La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

miércoles, 3 de abril de 2013

Carta a Hugo Chávez

de un ciudadano que hoy le gusta la vida mucho menos,
                                    pero siempre le gusta la vida
El sentido de una pertenencia vivida a plenitud 

A caballo por alguno de esos llanos de los que heredó su estatura


San Carlos de Austria, 1º de abril de 2013

Sabaneta de Barinas, de más allá de Puerto Nutria, de más allá de Mata Palma.
Patio de Rosa Inés Chávez o costas de ese chorro de agua que mientan El Arauca por los lados de Elorza o la línea esa del horizonte que cuando estamos más próximo de alcanzar se muda de lugar.

Hugo:
El llano es eso. El pedazo de sabana, los llanos, el llano. La llanura, toda la porción de tierra que no es alta ni baja, sino la continuidad de un punto sin bajar ni subir. La tira más larga de lo íngrimo. Toda la extensión que recoge la palabra soledad. La ingrimitud, la nube que nos intimida, la creciente que nos enseña el despojo y la porfía; la porfía es el renacer, como única dimensión donde la vida es posible, porque lo otro es falso, la vastedad del hombre sólo como si el mundo se durmiera, la palma sin un temblor…
Caminos del desamparo, más solos y tristes cuando la tórtola suelta su silbo como la voz del bajío…
Eso es el llano y allí vengo a buscarte. Martí habló de un hombre, fuera de lo común, que cuando se sentía sin vigor, se despojaba del calzado y pisaba la tierra para que los brios retornaran al cuerpo. Eso es la voluntad.
Creo que Miguel Acosta Saigne dijo que el llano es una copla que nos lleva a donde nos da la gana —el mal hablar es mío—.
El llano es una escuela donde José Vicente Abreu conoció la libertad. Escuela de libertad, dijo Abreu, de allá de Payara, de donde se cree nació Negro Primero.
Escuela de libertad y de resistencia. Allá llegó el negro fugado de las grandes haciendas y  el indio perseguido, se plantó. Todo lo bueno llegado de otras partes, se quedó y calzó a la medida de la tierra. Y así la copla trasportada, se convirtió en Biblia y versículos que el hombre solo, de la tierra sola, estaba obligado de saberse de memoria, para comportarse a la altura del hombre bien, “ni más, ni menos” que nadie:

Sobre la tierra la palma,
sobre la palma los cielos;
sobre mi caballo yo
y sobre yo mi sombrero.
           
¿Quién más que tú llevó ese afán más lejos desde los tiempos de la Academia Militar y el ejercicio de la presidencia de la República? ¿Quién de los nacidos en el llano?

Soy hijo de la sabana
como el toro y como el potro.
Yo no me creo más que nadie,
pero más que yo no hay otro.
(Ni más ni menos; p. 111).

El Evangelio, el dogma de Julio C. Sánchez Olivo te acompañó desde siempre, desde que Rosa Inés y sus vecinos, te moldearon dentro de una manera de ser:

Llanero de buena raza
no se deja corromper,
pues sabe que al corromperse
todo hombre deje de ser.
(Firmeza llanera; p.111).

Presidente de la República desde 1998 hasta unos diítas más del 5 de marzo de 2013, en total unos 14 años sin que nadie pueda señalarte de enriquecimiento ilícito, de haberte aprovechado del negocio público. Por allí no pudieron…
Cuando te mataron a tu compadre, el catire Acosta Carles; el vigor perdido te lo devolvió al cuerpo, la herida de la tierra cuarteada, te brotó la copla porque es mandato en el llano cantar en pleno dolor:

¡Llano mío, llano querido!
¡cómo te recuerdo, llano!
Tú me enseñaste a pasar
¡el trago amargo cantando!
(Contrapunteo llanero; p. 100).

Usted, valecito, disposicionero siempre, en Caracas, pero con el llano adentro y en comportamiento que es como vive el llanero en la ciudad. Y donde Ud. estaba, uno se encontraba con el llano: En el olor del café y el canto de Eneas Perdomo, el cancionero popular como jamás se lo aprendió un Jefe de Estado en función de referir cada palmo de sabana o la hilera de las casas techadas de zinc a orilla de un río que son los pueblos del llano, donde conoció a tal cual y tiene tiempo sin ir y la querencia allí expresada como quien no sabe olvidar, otra vez en cumplimiento de todo cuanto cantó Sánchez Olivo:

Un corazón de llanero
no olvida nunca a su llano. (p. 100).

