Miércoles 25 de junio, estoy en mi
sitio de trabajo. Son la seis y algo. Por lo que contestó, quien recibió la
llamada, sé que la cosa es conmigo.
—¿Quién lo llama?
Me alertan que se trata de Gustavo
Jaime.
—“¡Ay!, no hay espacio para el
suplemento este domingo”… Y así temeroso recibo la llamada.
—¿Aló? ¿El poeta Miguel Pérez?
—Epa Gustavo ¿Cómo andas?
Enseguida entramos en la urgencia
que mueve a Gustavo. Me dice que leyó línea por línea la última entrega de “½
Día del Domingo”…
No lo dejo hablar… Le salgo con
que murió Ramón J. Velásquez y eso debería dolerle a los hombres de la cultura
y el periodismo… Que es verdad que Ramón Jota era un hombre de derecha,
adversario nuestro, pero los servicios rendidos, su mejor hoja de servicio, se
inscribe en la construcción de la patria en la que andamos nosotros. Que no
defiendo al político, porque a él esa ocupación le restó cualidades, del que
hay que distinguir al autor extraordinario de brillantes páginas de nuestra
historia y de un libro sobresaliente, entre los mejores escritos por los
venezolanos en todas las épocas.
Seguimos con Castro y el episodio
bastante conocido en que nuestro Eloy G. González utilizaba el seudónimo de
Cipriano Castro.
Entramos violentamente al fútbol:
“Duele, Gustavo, la derrota de El Ecuador ante Francia. Pero estoy contento por
los triunfos de Brasil y Argentina”.
Se cae la llamada…
Suena de nuevo el teléfono y en
menos de 30 segundos ya Gustavo Jaime me compromete en elaborar una especie de
antología de periodistas nuestros, es decir, de los nacidos en Cojedes y que
perdone la vaina, pero que debo entregarlo a más tardar, a las cuatro en punto
de la tarde, de mañana jueves.
Esa y no otra, es la razón central
de este título, Cojedes: siete de sus periodistas.
¿Y cuáles son esos sietes periodistas? ¿Por qué ese
número y no otro? Porque toda antología es un acto de arbitrariedad: Una
selección a gusto y conocimiento de quien la elabora. Ese es el riesgo que
asume todo antólogo.
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Laureano Villanueva. Foto Argenis Agüero. |
LAUREANO VILLANUEVA: Nació en San Carlos el 23 de marzo de 1840 y
murió en Caracas, el 12 de febrero de 1912. Médico de profesión, escritor,
periodista y político por vocación. Héctor Pedreañez Trejo asevera que fue un
periodista comprometido con la lucha social del país y fundó numerosos periódicos
como
El Constitucional (1868) de San
Fernando de Apure, que después circuló en Valencia (1870);
El Carabobeño (1872-1874),
El
Progreso (1873-1874),
El Pueblo
(1887), todos de Valencia;
El Demócrata
(1882), junto con Sebastián Carreño y Pérez Arreola;
El Deber (Caracas, 1883), junto con José Manuel Montenegro;
El País (en 2 etapas: la primera entre
1875 y 1878 y la segunda en 1883);
Gaceta
de Hospitales (1888),
La Prensa
Liberal (1897),
El Corresponsal,
(1904), junto con Julio Villanueva, todos ellos de Caracas. Colaboró también en
otros periódicos, como
El Progreso
(Valencia, 1873),
El Diario
(Valencia, 1891),
El Americano
(París, 1873) donde publicó un ensayo sobre “El General José Laurencio Silva”.
Biógrafo de Vargas, Sucre y Zamora. Todavía le alcanzó el tiempo para ocupar
Ministerios, la Rectoría de la UCV y la Presidencia de la República, de la que
estuvo encargado en dos ocasiones.
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Eloy Gulliermo González |
ELOY G. GONZÁLEZ: La reciente entrega de “½ Día del Domingo” (
Ciudad Cojedes, 22 de junio de 2014),
permite obviar cualquier comentario acerca de la dedicación extraordinaria de
Eloy G. González al periodismo venezolano.
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Rafael Sylva |
RAFAEL SILVA: Nació en El Baúl en 1874 y murió en Caracas en 1946.
Poeta, narrador, de la saga privilegiada de El
Cojo Ilustrado, compañero de estudios de Eloy Guillermo González en el
Tinaco de finales del siglo XIX, otro de los olvidados por los hombres y
mujeres de la cultura.
