La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

domingo, 15 de agosto de 2021

Isla de Los Achaguas, Olvido y Desolvido X

Achaguas: Conmemoración de los 200 años de la
salida del Ejército de Apure...
Foto Belkis Hernández.

CARABOBO I

LA SALIDA DE ACHAGUAS DEL EJÉRCITO DE APURE

EN EL CONTEXTO DE LA CAMPAÑA MILITAR DE 1821

(Crónica)

                                                                      Miguel Pérez

(San Fernando de Apure, 1971

Programa Radial Especial

de la Fundación Rómulo Gallegos,

 transmitido conjuntamente por las emisoras

Voz de Apure y Radio Difusora del sur)

 

Un Joven locutor

de voz educada

en el canto

anuncia que el de hoy

será un programa muy especial

por la razón primera

que en lugar de festejar

el centenario y medio que hoy

cumple la hazaña de Carabobo

este programa quiere salirse

de la rutina y en lugar de los 150 años

conmemora el bicentenario de Carabobo

 

De manera rotunda el locutor

coloca todo el énfasis de su voz

en el panel convocado

señalando que O’Leary, Páez,

González Guinán, Gil Fortoul

y Ramón Díaz Sánchez

están en la emisora

y es muy probable

contar con la incorporación

de Julio César Sánchez Bolívar

y los jóvenes Méndez Echenique

y Adolfo Rodríguez

 

y la del formidable ensayista

José Carrillo Moreno

 

El locutor aludiendo la férrea dictadura

el atropello del reloj en la radio

 

esgrime un fragmento que él tilda

de excepcional de Guillermo Morón

—Carabobo no es sólo una batalla,

sino ante todo una magistral campaña,

con unidad, estrategia, organización.

—Cuando, finalmente,

 después de fallidos intentos,

el pueblo de Maracaibo logra

sumarse a la causa republicana

gracias al pronunciamiento

del 28 de enero de 1821,

la situación de los republicanos

cambia favorablemente.

—En efecto, el armisticio

 firmado por Bolívar y Morillo

 en Santa Ana de Trujillo

(26-27 de noviembre de 1820),

por lo cual se suspendía

la guerra temporalmente,

quedó roto

y se dispusieron realistas y republicanos

a la reanudación de las hostilidades.

—Por primera vez en larga guerra de emancipación

se logra una confluencia adecuada de las fuerzas,

cohesionados los ejércitos

de origen

llanero

oriental

y central

en uno solo.

El Ejército Libertador

está entrenado,

disciplinado

 y equipado.

 

Dando por agotado el preámbulo

el locutor invita a O’Leary

hacer uso de la palabra

y lo conmina a recrear

 hasta donde le sea posible

todos los hechos, los movimientos

las órdenes que desembocaron

en la Batalla de Carabobo

de la que estamos hoy

 conmemorando los 200 años

O’Leary se queja de la edad

y agradece la oportunidad

de dirigirse al Apure…

Invoca en primer lugar

que para esta fecha

Bolívar da por descartada

 la posibilidad

de obtener la Independencia

por medios pacíficos

y en segundo lugar,

considera consumado

el objetivo de la preparación

del ejército a la altura

de colocar todas las cartas

en una batalla decisiva

como resultó ser Carabobo…

 

—El 5 de Enero de 1821 —escribe O’Leary

llegó el Libertador á Bogotá

y resolvió relevar á Valdés

del mando del ejército

 y de la dirección de los negocios en el sur

fijándose en Sucre.

Un mes después

más exactamente

—á principios de Febrero.

se puso en marcha para el norte

y Antes de llegar á Cúcuta,

tuvo noticias de la solicitud

de auxilio de los habitantes de Maracaibo

a las tropas colombianas

en el sostenimiento

del pronunciamiento contra el yugo español.

—No se vaya a pensar

que este fue un hecho espontaneo

observaron desde el panel…

—Si es correcto… —señaló O’Leary

aquello era fruto de la influencia de Urdaneta

pero en fin,

el teniente coronel Las Heras

pasó a ocupar a Maracaibo…

y dio entonces un cruce epistolar

entre Bolívar y La Torre

que sustituyó en el mando a Morillo…

en que el segundo jefe protestaba

la violación del armisticio

—Bolívar le escribió a La Torre

el 10 de Marzo

y sobre la consideración

“La necesidad es la ley primitiva,

la más inexorable de todas;

á ella tengo que someterme.”

le anuncia el rompimiento de hostilidades…

—La Torre contestó

que el 28 de Abril cesaría la tregua,

porque ni él ni los comisionados españoles

estaban autorizados á reconocer la independencia…

Ordenó entonces El Libertador

al coronel Plaza garantizarle cuarteles

 en la ciudad de Barinas al cuerpo de su mando

Encarecidamente le recomendó a las tropas

 —Soldados! Interponed vuestros pechos

 entre los rendidos y vuestras armas victoriosas,

 y mostraos tan grandes

en generosidad

como en valor.

O’Leary narra que al modo de intervalo

el Libertador viene a los llanos de Apure

a entenderse con Páez

acerca de la próxima campaña.

Y añade sobre el plan a desarrollarse

—Encargó al general Soublette,

de la dirección de la campaña de oriente,

prescribiéndole la marcha sobre Carácas

al espirar el término del armisticio

y que procurarse apoderarse de la capital

á mediados de Mayo.

—Dio instrucciones al general Urdaneta,

que mandaba en Maracaibo,

de moverse al mismo tiempo

á reducir á Coro

y marchar luego por Barquisimeto,

hasta la montaña del Altar,

en donde debía reunírsele

el cuerpo principal

del ejército de San Carlos.

—Páez cruzaría el Apure en el paso de Nutrias,

y siguiendo la dirección de La Guardia

que conducía el coronel Ambrosio Plaza,

se uniría con la división de Urdaneta

en el punto indicado.

Hechos estos arreglos,

volvió el Libertador

á Barinas

á esperar el término de la tregua.

Este tiempo de espera lo aprovechó

—como era su costumbre,

repitiendo á todos

y á cada uno

de aquellos jefes,

las órdenes que les había dado

anteriormente.

Y es destacarse

que —Antes de emprender

 operaciones

dirigió una proclama al ejército

y otra a los españoles

exponiendo las razones que le asistían

en la renovación de las hostilidades.

A sus ¡Soldados! les promete

—Sufrirá pena capital

el que infringiere

cualquiera de los artículos

de la regularización de la guerra.

Aun cuando nuestros enemigos

 los quebranten,

nosotros deberemos cumplirlos

evitando así

—que la gloria de Colombia

 se mancille con sangre.

Y a los ¡Españoles! les dijo

—Vosotros venís á degollarnos,

y nosotros os perdonamos:

vosotros habéis convertido

en horrorosa soledad

nuestra afligida patria,

y nuestro más ardiente anhelo

es volveros á la vuestra.

 

El locutor dirigiéndose a Páez

 inquiere si desea agregar o subrayar

algo de la exposición

del inequívoco O’Leary

—La ocupación de Maracaibo

por las tropas de Urdaneta,

al mando del teniente coronel

José Rafael Heras,

que entró en dicha plaza

 de acuerdo con su gobernador,

el venezolano Francisco Delgado,

dio origen a una protesta

 por parte del jefe de los realistas;

y como no le contestase Bolívar

de una manera satisfactoria,

declaró abierto

a partir del 28 de abril

—de nuevo la campaña

y así comenzó las hostilidades,

suspendidas por el armisticio

celebrado el año anterior.