El que quiera conocerte que vaya al llano. Y no es desahogo. Y si lo es, no me preocupa, de las dos manos de Dios, la que conozco es el llano:

Mano tendida es el cielo
y mano tendida el llano.
Son las dos manos de Dios
si es que Dios tiene dos manos.
(Las manos Dios; p.109).

Y es posible que el paraíso quede en otra parte, que otras tierras sean mejores, pero esta es, porque no hay lugar más bonito que aquel donde se nace.

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de lo que haría, pues ella estaba por morirse. Y yo en un plan de prometerlo todo.
…Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver… (Rulfo, 2003: 65-66).

Ud. también nos dio ojos y voz, para no dejar, ni permitir, que el llano se muera de mengua, para sortear las trampas del enfrentamiento Barbarie-Civilización, y con todo lo de tu fe en Cristo, reafirmada en que es posible vivir en la tierra como hermanos, venimos del llano, y hacia allá vamos, sin otra escapatoria, como en el caso de la muerte de José García cuando Sánchez Olivo le garantizó al “Arauca adentro” que aquel hijo no cambiaría sus sabanas por el cielo:

Se te marchó ese buen hijo,
Cajón de Arauca apureño…
Se te marchó en San Fernando,
pero volverá a tu seno
porque el llanero al morir
prefiere su llano al cielo.
(Se murió José García; p. 65).

La próxima vez que vaya a San Fernando preguntaré por el ferrocarril porque esos son los ojos con que tú nos enseñaste a ver el llano. Y tú a su vez lo aprendiste de Gallegos.

Hugo:
Hoy es 2 de abril y aquí estoy reunido con gente de la tuya, en los campos inmensos de Taguanes, probablemente la batalla más importante de aquella cadena que la historia registra de admirable. Tú sabes que dentro de su ir y venir, hasta ahora documentado está, que son 8 las veces en que Bolívar pisó suelo de Cojedes. Tú conoces de su amistad con Silva y la confianza depositada en Manuel Manrique, “el hombre de las batallas”, intermediario en el encuentro histórico de Bolívar y Páez.
Estamos a 3 días de cumplir tu primer mes de ausencia con presencia, y tres meses menos 6 días, de tu responsable actitud hacia el país, al informarle el 8 de diciembre, el trance que debías enfrentar. Ese momento tan difícil, lo encaraste con las estrofas de un himno que ahora Venezuela comenzó a cantar…
Desde ese día hasta el 5 de marzo, el pueblo se declaró en oración, ruegos y promesas como jamás se vio por enfermo ni político alguno. Venezuela se convirtió en un convento. No hubo una plaza Bolívar sin que un puñado de tus seguidores rogará por tu salud. Y hasta del más allá, Jefe de Estado de poca fe, que no encontraban la formaban de manifestar su solidaridad, apelaron al rito de la fe cristiana.
Y en hombros de una multitud desconsolada —no calculada, hasta ahora ¡qué raro!—, saliste del hospital militar a la Casa de los Sueños Azules. Las exequias duraron diez días y en ninguno de esos días dejaste de ser noticia: Ciertamente las exequias que conmocionaron al mundo.
Fidel te dedicó unas líneas: “No sabía lo grande que era”. E Insulsa en el homenaje que te rindió la OEA, no escatimó en el elogio. En las redes sociales, una periodista insignia de CNN te distinguió del rebaño. Cristóbal Jiménez, te cantó “Poesía, copla y sabana” y el “Corrío de Maisanta”.
No soy de los que se complace llevándole la contraria al camarada Fidel: Pero Ud. si sabía que en su caso no se repetiría la ingratitud que rodeó los últimos días de El Libertador.
¿Manifestación de duelo así antes vista? Probablemente cuando los actos de repatriación de los restos de Simón Bolívar tal como nos lo hace vivir González Guinán desde las páginas de su monumental Historia de Venezuela.

