Achaguas: Conmemoración de los 200 años de la salida del Ejército de Apure... Foto Belkis Hernández. |
LA SALIDA DE ACHAGUAS DEL EJÉRCITO DE APURE
EN EL CONTEXTO DE LA CAMPAÑA MILITAR DE 1821
(Crónica)
(San
Fernando de Apure, 1971
Programa
Radial Especial
de la
Fundación Rómulo Gallegos,
transmitido conjuntamente por las emisoras
Voz de Apure y Radio Difusora del sur)
Un Joven
locutor
de voz educada
en el canto
anuncia
que el de hoy
será un
programa muy especial
por la
razón primera
que en
lugar de festejar
el
centenario y medio que hoy
cumple
la hazaña de Carabobo
este
programa quiere salirse
de la
rutina y en lugar de los 150 años
conmemora
el bicentenario de Carabobo
De
manera rotunda el locutor
coloca
todo el énfasis de su voz
en el
panel convocado
señalando
que O’Leary, Páez,
González
Guinán, Gil Fortoul
y Ramón
Díaz Sánchez
están en
la emisora
y es muy
probable
contar
con la incorporación
de Julio
César Sánchez Bolívar
y los
jóvenes Méndez Echenique
y Adolfo
Rodríguez
y la del
formidable ensayista
José
Carrillo Moreno
El
locutor aludiendo la férrea dictadura
el
atropello del reloj en la radio
esgrime
un fragmento que él tilda
de
excepcional de Guillermo Morón
—Carabobo
no es sólo una batalla,
sino
ante todo una magistral campaña,
con
unidad, estrategia, organización.
—Cuando,
finalmente,
después de fallidos intentos,
el
pueblo de Maracaibo logra
sumarse
a la causa republicana
gracias
al pronunciamiento
del 28
de enero de 1821,
la
situación de los republicanos
cambia
favorablemente.
—En
efecto, el armisticio
firmado por Bolívar y Morillo
en Santa Ana de Trujillo
(26-27 de noviembre de 1820),
por lo
cual se suspendía
la
guerra temporalmente,
quedó
roto
y se
dispusieron realistas y republicanos
a la
reanudación de las hostilidades.
—Por
primera vez en larga guerra de emancipación
se logra
una confluencia adecuada de las fuerzas,
cohesionados
los ejércitos
de origen
llanero
oriental
y central
en uno
solo.
El
Ejército Libertador
está entrenado,
disciplinado
y equipado.
Dando
por agotado el preámbulo
el
locutor invita a O’Leary
hacer
uso de la palabra
y lo
conmina a recrear
hasta donde le sea posible
todos
los hechos, los movimientos
las
órdenes que desembocaron
en la
Batalla de Carabobo
de la
que estamos hoy
conmemorando los 200 años
O’Leary
se queja de la edad
y
agradece la oportunidad
de
dirigirse al Apure…
Invoca
en primer lugar
que para
esta fecha
Bolívar
da por descartada
la posibilidad
de
obtener la Independencia
por
medios pacíficos
y en
segundo lugar,
considera
consumado
el
objetivo de la preparación
del
ejército a la altura
de
colocar todas las cartas
en una
batalla decisiva
como
resultó ser Carabobo…
—El 5 de
Enero de 1821 —escribe O’Leary
llegó el
Libertador á Bogotá
y resolvió
relevar á Valdés
del mando del ejército
y de la dirección de los negocios en el sur
fijándose
en Sucre.
Un mes
después
más
exactamente
—á
principios de Febrero.
se puso
en marcha para el norte
y Antes
de llegar á Cúcuta,
tuvo
noticias de la solicitud
de
auxilio de los habitantes de Maracaibo
a las
tropas colombianas
en el
sostenimiento
del
pronunciamiento contra el yugo español.
—No se
vaya a pensar
que este fue un hecho espontaneo
observaron
desde el panel…
—Si es
correcto… —señaló O’Leary
aquello
era fruto de la influencia de Urdaneta
pero en
fin,
el
teniente coronel Las Heras
pasó a
ocupar a Maracaibo…
y dio
entonces un cruce epistolar
entre
Bolívar y La Torre
que
sustituyó en el mando a Morillo…
en que
el segundo jefe protestaba
la
violación del armisticio
—Bolívar
le escribió a La Torre
el 10 de Marzo
y sobre
la consideración
“La
necesidad es la ley primitiva,
la más
inexorable de todas;
á ella
tengo que someterme.”
le
anuncia el rompimiento de hostilidades…
—La
Torre contestó
que el 28 de Abril cesaría la
tregua,
porque
ni él ni los comisionados españoles
estaban
autorizados á reconocer la independencia…
Ordenó
entonces El Libertador
al
coronel Plaza garantizarle cuarteles
en la ciudad de Barinas al cuerpo de su mando
Encarecidamente
le recomendó a las tropas
—Soldados! Interponed vuestros pechos
entre los rendidos y vuestras armas
victoriosas,
y mostraos tan grandes
en generosidad
como en valor.
O’Leary
narra que al modo de intervalo
el
Libertador viene a los llanos de Apure
a
entenderse con Páez
acerca de la próxima campaña.
Y añade
sobre el plan a desarrollarse
—Encargó
al general Soublette,
de la
dirección de la campaña de oriente,
prescribiéndole
la marcha sobre Carácas
al
espirar el término del armisticio
y que
procurarse apoderarse de la capital
á mediados de Mayo.
—Dio
instrucciones al general Urdaneta,
que
mandaba en Maracaibo,
de
moverse al mismo tiempo
á reducir á Coro
y
marchar luego por Barquisimeto,
hasta la
montaña del Altar,
en donde
debía reunírsele
el
cuerpo principal
del ejército de San Carlos.
—Páez
cruzaría el Apure en el paso de Nutrias,
y
siguiendo la dirección de La Guardia
que
conducía el coronel Ambrosio Plaza,
se
uniría con la división de Urdaneta
en el punto indicado.
Hechos
estos arreglos,
volvió el Libertador
á
Barinas
á
esperar el término de la tregua.
Este
tiempo de espera lo aprovechó
—como
era su costumbre,
repitiendo
á todos
y á cada uno
de aquellos jefes,
las
órdenes que les había dado
anteriormente.
Y es
destacarse
que
—Antes de emprender
operaciones
dirigió
una proclama al ejército
y otra a
los españoles
exponiendo
las razones que le asistían
en la
renovación de las hostilidades.
A sus
¡Soldados! les promete
—Sufrirá
pena capital
el que infringiere
cualquiera
de los artículos
de la
regularización de la guerra.
Aun
cuando nuestros enemigos
los quebranten,
nosotros
deberemos cumplirlos
evitando
así
—que la
gloria de Colombia
se mancille con sangre.
Y a los
¡Españoles! les dijo
—Vosotros
venís á degollarnos,
y
nosotros os perdonamos:
vosotros
habéis convertido
en
horrorosa soledad
nuestra afligida patria,
y nuestro
más ardiente anhelo
es volveros á la vuestra.
El
locutor dirigiéndose a Páez
inquiere si desea agregar o subrayar
algo de
la exposición
del inequívoco O’Leary
—La
ocupación de Maracaibo
por
las tropas de Urdaneta,
al mando
del teniente coronel
José Rafael Heras,
que
entró en dicha plaza
de acuerdo con su gobernador,
el
venezolano Francisco Delgado,
dio
origen a una protesta
por
parte del jefe de los realistas;
y como
no le contestase Bolívar
de una
manera satisfactoria,
declaró
abierto
a partir del 28 de abril
—de
nuevo la campaña
y así
comenzó las hostilidades,
suspendidas
por el armisticio
celebrado
el año anterior.