…yo recibí orden de Bolívar

de marchar

 con el ejército de mi mando

a reunirme

 a su cuartel general

en Guanare…

Momento en que el locutor

propuso a Páez una pequeña pausa…

al tiempo que Gil Fortoul manifestó

—Bolívar, después de un rápido viaje

a Barinas

 volvió a Bogotá (5 de enero, 1821),

y conforme al tratado de Trujillo,

se apresuró a nombrar

dos plenipotenciarios:

José Rafael Revenga,

Ministro de Relaciones Exteriores,

y José Tiburcio Echeverría,

Gobernador de Bogotá,

con orden de viajar a España

a negociar la paz,

siempre que se reconociese

 la independencia de Colombia.

Persuadido Bolívar

de que el destino

de toda gestión pacifica

se estrellaría

contra

 la intransigencia del Rey

Desde Trujillo, Bolívar pretextando

las causas de las enfermedades

y la falta de mantenimiento

en el diezmado de sus tropas en el llano

le participa a La Torre el 5 de marzo

el reinicio de hostilidades

—y el 10 desde Boconó,

le anuncia

que marchaba

a Barinas

y San Fernando,

cuarteles del ejército,

donde esperaría

sus nuevas proposiciones de paz,

en caso

 de tener

por base la Independencia,

y que de lo contrario, continuaría la guerra.

La Torre contestó desde Caracas

 el 19 de marzo,

 que en cumplimiento

del artículo 12

del tratado de Trujillo

 las operaciones militares

 comenzarían el 18 del próximo abril…

Gil Fortoul convoca la atención de la audiencia

hacia el aserto según el cual

—Las probabilidades estaban

realmente por Colombia.

Y pasó a inventariar el territorio

bajo el control de las fuerzas beligerantes 

—El 28 de abril,

día fijado para las hostilidades,

el ejército español no dominaba

                sino la plaza de Cumaná

y el territorio de la Provincia de Caracas

comprendido entre el río Unare,

en la frontera oriental,

y la ciudad de Guanare

por la parte de Occidente.

Desde ambos extremos

se adelantan

a un tiempo los patriotas.

—Bolívar ocupa sucesivamente

las plazas de Guanare y San Carlos,

que el enemigo abandona sin pelear,

 y detiénese en la última

hasta mediados de junio,

aguardando la división de Páez,

retrasada en los llanos.

Soublette,

a la sazón Vicepresidente

 de Venezuela,

dirige las operaciones de Oriente,

 y el propio 28 de abril

ordena a Bermúdez,

comandante de la división

acantonada a orillas del Unare

(más o menos 1.000 hombres),

que invada la Provincia de caracas,

 siguiéndole él a distancia…

 

pero el locutor interrumpe a Gil Fortoul

prometiéndole en breve retomar

su hilo narrativo e invita

a González Guinán a terciar

en el diálogo con los apureños

del que sostiene que no hay

ningún sanfernandino

que no esté escuchando el programa

según el reporte del Director…

González Guinán remitiendo

a la consulta de su historia

comienza por señalar

refiriéndose a Bolívar

 —Vuelve

a principios de febrero

 hacia Cúcuta;

y presintiendo

que ni el armisticio

ni una carta que dirigió a Fernando VII

pidiéndole el reconocimiento de Colombia

habrían de dar satisfactorios resultados,

dirige sus disposiciones

a preverlo

y reorganizarlo todo…

—una última…

 —definitiva campaña

Era el génesis de Carabobo.

Va a Barinas y al Apure.

A Ambrosio Plaza le ordena

ocupar aquella ciudad.

A Soublette lo encarga

de —la campaña del oriente de Venezuela

y la ocupación oportuna de Caracas.

A Rafael Urdaneta

lo manda a moverse

de Maracaibo hacia Coro

 y de Barquisimeto

hasta la montaña del Altar.

 A Páez le ordena seguir la ruta de Plaza

hasta este último punto.

Y añade González Guinán,

que con el anuncio

—de la reapertura de las hostilidades

Bolívar profetiza la victoria final.

y pasa a describir

—Los realistas abandonan

poco a poco

sus posiciones del Sur,

y las tropas republicanas

van avanzando;

ocupan a Guanare,

después a San Carlos;

en tanto que las tropas españolas,

regidas por Latorre,

se concentran

en las cercanías de Valencia…

En este momento entra el locutor

—Ud. comenta en el primer tomo

que “El armisticio concluyó el 28 de abril,

sin resultado para la anhelada paz.”

y sin demora pide a O’Leary

continuar su relato

Enseguida  O’Leary describe

que En la mañana del 23 de Abril

un destacamento

de la caballería colombiana

pasó el río Santo Domingo,

—atacó y derrotó

las avanzadas realistas

en Boconó,

haciéndoles algunos prisioneros.

Y que —Inmediatamente después

la división del coronel Plaza,

á las ordenes del Libertador,

 invadió el territorio

 ocupado por los españoles.

Subrayándole a la audiencia

—Así comenzó la campaña de 1821.

Y como quien habla siguiendo un guión

pasó a detallar sin ayuda memoria

—La quinta división realista

acantonada en Guanare,

y regida por el coronel Herrera,

se retiró á San Carlos,

á consecuencia

del movimiento

de los independientes,

y luego al punto entró La Guardia

en aquella villa,

donde sólo se detuvo lo suficiente…

—que demandaba el descanso de la tropa…

la cual —marchó en seguida sobre San Carlos,

a su vez —evacuada por los realistas,

cuya retaguardia

cambió algunos tiros

con un escuadrón de caballería

mandado personalmente por Bolívar.

Luego de un breve respiro O’Leary

expresó que en San Carlos

—fijó su cuartel general

a la espera de la incorporación

de las divisiones de Páez

y de Urdaneta,

que debían marchar contra La Torre,

quien había concentrado

 sus fuerzas en las cercanías de Valencia.

A instancias del locutor

O’Leary precisa

sobre la tarea encomendada

a la División de Urdaneta

Efectivamente

—El general Urdaneta

ocupó los Puertos de Altagracia

el 28 de Abril

 y a Coro

el 11 de Mayo…

y guió para el cuartel general del Libertador;

pero tanto las dificultades del camino

como una enfermedad que le atacó,

determinaron la lentitud de sus movimientos

y le impidieron

 efectuar

su reunión en tiempo oportuno.

 

Y el locutor emocionado,

ansioso,

una vez cumple su rol

—¿Y en cuanto al jefe de los llanos?

O’Leary sin reserva pasó a precisar

—El general Páez tuvo también

obstáculos que superar,

y no pudo llegar á San Carlos

hasta mediados de Junio.

 

Pero el locutor dirigiéndose a Gil Fortoul

pregunta, —¿Qué destacaría Ud.

de la misión de Bermúdez?

En el segundo de los intentos, —Los españoles,

 al mando del brigadier Pereira,

destrozan a Bermúdez en las calles de Caracas

 el 23 de junio, obligándole a escaparse

por el camino de Petare.

Se deduce entonces, que Bermúdez

toma a Caracas pero luego es derrotado.

¿Qué tiene que añadir o comentar?

