busca en los rincones, en la necesidad de que ésta le hable de la tierra de sus padres. La define: “el hueso de toda poesía está en lo oscuro”. Y sigue para asirse de la rama del olvido, del poema que podría ser la memoria, imágenes.
El resto del recorrido ahonda en este tema, en los ausentes, en los muertos que regresan y los que se quedan sin decir. Hasta arribar a otra declaración tan terrenalmente local, como el polvo llanero que traspasa los ojos de los difuntos que aún se pasean por los patios y se asoman al canto del ordeño: “Soy un hombre que nació a la orilla de un río sin la gracia del Sena (no busque usted en mis poemas otras ruinas, otro acento: mi orden no sabe de ladrillos) estoy acostumbrado a ver lejos, a estirar la mirada y amarrarla (...) el paisaje que llevo adentro me mantiene recluido en su recinto oscuro, sin bordes: me exilió de lo cotidiano”.

4
El sueño y el amor, temas también de este libro, se imbrican para personalizar el espacio, el lugar que se mueve, arriba en el cielo, abajo en la tierra. Una mujer se torna nombre en lo blanco de la página del Quijote, una Dulcinea inesperada.
Para cerrar, el epígrafe de José Vicente Abreu sirve para un diagnóstico: el poeta de este libro, Miguel Pérez, padece un mal incurable: “soy de la casta de los que no se van”, pese a haber cruzado ríos se quedó, nunca se marchó y atestigua que como la tierra que lo baña es inigualable. “Soy de los que cruzó el río para quedarme en ti”.
www.letralia.com/ciudad/hernandez/091022.htm