Téngalo en cuenta
Ud. puede ser la
próxima víctima en caer.
Club Aerobar, Achaguas 1981.
Miguel Pérez
Me tenía que pasar y me pasó. Tanto cuidarme y
nada. Me llamó Juan que no era el que yo creía que me llamaba. Me buscó la
vuelta y caí. Pero detrás de mí cayeron dos más que deben sentirse estafados
por mí, aunque se muestran muy comprensivos conmigo. Pero no me duele la cuenta
que debo pagar. Me duele el tiempo que perdí buscando a Juan en el hospital,
habitación por habitación, cama por cama, al lado de un hijo o de un sobrino
que se moría y necesitaba realizar una transacción en bolívares de 200$; pero
como yo le debo a mi amigo una cantidad de favores inconmensurables y tal como
me consta la seriedad y la responsabilidad de mi amigo (palabras que me decía
el impostor), era sólo cuestión de convencer a mis vecinos de la urgencia del
caso, le depositaran el monto indicado y pasáramos por el hospital recogiendo
los 200 $.
Efectivamente, la primera que vino en mi auxilio
fue una vecina que necesita convertir en dólares lo que recibe del exterior de
su hijo para sus gastos de alimentación y medicina. Y cerró el trato diciéndome
que le entregara sus dólares mañana o pasado porque ella confiaba en mí
ciegamente. La segunda de mis víctimas resultó doblemente estafada: Tuvo que
dejar el cierre de caja a medio camino y me acompañó en la búsqueda de mi amigo
por todos los rincones del hospital. Y cuando ya abandonábamos el hospital
recibió una nueva señal del impostor: —Estoy en la cancha frente a la casa de
Miguel... Mi sobrino se muere ¿porqué me hacen esto?... A estas alturas yo soy
el malo y el impostor un ser irreductiblemente sensible, bueno.
Yo le dije a mi víctima: —Tranquilo en cuestión de minutos
mi amigo "patria o muerte" (y esto nada tiene que ver con la política
de nuestros días, sino que es legado de nuestra vida universitaria), viene a
cancelar su falta de palabra. Quedamos en vernos por la mañana.
Al ratico recibí otro mensaje de mi amigo que en realidad era el impostor que
llevaba un mes haciéndose pasar por mi amigo: "Mi sobrino murió...
Discúlpame por quedarte mal." Yo me limité a decirle: "¡Lo siento!"
Pero enseguida me dijo: —Me están comprando el resto de los dólares. Yo sólo le
contesté: —pues disponga de ellos porque yo a esta hora no puedo hacer más nada
y regresé a lo mío: sentarme frente al televisor pero casi por completo
concentrado en la lectura de alguno de mis autores que jamás me defraudan.
A las ocho de la mañana ya tengo dos nuevos
mensajes del impostor. Le reclamo la deuda y la falta de cortesía, de
puntualidad... Pero no recibo ninguna respuesta. Como ya son sobre las doce y
debo dar la cara a mis víctimas, y como quiera que al impostor se le
descargó el telf. (O qué sé yo sea la causa de su permanencia fuera de línea),
decido matar la culebra por la cabeza y me llego hasta la casa de mi
"amigo suplantado" y lo encontré sumamente relajado que no podía
creer nada de la urgencia que me llevó a su casa...
Puse entonces a funcionar el sentido de la pequeña
ayuda de mis amigos o seres queridos. La primera puerta que toqué quedó en
darme una respuesta por la noche. Como no me ofrecieron ni agua, sentí que toda
la Urb. actuaba en mi contra.
Aferrado a mi plan giré hacia la segunda puerta y
nuevamente el tiro no cayó en el suelo y menos en el blanco. No me dejaron
hablar. El tipo vio mis zapatos y enseguida le ordenó a "su amor" que
me encargara un par a los EEUU. A mí me provocó ipso-facto abrazar mis zapatos
y besarlos. ¡Ellos tan nobles conmigo! Algo de esto debió rondar el rostro del
tipo y así lo llamo porque desde este momento deja de pertenecer a la pandilla
de mis sueños. De él ya no queda nada del joven que batió conmigo la lucha
estudiantil universitaria y que una buena vez me confesó que él solo aspiraba
un sueldito que le permitiera educar a sus hijos y heredar del abuelo el viejo
Willy verde oliva y ponerlo pepita. El tipo entre zapatos, ropa, suéter,
reloj y celular fácilmente rondaba los 2000 dólares y considérese además que
esta era la indumentaria exclusiva del tipo vigilar la producción de
la finca bajo su custodia...