Gil Fortoul manifiesta que a pesar de todo

—esta campaña de Bermúdez

fue favorable al plan general de los patriotas,

pues distrajo una parte del ejército enemigo,

al tiempo que estaba también amenazado

por la vía de San Carlos a Valencia.

A la hora misma…

 

—Ya vuelvo con el historiador Gil Fortoul;

escuchemos a O’Leary.

Ud. escribe

que —La división de oriente

pudo ejecutar la parte

que se la había señalado

en el plan general de la campaña,

con más puntualidad que las demás divisiones…

¿En qué soporta esta afirmación?

—El general Bermúdez derrotó

en Guatire

una fuerza realista de 700 hombres

el 13 de Mayo, y al día siguiente

 ocupó la capital de Venezuela.

—pero luego

El general Morales

 recuperó a Caracas

¿Qué ocurría en Apure y occidente?

El general Bermúdez comenzó

las operaciones al mismo tiempo

que Urdaneta y Páez se movían

de Maracaibo y de Apure…

—pero a causa del retardo

de ambos Generales

en el cumplimiento de sus tareas

—Morales, con la mayor parte

de su fuerza

tuvo tiempo

de reunirse con La Torres

ántes

 que el Libertador le atacase.

—Viéndose de este modo

perjudicado el plan general de la campaña…

Pero no olvide Ud. —dice O’Leary

que —Con más fortuna corrió

la pequeña columna

del coronel Carillo

en la diversión

que hizo

por los lados de San Felipe;

porque ignorando el general realista

—la magnitud de su fuerza

—y con el fin de contenerle,

separó dos cuerpos de infantería,

á las órdenes del coronel Tello,

 el día 23,

cabalmente cuando el Libertador

se hallaba á pocas leguas

de su cuartel general.

 

El locutor sugiere a O’Leary

regresar a San Carlos…

—Allí se organizó el ejército en tres divisiones.

La primera al mando del general Páez,

compuesta de dos cuerpos de infantería

y 1.500 caballos.

Mandaba la segunda,

formada

de tres batallones de infantería

y un escuadrón de caballería,

el general Cedeño.

El coronel Plaza regía la tercera,

que constaba de cuatro batallones

de La Guardia

y un regimiento de lanceros.

El general Mariño era el ayudante general.

 

El locutor advierte que es mucho

lo que tiene que decir el general Páez

—Ud. decía haber recibido orden

de Bolívar

de reunirse a su cuartel general en Guanare.

Ahora bien,

 general,

¿De dónde emprendió su marcha?

¿De qué parte de Apure exactamente?

—El 10 de mayo salí de Achaguas

con mil infantes,

mil quinientos jinetes,

dos mil caballos de reserva

y cuatro mil novillos,

y crucé el Apure por el paso Enriquero.

—¿Después del cruce del río

Ud. aún piensa seguir hasta Guanare?

—En el pueblo de Tucupido

supe

que Bolívar se había movido hacia Araure…

—Villa que había abandonado Latorre…

—Latorre se repliega a San Carlos,

punto que también abandonó

cuando supo que Bolívar

 había ocupado a Araure,

retirándose finalmente a Carabobo

donde se proponía presentar batalla

 a las tropas republicanas.

Páez añade sin mencionar

 lo del retraso

—Sabiendo yo que el Libertador

llevaba muy poca caballería,

dejé la infantería al mando

del coronel

Miguel Antonio Vásquez,

y con la caballería

me adelanté

hasta San Carlos

donde alcancé el general en jefe.

Y Ud. dice que

—Incorporada la infantería

y listos para marchar,

se anunció al Libertador

el arribo de un parlamento…

—¡Exacto! El general Latorre

envió dicho parlamento

con el coronel español Churruca,

a quien Bolívar,

pidiéndome que lo acompañara

—salió a recibir en el pueblo de Tinaco,

que dista cuatro leguas de San Carlos.

—¿Y qué pretendía Latorre con esta jugada?

—El objeto aparente de Churruca,

era proponer un nuevo armisticio;

pero el real y verdadero

averiguar si aún

no me había reunido yo con Bolívar

y en caso contrario,

atacarlo inmediatamente.

—¿En qué términos el coronel realista

justificó allí la propuesta del nuevo armisticio?

—semejante proposición

equivalía

a renunciar a todo el terreno

que habíamos ganado.

—Entiendo que las tropas republicanas

—se retirarían a la margen derecha

de la Portuguesa,

cuyo río sería la línea divisoria

de los dos ejércitos enemigos

mientras durase la suspensión de hostilidades…

¿Qué otro hecho recuerda Ud.

en el preámbulo de la batalla?

—después de su expulsión de San Carlos

y desde principios de junio,

había el enemigo concentrado

sus fuerzas en Carabobo,

y desde allí destacaba sus avanzadas

en descubierta hasta el Tinaquillo…

Hasta que se envió por ellas

al teniente coronel

 José Laurencio Silva,

y después del encuentro

 en que murió

el comandante español

logró hacerlas prisioneras.

—Pero ya para este momento

los realistas desalojan

las alturas de Buenavista…

y antes de otorgar la palabra

a Gil Fortoul comenta

que a la hora de la revista

—que se pasó en Tinaquillo

 el 23 de Junio

es inventario de O’Leary

que Montaba todas estas fuerzas

 á 6.500 hombres

refiriéndose a la fuerza de Bolívar.

Principia el historiador por subrayar

 que —A la hora misma

en que los orientales salían

derrotados de Caracas,

Bolívar pasó revista en Tinaquillo

a 6.500 hombres.

(Mientras a Páez lo obsesiona la distancia;

a Gil Fortoul lo preocupa el tiempo).

El historiador describe enseguida

—La primera división,

compuesta de los batallones

Bravo de Apure y británico,

éste con su coronel,

 impasible y heroico,

el inglés Ferriar,

 la mandaba Páez

 y la precedía con 1.500 jinetes.

—Cedeño mandaba la segunda,

compuesta de una brigada de la Guardia,

 los batallones Tiradores, Boyacá y Varga,

y un escuadrón de jinetes, el Sagrado,

a cuya cabeza blandía su lanza

el llanero Aramendi.

—La tercera, a las órdenes de Ambrosio Plaza,

la componían otra brigada de la Guardia,

y los batallones Rifles

 (mandado por el inglés Sandes),

Granaderos,

Vencedor de Boyacá

y Anzoátegui,

con el regimiento de caballería

de otro llanero

 impetuoso,

Rondón.

Mariño,

ya sumiso a Bolívar,

era jefe del estado mayor.

 

El locutor resuelto a saldar la larga espera

en la que mantenía a González Guinán

le pide una breve síntesis comprendida

entre el 28 de abril y el amanecer del 24 de julio…

Le recuerda el momento de la interrupción

de la conclusión del armisticio

 sin resultado para la anhelada paz.

En consecuencia —Cada beligerante acopió

sus mayores elementos para una batalla.

El jefe realista,

Latorre,

resolvió hacer de la sabana de Carabobo,

 punto equidistante

entre Tinaquillo

y Valencia,

una ciudadela,

donde concentró

sus infanterías,

caballerías

y artillería.

—El Libertador, multiplicado

en sabias disposiciones militares,

 marchaba en busca del adversario.

Después de angustiosa

espera

y de repetidas órdenes,

llegan a San Carlos las infanterías

que había aglomerado en Apure,

mandadas por Páez,

quien trae,

además,

una numerosa caballería.