Hugo:
Unas palabras de María Gabriela, para mis gustos, me ubicó bien el asunto: La contradicción entre la carne y espíritu y la más reconfortante de las reflexiones: Efectivamente, contigo la muerte perdió su tiempo, pudo separar ambos componentes del ser, colocar cada cosa en su lugar, devolverle a la nada, lo que a la nada le pertenece, y lo extraordinariamente útil, convocado a permanecer, y como del hombre pende esta permanente amenaza, puesto que cada día que consume está más cerca de trance, no queda otra que la palabra o en su defecto la huella que deja en el camino a través de la manifestación en que el arte es posible.
La palabra hace que un hombre permanezca o desaparezca de escena. No tanto por lo que dijo en su tiempo, como lo que puede decir y contener de posibilidad de futuro. De éste Hugo que hizo de la palabra un oficio puede referirse: Alguien que no anduvo ciego y no le cerró las puertas a la sensibilidad, alguien que a la altura del grito y el desespero por la multiplicación de la injusticia y su obra, preguntó por el ser humano:

Cuando uno va por esas ciudades desarrolladas, donde el consumismo aflora por todos lados, y uno ve las vitrinas de las grandes ciudades, donde se venden vehiculo lujosísimos y ropa muy lujosa, uno dice: ¿En qué mundo vivimos? Los que hemos tenido la oportunidad de ver el gran lujo de algunos y la miseria de la mayoría, entonces uno dice: ¿Dónde está el ser humano? ¿Para esto vinimos a este mundo, para vivir así? ¿Dónde está el dolor, el corazón? (p. 313)[1].

¿Qué jefe de Estado le habló así al país? He allí que esta palabra tenga amigos y enemigos; se le quiere silenciar; los grandes medios la censuran, pero ella se cuela por entre esos muros, porque su audiencia sale a su encuentro, clama por ella, la disfruta, espera algo de ella, como si formara parte del algún versículo honra de lo grande y lo sublime…
¡Cuidemos esa palabra! Homenaje significa juramento de fidelidad. La palabra salva o pierde al hombre. Chávez la cuidó doblemente: le dio el sello de hecho cumplido y la entregó al viento para quien tenga oídos, la oiga, y con ella no se aliente otra causa que la atención de las necesidades del pobre y la superación de la pobreza, la transformación definitiva de Venezuela en un país libre, la unidad de América Latina y la creación del centro de poder de las naciones pobres para mantener el equilibrio del mundo.
Y esa palabra, que además tiene presencia en la Constitución Bolivariana y en el Segundo Plan Socialista, que fue gestándose en los cuarteles y no la amelló la prisión, ni el poder, como ocurrió con otros, es lo que en definitiva nos deja el contrapunteo de vida y muerte.
Chávez, en definitiva, lo reclamará el futuro, no por lo que hizo, sino por lo que no tuvo tiempo de hacer y el curso de los días reclamen esa acción.
El Chávez nuestro, de cada día, que se hará notar, cuando una trompada del mar o el rugir de la tierra se haga sentir en el Caribe, o cualquier otro país, y la solidaridad de Venezuela se demore en manifestarse o cuando en la cualquier parte del mundo, se masacren niños en nombre de la lucha que sea, y no exista algún venezolano que salga a pedirle a los países ricos e imperiales que detengan esa masacre.
Cuando la empresa privada acorrale al “negocio público”, y los pobres queden a la buena de Dios, los campesinos sigan sin tierra y los indios permanentemente asediados, hostigados, sin recibir la más mínima asistencia del Estado.
Cuando a la cultura la dejen sin presupuesto y la declaren asunto de coto cerrado y de ilustrados.
Hugo: Cuando oí a Noelí Pocaterra preguntarse: ¿Qué va a hacer ahora de nosotros los indios? Se me alborotaron los pelos.
En la multitud que te cargaba en hombros, cualquiera de ellos, te agradecía algún favor, en lo personal, o el que le hiciste a la madre, hermana o esposa.
Los créditos, Hugo; las oportunidades de estudio, la vivienda, el servicio de salud, la atención al deporte, recreación y el turismo.
En un oficio, dirigido al Vicepresidente de la República, Encargado del Poder Ejecutivo, fechada el 6 de nov. de 1821, Bolívar escribe:

La viuda del más respetable ciudadano de la antigua república de Nueva Granada (C. Camilo Torres) se halla reducida a una espantosa miseria, mientras yo gozo de treinta mil pesos de sueldo. Así, he venido en ceder a la señora Francisca Prieto mil pesos anuales de los que a mí me corresponden.