…yo
recibí orden de Bolívar
de
marchar
con el
ejército de mi mando
a
reunirme
a su cuartel general
en Guanare…
Momento
en que el locutor
propuso
a Páez una pequeña pausa…
al
tiempo que Gil Fortoul manifestó
—Bolívar,
después de un rápido viaje
a Barinas
volvió a Bogotá (5 de enero, 1821),
y
conforme al tratado de Trujillo,
se
apresuró a nombrar
dos plenipotenciarios:
José
Rafael Revenga,
Ministro
de Relaciones Exteriores,
y José
Tiburcio Echeverría,
Gobernador
de Bogotá,
con
orden de viajar a España
a
negociar la paz,
siempre
que se reconociese
la independencia de Colombia.
Persuadido
Bolívar
de que el destino
de toda
gestión pacifica
se
estrellaría
contra
la intransigencia del Rey
Desde
Trujillo, Bolívar pretextando
las
causas de las enfermedades
y
la falta de mantenimiento
en el
diezmado de sus tropas en el llano
le
participa a La Torre el 5 de marzo
el
reinicio de hostilidades
—y el 10
desde Boconó,
le anuncia
que
marchaba
a Barinas
y San Fernando,
cuarteles del ejército,
donde
esperaría
sus
nuevas proposiciones de paz,
en caso
de tener
por base la Independencia,
y que de
lo contrario, continuaría la guerra.
La Torre
contestó desde Caracas
el 19 de marzo,
que en cumplimiento
del artículo 12
del
tratado de Trujillo
las operaciones militares
comenzarían el 18 del próximo abril…
Gil
Fortoul convoca la atención de la audiencia
hacia el
aserto según el cual
—Las
probabilidades estaban
realmente
por Colombia.
Y pasó a
inventariar el territorio
bajo el
control de las fuerzas beligerantes
—El 28
de abril,
día fijado para las hostilidades,
el
ejército español no dominaba
sino
la plaza de Cumaná
y
el territorio de la Provincia de Caracas
comprendido
entre el río Unare,
en la frontera oriental,
y la
ciudad de Guanare
por la parte de Occidente.
Desde
ambos extremos
se adelantan
a un
tiempo los patriotas.
—Bolívar
ocupa sucesivamente
las
plazas de Guanare y San Carlos,
que el
enemigo abandona sin pelear,
y detiénese en la última
hasta mediados de junio,
aguardando
la división de Páez,
retrasada en los llanos.
Soublette,
a
la sazón Vicepresidente
de Venezuela,
dirige
las operaciones de Oriente,
y el propio 28 de abril
ordena a Bermúdez,
comandante de la división
acantonada a orillas del Unare
(más o menos 1.000 hombres),
que
invada la Provincia de caracas,
siguiéndole él a distancia…
pero el
locutor interrumpe a Gil Fortoul
prometiéndole
en breve retomar
su hilo
narrativo e invita
a González
Guinán a terciar
en el
diálogo con los apureños
del que
sostiene que no hay
ningún
sanfernandino
que no
esté escuchando el programa
según el
reporte del Director…
González
Guinán remitiendo
a la
consulta de su historia
comienza
por señalar
refiriéndose
a Bolívar
—Vuelve
a
principios de febrero
hacia Cúcuta;
y
presintiendo
que
ni el armisticio
ni
una carta que dirigió a Fernando VII
pidiéndole
el reconocimiento de Colombia
habrían
de dar satisfactorios resultados,
dirige
sus disposiciones
a preverlo
y reorganizarlo todo…
—una
última…
—definitiva campaña
Era el
génesis de Carabobo.
Va a
Barinas y al Apure.
A
Ambrosio Plaza le ordena
ocupar aquella ciudad.
A
Soublette lo encarga
de —la
campaña del oriente de Venezuela
y la
ocupación oportuna de Caracas.
A Rafael
Urdaneta
lo manda a moverse
de Maracaibo hacia Coro
y de Barquisimeto
hasta la montaña del Altar.
A Páez le ordena seguir la ruta de Plaza
hasta este último punto.
Y añade
González Guinán,
que con
el anuncio
—de la
reapertura de las hostilidades
Bolívar
profetiza la victoria final.
y pasa a
describir
—Los
realistas abandonan
poco a poco
sus posiciones del Sur,
y las
tropas republicanas
van avanzando;
ocupan a
Guanare,
después
a San Carlos;
en tanto
que las tropas españolas,
regidas
por Latorre,
se
concentran
en
las cercanías de Valencia…
En este
momento entra el locutor
—Ud.
comenta en el primer tomo
que “El
armisticio concluyó el 28 de abril,
sin
resultado para la anhelada paz.”
y sin
demora pide a O’Leary
continuar
su relato
Enseguida O’Leary describe
que En
la mañana del 23 de Abril
un
destacamento
de la caballería colombiana
pasó el
río Santo Domingo,
—atacó y
derrotó
las avanzadas realistas
en Boconó,
haciéndoles
algunos prisioneros.
Y que
—Inmediatamente después
la
división del coronel Plaza,
á
las ordenes del Libertador,
invadió el territorio
ocupado por los españoles.
Subrayándole
a la audiencia
—Así
comenzó la campaña de 1821.
Y como
quien habla siguiendo un guión
pasó a
detallar sin ayuda memoria
—La
quinta división realista
acantonada en Guanare,
y regida
por el coronel Herrera,
se retiró á San Carlos,
á
consecuencia
del movimiento
de los independientes,
y luego
al punto entró La Guardia
en aquella villa,
donde
sólo se detuvo lo suficiente…
—que
demandaba el descanso de la tropa…
la cual
—marchó en seguida sobre San Carlos,
a su vez
—evacuada por los realistas,
cuya
retaguardia
cambió algunos tiros
con un
escuadrón de caballería
mandado
personalmente por Bolívar.
Luego de
un breve respiro O’Leary
expresó
que en San Carlos
—fijó su
cuartel general
a la
espera de la incorporación
de las divisiones de Páez
y de Urdaneta,
que
debían marchar contra La Torre,
quien
había concentrado
sus fuerzas en las cercanías de Valencia.
A
instancias del locutor
O’Leary
precisa
sobre la
tarea encomendada
a la
División de Urdaneta
Efectivamente
—El
general Urdaneta
ocupó
los Puertos de Altagracia
el 28 de
Abril
y a Coro
el 11 de
Mayo…
y guió
para el cuartel general del Libertador;
pero
tanto las dificultades del camino
como una
enfermedad que le atacó,
determinaron
la lentitud de sus movimientos
y le
impidieron
efectuar
su
reunión en tiempo oportuno.
Y el
locutor emocionado,
ansioso,
una vez
cumple su rol
—¿Y en
cuanto al jefe de los llanos?
O’Leary
sin reserva pasó a precisar
—El
general Páez tuvo también
obstáculos que superar,
y no
pudo llegar á San Carlos
hasta mediados de Junio.
Pero el
locutor dirigiéndose a Gil Fortoul
pregunta,
—¿Qué destacaría Ud.
de la misión de Bermúdez?
En el
segundo de los intentos, —Los españoles,
al mando del brigadier Pereira,
destrozan
a Bermúdez en las calles de Caracas
el 23 de junio, obligándole a escaparse
por el camino de Petare.
Se
deduce entonces, que Bermúdez
toma a
Caracas pero luego es derrotado.
¿Qué
tiene que añadir o comentar?
