Miguel Pérez
Primera visita a barrio de Leguina
Acompañado del poeta Heiber Barreto Sánchez, un auténtico bregador de la palabra, lector de poetas y casi devoto, como uno de esos monjes antiguos, de Cruz Salmerón Acosta, conocí el río Mayabeque.
Heiber compró vino del más bueno y me leyó poemas —de esos que entusiasman, que devuelven las ganas de vivir cuando se anda cansado— de Cintio Vitier, Fray Luís de León y de Pablo Armando Fernández. Con éste insigne mago del lenguaje, inventor de una Isla, a fuerza de pura palabra, trabó amistad y ahora anda calle arriba y avenida abajo, con casi todos los libros del poeta sobre el asiento trasero del vehículo. A mi me regaló Campo de amor y batalla (2008) y allí encontré dos líneas que me hubiesen gustado escribir:
Mi amor son estas tierras
y son también mi angustia.
La última vez que fui a su casa, frente al mar, allí donde mientan la Marina Hemingway, Ramona —a quien el poeta no se cansa de preguntar, ¿tú me quieres un poquito?— leyó el texto mío, "San Fernando es una elegía" y me agradó la musicalidad de ese texto. Vi otro gesto en su casa que me conmovió: Ramona le reclamó que dejara al niño tranquilo, no siendo el niño suyo sino del primer matrimonio y ella lo consiente como si proviniera de sus entrañas, aun cuando el niño debe andar por los 18 años... Mi madre decía que para una madre los hijos no crecen.
Así que desde siempre me persiguen las buenas compañías. Heiber sólo me busca para hablar de libros, poemas y conversar una botella de Whisky.
Yo prefiero ir a La Habana Vieja y reconstruir el recorrido del autor de El viejo y el mar, pero el poeta le gusta más en la orilla, allí en esa fiesta inagotable de los azules, de ese mar obstinadamente en movimiento.
El sábado cambiamos de sitio. Nos llegamos hasta la Provincia de Mayabeque... Todo mi andar termina con un río, la mayoría de las veces, imaginario.
De La Habana a Catalina de Güines, bebimos ron y cervezas y varias veces leímos en voz alta el poema de Pablo Armando, "Aprendiendo a morir":
Ando por la casa jugando a que me encuentren:
¡Aquí estoy!
Pero nadie responde, nadie me ve.
Mis hijas en sus mundos siguen otro compás.
¿Dónde se habrá metido mi mujer?
En la cocina la oigo: el agua corre,
huele a hojas de cilantro y de laurel.
Ubicamos al barrio de Leguina, descendimos del vehículo y por entre sus pobladores nos infiltramos, en la persecución de Lázaro Palenzuela Campos, a quien conocí el 26 de noviembre, durante el homenaje a Polo Montañez, rendido por sus amigos y familiares en ese lugar hermosísimo, Las Terrazas, del municipio Artemisa, vía Pinar del Río... Esos paisajes tienen rostro de caballo y palma real. Me parece que yo soy de aquí, que aquí nací.
Lázaro arrimó una improvisación magistralmente de décimas, que por momentos me hicieron recordar al galerón y el polo margariteño. Después de ofrendar unas palabras a Polo, se me acercó y me agradeció lo que yo dije. Entramos en una conversación que duró horas y terciamos en una especie de contrapunteo: él improvisaba décimas, y yo deshojaba poemas completos de Sánchez Olivo, Ernesto Luís Rodríguez y Manuel Graterol Santander que me sé de memoria.
Así con ese encanto fuimos a buscarlo al barrio de Leguina, donde está el Santuario de Santa Bárbara. Nos explicaron como llegó la Santa. Nos hablaron de quienes la trajeron y quienes las cuidan. Llegué a presenciar los momentos solemnes de la Semana Santa en Achaguas. Nos obsequiaron ron blanco y una niña artista me regaló un paquetico de galleta. Entremos al templo y contemplamos la santa.
Aún resuenan los tambores en nuestras memorias y el derroche de esa improvisación hecha décimas. Ahora entendemos mejor porque Martí nació en Cuba y este pueblo se mantiene de pie. El requinto del afecto sonó duro. Aún suena.
El barrio estaba poblado de sus habitantes, de alegría contagiante y ritmos desafiantes. Una autentica feria pues, con sus puestos de venta de comidas como en los llanos de Venezuela. Cruce de rito, de devoción, con los sonidos inagotables del pueblo.
Lo primero que existió
fue el barrio Yamaragua
el mismo creció y creció
alrededor de su Santa.
Dos tatas que se hermanaron,
y su dinero fundieron
trajeron a nuestro barrio
a nuestra virgen primero.
El Yamaragua de ayer
es la Leguina de hoy.
La Santa traida ayer,
es la patrona de hoy.
Queremos a nuestro barrio
con su santa religión.
Amamos nuestra bandera,
a Cuba por ser nación.
Mi barrio y yo,
mi barrio y yo,
mi barrio y yo,
rumba buena...
¿Será muy engorroso imaginar la música que le cuadra a estos versos?
El autor de aquella letra, es el compositor y gestor del Proyecto Comunitario "Patio de Tata Güines", Marcos Padrón Alvarado.
Finalizado el acto cultural central —mas bien muestrario de logros derivados de la implementación de proyectos comunitarios; otro testimonio de que nuestros niños también puede ser poetas, cantantes, músicos o bailadores—; nos llevaron al restaurante El Congo.
Yo preferí viajar en uno de esos cómodos modelos de los años 50.
Nos acompañaron, las simpáticas Bárbara García Rodríguez, Directora Municipal de Cultura en Güines, y Elsa Valdés Muñoz, Directora provincial de Cultura; además de otra compañera de las más altas responsabilidades gubernamentales, entre otras personalidades. Andando por las calles, tropezamos con el alcalde de dicho municipio, al momento de la despedida.
Comimos un "Filete uruguayo" de cerdo, cuya receta me copió la compañera Elsa Valdés:
Ingredientes: 2 Bistec de cerdo, jamón y queso.
Preparación: Entre los dos bistec de cerdo, colocar las piezas de jamón y queso. Después empañizar con pan rallado, huevo batido y de nuevo pan rallado. Freír en abundante aceite caliente.
Al final Elsa nos recitó unos lindos poemas suyos.
Quedamos complacidos. Discutimos fraternalmente sobre el concepto de identidad y hubo lugar también para la improvisación y el verso de ocho sílabas.
De nuevo cruzamos el río Mayabeque. Heiber compró un racimo de cervezas y nos dirigimos hacia La Habana.
No tenemos ni una sola queja de las atenciones de los compañeros.
A mi me provocó quedarme...
¿Cuándo volveré?
No sé... puede ser hoy mismo. O nunca. No lo necesito: Desde ya, barrio de Leguina y Catalina de Güines, de la Provincia de Mayabeque, se metieron completicos en mis ojos, para que ya nadie me despoje de la gracia de permanecer en esos sitios, viviendo como otro más, entre sus pobladores.
Me traje la imagen del río Mayabeque y la de una muchacha que se movía como ese río.
—Oiga, regáleme su cabellera.
Rió muy fuerte...
—Se la cambió por la mía...
—¿Cómo? ¿No se puede?
—Entonces, déme sus ojos...
—¿...qué va a ser con mis ojos?
Para mirar a Güines como lo miran los de aquí y no como los que vienen de afuera.
•••
¿Los de aquí como miran a Catalina de Güines, poeta Heiber?
Cerca de río estaba una garza... También yo, y conmigo el llano, el que llevo adentro.
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