Con razón, es el único venezolano y latinoamericano, en ejercer la presidencia de un vasto territorio, lo que hoy es Venezuela, Ecuador, Panamá y Colombia, al tiempo de ejercer la magistratura del Perú y en todos esos países es mayor la admiración y el respeto por su memoria que los antónimos de ambos términos.
Y ese fue tu norte.

Hugo:
Adán, habló de un libro que con dedicatoria de tu puño, le regalaste, en manifestación de aprecio y encargo indeclinable: Un morral de sueño que como el portafolio del personaje principal de la novela famosa de Adriano González León, contenía la Venezuela imperecedera por la que valía la pene entregar la vida, y en caso de alguno de los dos hermanos caer, era obligación del otro, recoger el moral y seguir el camino.
Y en cumplimiento de esa encomienda, hoy estamos aquí reunidos. Y aunque tenemos ¡patria!, esa es una labor de todos los días que se puede perder con el sólo hecho de devolverle a Miraflores a la callana y antipatriotas que descargó en ti todo el odio que sienten contra el pueblo de Venezuela.
En el examen de ese brillante hombre de las letras y de la historia, Santiago Key Ayala, acerca de Bolívar a mediados del siglo XX, no dudó en buscar el porvenir de América, en la conducta ejemplar de Simón Bolívar:

La obra de Bolívar no concluye con su desaparición material. Hoy, (…), hay que hacer la patria. La patria no es como pretende el lugar común y quisiera la molicie, la madre, sino la hija de los ciudadanos. (…) Bolívar fue en verdad padre de la patria. Continúa siéndolo en nosotros. Si en América anhelamos tener patria, sólo la obtendremos siguiendo la vida ejemplar de Bolívar. (Key-Ayala, 1990: 27).

Hoy, tendríamos que agregarle a ese párrafo, la prédica y la obra de gobierno de Hugo Chávez Frías, pero no podemos dejar a un lado el consejo de la construcción diaria que la patria demanda.
La historia que en su labor del espejo mañanero, permite leer el rostro de hoy, en función de cómo lo tuve ayer, inequívocamente implacable, inconmensurable en este aspecto, pues nos permite redondear la identidad, a quien nos parecemos y de quien heredamos nuestro perfil, de lo que se hizo ayer y hoy se puede hacer mejor, de lo debe conservarse de ejemplo por lo que tuvo de efecto constructor o por el contrario, de acción destructora de nuestra nacionalidad, es la que me obliga, a tener presente lo que aconteció una día como hoy, 2 de abril de 1819 en las sabanas apureña.
José Rafael Revenga, de la camada redactora del Correo del Orinoco, en articulo publicado el 17 de junio de 1820, “Diferencia entre el demagogo y el patriota”, entrega Nº 67 de ese periódico que se jactaba de ser libre Somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público[2]—; José Rafael Revenga dejó caminar estas palabras:

(…) ¡Cuánto no tendréis que admirar en la resolución del héroe de San mateo! Ricaurte enseñó allí a saber usar de la vida, y riendo espontáneamente por impedir que el enemigo se fortaleciese. Y por salvar a sus compañeros, dio pruebas de una devoción a la causa común y de una generosidad ilimitada… Recordad, si ya es tiempo, la famosa jornada de Las Queseras del Medio y ofreced a su admiración y a su gratitud ese nuevo Leónidas que, más venturoso que el antiguo, pudo escarmentar el orgullo persa y conservar a la patria sus queridos hijos. Toda Colombia os ofrece lecciones que recordar; por dondequiera hallaréis en ella la mitad de un pueblo combatiendo contra los tiranos, falto de todo menos de resolución y de firmeza; y la otra mitad afanada por hacer más soportables las fatigas a la primera...[3].

Cuenta Páez en su Autobiografía que:

A comienzo de Enero de este año [1819] volvió el Libertador a San Juan de Payara; pero inmediatamente regresó a Angostura para asistir a la apertura del Congreso que debía reunirse allí, dejándome el mando del ejército y facultades para a discreción en defensa del territorio de Apure, amenazado por Morillo de invasión con un fuerte ejército que había estado organizando hacía más de dos meses en el lugar del Chorrerón, a dos jornadas de tropa de San Fernando. (Páez, t. I, 1973: 157).