¿Pero qué pasó entonces? Fueron tantos los esbozos
de los planes enunciados en cadenas que al final yo me sentí ya partiendo
de Maiquetía rumbo a Miami convertido en el más próspero importador de esta
nación. Ese potencial descubrió el tipo en mí, yo que desde temprano terminé
convencido que no servía para nada, salvo que para el diálogo con la página en
blanco. Y agradecido pues de esta deferencia o tal vez intimidado por la
ridícula vergüenza que me causó la desproporción entre la realidad miserable
del monto de la estafa por el que tenía que responder y el ámbito
estratosférico o aéreo de esta nueva tentativa del éxito que yo tan negligente
no me daba cuenta que era más fácil que ganarse la lotería y solo era cuestión
de cruzar la esquina. "Y más con la
generosidad de mi pasaporte" —que según él— no había puerta en el mundo que
se resistiera.
Me sentí agobiado pero no precisamente por los efectos
de la edad sino de estar en la proximidad del éxito que, casi en la víspera de
cumplir mis sesenta años por fin se me presentaba dócil y risueño por
primera vez.
Y así con muy pocas razones para el optimismo
llegué a la casa de la que esperaba muy poco —o mejor nada— por estrictas
razones de lo que allí recaudan mensualmente comparado con el flujo de divisas
que surten las dos puertas anteriores. Más bien necesitaba ser escuchado. Y me
escuchó. Y bajo la excusa de buscarme un café (que me lo trajo), en mis
manos largó todo lo que disponía para la manutención de un mes o dos meses. Y
como para recomponer los fragmentos en los que seguramente salté hacia adelante,
muy amablemente pero con mucha convicción disparó esta perla: —Se comparte lo
que hace falta. No lo que sobra...
Nunca los versos de Martí tuvieron mejor sentido.
Ni los comprendí mejor:
Con los pobres de la tierra
quiero yo mi suerte echar.
Desaire, adioses definitivos, terror y horror,
reafirmación y desengaño, a cada paso cruel, la vida se empecina —sin embargo—
en encerrarme en esa jaula del común, en esa órbita en la que estoy obligado a
parpadear ante la seducción de la rosa. El misterio que lleva a lo que no somos
en la escurridiza apariencia o cualidad de la que hemos sido despojado pero que
permanece allí en el fondo de muchos de nosotros al margen de cualquier duda. Y
que podemos recoger certeramente y en parte con esa simple división del hambre
entre todos para que ninguno muera de hambre.
Perra vida tan santa como la más depravada de las
putas, y tan tacaña como los bodegueros afines a Cómala, o como un inglés con
sus ahorros, ¿Por qué insiste tú malvada vida, vida maldita para siempre nada
más que por causa de las fechorías del pobre Adán y la hermosa Eva, en
convencerme —tú malvada vida— de lo que no eres porque no es verdad que eres
hermosa ni buena?
No temo que a pesar de Dios y el diablo este sea el
único paraíso del que pueda disfrutar el ser en trance de volverse polvo
absoluto. Ese formidable pararrayos que es la pequeña ayuda de los amigos.
Y ya que puedo ver más claro, son más saludables y
aconsejables los cinco amigos de oro de los que se jacta Fito Páez al millón
ansiado por Roberto Carlos…
¡Adiós vida cruel contigo ni a la esquina!
—¿Qué esto mami? ¿Este es el niño echú?
—No Asile, este es la madre del Niño Jesús.
—¿La mamá del niño
echú?
—Si Asile ella es la virgen María…
—Ay tá triste… tá triste mami…
Al mismo tiempo que su mano acariciaba la cabeza y
el rostro de la virgen como también su madre la consuela a ella en su tristeza.
Ella apenas tiene dos años. Y sobrepasa a la imagen por pocos centímetros.
Noche del 26 de agosto de 2021.
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