Reorganizado allí

el ejército republicano,

avanza hacia el Tinaco,

después a Tinaquillo,

donde el Libertador

pasa revista a sus 6.500 soldados.

Al amanecer del 24 de junio,

día domingo,

la vanguardia se apodera

del punto llamado Buenavista.

Los tres Jefes divisionarios

Páez, Cedeño y Plaza,

preceden a ejecutar los movimientos

por el Libertador ordenados;

comienza la lucha

de un modo terrible

a las 11 de la mañana,

y dos horas después estaba ganada

por el Ejército colombiano

la gran batalla de Carabobo,

que se aseguró la existencia de la nueva República. 

 

—¿Qué tiene que añadir el general Páez?

¿O cómo fueron los hechos

según su mirada de protagonista?

De Tinaquillo el ejército patriota se mueva

hacia las alturas de Buenavista.

 Los patriotas la ocupan…

Páez animado dice

—desde allí observamos

al enemigo

volcado a evitar nuestro descenso a la llanura.

Nosotros continuamos nuestra marcha.

—¿Cuando Ud. dice nosotros

a quienes se refiere?

¿O con quiénes se lanzó Ud. por el descenso?

—La primera división, a mi mando,

se componía

 del batallón Británico,

del Bravo de Apure

y mil quinientos caballos.

La segunda,

de una brigada de la Guardia,

los batallones tiradores,

el escuadrón Sagrado

al mando del impertérrito

coronel Aramendi,

y los batallones Boyacá y Vargas…

—El general Cedeño,

a quien Bolívar llamó

el bravo de los bravos,

era el jefe de esta segunda división.

—La Tercera,

a las órdenes

del intrépido coronel Plaza,

se componía

de la primera brigada

 de la Guardia,

con los batallones

Rifles,

Granaderos,

Vencedor en Boyacá,

Anzoátegui

y un regimiento de caballería

al mando del valiente coronel Rondón.

—¿Y del enemigo no tiene alguna consideración?

—El ejército español que nos aguardaba

se componía

de la flor

 de las tropas

expedicionarias,

 y sus jefes habían venido a América

después de haber recogido

muchos laureles

en los campos de la Península,

 luchando heroicamente

contra las huestes de Napoleón

 

—Los invito a detenernos en lo posible

en este contexto inmediato de las acciones…

¿Qué recuerda Mr. O’Leary del paisaje

que antecede a Carabobo y del propio campo…?

—Al rayar el alba del 24

 emprendió marcha el ejército libertador.

Cuando llegaba á la altura de Buenavista

se disipaban lentamente las brumas

que envolvían la llanada,

donde estaban los realistas

ya formados

en batalla.

La escena era interesante.

Seis columnas de infantería

y tres de caballería

ocupaban la planicie de Carabobo

y algunas de las colinas que la rodean,

listas á marchar en cualquiera dirección

en que se moviesen los colombianos,

dispuestos a disputarles la entrada en la llanura.

Los oficiales del estado mayor español

la recorrían en todos sentidos al galope,

como dando órdenes

 á los comandantes

 de los diferentes cuerpos;

mientras otros con el anteojo

observaban

los movimientos del ejército republicano.

Aquí y allá

se veían

grupos á pie

y á caballo,

aparentemente discutiendo

sobre las intenciones del enemigo,

y algunos tendidos

en el suelo reposaban indolentemente.

—Todavía a mediados del siglo XIX

eran dos

 los caminos que llevaban a Carabobo

del llano a Carabobo

o de Carabobo al llano…

¿Qué recuerda de esto en el momento de la batalla?

—Son dos los caminos

que conducen á Carabobo

por la parte del sur,

 uno el de San Carlos

y otro el del Pao…

—¿Quiere decir esto que la ventaja

en cuanto a la pertenencia de la posición ocupada

en el campo de batalla beneficiaba a los realistas?

O’Leary busca la respuesta en una imagen contundente

—de suerte que con un movimiento

de flanco

podían los realistas

concentrar inmediatamente

la mayor parte de sus fuerzas

sobre el punto atacado.

Ambas entradas á la llanura

estaban bien defendidas,

especialmente la del camino de San Carlos,

en donde La Torre había colocado su artillería…

 

Ya regreso con Mr. O’Leary…

El general Páez rememoraba

el cuadro de ese momento

en que los libertadores

ocupaban las alturas de Buenavista…

—¿Y de allí cuál fue el próximo paso?

—Seguimos, pues,

la marcha llenos de entusiasmo…

—¿Y no se sentían

usted y su tropa

víctima del cansancio?

De las fatigas del largo viaje…

—Te respondo como ya está escrito

…teniendo en poco

todas las fatigas

pasadas y presentes,

con ánimo de salir a la llanura

por la boca del desfiladero

en que terminaba la senda que seguimos.

—¿Y Uds. siguieron al ojo?

—pero como viésemos ocupadas sus alturas

por los regimientos

Valencey

y Barbastro,

giramos hacia el flanco izquierdo

con objeto de doblar

 la derecha del enemigo:

movimiento que ejecutamos,

a pesar del nutrido fuego de su artillería.

 

Ya regreso con el general Páez.

Vamos con el parecer de O’Leary…

La opinión de Páez parece engancharse

al “Como vaya viniendo, vamos viendo”…

El ejército libertador ocupa a Buenavista

y avanza… ¿Qué tiene Ud. que añadir?

—Habiendo reconocido el Libertador

la posición enemiga

y convencídose

de que La Torre sólo esperaba el ataque

de frente,

ordenó al general Páez

que se internara por un atajo

angosto

y escabroso

 que arranca á la izquierda

del camino

de San Carlos

y cayera sobre la derecha del ejército realista.

—Y dicho esto se pasó a la acción…

—El movimiento se ejecutó con la celeridad

 que la naturaleza del terreno lo permitía;

pero los españoles tuvieron tiempo

en oponer una obstinada resistencia.

—¿Qué tiene que añadir

o reparar el general Páez?

O’Leary dice que Ud.

cumplió

con la orden

de Bolívar…

¿Estas son las primeras manifestaciones del plomo?

—Dejando el general español

los dos regimientos…

—Valencey y Barbastro —complementa el locutor.

—Tal como lo señalo en mis memorias…

… a la boca del desfiladero,

salió a disputarnos

con el resto del ejército

el descenso al valle…

Y Ud. dice que detrás de este objetivo,

el enemigo

 “ocupó una pequeña eminencia

que se elevaba a poca distancia

del punto por donde

nos proponíamos

 entrar en el llano,

que era la Pica de la Mona,

conducidos por un práctico

que Bolívar había tomado en Tinaquillo.

—Este ha sido un asunto muy polémico…

—No recuerdo más de lo escrito…

Tengo que decir

El batallón de Apure resistiendo

vigorosamente

los fuegos de la infantería enemiga,

al bajar al monte,

atravesó un riachuelo

y mantuvo el fuego

hasta que llegó la Legión Británica

al mando de su bizarro coronel Farriar.

Y en tono destacado añade el general

—Estos valientes,

dignos compatriotas

de los que pocos años antes

se habían

batido

con tanta serenidad en Waterloo,

estuvieron sin cejar un punto

sufriendo

las descargas enemigas

hasta formarse en línea de batalla.

 

Lo invito a una pequeña pausa, general.