Páez asegura que la idea de dar la batalla fue suya, pero el plan lo aprobó Bolívar (p.161) y además se discutió en junta de guerra de jefes (p. 162).
En su edición Nº 28, del 24-4-1819, el Correo del Orinoco, trae el parte de guerra del Estado Mayor General del Ejército Libertador de Venezuela, del día 3 de abril de 1819:

El 1º de este mes se acercó el enemigo por la orilla izquierda del Arauca a las posiciones que ocupábamos a la orilla derecha. El Señor General Páez, que con 20 oficiales salió en su reconocimiento, se encontró con un cuerpo de caballería de 200 hombres, que formaba su descubierta, sobre el cual cargó inmediatamente, y matándole e hiriéndole algunos hombres, logró ponerlo en completa derrota, obligándole a refugiarse en el cuerpo del ejército. En el resto del día hizo el enemigo algunos movimientos a derecha e izquierda; y el 2, después de mediodía, se fijó al frente de nuestros puestos, fuera del tiro del cañón. Con el objeto de atraerlo, pasó el río el Señor General Páez con 150 hombres de caballería (entre jefes, oficiales y tropa) y se avanzó sobre el campo enemigo en tres columnas. El enemigo movió inmediatamente todas sus fuerzas y cargando con su caballería al mismo tiempo que hacía fuego la artillería y la infantería, se dirigió a la orilla del río precipitadamente, cierto de oprimir aquellas pequeñas columnas y arrogarlas al agua. El Señor General Páez, sufriendo un fuego horroroso, se retiraba en orden, dejando el paso del río a la espalda. El enemigo, creyéndole perdido, desprendió toda su caballería sobre tan corto número de hombres, y dirigió sus fuegos sobre la orilla que defendía una compañía de cazadores. Luego que el General Páez observó que las columnas de caballería se habían alejado de las de infantería, hizo volver caras a su gente, y acometió de frente a la caballería enemiga, que por lo menos constaban de mil hombres, 200 de ellos carabineros, al mismo tiempo que nuestros cazadores hacían un fuego acertado. Jamás se ha visto un combate ni más desigual ni más glorioso para las armas de la República. El General Páez y sus bravos compañeros se han excedido a sí mismos, haciendo mucho más de lo que justamente debía esperarse de su valor y de su intrepidez. En vano el enemigo opuso la más obstinada resistencia; en vano sus carabineros echaron pie a tierra; todo fue inútil. Ciento cincuenta héroes guiados por el intrepidísimo General Páez arrollaron cuanto se les opuso y fueron degollando a cuantos alcanzaban hasta las filas enemigas. La infantería, en confusión, se refugió en el bosque, la artillería calló sus fuegos, y sólo la noche habría impedido que este suceso hubiera sido más terrible para el ejército de Morillo. Su perdida excede de 400 hombres, habiendo consistido la nuestra en el sargento 1º Isidro Mugica y el cabo 1º Manuel Martínez, muertos; el teniente  coronel Manuel Aráez, los capitanes Francisco Antonio Salazar y Juan Santiago Torres, el cabo 1º José Ros, y el soldado Francisco Josada, heridos. La consecuencia ha sido que el enemigo, desalentado con una pérdida tan inesperada, se ha retirado precipitadamente[4].

En su libro Los héroes de las Quesera del Medio, José A. Febres Guevara, señala que en ese pequeño contingente de apenas 153 hombres, habían lanceros de toda Venezuela, de Nueva Granada y hasta se dice que los hermanos Cruzate eran ecuatorianos… de la señorial San Carlos y sus alrededores han bajado los bravos luchadores Fernando Figueredo, Celedonio Sánchez, Juan José Mérida y Mariano González… (pp. 45-46).
En nota de Oldmar Botello, recogida en el texto, acota que el profesor Febres Cordero demuestra que en realidad fueron 154 los que participaron en la acción, como el general maracayero Felipe Macero y el General José Laurencio Silva. ¿Lo omitiría Páez por haber sido fiel a Bolívar y emparentado con él? Quién sabe. (p. 13).
Bolívar, en su proclama “A los bravos del ejército de Apure”, desde su Cuartel General en los Potreritos Marrereños, a 3 de abril de 1819, la conceptualizó así:

“¡Soldados! Acabáis de ejecutar la proeza más extraordinaria que pueda celebrar la historia militar de las naciones…
¡Soldados! Lo que se ha hecho no es más que un preludio de lo podéis hacer. Preparaos al combate, y contad con la victoria que lleváis en las puntas de vuestras lanzas y de vuestras bayonetas”. (Páez, t. I, 1973: 165).
           