Gil
Fortoul manifiesta que a pesar de todo
—esta
campaña de Bermúdez
fue
favorable al plan general de los patriotas,
pues
distrajo una parte del ejército enemigo,
al
tiempo que estaba también amenazado
por la
vía de San Carlos a Valencia.
A la
hora misma…
—Ya
vuelvo con el historiador Gil Fortoul;
escuchemos
a O’Leary.
Ud. escribe
que —La
división de oriente
pudo ejecutar la parte
que se
la había señalado
en
el plan general de la campaña,
con más
puntualidad que las demás divisiones…
¿En qué soporta
esta afirmación?
—El
general Bermúdez derrotó
en Guatire
una
fuerza realista de 700 hombres
el 13 de
Mayo, y al día siguiente
ocupó la capital de Venezuela.
—pero
luego
El
general Morales
recuperó a Caracas…
¿Qué
ocurría en Apure y occidente?
El
general Bermúdez comenzó
las
operaciones al mismo tiempo
que
Urdaneta y Páez se movían
de
Maracaibo y de Apure…
—pero a
causa del retardo
de ambos Generales
en el
cumplimiento de sus tareas
—Morales,
con la mayor parte
de su fuerza
tuvo tiempo
de reunirse con La Torres
ántes
que el Libertador le atacase.
—Viéndose
de este modo
perjudicado
el plan general de la campaña…
Pero no
olvide Ud. —dice O’Leary
que —Con
más fortuna corrió
la
pequeña columna
del
coronel Carillo
en la
diversión
que hizo
por los lados de San Felipe;
porque
ignorando el general realista
—la
magnitud de su fuerza
—y con
el fin de contenerle,
separó
dos cuerpos de infantería,
á las
órdenes del coronel Tello,
el día 23,
cabalmente
cuando el Libertador
se hallaba
á pocas leguas
de su cuartel general.
El
locutor sugiere a O’Leary
regresar
a San Carlos…
—Allí se
organizó el ejército en tres divisiones.
La
primera al mando del general Páez,
compuesta
de dos cuerpos de infantería
y
1.500 caballos.
Mandaba
la segunda,
formada
de tres batallones de infantería
y
un escuadrón de caballería,
el
general Cedeño.
El
coronel Plaza regía la tercera,
que
constaba de cuatro batallones
de
La Guardia
y
un regimiento de lanceros.
El
general Mariño era el ayudante general.
El
locutor advierte que es mucho
lo que
tiene que decir el general Páez
—Ud. decía
haber recibido orden
de Bolívar
de
reunirse a su cuartel general en Guanare.
Ahora
bien,
general,
¿De dónde emprendió su marcha?
¿De qué
parte de Apure exactamente?
—El 10
de mayo salí de Achaguas
con mil infantes,
mil quinientos jinetes,
dos
mil caballos de reserva
y cuatro
mil novillos,
y crucé
el Apure por el paso Enriquero.
—¿Después
del cruce del río
Ud. aún
piensa seguir hasta Guanare?
—En el
pueblo de Tucupido
supe
que
Bolívar se había movido hacia Araure…
—Villa
que había abandonado Latorre…
—Latorre
se repliega a San Carlos,
punto
que también abandonó
cuando
supo que Bolívar
había ocupado a Araure,
retirándose
finalmente a Carabobo
donde se
proponía presentar batalla
a las tropas republicanas.
Páez añade
sin mencionar
lo del retraso
—Sabiendo
yo que el Libertador
llevaba
muy poca caballería,
dejé la
infantería al mando
del
coronel
Miguel Antonio Vásquez,
y con la
caballería
me adelanté
hasta San Carlos
donde
alcancé el general en jefe.
Y Ud.
dice que
—Incorporada
la infantería
y listos
para marchar,
se anunció al Libertador
el
arribo de un parlamento…
—¡Exacto!
El general Latorre
envió
dicho parlamento
con
el coronel español Churruca,
a quien
Bolívar,
pidiéndome que lo acompañara
—salió a
recibir en el pueblo de Tinaco,
que dista
cuatro leguas de San Carlos.
—¿Y qué
pretendía Latorre con esta jugada?
—El
objeto aparente de Churruca,
era proponer un nuevo armisticio;
pero el
real y verdadero
averiguar si aún
no me
había reunido yo con Bolívar
y en
caso contrario,
atacarlo inmediatamente.
—¿En qué
términos el coronel realista
justificó
allí la propuesta del nuevo armisticio?
—semejante
proposición
equivalía
a
renunciar a todo el terreno
que habíamos ganado.
—Entiendo
que las tropas republicanas
—se
retirarían a la margen derecha
de la Portuguesa,
cuyo río
sería la línea divisoria
de
los dos ejércitos enemigos
mientras
durase la suspensión de hostilidades…
¿Qué
otro hecho recuerda Ud.
en el preámbulo de la batalla?
—después
de su expulsión de San Carlos
y desde
principios de junio,
había el
enemigo concentrado
sus fuerzas en Carabobo,
y desde
allí destacaba sus avanzadas
en
descubierta hasta el Tinaquillo…
Hasta
que se envió por ellas
al
teniente coronel
José Laurencio Silva,
y
después del encuentro
en que murió
el comandante español
logró
hacerlas prisioneras.
—Pero ya
para este momento
los
realistas desalojan
las alturas
de Buenavista…
y antes
de otorgar la palabra
a Gil
Fortoul comenta
que a la
hora de la revista
—que se
pasó en Tinaquillo
el 23 de Junio
es
inventario de O’Leary
que Montaba
todas estas fuerzas
á 6.500 hombres
refiriéndose
a la fuerza de Bolívar.
Principia
el historiador por subrayar
que —A la hora misma
en que los orientales salían
derrotados de Caracas,
Bolívar
pasó revista en Tinaquillo
a 6.500 hombres.
(Mientras
a Páez lo obsesiona la distancia;
a Gil
Fortoul lo preocupa el tiempo).
El
historiador describe enseguida
—La
primera división,
compuesta
de los batallones
Bravo de Apure y británico,
éste con
su coronel,
impasible y heroico,
el inglés Ferriar,
la mandaba Páez
y la precedía con 1.500 jinetes.
—Cedeño
mandaba la segunda,
compuesta
de una brigada de la Guardia,
los batallones Tiradores, Boyacá y Varga,
y
un escuadrón de jinetes, el Sagrado,
a
cuya cabeza blandía su lanza
el
llanero Aramendi.
—La
tercera, a las órdenes de Ambrosio Plaza,
la
componían otra brigada de la Guardia,
y los
batallones Rifles
(mandado por el inglés Sandes),
Granaderos,
Vencedor de Boyacá
y Anzoátegui,
con el
regimiento de caballería
de otro llanero
impetuoso,
Rondón.
Mariño,
ya
sumiso a Bolívar,
era jefe del estado mayor.
El
locutor resuelto a saldar la larga espera
en
la que mantenía a González Guinán
le pide
una breve síntesis comprendida
entre el
28 de abril y el amanecer del 24 de julio…
Le
recuerda el momento de la interrupción
de la
conclusión del armisticio
sin resultado para la anhelada paz.
En
consecuencia —Cada beligerante acopió
sus mayores elementos para una batalla.
El jefe
realista,
Latorre,
resolvió
hacer de la sabana de Carabobo,
punto equidistante
entre Tinaquillo
y Valencia,
una ciudadela,
donde
concentró
sus infanterías,
caballerías
y artillería.
—El
Libertador, multiplicado
en
sabias disposiciones militares,
marchaba en busca del adversario.
Después
de angustiosa
espera
y de repetidas órdenes,
llegan a
San Carlos las infanterías
que
había aglomerado en Apure,
mandadas
por Páez,
quien trae,
además,
una
numerosa caballería.