Ya en este momento comenzó la batalla

¿Mr. O’Leary qué puede arrimar…

en este afán

de comprender

y explicar a Carabobo?

—La infantería colombiana,

 después de pasar el desfiladero,

que apenas permite la marcha

de dos hombres de frente,

tuvo que formar bajo un fuego mortífero,

y trepar luego

una barranca

 elevada

y casi perpendicular,

coronada además por numerosas guerrillas.

El batallón Apure,

que marchaba á la cabeza de la columna,

á pesar de su denuedo

no pudo resistir

al número de los contrarios

 y ya casi cedía,

cuando llegó en su auxilio

el batallón Británico,

que entró en formación,

 y marchando en buen órden,

dio una brillante carga

 á la bayoneta

y se adueñó de la altura,

lo que permitió

 al valeroso Apure

rehacer sus filas

y volar

á su vez

en auxilio

del Británico.

Algunas compañías

del batallón Tiradores,

de la segunda división,

llegaron oportunamente

á reforzarlos,

y con su apoyo lograron

conservar

 la posición

 tan bizarramente ganada,

aunque á costa de mucha sangre.

En menos de un cuarto

de hora

la tercera parte

de la fuerza de estos batallones

quedó fuera de combate.

El coronel Ferrier,

el mayor Davy

y muchos otros oficiales

yacían en el campo

mortalmente heridos.

Los realistas,

reforzados

por dos batallones

y una fuerte

columna de caballería,

se rehicieron;

pero ya las divisiones colombianas

habían pasado el desfiladero

y entraban en la llanura

por dos puntos.

La caballería dio

una vigorosa carga

y puso en fuga

 la de los realistas,

cuya infantería

cedió también el terreno,

y batallones enteros se rindieron.

Apenas el locutor vio hacia el general…

Páez sin titubear volvió a la altura del corte…

justo en el momento

de la incorporación

de la legión Británica…

y comenzó por arrimar a su exposición

que en el momento de la pelea

—viendo que ya estaban escasos de cartuchos,

les mandé cargar a la bayoneta.

—Y fue entonces que ellos…

—el batallón Apure

y dos compañías de tiradores,

mandados

por el heroico

comandante Heras,

obligaron al fin al enemigo

 a abandonar

la eminencia

y tomar nuevas posiciones

 en otra inmediata

que se hallaba a la espalda.

De allí envió

contra

 nuestra izquierda

su caballería

y el batallón de la Reina,

a cuyo recibo mandé yo

al coronel Vásquez

con el estado mayor …

—Disculpe General…

                               ¿Cuál era la extensión

en cifra de este estado mayor?

—treinta y cuatro individuos,

entre jefes y oficiales

 agregados a él.

—Decía Ud. que mandó al coronel…

—Al coronel Vásquez con el estado mayor

y una compañía de la Guardia de Honor,

mandada por el capitán Juan Ángel Bravo…

—¿Y cumplieron ellos con el encargo?

—lograron rechazarlos…

—Pero no sólo eso.

Ud. escribe

“y continuó batiéndose

con la caballería enemiga

por su espalda.”

Y digo también que

—Este oficial, Bravo,

luchó con tal bravura

que se veían después en su uniforme

las señales de catorce lanzazos

que había recibido en el encuentro,

sin que fuese herido,

 lo que hizo decir al Libertador

que merecía un uniforme de oro.

 

—Ya tenemos

un botón

para el anecdotario

de la batalla de Carabobo….

Pero ¿Qué vino después de lo que Ud.

describió de rendición de batallones enteros?

—refiriéndose a O’ Leary

y proporcionándole un agarre

—La Torre, abandonando

su artillería

se retiró con la reserva…

—La Torre,

abandonando

su artillería

se retiró

con la reserva

y parte de la caballería.

—Entiendo que Bolívar salió…

—El Libertador le persiguió

con Granaderos,

Rifles

y la caballería

de Páez,

pero

era tanta

 la disciplina

de la infantería

española

 y tanta la habilidad

con que la condujo

el general realista,

que pudo recorrer

en buen órden

una distancia

de seis leguas

 en país abierto,

cortado

 de trecho en trecho

por profundas quebradas

y bosque,

sin mayor pérdida,

á pesar de las repetidas cargas

de la caballería colombiana,

animada con el ejemplo

del denodado Páez

y la presencia del mismo Libertador.

 

—Ud.,

por su

parte,

General ,

escribe

“Los batallones realistas

 Valencey y Barbastro,

viendo que el resto del ejército

 iba perdiendo terreno,

tuvieron que abandonar su posición”

¿Hacia dónde buscaron ambos batallones?

Fueron a —reunirse al grupo del ejército.

Corrí yo

a intimarles

 rendición,

acompañado

del coronel Plaza

 que,

 dejando su división,

se había reunido

 conmigo,

deseoso

de tomar parte

personalmente

en la refriega.

Durante

 la carga,

una bala

hirió

mortalmente

a tan valiente

oficial

que allí

 terminó

sus servicios a la patria.

—Entiendo

que Ud.

también

estuvo

a punto de perecer…

—Reforzado

 yo

con trescientos

 hombres

de caballería,

que salieron

 por el camino real,

cargué con ellos a Barbastro

 y tuvo que rendir armas:

en seguida

 fuimos

sobre

 Valencey

que iba

poco distante

de aquel otro

regimiento

y que,

apoyándose

en la quebrada

de Carabobo,

resistió la carga

que le dimos.

—¿Y fue allí General…?

—En esta ocasión

estuve yo

a pique

de no

 sobrevivir

 a la victoria…

Aquí

me acometió

 repentinamente

aquel terrible ataque

que me privaba

del sentido,

 

me quedé

 en el ardor

 de la carga

entre

 un tropel

 de enemigos,

y tal vez hubiera sido muerto,

si el comandante

Antonio Martínez,

de la caballería de Morales,

no me hubiera

 sacado de aquel lugar.

—¿Puede ahondar

 en esta

 mala jugada?

—Tomó el comandante

 Antonio Martínez

las riendas de mi caballo,

y montando

en las ancas de éste

a un teniente

 de los patriotas

llamado

 Alejandro Salazar

alias Guadalupe…

ambos

me pusieron

en salvo

entre los míos.

Todavía estoy

por saber

el motivo

 que moviera

 a Martínez

para ejecutar

aquel

acto inesperado

y para mí providencial.

El era llanero de Calabozo,

y siempre

sirvió a los españoles

desde los tiempos de Boves,

con justa fama

de ser

                una de

 sus más

 temibles

 lanzas.

Estuvo

con nosotros

la noche

después

de la acción

 de Carabobo,

pero

 no amaneció

en el campamento.

—Creo haber leído

 que este

 es también

el momento

en el que

 también

cae Cedeño…

—el valiente general Cedeño,

inconsolable

por no haber

 podido

entrar

en acción

con las tropas

de su mando,

avanzó

 con un piquete

de caballería,

hasta un cuarto de milla

más allá de la quebrada,

alcanzó al enemigo,

y al cargarle

cayó muerto

de un balazo.

—¿Y

 a quién

vio

 Ud.,

 General,

a su lado

 cuando recobró el sentido?

—A tiempo que yo

recobraba el sentido

 se me reunió Bolívar,

y en medio de vítores

me ofreció

en nombre

del Congreso

 el grado

 de general

en jefe.