De las Queseras dijo Martí “oscurecen a Troya”[5]. Y la palabra de Martí tiene el brillo del oro.
La Batalla de Las Queseras obliga a una conclusión de actualidad: Por muy numeroso y poderoso que sea el ejército que amenace la patria, estamos obligados a triunfar.
Ayer, en la guerra de Bolívar, en cada batalla de David contra Goliat, se jugaba la idea de Patria, hasta 1821, después de poco más de 10 años de brega, de derrotas y victorias.
Hoy, después de más de un siglo de dominación neocolonial, en que los asuntos de la política se decidían en Washington, desde el primer brote del chorro petrolero, hasta 1998 en que Chávez resultó electo presidente, en cada elección, nos juzgamos la existencia de la Patria.
O regresamos al país donde los neocolonizadores son los que toman las decisiones por los venezolanos en materia de salud, educación, vivienda, servicios públicos, infraestructura, deporte y cultura, o seguimos en la ruta de Chávez de un país libre, de hombres libres, vale decir, escribimos en un país libre, donde nadie es perseguido por pensar distinto.
O proseguimos el camino hacia la grandeza o regresamos a la vieja política de AD y Copei, desde 1958 hasta 1998, donde la renta del petróleo no alcanzaba para atender las necesidades de los más pobres, y por el contario, fue utilizada, para crear la más elevada brecha social desproporcionada entre pobres y ricos.
O seguimos a Chávez o lo traicionamos.
O nos aliamos con el imperialismo, o seguimos por la ruta de Marti: Tres o dos días, o pocos horas antes de caer en combate por la independencia de Cuba, le escribió a un amigo que su lucha era por evitar el dominio de los EEUU sobre el Caribe y la América Nuestra. Esa es las más imperecederas de las lecciones que nos deja Hugo Chávez, junto a su paso al frente de asumirse socialista.
O votamos por el capitalismo, o seguimos con el socialismo.
Somos Patriotas o nos declaramos demagogos.
Páez en su autobiografía apuntó: “Termino, pues, la historia de mi vida donde debió haber acabado mi carrera pública”[6]. En un gesto de pesadumbre, de lastre de algo que no se debió hacer, habla de “la época más funesta  de mi vida pública” en cap. VIII del t. I de su autobiografía (pp. 259-326). No es difícil darse cuenta que se trata de los días de la traición a Bolívar y el movimiento de la Cosiata, encabezado a despedazar la obra de Bolívar.
Páez habla de “equivocaciones y engaños”, añade: “(…) y con más razón si se considera que de la ocupación y aislamiento de las sabanas salí al teatro de escenas absolutamente desconocidas para mí. ¿Qué tiene de común la teoría de las revoluciones y la complicada ciencia de la política con las sencillas ocupaciones del pastor?” (t. I; p. 264).
Páez clasifica en “3 clases de actores” a los que en aquel momento le tocó lidiar: Los que en la época de la contienda tomaron parte y aspiran recoger el premio de sus afanes y fatigas. Los que no participaron en la contienda y “aspiran ocupar los altos destinos de la nación, y para alcanzarlos, se constituyen en censores del gobierno, denunciando las faltas y calumniando a los que sirvieron a la patria en sus más apuradas circunstancias”. Y los adeptos del antiguo orden. (t. I.; p. 259)
En todo caso, hoy como ayer, se fracasa por la ausencia de principios, de formación, de estudio, de investigación, de definiciones.
Cuidémonos de repetir en nuestras vidas un episodio tan bochornoso como ese. Y la única manera de evitarlo, es seguir el ejemplo de Hugo Chávez: Ningún presidente venezolano, desde el poder, hizo el esfuerzo de leer, de actualizarse, de ampliar el conocimiento, de avanzar en la formación, de no permanecer cerrado a la cultura...