Reorganizado
allí
el ejército republicano,
avanza
hacia el Tinaco,
después a Tinaquillo,
donde el
Libertador
pasa
revista a sus 6.500 soldados.
Al
amanecer del 24 de junio,
día domingo,
la
vanguardia se apodera
del
punto llamado Buenavista.
Los tres
Jefes divisionarios
Páez, Cedeño y Plaza,
preceden
a ejecutar los movimientos
por el
Libertador ordenados;
comienza
la lucha
de un modo terrible
a las 11 de la mañana,
y dos
horas después estaba ganada
por el Ejército colombiano
la gran batalla de Carabobo,
que se
aseguró la existencia de la nueva República.
—¿Qué
tiene que añadir el general Páez?
¿O cómo
fueron los hechos
según su mirada de protagonista?
De
Tinaquillo el ejército patriota se mueva
hacia
las alturas de Buenavista.
Los patriotas la ocupan…
Páez animado
dice
—desde
allí observamos
al enemigo
volcado
a evitar nuestro descenso a la llanura.
Nosotros
continuamos nuestra marcha.
—¿Cuando
Ud. dice nosotros
a quienes se refiere?
¿O con
quiénes se lanzó Ud. por el descenso?
—La
primera división, a mi mando,
se
componía
del batallón Británico,
del Bravo de Apure
y mil quinientos caballos.
La
segunda,
de una brigada de la Guardia,
los batallones tiradores,
el escuadrón Sagrado
al mando
del impertérrito
coronel Aramendi,
y los
batallones Boyacá y Vargas…
—El
general Cedeño,
a quien Bolívar llamó
el bravo de los bravos,
era el
jefe de esta segunda división.
—La
Tercera,
a las órdenes
del intrépido coronel Plaza,
se
componía
de la primera brigada
de la Guardia,
con los batallones
Rifles,
Granaderos,
Vencedor en Boyacá,
Anzoátegui
y un
regimiento de caballería
al mando del valiente coronel
Rondón.
—¿Y del
enemigo no tiene alguna consideración?
—El
ejército español que nos aguardaba
se
componía
de la flor
de las tropas
expedicionarias,
y sus jefes habían venido a América
después
de haber recogido
muchos laureles
en los
campos de la Península,
luchando heroicamente
contra
las huestes de Napoleón
—Los
invito a detenernos en lo posible
en este
contexto inmediato de las acciones…
¿Qué
recuerda Mr. O’Leary del paisaje
que antecede
a Carabobo y del propio campo…?
—Al
rayar el alba del 24
emprendió marcha el ejército libertador.
Cuando
llegaba á la altura de Buenavista
se
disipaban lentamente las brumas
que
envolvían la llanada,
donde
estaban los realistas
ya formados
en batalla.
La
escena era interesante.
Seis
columnas de infantería
y tres
de caballería
ocupaban la planicie de Carabobo
y
algunas de las colinas que la rodean,
listas á
marchar en cualquiera dirección
en
que se moviesen los colombianos,
dispuestos
a disputarles la entrada en la llanura.
Los
oficiales del estado mayor español
la
recorrían en todos sentidos al galope,
como
dando órdenes
á los
comandantes
de los
diferentes cuerpos;
mientras
otros con el anteojo
observaban
los
movimientos del ejército republicano.
Aquí y
allá
se veían
grupos á pie
y á caballo,
aparentemente
discutiendo
sobre
las intenciones del enemigo,
y
algunos tendidos
en
el suelo reposaban indolentemente.
—Todavía
a mediados del siglo XIX
eran dos
los caminos que llevaban a Carabobo
del
llano a Carabobo
o de Carabobo al llano…
¿Qué
recuerda de esto en el momento de la batalla?
—Son dos
los caminos
que conducen á Carabobo
por la parte del sur,
uno el de San Carlos
y
otro el del Pao…
—¿Quiere
decir esto que la ventaja
en
cuanto a la pertenencia de la posición ocupada
en el
campo de batalla beneficiaba a los realistas?
O’Leary
busca la respuesta en una imagen contundente
—de
suerte que con un movimiento
de flanco
podían
los realistas
concentrar inmediatamente
la mayor parte de sus fuerzas
sobre el punto atacado.
Ambas
entradas á la llanura
estaban bien defendidas,
especialmente
la del camino de San Carlos,
en donde
La Torre había colocado su artillería…
Ya regreso
con Mr. O’Leary…
El
general Páez rememoraba
el
cuadro de ese momento
en que
los libertadores
ocupaban
las alturas de Buenavista…
—¿Y de
allí cuál fue el próximo paso?
—Seguimos,
pues,
la
marcha llenos de entusiasmo…
—¿Y no
se sentían
usted y su tropa
víctima
del cansancio?
De
las fatigas del largo viaje…
—Te
respondo como ya está escrito
…teniendo
en poco
todas las fatigas
pasadas y presentes,
con
ánimo de salir a la llanura
por
la boca del desfiladero
en que terminaba
la senda que seguimos.
—¿Y Uds.
siguieron al ojo?
—pero como
viésemos ocupadas sus alturas
por los regimientos
Valencey
y Barbastro,
giramos
hacia el flanco izquierdo
con
objeto de doblar
la derecha del enemigo:
movimiento
que ejecutamos,
a pesar
del nutrido fuego de su artillería.
Ya
regreso con el general Páez.
Vamos
con el parecer de O’Leary…
La
opinión de Páez parece engancharse
al “Como
vaya viniendo, vamos viendo”…
El
ejército libertador ocupa a Buenavista
y
avanza… ¿Qué tiene Ud. que añadir?
—Habiendo
reconocido el Libertador
la posición enemiga
y convencídose
de que
La Torre sólo esperaba el ataque
de frente,
ordenó
al general Páez
que
se internara por un atajo
angosto
y escabroso
que arranca á la izquierda
del camino
de San Carlos
y cayera
sobre la derecha del ejército realista.
—Y dicho
esto se pasó a la acción…
—El
movimiento se ejecutó con la celeridad
que la naturaleza del terreno lo permitía;
pero los españoles tuvieron tiempo
en oponer una obstinada resistencia.
—¿Qué
tiene que añadir
o reparar el general Páez?
O’Leary
dice que Ud.
cumplió
con la orden
de Bolívar…
¿Estas
son las primeras manifestaciones del plomo?
—Dejando
el general español
los dos regimientos…
—Valencey
y Barbastro —complementa el locutor.
—Tal
como lo señalo en mis memorias…
… a la
boca del desfiladero,
salió a disputarnos
con el resto del ejército
el descenso al valle…
Y Ud.
dice que detrás de este objetivo,
el
enemigo
“ocupó una pequeña eminencia
que se elevaba a poca distancia
del punto por donde
nos proponíamos
entrar en el llano,
que era
la Pica de la Mona,
conducidos
por un práctico
que
Bolívar había tomado en Tinaquillo.
—Este ha
sido un asunto muy polémico…
—No
recuerdo más de lo escrito…
Tengo que decir
El
batallón de Apure resistiendo
vigorosamente
los
fuegos de la infantería enemiga,
al bajar
al monte,
atravesó un riachuelo
y mantuvo el fuego
hasta que llegó la Legión Británica
al mando de su bizarro coronel Farriar.
Y en
tono destacado añade el general
—Estos
valientes,
dignos compatriotas
de los
que pocos años antes
se habían
batido
con
tanta serenidad en Waterloo,
estuvieron
sin cejar un punto
sufriendo
las descargas enemigas
hasta
formarse en línea de batalla.
Lo
invito a una pequeña pausa, general.