 

—Mr. O’Leary,

Ud. dice

 que “Los infantes españoles

estaban en mejor estado

 que los de los patriotas.”

Y enumera

no habían entrado

 en pelea durante el día,

ni sufrido las fatigas

de las penosas marchas

de la campaña,

que tanto habían quebrantado

 al soldado colombiano,

y sus caballos…

Y —no obstante estas ventajas

 el batallón Valencey

fué  el único cuerpo

que logró llegar á Valencia.

En vano se esforzó el Libertador

por impedirlo…

—ordenó que quinientos infantes

 de Granadero

y Rifles

montasen á caballo…

—pero era

ya casi

de noche

cuando se divisó

el cuerpo

que iba

en retirada,

y gracias

á lo agrio

del terreno

y á la oscuridad

que vino

en su auxilio,

pudo librarse de la persecución.

—General Páez,

¿Qué hizo Ud.?

después de recobrar

el sentido …

—Apenas repuesto del ataque

animé a mi infantería

 a continuar

la persecución;

pero Bolívar sabiendo

que aquella arma

 había agotado

en el combate

todas sus municiones,

mandó que hicieran alto

hasta que

 los batallones

Rifles

 y Granaderos

se colocaran

por delante

para perseguir al enemigo.

En estos momentos

comenzó a caer

una copiosa lluvia,

—y se tornaron…

 —las barrancas de las quebradas

que íbamos cruzando,

tan sumamente resbaladizas,

que no podíamos perseguir

al enemigo

con la celeridad que deseábamos,

y sólo así pudo librarse Valencey

y los restos del ejército español

de ser hechos prisioneros.

—Pero este pareciera

uno de los momentos

de grandes pérdidas…

—Acosaban de cerca al enemigo

sólo cincuenta

hombres

de caballería

y unos cuantos

 jefes y oficiales

que habían dejado sus cuerpos

—¿ansiosos?

—de alguna manera tener parte en la victoria.

—Y este costo parece elevado…

—Varios fueron heridos,

entre ellos

el comandante

José de Lima,

portugués.

El coronel Mellado

cayó

muerto

en la quebrada de Barrera,

así como el teniente

Olivera en Tocuyito.

—¿A qué alturas Bolívar ordena

a la infantería montar a caballo?

—viendo Bolívar

que ya el enemigo

se acercaba

a la ciudad

de Valencia,

dispuso que doscientos granaderos

montasen a la grupa

de los jinetes

de manera de ir al trote

y a alcanzar al enemigo

 que encontraron desfilando

por la orilla de la ciudad,

camino a Puerto Cabello.

Cambiamos algunos tiros con él

en los corrales

que están a la entrada

de las calles de Valencia,

y yo creyendo

que iba

a hacerse

 fuerte

en el centro de ella,

me metí hasta la plaza

                que halle

 enteramente desierta.

Todas las puertas y ventanas

de las casas

estaban cerradas

 y no se veía ni una sola persona…

—Y ese instante que Ud.

buscaba

el camino de Puerto Cabello…

—vino el coronel Diego Ibarra,

edecán de Bolívar,

a decirme que el enemigo

estaba en el puente

que de Valencia

conduce

 al camino de Caracas…

Volví atrás…

Cargamos entonces

a los que estaban en el puente,

matamos a los dos húsares

que nos habían

 hecho fuego

poco antes,

y pusimos en desordenada fuga

a todos sus compañeros

que a escape

huyeron

por el camino de Vigirima

en dirección a Puerto Cabello.

En aquel momento llegó la noche,

y el Libertador mandó

a suspender

la persecución…

—Mr. O’Leary

 ¿Qué puede comentar

en cuanto a la magnitud

del ejército realista?

—La fuerza española

era un poco inferior

a la republicana,

pero apenas

 la mitad de esta se batió…

—¿Y en cuánto a pérdidas?

 —mucho mayor la de los patriotas

en jefes y oficiales:

en las filas

sólo la primera división

y el batallón Tiradores

de la segunda

sufrieron numerosas bajas.

Cedeño y el coronel Plaza,

comandantes

de la segunda

 y tercera,

representaron

dignamente

la bravura heróica

de sus respectivos cuerpos

y cayeron

víctimas

de su arrojo.

—¿Qué puede decirnos de ambos?

—Plaza era

un joven

de grandes esperanzas.

Cedeño se distinguía

 más

por su extraordinario

valor

que por sus conocimientos.

La muerte de estos dos jefes

fue justamente llorada en el ejército.

—General Páez,

regresemos al contexto

en el que suspenden la persecución…

¿Esa misma noche los realistas

llegaron a Puerto Cabello?

—El ejercito realista,

fatigado de la marcha precipitada

 que había hecho desde Carabobo,

pasó la noche al pie del cerro,

a tres leguas de Valencia,

y la mañana del día siguiente

empezó a subirlo

                y logró entrar

 en la plaza de Puerto Cabello.

—Ahora bien,

¿Qué puede comentar Ud.

del número de sus oficiales

 caídos en la batalla?

—De mi estado mayor

murieron

Coronel Ignacio Meleán,

 Manuel Arraiz,

herido mortalmente,

capitán Juan Bruno,

teniente Pedro Camejo

 (a) el Negro Primero,

teniente José María Oivera,

y teniente Nicolás Arias.

—Destaca  Ud. en la Autobiografía

que “Entre todos

con más cariño

recuerdo a Camejo,

generalmente conocido

entonces

con el sobrenombre

de “El Negro Primero”,

esclavo un tiempo,

que tuvo mucha parte

en algunos de los hechos“

descritos en sus memorias…

—¿Dónde

conoció

Ud.

a

 Negro Primero?

—Cuando yo bajé a Achaguas

después de la acción del Yagual,

se me presentó este negro,

que mis soldados de Apure

me aconsejaron incorporase al ejército…

… sus mismos compañeros

 le dieron el título

de El Negro Primero…

—¿En qué momento cayó Negro Primero?

El General suspira hondo y dice

—El día de la batalla,

a los primeros tiros,

cayó herido mortalmente,

y tal noticia produjo

 después

un profundo dolor

 en todo el ejército.

Bolívar cuando lo supo,

la consideró

como una desgracia

y se lamentaba

de que no

le hubiese

sido dado

presentar

en Caracas

aquel hombre

que llamaba

sin igual

en la sencillez,

y sobre todo,

 admirable

en el estilo peculiar

en que expresaba sus ideas.

 

—De esta manera —estima El locutor

la mesa

está

lo suficientemente servida…

Es el momento de Gil Fortoul

presentar una recapitulación …

o un breve acto conclusivo…

sobre la base de lo expuesto…

 

Páez, O’Leary y González Guinán

pegaron el oído en las palabras

que Gil Fortoul comenzó a pronunciar

—En la mañana del 24 de junio

 avistaron

el ejército de La Torres,

que ocupaba la llanura de Carabobo

y colinas circundantes.

Eran los realistas 5.000

repartidos

en seis columnas

de infantería

y tres

de caballería,

“situadas de manera

que mutuamente

se sostenían

para impedir

nuestra salida

 a la llanura”.

Bajaban los patriotas

por el camino

que atraviesa

el alto de Buenavista,

tan estrecho

que apenas

les ofrecía

campo

para

desfilar,

 y esto bajo los fuegos

 de la artillería

e infantería

españolas.