Alrededor de unas 54 veces he
tropezado con el nombre de Rafael Silva en los folios de El Cojo Ilustrado, repartido en poemas, prosas poéticas (escritos
para álbumes), narraciones cortas (¿Qué perseguía Rafael Silva con aquello de
“Cuento chiquitín”?), notas de viajes o lo denominado por su gusto literario,
“mis observaciones de peregrino por estos mundos de la vetusta Europa”; crónicas
de lugares o personajes (“Tipos del terruño”) y comentarios de libros. Mantuvo
dos espacios genéricos en esta revista: “Lecturas universales” y “Frivolidades
literarias”, verdadero derroche de ingenio, inteligencia y erudición, poco
frecuente en los escritores cojedeños de todas las épocas.
Sus cualidades de periodista y
ensayista, se manifiestan en sus comentarios y agudas observaciones acerca de
autores y textos de la literatura venezolana de comienzos del siglo XX, su
desenfrenada pasión a favor de los creadores y de la creación artística, pero
sobre todo, aquella serie intitulada, “¿Cómo escriben los escritores?” que bajo
el encabezado general de “Frivolidades literarias” entregó a los lectores de El Cojo..., y a través de la cual,
recogió los pareceres de Heraclio Martín de la Guardia, Manuel Díaz Rodríguez,
Eloy Guillermo González, Pedro Emilio Coll, Rufino Blanco Fombona, Ángel César
Rivas, Alejandro Fernández García, Andrés Mata y Alejandro Carías.
En la entrega que hizo de la
entrevista del “elocuente tribuno” tinaquero, en aquella Caracas de Cipriano
Castro y de su compadre Vicente Gómez, nos dejó un perfil del reconocido
historiador, doblemente académico, autor de La
ración del boa y Al margen de la
epopeya:
—¿El doctor González?
La robusta fregona que nos ha
recibido nos indica un arcaico butacón y nos dice con la más campechana
jovialidad:
—Siéntese y espere un ratico; el
dotor está ordeñando.
Efectivamente. Eloy González posee
un establo; y posee también una pulpería, y un conuco. Y cuando el erudito
pensador no escribe todas esas cosas sustanciosas y numerosas que salen de su
pluma, escarba la tierra, acecha al dependiente de su bodega o recoge él mismo
la leche de sus vacas, en totumas que por el uso se han puesto sonrosadas y
diáfanas, como el terso interior de una güarura.
Arrolladas hasta el codo las
mangas de la blusa el doctor González se me aparece como en otros tiempos de
juventud fenecidos en el ayer, y cuyo recuerdo me es tan dulce como miel.
¿Se refiere Rafael Silva al
momento cuando ambos eran estudiantes en el Colegio Bolívar de Tinaco?
El Diccionario general de la literatura venezolana (1987) nos
presenta su ficha biográfica así: cuentista, escritor de cuadro de costumbres.
Realizó infinidad de traducciones de artículos extranjeros para revistas
caraqueñas. Colaborador de El Cronista
(Valencia), El Nuevo Diario
(Caracas), La Revista (Caracas), El Restaurador (Valencia, Valencia,
1902), pero fundamentalmente en El Cojo
Ilustrado y en La Restauración
Liberal. Su más larga labor periodística la realizó en El Universal de Caracas, de 1908 hasta 1946. Utilizó los
seudónimos: Lino Sutil, Alonso Quijano, Raúl Sanojo, Ego, X y L. S.
Como puede leerse en las obras
completas de Lisandro Alvarado fue de los integrantes de la caravana que acompañó
a Cipriano Castro en su visita a Cojedes en 1904.
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Francisco María Arias |
FRANCISCO MARÍA ARIAS: Nació en Tinaco el 23 de enero de 1882. Fue
maestro, periodista y poeta. Desempeñó varios cargos en el Concejo Municipal de
Tinaco. Fundó a
Lampos Tinaquero en
1904, cuyas primeras cuatro ediciones circularon manuscritas, con casi 70 años
de existencia. En 1964 recibió el Premio Nacional de Periodismo. Utilizó los
seudónimos “Manuel Farías” y “Fray Candil”. Lo nombraron Miembro
Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia. Murió en Tinaco en
1973.
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Señorita Estéfana González |
ESTÉFANA GONZÁLEZ: Nació en Tinaco en 1866. Se destacó como
educadora, escritora y promotora cultural. Fundó el periódico La Idea en El Baúl, cuyo primer número
data del 12 de septiembre de 1922, bajo su dirección y el lema: “Por Bolívar,
Venezuela y Cojedes”. En 1928 lo traslada a Tinaco. Circuló hasta 1945 y fue
impreso en los talleres de Francisco M. Arias.