Ya en
este momento comenzó la batalla
¿Mr.
O’Leary qué puede arrimar…
en este
afán
de comprender
y explicar a Carabobo?
—La
infantería colombiana,
después de pasar el desfiladero,
que
apenas permite la marcha
de dos hombres de frente,
tuvo que
formar bajo un fuego mortífero,
y trepar
luego
una barranca
elevada
y casi perpendicular,
coronada
además por numerosas guerrillas.
El
batallón Apure,
que
marchaba á la cabeza de la columna,
á pesar
de su denuedo
no pudo resistir
al número de los contrarios
y ya casi cedía,
cuando
llegó en su auxilio
el batallón Británico,
que entró en formación,
y marchando en buen órden,
dio una brillante carga
á la bayoneta
y se
adueñó de la altura,
lo
que permitió
al valeroso Apure
rehacer
sus filas
y volar
á
su vez
en auxilio
del Británico.
Algunas
compañías
del batallón Tiradores,
de la
segunda división,
llegaron oportunamente
á reforzarlos,
y con su
apoyo lograron
conservar
la posición
tan bizarramente ganada,
aunque á
costa de mucha sangre.
En menos
de un cuarto
de hora
la tercera parte
de la
fuerza de estos batallones
quedó
fuera de combate.
El
coronel Ferrier,
el mayor Davy
y muchos
otros oficiales
yacían en el campo
mortalmente heridos.
Los
realistas,
reforzados
por dos batallones
y una fuerte
columna de caballería,
se rehicieron;
pero ya
las divisiones colombianas
habían
pasado el desfiladero
y
entraban en la llanura
por
dos puntos.
La
caballería dio
una vigorosa carga
y puso en fuga
la de los realistas,
cuya
infantería
cedió
también el terreno,
y
batallones enteros se rindieron.
Apenas
el locutor vio hacia el general…
Páez sin
titubear volvió a la altura del corte…
justo en
el momento
de la incorporación
de la legión Británica…
y
comenzó por arrimar a su exposición
que
en el momento de la pelea
—viendo
que ya estaban escasos de cartuchos,
les
mandé cargar a la bayoneta.
—Y fue
entonces que ellos…
—el
batallón Apure
y dos compañías de tiradores,
mandados
por
el heroico
comandante Heras,
obligaron
al fin al enemigo
a abandonar
la eminencia
y tomar
nuevas posiciones
en otra inmediata
que se
hallaba a la espalda.
De allí
envió
contra
nuestra izquierda
su caballería
y el batallón de la Reina,
a cuyo
recibo mandé yo
al coronel Vásquez
con el estado mayor …
—Disculpe
General…
¿Cuál era la
extensión
en cifra
de este estado mayor?
—treinta
y cuatro individuos,
entre
jefes y oficiales
agregados a él.
—Decía
Ud. que mandó al coronel…
—Al
coronel Vásquez con el estado mayor
y una
compañía de la Guardia de Honor,
mandada
por el capitán Juan Ángel Bravo…
—¿Y
cumplieron ellos con el encargo?
—lograron
rechazarlos…
—Pero no
sólo eso.
Ud. escribe
“y
continuó batiéndose
con la caballería enemiga
por su espalda.”
Y digo
también que
—Este
oficial, Bravo,
luchó con tal bravura
que se
veían después en su uniforme
las
señales de catorce lanzazos
que
había recibido en el encuentro,
sin que
fuese herido,
lo que hizo decir al Libertador
que
merecía un uniforme de oro.
—Ya
tenemos
un botón
para el anecdotario
de la
batalla de Carabobo….
Pero
¿Qué vino después de lo que Ud.
describió
de rendición de batallones enteros?
—refiriéndose
a O’ Leary
y
proporcionándole un agarre
—La
Torre, abandonando
su artillería
se retiró
con la reserva…
—La
Torre,
abandonando
su artillería
se retiró
con la reserva
y parte de la caballería.
—Entiendo
que Bolívar salió…
—El
Libertador le persiguió
con Granaderos,
Rifles
y la caballería
de Páez,
pero
era
tanta
la disciplina
de
la infantería
española
y tanta la habilidad
con que la condujo
el
general realista,
que pudo recorrer
en buen órden
una distancia
de seis leguas
en país abierto,
cortado
de
trecho en trecho
por
profundas quebradas
y
bosque,
sin
mayor pérdida,
á
pesar de las repetidas cargas
de
la caballería colombiana,
animada
con el ejemplo
del denodado Páez
y la
presencia del mismo Libertador.
—Ud.,
por
su
parte,
General ,
escribe
“Los
batallones realistas
Valencey y Barbastro,
viendo
que el resto del ejército
iba perdiendo terreno,
tuvieron
que abandonar su posición”
¿Hacia
dónde buscaron ambos batallones?
Fueron a
—reunirse al grupo del ejército.
Corrí yo
a
intimarles
rendición,
acompañado
del coronel Plaza
que,
dejando su división,
se
había reunido
conmigo,
deseoso
de tomar parte
personalmente
en
la refriega.
Durante
la carga,
una bala
hirió
mortalmente
a tan valiente
oficial
que allí
terminó
sus
servicios a la patria.
—Entiendo
que Ud.
también
estuvo
a punto de perecer…
—Reforzado
yo
con trescientos
hombres
de caballería,
que salieron
por el camino real,
cargué
con ellos a Barbastro
y tuvo que rendir armas:
en
seguida
fuimos
sobre
Valencey
que iba
poco distante
de aquel otro
regimiento
y que,
apoyándose
en
la quebrada
de
Carabobo,
resistió
la carga
que
le dimos.
—¿Y fue
allí General…?
—En esta
ocasión
estuve yo
a pique
de no
sobrevivir
a la victoria…
Aquí
me
acometió
repentinamente
aquel
terrible ataque
que
me privaba
del sentido,
me quedé
en el ardor
de la carga
entre
un tropel
de enemigos,
y tal
vez hubiera sido muerto,
si el
comandante
Antonio Martínez,
de
la caballería de Morales,
no me
hubiera
sacado de aquel lugar.
—¿Puede
ahondar
en esta
mala jugada?
—Tomó el
comandante
Antonio Martínez
las
riendas de mi caballo,
y
montando
en las ancas de éste
a
un teniente
de los patriotas
llamado
Alejandro Salazar
alias
Guadalupe…
ambos
me
pusieron
en salvo
entre los míos.
Todavía
estoy
por saber
el motivo
que moviera
a Martínez
para
ejecutar
aquel
acto inesperado
y para
mí providencial.
El era
llanero de Calabozo,
y
siempre
sirvió a los españoles
desde
los tiempos de Boves,
con
justa fama
de ser
una
de
sus más
temibles
lanzas.
Estuvo
con nosotros
la noche
después
de la acción
de Carabobo,
pero
no amaneció
en
el campamento.
—Creo
haber leído
que este
es también
el
momento
en
el que
también
cae Cedeño…
—el
valiente general Cedeño,
inconsolable
por no haber
podido
entrar
en acción
con las tropas
de su mando,
avanzó
con un piquete
de caballería,
hasta un cuarto de milla
más allá de la quebrada,
alcanzó
al enemigo,
y al
cargarle
cayó
muerto
de un balazo.
—¿Y
a quién
vio
Ud.,
General,
a su lado
cuando recobró el sentido?
—A
tiempo que yo
recobraba el sentido
se me reunió Bolívar,
y en
medio de vítores
me ofreció
en nombre
del Congreso
el grado
de general
en
jefe.
—Mr.
O’Leary,
Ud. dice
que “Los infantes españoles
estaban
en mejor estado
que los de los patriotas.”