Bolívar,

cambiando su plan,

ordenó a la división

 de Páez

que flanquease el enemigo

por su derecha,

“que parecía más débil”;

pero “debíamos desfilar

por segunda vez

para atravesar un riachuelo

que separa la colina

en que se había desplegado

nuestro ejército”,

y otra desde cuya cumbre

bajaron al punto

cuerpos enemigos

a disputar el desfiladero.

“Allí se rompió el fuego

de infantería,

sostenido

vigorosamente

por ambas partes.

El batallón Apure,

que logró al fin pasar,

no pudo resistir solo

 la carga que le dieron:

ya plegaba,

cuando llegó en su auxilio

 el batallón Británico

que le seguía”.

Este, peleando a pie firme,

dio tiempo

a que se reformase el de Apure,

y reforzados ambos

con dos compañías

de Tiradores,

“decidieron la batalla”.

En vano la caballería enemiga

 intentó

luego

arrollar a nuestros llaneros,

que al verse en campo abierto

 se creían ya invencibles,

y vencieron.

“Batallones enteros

se tomaron prisioneros;

otros, arrojando sus armas,

se dispersaron

disueltos

por los bosques”.

Menos de una hora

había durado la batalla.

La Torre

y su segundo Morales

lograron escaparse

merced

a la admirable resistencia

del primer batallón de Valencey,

que formado en cuadro

por su coronel

Tomás García,

se retiró a Valencia.

“Nuestra pérdida

no es sino

dolorosa

—escribió Bolívar al día siguiente—:

apenas 200 muertos y heridos”.

Entre los muertos

se encontró

a los jefes

 de la

segunda

y tercera

divisiones.

Cedeño —agrega el Libertador—

“desesperado de no poder

 entrar

en la batalla

con toda su división

por los obstáculos del terreno,

dio solo

 contra

una masa

de infantería

(la del Valencey)

y murió en medio de ella

del modo heroico

que merecía terminar

la noble carrera

del bravo

de los

bravos

de Colombia…

Igual dolor sufre la República

con la muerte

del intrepidísimo

coronel Plaza,

que lleno de un entusiasmo

sin ejemplo

se precipitó

sobre

 un batallón

enemigo

 a rendirlo”.

La Torres

fue

a encerrarse

en Puerto Cabello

y Bolívar siguió a Caracas…

 

En celebración

de las formidables

palabras de Gil Fortoul…

el  locutor pasó

 a leer

las líneas

de aquel

dedicados

a los caídos

 en la batalla

—Camejo descendía de esclavos;

Cedeño era “Pardo”: 

todos supieron morir

con el mismo coraje

 que el “mantuano”

Ambrosio Plaza:

todos fueron ya iguales

en el amor

y en el ideal

de la patria libre.

¡Cómo no, si a semejante

altura moral

los había

 levantado

el genio del Libertador!

 

Previa alerta de enrumbarse

el programa

 hacía los minutos de cierre;

el locutor estima prudente

dedicar estos minutos

a las acciones del día “D” de la batalla

¿General que hicieron Uds.

el día siguiente?

¿Hacia dónde se dirigieron?

—El 25 de junio

 Bolívar,

dejando a Mariño,

jefe del estado mayor,

al frente de las tropas en Valencia,

marchó

conmigo

y un batallón

hacia Caracas…

—Entiendo que la ocupaba Pereira…

—Pereira la abandonó cuando supo

la derrota de los realistas en Carabobo

 y la proximidad del Libertador…

¿Y qué pasó con este jefe realista?

—Al fin tuvo

que capitular

 con el Libertador

… el día 4 de julio cuando vio

que no se presentaba en el puerto

 ningún buque español.

—En la Guaira se entiende…

¿Y Uds. cuándo entraron en Caracas?

—llegamos el 29 por la noche.

—¿Fue larga su estadía aquí?

—A poco de haber llegado a Caracas,

me ordenó Bolívar

regresar a Valencia

a ponerme a la cabeza del ejército,

y él se quedó en la capital

conferenciando

 con el vicepresidente,

general Soublette,

acerca de varios puntos

de gobierno

y administración.

Después se reunió conmigo en Valencia,

y a principios de agosto

marchó para la Nueva Granada

con algunos cuerpos del ejército,

dejando dividida

provisionalmente

a Venezuela

en tres

 distritos militares,

siendo yo nombrado

comandante general

del que se formó

con las provincias

de Caracas,

Carabobo,

Barquisimeto,

Barinas

y Apure.

 

O’Leary comenzó por precisar

que al siguiente día de la batalla

el Libertador había hecho

la relación del triunfo

en una carta al vicepresidente de Colombia

y el día siguiente de la entrada a Caracas

recibió Bolívar el parte oficial

—el 30 de Junio

 por el coronel Pedro Briceño Méndez.

—¿Qué día entró Bolívar a Caracas?

—El Libertador llegó á Caracas

en la noche del 29,

acompañado

solamente

del general Páez

y de su estado mayor.

Supo el 30 del movimiento de Pereira

y envió al teniente coronel Ibarra,

su edecán,

con un piquete de dragones á ocupar La Guaira,

lo que verificó; pero á causa

de la contra marcha de Pereira,

 tuvo que retirarse.

 Noticioso

 el Libertador

de lo que sucedía,

marchó á aquel puerto

con las fuerzas

que habían llegado de Valencia.

Pereira,

perdida toda esperanza de socorro,

se entregó

en virtud

de la honrosísima

capitulación

que le concedió Ibarra,

… aprobada por el Libertador.

El cuerpo del coronel Tello,

más afortunado,

logró entrar en Puerto Cabello

ántes de establecerse el bloqueo de la plaza.

Todo el país,

con excepción

de esta fortaleza

y de Cumaná,

quedó sometido al gobierno republicano.

Bolívar,

después

de una

ausencia

de siete años

de pruebas, reveses y victorias

 tuvo la dicha

de volver triunfante

 á su ciudad natal.

—Brevemente… Mr. O’Leary…

¿Qué puede comentar Ud.

de la reacción del pueblo de Caracas

ante la presencia de Bolívar?

—Casi rayó en delirio

 el entusiasmo

de los habitantes

 de Carácas

al ver entre ellos

el esforzado campeón

 de la independencia americana.

Aunque ya entraba la noche

cuando se supo

su llegada á la ciudad,

un gentío inmenso

 de todas clases

y condiciones

invadió su casa

 ansiosos de verle,

y no fue sino después

de media noche

cuando pudo escapar

de la grande ovación,

para entregarse al descanso…

—Permanece Bolívar

desde la noche del 29 de junio

hasta el 1º de agosto

cuando parte definitivamente

 con destino á Bogotá…

Usted estima de más breve aun

su estancia en la capital que la anterior ocasión…

Entre Valencia y Caracas está ubicada…

—En el camino principal

de Caracas á Valencia,

está situada la valiosa hacienda de San Mateo,

que había heredado de sus padres,

y que era de todas sus propiedades

á la que tenía Bolívar más apego,

por los recuerdos que le traía á la memoria.

Allí pasó la infancia con sus dulces encantos,

y luego los días

apacibles y felices

de la juventud.

Más tarde fué también

aquel sitio

memorable teatro

de sus glorias.

En esta hacienda se detuvo

por algunos días,

entregado á las grandes labores

de la vida campestre

á que tanto era adicto.