Hugo:
Ando que no valgo una bala... ¡Pero no temo! No desconfió del porvenir: Ud. nos devolvió la esperanza: la noche por oscura que sea no apaga el tizón de una luciérnaga...
El 8 de diciembre Ud. le habló al país con la responsabilidad que le caracteriza, tal como lo hizo el 4 de febrero.
Desde entonces tu decisión,

Es un clamor de la gente.
Nos vamos a poner duro,
vamos a votar por Maduro,
la orden del presidente.

Lo gritan las calles y avenidas de Caracas:

¡Chávez vive,
Maduro sigue!

La TV, la radio y los diarios reseñan el suceso:

¡Chávez por siempre,
Maduro presidente!

Los analistas opinan que es una decisión tomada:

¡Chávez te lo juro,
mi voto es por Maduro!

Que tu palabra tiene dolientes y se cumplirá:

¡Con Chávez y Maduro,
el pueblo está seguro!

Que en realidad Chávez no es un hombre, sino un pueblo:

¡El pueblo es Chávez!
¡Chávez es el pueblo!

Que los pobres y la mayoría nacional no desean el retorno del pasado. Lo dice la calle y las encuestas:

¡No volverán!
¡No volverán!

Que no hay garantía de porvenir fuera del chavismo:

¡Con Chávez y Maduro
ahora es el futuro!

En definitiva, vamos a ganar porque tenemos con que: contamos con el pueblo que jamás te dijo no, tenemos el primer partido en número de militantes y preferencias electorales, de manera sólida se mantiene la unidad de los socialistas y revolucionarios, un programa de gobierno que cumpliremos y una obra de gobierno que tiene dolientes.
Nuestro comanda de campaña se llama Hugo Chávez Frías. El del candidato derrotado, el de la antipatria, Simón Bolívar. La razón es evidente: La derecha no cuenta con un liderazgo, o personalidad política que hoy o ayer pueda contrarrestar tu prestigio, tu credibilidad, tu nexo con el pueblo.
Aquí vamos con tu morral de sueño por los caminos de Venezuela con la derrota prohibida. Nicolás Maduro será el primer presidente de Venezuela surgido de la clase obrera.

Miguel Pérez


Bibliografía Consultada

Blanco, Eduardo. (2000). Venezuela Heróica. Caracas: Eduven.
Chávez, Hugo. (2003). El golpe fascista contra Venezuela. La Habana, Cuba: Ediciones Plaza.
Febres Guevara, José A. (1990). Los Héroes de las Queseras del Medio. Segunda Edición. Caracas: Banco del libro.
Grases, Pedro. (Comp.). (1968). La prensa heroica, selección del Correo del Orinoco. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República.
Key-Ayala, Santiago. (1990). Simón Bolívar 1783-1830. Caracas: Grijalbo.
Páez, José Antonio. (1973). Autobiografía del General José Antonio Páez. Caracas: Academia Nacional de la Historia.
Rulfo, Juan. (2003). Pedro Páramo. Madrid: Editorial Letras Hispánicas.
Sánchez Olivo, Julio. (1975). Por el llano del recuero. San Fernando de Apure: El Autor.


[1] Conferencia de prensa ofrecida en Porto Alegre, Brasil, 25 de enero de 2003. En: Chávez, Hugo. (2003). El golpe fascista contra Venezuela. La Habana, Cuba: Ediciones Plaza.
[2] Editoriales y otras notas. “Correo del Orinoco”. En Grases, 1968: 263-264.
[3] Revenga, José Rafael. (1820, 6-17). Diferencie entre el demagogo y el patriota. En: Grases, 1968: 100-101.
[4] Queseras del medio. Boletín del Estado Mayor General del Ejército Libertador de Venezuela, del día 3 de abril de 1819.  En: Grases, 1968: 130-131.
[5] Palabras de José Martí. En: Blanco, 2000: 5.
[6] Páez, t. II, (1973): 455.
Por las sabanas apureñas durante un Aló, presidente

Apure se le alojó en el pecho para siempre. Ese testimonio lo recogen
su palabra quebrada y sus lagrimas vertidas durante su última campaña electoral.
Por ninguna otra tierra se le vio llorar...

Frente a frente con Cristobal Jiménez ¿Cuántas veces cantaron
Poesia, copla y sabana?