Y
enumera
no
habían entrado
en pelea durante el día,
ni
sufrido las fatigas
de
las penosas marchas
de
la campaña,
que
tanto habían quebrantado
al soldado colombiano,
y sus caballos…
Y —no
obstante estas ventajas
el batallón Valencey
fué el único cuerpo
que
logró llegar á Valencia.
En vano
se esforzó el Libertador
por impedirlo…
—ordenó
que quinientos infantes
de Granadero
y Rifles
montasen
á caballo…
—pero
era
ya casi
de noche
cuando
se divisó
el cuerpo
que iba
en retirada,
y
gracias
á
lo agrio
del
terreno
y á la
oscuridad
que
vino
en su auxilio,
pudo
librarse de la persecución.
—General
Páez,
¿Qué hizo Ud.?
después de recobrar
el sentido …
—Apenas
repuesto del ataque
animé a
mi infantería
a continuar
la persecución;
pero
Bolívar sabiendo
que
aquella arma
había agotado
en el combate
todas sus municiones,
mandó
que hicieran alto
hasta
que
los batallones
Rifles
y Granaderos
se
colocaran
por
delante
para
perseguir al enemigo.
En estos
momentos
comenzó a caer
una copiosa lluvia,
—y se
tornaron…
—las barrancas de las quebradas
que
íbamos cruzando,
tan
sumamente resbaladizas,
que no
podíamos perseguir
al enemigo
con la
celeridad que deseábamos,
y sólo
así pudo librarse Valencey
y los
restos del ejército español
de ser
hechos prisioneros.
—Pero
este pareciera
uno de los momentos
de
grandes pérdidas…
—Acosaban
de cerca al enemigo
sólo cincuenta
hombres
de caballería
y unos cuantos
jefes y oficiales
que
habían dejado sus cuerpos
—¿ansiosos?
—de alguna manera tener parte en la victoria.
—Y este
costo parece elevado…
—Varios
fueron heridos,
entre ellos
el
comandante
José de Lima,
portugués.
El
coronel Mellado
cayó
muerto
en la
quebrada de Barrera,
así como
el teniente
Olivera en Tocuyito.
—¿A qué
alturas Bolívar ordena
a la
infantería montar a caballo?
—viendo
Bolívar
que ya el enemigo
se acercaba
a la ciudad
de Valencia,
dispuso
que doscientos granaderos
montasen a la grupa
de los jinetes
de
manera de ir al trote
y a
alcanzar al enemigo
que encontraron desfilando
por
la orilla de la ciudad,
camino
a Puerto Cabello.
Cambiamos
algunos tiros con él
en los corrales
que están a la entrada
de las calles de Valencia,
y yo
creyendo
que iba
a hacerse
fuerte
en el
centro de ella,
me metí
hasta la plaza
que
halle
enteramente desierta.
Todas
las puertas y ventanas
de las casas
estaban cerradas
y no se veía ni una sola persona…
—Y ese instante
que Ud.
buscaba
el
camino de Puerto Cabello…
—vino el
coronel Diego Ibarra,
edecán de Bolívar,
a
decirme que el enemigo
estaba
en el puente
que de Valencia
conduce
al camino de Caracas…
Volví atrás…
Cargamos entonces
a los
que estaban en el puente,
matamos
a los dos húsares
que nos habían
hecho fuego
poco antes,
y
pusimos en desordenada fuga
a todos
sus compañeros
que a escape
huyeron
por el
camino de Vigirima
en
dirección a Puerto Cabello.
En aquel
momento llegó la noche,
y el
Libertador mandó
a suspender
la
persecución…
—Mr.
O’Leary
¿Qué puede comentar
en
cuanto a la magnitud
del
ejército realista?
—La
fuerza española
era un poco inferior
a la republicana,
pero
apenas
la mitad de esta se batió…
—¿Y en
cuánto a pérdidas?
—mucho mayor la de los patriotas
en jefes y oficiales:
en las
filas
sólo la primera división
y el batallón Tiradores
de la segunda
sufrieron
numerosas bajas.
Cedeño y
el coronel Plaza,
comandantes
de la segunda
y tercera,
representaron
dignamente
la bravura heróica
de sus
respectivos cuerpos
y
cayeron
víctimas
de su arrojo.
—¿Qué
puede decirnos de ambos?
—Plaza
era
un joven
de grandes esperanzas.
Cedeño
se distinguía
más
por su
extraordinario
valor
que por
sus conocimientos.
La
muerte de estos dos jefes
fue
justamente llorada en el ejército.
—General
Páez,
regresemos al contexto
en el
que suspenden la persecución…
¿Esa
misma noche los realistas
llegaron
a Puerto Cabello?
—El
ejercito realista,
fatigado
de la marcha precipitada
que había hecho desde Carabobo,
pasó la
noche al pie del cerro,
a
tres leguas de Valencia,
y la
mañana del día siguiente
empezó a subirlo
y
logró entrar
en la plaza de Puerto Cabello.
—Ahora
bien,
¿Qué
puede comentar Ud.
del
número de sus oficiales
caídos en la batalla?
—De mi
estado mayor
murieron
Coronel
Ignacio Meleán,
Manuel Arraiz,
herido mortalmente,
capitán
Juan Bruno,
teniente
Pedro Camejo
(a) el Negro Primero,
teniente
José María Oivera,
y teniente
Nicolás Arias.
—Destaca Ud. en la Autobiografía
que “Entre
todos
con más cariño
recuerdo a Camejo,
generalmente
conocido
entonces
con el
sobrenombre
de “El Negro Primero”,
esclavo
un tiempo,
que
tuvo mucha parte
en
algunos de los hechos“
descritos
en sus memorias…
—¿Dónde
conoció
Ud.
a
Negro Primero?
—Cuando
yo bajé a Achaguas
después
de la acción del Yagual,
se me
presentó este negro,
que mis
soldados de Apure
me
aconsejaron incorporase al ejército…
… sus
mismos compañeros
le dieron el título
de El Negro Primero…
—¿En qué
momento cayó Negro Primero?
El
General suspira hondo y dice
—El día
de la batalla,
a
los primeros tiros,
cayó
herido mortalmente,
y tal
noticia produjo
después
un profundo
dolor
en todo el ejército.
Bolívar
cuando lo supo,
la
consideró
como
una desgracia
y se
lamentaba
de que no
le hubiese
sido dado
presentar
en
Caracas
aquel
hombre
que
llamaba
sin igual
en la sencillez,
y sobre
todo,
admirable
en el
estilo peculiar
en
que expresaba sus ideas.
—De esta
manera —estima El locutor
la mesa
está
lo
suficientemente servida…
Es el
momento de Gil Fortoul
presentar
una recapitulación …
o un
breve acto conclusivo…
sobre la
base de lo expuesto…
Páez,
O’Leary y González Guinán
pegaron
el oído en las palabras
que Gil
Fortoul comenzó a pronunciar
—En la
mañana del 24 de junio
avistaron
el
ejército de La Torres,
que
ocupaba la llanura de Carabobo
y colinas circundantes.
Eran los
realistas 5.000
repartidos
en seis columnas
de infantería
y tres
de caballería,
“situadas
de manera
que mutuamente
se
sostenían
para impedir
nuestra salida
a la llanura”.
Bajaban
los patriotas
por el camino
que atraviesa
el alto de Buenavista,
tan
estrecho
que apenas
les ofrecía
campo
para
desfilar,
y esto bajo los fuegos
de la artillería
e infantería
españolas.