La reseña, “La fecunda labor de un
miembro del ‘Grupo Llanura’” que le dedicó Francisco M. Arias en la revista Llanura Nº 2 (Tinaco, Agosto 15 de
1942), explica la tenacidad de su labor de periodista:
El 12 de septiembre próximo,
cumplirá “La Idea”, órgano periodístico de Tinaco, veinte años de ruda labor.
¿Sabéis mis amables lectores, lo
que significan 7.304 días vertiendo luz desde las columnas de un vocero?
Es el colmo de sacrificio y de la
abnegación, sostener un periódico en un medio estéril, donde sólo se recogen
por trofeos, abrojos y decepciones…!
Y ha sido esa la fecunda labor de
uno de los miembros del “Grupo Llanura”, señorita Estéfana González, quien,
convencida de “que no sólo se vive de pan”, se trazó una luminosa ruta y se
enrumbó por ella, con sus alforjas vacías de monedas, pero, plena su alma de
optimismo. Esos veinte años transcurridos representan veinte odorantes rosas
cogidas en los vergeles del periodismo regional, para embalsamar con ellas,
como a un santuario, el ambiente del pueblo tinaquero!
De antemano felicito a la
periodista por sus triunfos presentes y futuros.
Creemos que de ella frecuentemente
se maneja un perfil equivocado. Encontramos en su quehacer más aptitud hacia la
prosa, no obstante el manto, por el que se recuerda, es el de poeta. Y está
bien, porque una existencia como la suya, solo se entiende dentro de este
marco.
Murió en Tinaco en medio de un espantoso descuido de
sus coterráneos, ciega y sumamente pobre.
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José Carrillo Moreno |
JOSÉ CARRILLO MORENO: Nació en Tinaco en 1922 y murió en Caracas en
1975. De él ha escrito certeramente Manuel Alfredo Rodríguez su entrega al
periodismo: En la decimonónica década de los 40 el periodismo venezolano aún
era escuela y oficio de escritores y poetas. Carrillo fue periodista de opinión
y sus artículos aparecieron en los diarios caraqueños
El Universal,
El Nacional,
La Religión,
Ultimas Noticias, la revista
Elite
y la exigente
Revista Nacional de Cultura.
A poco de estar en Caracas ingresó a la redacción de
Elite y luego pasó al diario
El
País donde alcanzó rango de Primer redactor. El célebre periódico era
dirigido por Valmore Rodríguez, tenía como principales columnistas a Rómulo
Betancuort y Andrés Eloy Blanco e incluía en su nómina a periodistas de la
talla de Luis Esteban Rey, Luis Troconis Guerrero, Analuisa Llovera y Héctor
Strédel. A fines de 1948
El País fue
clausurado por la dictadura militar que derrocó al presidente Rómulo Gallegos y
hasta el último momento Carrillo formó parte de su cuerpo de redactores. Su
quehacer periodístico incluye actuaciones como corresponsal de agencias
noticiosas nacionales e internacionales.
|
Alicia Herrera |
ALICIA HERRERA: Nació en San Carlos el 11 de julio de 1943. Hija de
Jacinto Herrera y Lucinda Escalona. Estudió primaria en el Colegio Estadal
Cojedes y secundaria en el Liceo Agustín Codazzi de Maracay. Es periodista
egresada de la Universidad Andrés Bello. Sostiene Pedreáñez Trejo en Vida cultural de Cojedes (1975), que se
inició en el periodismo de provincia. Colaboró en periódicos como El Imparcial, de su tío Manolo Escalona,
en Acarigua; El Carabobeño y Hoy, desde sus años de estudiante de
bachillerato.
Estuvo vinculada a los órganos
periodísticos de la cadena Capriles. Dirigió las revistas Páginas y Kena, de
amplias circulación nacional.
En 1981 publica el libro: Pusimos la bomba… ¿Y qué?, un texto
revelador acerca de quiénes son los autores del sabotaje al avión de Cubana de
Aviación frente a las costas de Barbados el 6 de octubre de 1976, donde
perdieron la vida 73 personas. Como se ha afirmado, en este libro testimonial
de la periodista Alicia Herrera, queda demostrado, por propia confesión de los
culpables, que los asesinos son Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, Hernán
Ricardo y Freddy Lugo. Esta contundente denuncia, y esta advertencia, pone al
desnudo a los despiadados terroristas y a su principal cómplice: la CIA.
Son las cinco en punto de la tarde
del jueves que me indicó Gustavo. Y estas, las notas anteriores, su encargo.
Miguel
Pérez
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