De los mil esclavos que poseía

ántes de la revolución,

sólo halló tres,

é inmediatamente les dio la libertad.

 

—¡Este es el Bolívar eclipsado por el culto heroico!

el menos conocido

y así de esta manera creemos

el haber brindado una mirada

sobe la base del testimonio

tanto de dos protagonistas

—de dos que allí estuvieron

acompañada de los aportes

de dos grandes historiadores

del siglo XIX…

Encargamos a González Guinán

de ofrecer una síntesis

de la agenda cumplida por Bolívar

en el contexto post- Batalla de Carabobo…

—La victoria de Carabobo

abrió al Libertador

las puertas de Caracas.

Allí se ocupó en complementar

esa victoria y en echar

las bases

de una administración regular;

y después

de haber dictado órdenes

para rendir a los realistas

que aún resistían en Puerto Cabello,

de someter al Jefe español Pereira

y a sus tropas,

de confiar al General Soublette

las funciones

de Vicepresidente

de Venezuela

y al General Páez el cargo

de Jefe civil

y militar

de la Provincia,

partió de Caracas

 el 1º de agosto

con rumbo

a Bogotá,

por la vía de Valencia…

 

—¡Fíjese nuestros oyentes!

a quienes agradecemos la preferencia…

Estamos ante la coherencia del círculo…

Este hombre está en armas

 desde que rompió el plomo

contra España colonialista

y en lugar de irse a encerrar

en su finca de San Mateo

—esta victoria

 la victoria de 1821

la festeja con la salida inmediata

hacia el sur…

por donde ya anda en movimiento Sucre…

 

—Amigas y amigos

hemos llegado al final de nuestro programa

desde aquí

desde los estudios de La Voz de Apure…

Complacido por la presencia

de Páez,

 Oleary

González Guinán

y Gil Fortoul

Nos despedimos hasta la próxima…

Esta ha sido una programación conjunta

con Radio Difusora del Sur…

 

(Se oye el sonido de los viejos teléfonos)

El locutor acusa recibo de la llamada

desde Caracas de Ramón Díaz Sánchez

y trueca la disculpa de Díaz Sánchez

por el encargo de lo que aquel

deseara comentar

acerca de la batalla de Carabobo

El locutor subraya que Díaz Sánchez

es el autor de Bolívar el Caraqueño

y un libro clave en la comprensión

de la política del siglo XIX …

Después de saludar

y justificar su ausencia

Díaz Sánchez comenzó

por precisar

—La concentración ordenada

para la batalla decisiva de Venezuela

se completa en San Carlos

a fines de mayo.

Durante el curso de ella,

siguiendo instrucciones del jefe supremo,

Bermúdez ha tomado (y perdido) a Caracas

con lo cual

ha sembrado

 la confusión en el enemigo.

Páez, que había salido de Achaguas

con 1.000 infantes

y 1.500 jinetes,

el 7 de junio hacía su entrada

en la capital de Cojedes.

El 16 lo seguía el contingente de Rafael Urdaneta,

(calculado en 2.000 combatientes),

pero este general

a causa de una penosa

dolencia

tuvo que entregar

el mando a Rangel.

El choque se produce el 24 de junio

al amanecer

y en él participan,

del lado de los patriotas

6.400 hombres,

y 5.200 por parte de los realistas.

Bajo las banderas

de los primeros

combaten

además de Bolívar y Páez,

Santiago Mariño (jefe del Estado Mayor),

Bartolomé Salom, O’Leary, Ibarra, Medina,

Woodberry, Álvarez, Ibáñez, Plaza, Avendaño,

Manrique, Sedeño, Piñango, Juan José Flores,

Carlos Castelli, Reimbolt, Smith, Mavy, Celis,

Pulido y Cala,

esto es,

venezolanos,

ingleses,

italianos,

alemanes

y de otras naciones;

y bajo las de los realistas

 La Torre, Morales,

Montenegro y Colón, Valentín García, Cini,

Illas, Montero, Zarzamendi, Narciso López,

Guía Calderón, Antonio Ramos, Renovales,

 Martínez y Cruces,

es decir

españoles de Europa

y españoles de Venezuela.

Las bajas serán sensibles

(Sedeño, Negro Primero, Plaza)

pero la victoria será generosa

 para las armas de la República.

La Legión Británica,

que poco antes

se había

sublevado

por una vulgar avidez de botín,

en el campo de Carabobo

se hace fusilar

impávida y sólida

como una muralla.

En el propi terreno Bolívar se acerca a Páez

y le dice: «General, a nombre

del Congreso de Colombia,

en premio de vuestro valor

y de vuestro amor a la patria,

os ofrezco el grado de general en jefe».

Hubiese podido decirle también:

«Vea usted, general,

cómo es posible

coger el cielo

con las manos».

El 28 de junio,

después de siete años

 de ausencia forzosa,

vuelve Bolívar a entrar

triunfador

en Caracas.

Su presencia produce

delirantes entusiasmo.

El pueblo le abraza y le llama Padre de la Patria.

Finalmente, deseo agregar

que —La victoria de Carabobo,

con la que se consuma

la Independencia de Venezuela

y se consolida

en ambicioso proyecto bolivariano

de la República de Colombia,

permite también al héroe

el humilde,

el mínimo goce

de volver

a pisar

tierra nativa

y de palpitar en ella

con los recuerdos

de su infancia

y su juventud.

En Caracas y San Mateo,

a orillas del Guaire

y del Aragua,

palpa las ruinas de la hecatombe.

Por doquiera

cenizas, lágrimas, maldiciones.

Por doquiera

miseria, plantaciones devastadas,

fortunas deshechas,

huesos dispersos

en los caminos.

Es el precio de la libertad y la gloria…

 

El locutor concentra su voz

sobre el señalamiento de Díaz Sánchez

 acerca de la composición

 del ejército realistas

españoles de Europa

y españoles de Venezuela.

y entonces Gil Fortoul

expresa que sobre esta arista

se levantó la audaz tesis

que concibe a la independencia

como un proceso de guerra civil…

y casi sin ningún esfuerzo

señala que en el Tomo I

en la Nota de pie de pág.

correspondiente a la 189

de la Autobiografía de Páez

allí se inserta una cita de Torrente

contextualizada en el momento

de la persecución de Pereira

en los días después de Carabobo:

Torrente dice —con la venia

de la audiencia

—“Habiéndose el almirante francés Jurien

rehusado a admitir las tropas realistas

a su bordo

alegando la estricta neutralidad

que se veía precisado a observar,

interpuso, sin embargo,

                               su mediación

para que

entre

dicho Pereira

y Bolívar

se estipulase un convenio,

por el cual se concedía

a aquellos soldados

la libertad

de quedarse al servicio de la república

o de embarcarse para Puerto Cabello.

De los setecientos

negros, mulatos y zambos

de que se componía la infantería,

tan sólo seis abrazaron

el primer partido,

formando un extraño contraste

con la caballería

que se componía

en su mayor parte de europeos,

y de la que se vieron

más individuos

abandonar

las banderas del rey,

 aunque su fuerza total no llegaba a setenta”.

Entre aquellos seis

que dice Torrente

se quedaron,

estaba aquel cabo

que nos hizo la heroica resistencia

en el pueblo de la Cruz.

Esta por supuesto es observación de Páez…

 

Al retomar el micrófono

 el locutor

San Fernando quedó sin luz...

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