Bolívar,
cambiando
su plan,
ordenó a la división
de Páez
que
flanquease el enemigo
por su derecha,
“que
parecía más débil”;
pero
“debíamos desfilar
por segunda vez
para
atravesar un riachuelo
que
separa la colina
en
que se había desplegado
nuestro
ejército”,
y otra
desde cuya cumbre
bajaron
al punto
cuerpos
enemigos
a
disputar el desfiladero.
“Allí se
rompió el fuego
de infantería,
sostenido
vigorosamente
por
ambas partes.
El
batallón Apure,
que logró al fin pasar,
no pudo
resistir solo
la carga que le dieron:
ya plegaba,
cuando
llegó en su auxilio
el batallón Británico
que le seguía”.
Este,
peleando a pie firme,
dio tiempo
a que se
reformase el de Apure,
y
reforzados ambos
con dos compañías
de Tiradores,
“decidieron
la batalla”.
En vano
la caballería enemiga
intentó
luego
arrollar
a nuestros llaneros,
que al
verse en campo abierto
se creían ya invencibles,
y vencieron.
“Batallones
enteros
se tomaron prisioneros;
otros,
arrojando sus armas,
se dispersaron
disueltos
por los bosques”.
Menos de
una hora
había durado la batalla.
La Torre
y
su segundo Morales
lograron
escaparse
merced
a la admirable
resistencia
del
primer batallón de Valencey,
que
formado en cuadro
por
su coronel
Tomás García,
se
retiró a Valencia.
“Nuestra
pérdida
no es sino
dolorosa
—escribió
Bolívar al día siguiente—:
apenas
200 muertos y heridos”.
Entre
los muertos
se encontró
a los
jefes
de la
segunda
y tercera
divisiones.
Cedeño
—agrega el Libertador—
“desesperado
de no poder
entrar
en la batalla
con toda su división
por los
obstáculos del terreno,
dio solo
contra
una masa
de infantería
(la del Valencey)
y murió
en medio de ella
del modo heroico
que
merecía terminar
la noble carrera
del bravo
de los
bravos
de Colombia…
Igual
dolor sufre la República
con la muerte
del intrepidísimo
coronel Plaza,
que
lleno de un entusiasmo
sin ejemplo
se
precipitó
sobre
un batallón
enemigo
a rendirlo”.
La
Torres
fue
a
encerrarse
en
Puerto Cabello
y
Bolívar siguió a Caracas…
En
celebración
de
las formidables
palabras
de Gil Fortoul…
el
locutor pasó
a leer
las
líneas
de
aquel
dedicados
a los caídos
en la batalla
—Camejo
descendía de esclavos;
Cedeño
era “Pardo”:
todos
supieron morir
con el mismo coraje
que el “mantuano”
Ambrosio
Plaza:
todos
fueron ya iguales
en el amor
y en el ideal
de la patria libre.
¡Cómo
no, si a semejante
altura moral
los había
levantado
el genio del Libertador!
Previa
alerta de enrumbarse
el programa
hacía los minutos de cierre;
el
locutor estima prudente
dedicar
estos minutos
a las
acciones del día “D” de la batalla
¿General
que hicieron Uds.
el día siguiente?
¿Hacia
dónde se dirigieron?
—El 25
de junio
Bolívar,
dejando a Mariño,
jefe del estado mayor,
al
frente de las tropas en Valencia,
marchó
conmigo
y un batallón
hacia Caracas…
—Entiendo
que la ocupaba Pereira…
—Pereira
la abandonó cuando supo
la
derrota de los realistas en Carabobo
y la proximidad del Libertador…
¿Y qué
pasó con este jefe realista?
—Al fin
tuvo
que capitular
con el Libertador
… el día
4 de julio cuando vio
que no
se presentaba en el puerto
ningún buque español.
—En la
Guaira se entiende…
¿Y Uds.
cuándo entraron en Caracas?
—llegamos
el 29 por la noche.
—¿Fue
larga su estadía aquí?
—A poco
de haber llegado a Caracas,
me
ordenó Bolívar
regresar a Valencia
a
ponerme a la cabeza del ejército,
y él se
quedó en la capital
conferenciando
con el vicepresidente,
general
Soublette,
acerca
de varios puntos
de gobierno
y administración.
Después
se reunió conmigo en Valencia,
y a
principios de agosto
marchó
para la Nueva Granada
con
algunos cuerpos del ejército,
dejando
dividida
provisionalmente
a Venezuela
en tres
distritos militares,
siendo
yo nombrado
comandante general
del que se formó
con las provincias
de Caracas,
Carabobo,
Barquisimeto,
Barinas
y Apure.
O’Leary
comenzó por precisar
que al
siguiente día de la batalla
el
Libertador había hecho
la
relación del triunfo
en una
carta al vicepresidente de Colombia
y el día
siguiente de la entrada a Caracas
recibió
Bolívar el parte oficial
—el 30 de Junio
por el coronel Pedro Briceño Méndez.
—¿Qué
día entró Bolívar a Caracas?
—El
Libertador llegó á Caracas
en la
noche del 29,
acompañado
solamente
del general Páez
y de su estado mayor.
Supo el
30 del movimiento de Pereira
y envió
al teniente coronel Ibarra,
su edecán,
con un
piquete de dragones á ocupar La Guaira,
lo que
verificó; pero á causa
de la contra marcha de Pereira,
tuvo que retirarse.
Noticioso
el Libertador
de lo que sucedía,
marchó á
aquel puerto
con las
fuerzas
que
habían llegado de Valencia.
Pereira,
perdida
toda esperanza de socorro,
se
entregó
en virtud
de la honrosísima
capitulación
que le
concedió Ibarra,
… aprobada por el Libertador.
El
cuerpo del coronel Tello,
más afortunado,
logró entrar en Puerto Cabello
ántes de
establecerse el bloqueo de la plaza.
Todo el
país,
con excepción
de esta fortaleza
y de Cumaná,
quedó
sometido al gobierno republicano.
Bolívar,
después
de
una
ausencia
de
siete años
de
pruebas, reveses y victorias
tuvo la dicha
de
volver triunfante
á su ciudad natal.
—Brevemente…
Mr. O’Leary…
¿Qué
puede comentar Ud.
de la
reacción del pueblo de Caracas
ante la
presencia de Bolívar?
—Casi
rayó en delirio
el entusiasmo
de los habitantes
de Carácas
al ver
entre ellos
el esforzado campeón
de la independencia americana.
Aunque
ya entraba la noche
cuando se supo
su llegada á la ciudad,
un
gentío inmenso
de todas clases
y condiciones
invadió
su casa
ansiosos de verle,
y no fue
sino después
de media noche
cuando
pudo escapar
de la grande ovación,
para
entregarse al descanso…
—Permanece
Bolívar
desde la
noche del 29 de junio
hasta el
1º de agosto
cuando
parte definitivamente
con destino á Bogotá…
Usted
estima de más breve aun
su estancia en la capital que la anterior ocasión…
Entre
Valencia y Caracas está ubicada…
—En el
camino principal
de Caracas á Valencia,
está
situada la valiosa hacienda de San Mateo,
que
había heredado de sus padres,
y que
era de todas sus propiedades
á
la que tenía Bolívar más apego,
por los
recuerdos que le traía á la memoria.
Allí
pasó la infancia con sus dulces encantos,
y luego
los días
apacibles y felices
de la juventud.
Más
tarde fué también
aquel sitio
memorable teatro
de sus glorias.
En esta
hacienda se detuvo
por algunos días,
entregado
á las grandes labores
de la vida campestre
á que tanto era adicto.
De los
mil esclavos que poseía
ántes de la revolución,
sólo
halló tres,
é inmediatamente les dio la
libertad.
