La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

jueves, 29 de diciembre de 2011

Ese silencio de ladrillo

de pared que resguarda en el cantar de las palomas
¿Quieres que te diga a qué sabe estos cantares?
se secó el limón que protegía la ventana del cuarto
murieron Terry y Boby
¿Quieres que te diga como se siente la muerte de un perro amado?
la estación del azulejo en la mañana la cerró los vecinos
¿Quieres que te diga a qué sabe tu silencio?
¿Quieres que te diga cómo se prolonga
la ausencia de la ramita cortada por los vecinos?
los pájaros no comieron de las frutas
que le dejamos sobre la pared donde estuvo la rama
la ramita golpeó la pared y cayó en el patio de mi casa

esta es otras de las batallas que nunca se ganan
el viento rasgado, la piedra de centella depositada del mal gusto en el árbol
el rayo que se llevó mi caballo
la casa con el río adentro
¿Quieres que te diga lo que sentí cuando cortaron
 la ramita a donde venía el azulejo por la mañana?
beberé agua, me toca, de las hojas humedecidas de plátanos
¿Quieres que diga a qué sabe el rocío?

el sinsonte junto a la carreta de bueyes,
el primero volando hacia Pinar del río
las palomas que comen en mis manos
en la plaza de San Ignacio de Loyola

Yo supe de ese desierto,
que jamás fue capaz
de parir un arroyo
(la plaza de Loyola sin alma como la tuya)

El arroyito que es todo mi capital
se empeña en secarlo tu silencio
Olor de tierra reseca, mana ahora mismo
del viento rasgado por la piedra

Cuando me encuentre con el rayo
que se llevó a mi caballo
O él me parte en dos
o me devuelve mi arroyito

Ese silencio tiene la dimensión
del medio cuerpo con vida
tirado en el piso

la esperanza rasgada, aunque izada a media asta,
dentro de las tensiones que se viven en el borden
poco antes de pisar las profundidades del abismo

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