—¡Este
es el Bolívar eclipsado por el culto heroico!
el menos
conocido
y así de esta manera creemos
el haber
brindado una mirada
sobe la
base del testimonio
tanto de
dos protagonistas
—de
dos que allí estuvieron
acompañada
de los aportes
de dos
grandes historiadores
del siglo
XIX…
Encargamos
a González Guinán
de
ofrecer una síntesis
de la
agenda cumplida por Bolívar
en el
contexto post- Batalla de Carabobo…
—La
victoria de Carabobo
abrió al Libertador
las
puertas de Caracas.
Allí se
ocupó en complementar
esa
victoria y en echar
las bases
de una
administración regular;
y después
de
haber dictado órdenes
para
rendir a los realistas
que
aún resistían en Puerto Cabello,
de
someter al Jefe español Pereira
y a sus tropas,
de
confiar al General Soublette
las
funciones
de Vicepresidente
de Venezuela
y al
General Páez el cargo
de Jefe civil
y militar
de la Provincia,
partió
de Caracas
el 1º de agosto
con
rumbo
a Bogotá,
por la vía de Valencia…
—¡Fíjese
nuestros oyentes!
a
quienes agradecemos la preferencia…
Estamos
ante la coherencia del círculo…
Este
hombre está en armas
desde que rompió el plomo
contra España colonialista
y en
lugar de irse a encerrar
en su finca de San Mateo
—esta
victoria
la victoria de 1821
la
festeja con la salida inmediata
hacia el sur…
por
donde ya anda en movimiento Sucre…
—Amigas
y amigos
hemos
llegado al final de nuestro programa
desde
aquí
desde
los estudios de La Voz de Apure…
Complacido
por la presencia
de Páez,
Oleary
González Guinán
y Gil Fortoul
Nos
despedimos hasta la próxima…
Esta ha
sido una programación conjunta
con
Radio Difusora del Sur…
(Se oye
el sonido de los viejos teléfonos)
El
locutor acusa recibo de la llamada
desde
Caracas de Ramón Díaz Sánchez
y trueca
la disculpa de Díaz Sánchez
por el
encargo de lo que aquel
deseara
comentar
acerca
de la batalla de Carabobo
El
locutor subraya que Díaz Sánchez
es el
autor de Bolívar el Caraqueño
y un
libro clave en la comprensión
de la
política del siglo XIX …
Después
de saludar
y
justificar su ausencia
Díaz
Sánchez comenzó
por precisar
—La
concentración ordenada
para
la batalla decisiva de Venezuela
se
completa en San Carlos
a fines de mayo.
Durante
el curso de ella,
siguiendo
instrucciones del jefe supremo,
Bermúdez
ha tomado (y perdido) a Caracas
con
lo cual
ha sembrado
la confusión en el enemigo.
Páez,
que había salido de Achaguas
con 1.000 infantes
y 1.500 jinetes,
el 7 de
junio hacía su entrada
en la capital de Cojedes.
El 16 lo
seguía el contingente de Rafael Urdaneta,
(calculado
en 2.000 combatientes),
pero
este general
a causa de una penosa
dolencia
tuvo que entregar
el mando a Rangel.
El
choque se produce el 24 de junio
al amanecer
y en él
participan,
del
lado de los patriotas
6.400 hombres,
y 5.200
por parte de los realistas.
Bajo las
banderas
de los primeros
combaten
además
de Bolívar y Páez,
Santiago
Mariño (jefe del Estado Mayor),
Bartolomé
Salom, O’Leary, Ibarra, Medina,
Woodberry,
Álvarez, Ibáñez, Plaza, Avendaño,
Manrique,
Sedeño, Piñango, Juan José Flores,
Carlos
Castelli, Reimbolt, Smith, Mavy, Celis,
Pulido y
Cala,
esto es,
venezolanos,
ingleses,
italianos,
alemanes
y de otras naciones;
y bajo
las de los realistas
La Torre, Morales,
Montenegro
y Colón, Valentín García, Cini,
Illas,
Montero, Zarzamendi, Narciso López,
Guía
Calderón, Antonio Ramos, Renovales,
Martínez y Cruces,
es decir
españoles de Europa
y españoles de Venezuela.
Las
bajas serán sensibles
(Sedeño, Negro Primero, Plaza)
pero la
victoria será generosa
para las armas de la República.
La
Legión Británica,
que poco antes
se había
sublevado
por una vulgar avidez de botín,
en el
campo de Carabobo
se hace fusilar
impávida y sólida
como una muralla.
En el
propi terreno Bolívar se acerca a Páez
y le
dice: «General, a nombre
del Congreso de Colombia,
en
premio de vuestro valor
y
de vuestro amor a la patria,
os
ofrezco el grado de general en jefe».
Hubiese
podido decirle también:
«Vea
usted, general,
cómo es posible
coger el cielo
con las manos».
El 28 de
junio,
después
de siete años
de ausencia forzosa,
vuelve
Bolívar a entrar
triunfador
en Caracas.
Su
presencia produce
delirantes entusiasmo.
El
pueblo le abraza y le llama Padre de la
Patria.
Finalmente,
deseo agregar
que —La
victoria de Carabobo,
con
la que se consuma
la Independencia de Venezuela
y se consolida
en ambicioso proyecto bolivariano
de la República de Colombia,
permite
también al héroe
el humilde,
el mínimo goce
de volver
a pisar
tierra nativa
y de palpitar
en ella
con los recuerdos
de su infancia
y su juventud.
En
Caracas y San Mateo,
a orillas del Guaire
y del Aragua,
palpa
las ruinas de la hecatombe.
Por
doquiera
cenizas, lágrimas, maldiciones.
Por
doquiera
miseria, plantaciones devastadas,
fortunas deshechas,
huesos dispersos
en los caminos.
Es el
precio de la libertad y la gloria…
El
locutor concentra su voz
sobre el
señalamiento de Díaz Sánchez
acerca de la composición
del ejército realistas
españoles
de Europa
y españoles de Venezuela.
y entonces
Gil Fortoul
expresa
que sobre esta arista
se
levantó la audaz tesis
que concibe
a la independencia
como un
proceso de guerra civil…
y casi
sin ningún esfuerzo
señala
que en el Tomo I
en la
Nota de pie de pág.
correspondiente
a la 189
de la Autobiografía de Páez
allí se
inserta una cita de Torrente
contextualizada
en el momento
de la
persecución de Pereira
en los
días después de Carabobo:
Torrente
dice —con la venia
de la audiencia
—“Habiéndose
el almirante francés Jurien
rehusado
a admitir las tropas realistas
a su bordo
alegando
la estricta neutralidad
que se veía precisado a observar,
interpuso,
sin embargo,
su
mediación
para que
entre
dicho Pereira
y Bolívar
se
estipulase un convenio,
por el
cual se concedía
a aquellos soldados
la
libertad
de
quedarse al servicio de la república
o
de embarcarse para Puerto Cabello.
De los
setecientos
negros, mulatos y zambos
de que
se componía la infantería,
tan sólo seis abrazaron
el
primer partido,
formando un extraño contraste
con
la caballería
que se componía
en
su mayor parte de europeos,
y de la que se vieron
más individuos
abandonar
las
banderas del rey,
aunque su fuerza total
no llegaba a setenta”.
Entre
aquellos seis
que dice Torrente
se quedaron,
estaba
aquel cabo
que
nos hizo la heroica resistencia
en
el pueblo de la Cruz.
Esta por
supuesto es observación de Páez…
Al
retomar el micrófono
el locutor
San
Fernando quedó sin luz...
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