La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

martes, 27 de marzo de 2012

Tal vez mañana no tenga ganas de escribir

El rayo de la ternura, la testarudez de la piedra, el esplendor de la casa, la risa de la humildad, se desandan en este diálogo de hoy. 
¿Conoce Ud. el oro del atardecer? Confecciono un himno heroico de mi propia tragedia.
Un amor me hirió de muerte, la venta de la casa, me arrojó a las tinieblas. ¿Podré seguir escribiendo? Atajo los inmensos goterones del sufrimiento.
Se imponen los ruidos del otro mundo.
Pienso que la escritura debería a aprender a quererme.
—¿Es que no lo sé? ¿No te agrada mi amor?
—¿Todo el tiempo de espera, mi solitaria espera, no lo justifica?
—Me gustó el texto...
—Lo escribí para complacerte.
—¿Qué haces? ¿Estás ocupado todavía?
—¡No! Este tiempo es tuyo.
—¡Gracias! ¿Cómo están el estomago y el pie?
—Ambos desean tener de su lado, la bondad que te caracteriza.
—¿Te queda mucho trabajo, amor?
—¿Cómo así?
—¿Por allá? En el archivo, en tu investigación ¡Es que deseo mucho estar contigo!          
—¿Te disgusta mi ausencia? 
—¡Te extraño! ¡Te necesito mucho! 
—¿Y por qué no me sigue como los creyentes abandonan a su familia y siguen a Cristo sin importarle ninguna dificultad? 
—¡Ok, te seguiré! 
—¿Cuándo? ¿Llevo más de diez años en eso? Esperando... 
—¡Desde ya! ...¡Hoy me ofrecieron unos dólares, pero muy caros amor! 
—¿Y por qué? ¿Qué es lo que más extrañas? 
—Extraño estar en tus brazos, hablar contigo, darte besos, ¡amarte! ¡verte! ¡extraño nuestros paseos! 
—Eso lo puedes hacer con otros... 
—¡Pero yo lo deseo es contigo! ¡No me interesa ningún otro!
—¿Qué sientes conmigo que no puedes sentir con otro?
—¡Amor! ¡Pasión! y ¡Admiración! 
—¿No me lo puedes decir menos rebuscado? 
—El amor que siento contigo es sólo contigo! Los orgasmos ricos y espectaculares, sólo contigo los logro! Y me gusta hablar contigo, ¡que me cuentes y expliques cosas! Tus ideas, tu forma de pensar y de llevar la vida! 
—¿No mientes? ¿Eso no se lo decías a tus anteriores parejas? 
—¡Jajaja! Claro que no, ninguno te llega ni a los zapatos! 
—Pero a dos de ellos le diste hijos.
—A mis hijos los adoro y nunca me arrepentiré de haberlos tenido. Pero reconozco que fue en una etapa de inmadurez en mi vida.
—A ellos los llevabas a casa de tus padres.
—¡Desde el primer momento que apareciste en mi vida, mi madre sabe quién eres! Me refiero a tu relación con Miriam. No me lo iba a permitir! Aquí en casa, ¡no! 
—Ella es la culpable que te casaras con un hombre que tú no amabas... 
—No supo defenderme, no supo cuidarme. Le importó más lo que iban a decir. 
—¿Y cómo sucedió lo nuestro? Yo no lo recuerdo. No creo que alguna vez te busqué...
—¿No entiendo? ¿Por qué me haces esas preguntas? 
—Porqué me agrada que cuentes esa historia... así como tú se las cuentas a tus hermanas...
—¡Si, me buscaste! Ese día en la tasca me dijiste que era linda. Y a los días de habernos conocido, pusiste a una compañera de trabajo a que me llamara a mi casa. ¿Te acuerdas? Luego, me pasaste buscando por la parada, donde esperaba el bus para ir a la universidad… Ese semestre salí muy mal. Me escapaba contigo muchas tardes. No entraba a clase ni presentaba evaluaciones. Me tocó los semestres siguientes ver clase de 3 a 10 de la noche, para poder nivelarme. Pero yo era muy feliz contigo. Tomábamos café, cervezas y me penetrabas delicioso… ¡Fui y soy muy feliz! Hablamos... Te leía tus textos.
—Fue Ud. la que me dio el teléfono sin conocerme ¿Para que me lo dio?
¡Jajajaja! ¡Y tú me diste el de tu trabajo! Te lo di para que me llamaras. ¡Quería volver a verte!
—Y fue Ud. la que me propuso que tomara de ti todo lo que yo quisiera, así sin conocernos... la primera noche y la primera vez que yo te veía...
—¡Jijiji! ¡Tú sabías que me encantabas! ¡Sabías que eso pasó desde el día en que te vi! Me quedé contigo y dejé que July se fuera. Me puse loca cuando te vi.
—Así que tu mamá no podía decir nada... Yo tenía a Miriam y tú tenías de compañía a un hombre casado...
—Sí, a ella le costó mucho aceptarlo; pero sabes que lo de Miriam fue distinto... ¡se conocían!
—Volviendo atrás: Yo no podía saber si yo te gustaba, porque desconocía de tu existencia, jamás te había visto...
—¡Pero yo sí!... Y eso se nota… No lo disimulé —¿Y yo no te gusté ni un poquito?
—¿Cómo así? ¿Desde cuándo me conocías?
—¡Desde ese día que te vi llegar a Torogallo!... ¡Esa sonrisa tan bella, tan tuya! Esa alegría que vi en tus ojos!
—De eso no me recuerdo ¿Con quién andaba yo?
—Tú ni me viste! Era yo quien te veía. Andabas con Miriam y unos niños. Uno de ellos era Ernesto Miguel; una niña y creo que otro niño más grande. Pero no era Miguel Ernesto.
—Dijiste algo... Comentaste algo de mi presencia...
—Ese día me distraje tanto viéndote que todos los que andaban conmigo se dieron cuenta. Y preguntaron: ¿Qué veía? Nadie te conocía... July sabía que eras poeta y del Gallo Rojo —así me dijo. Eso aumento más, mis ganas de conocerte.
—¿Y tú que sabías de mí?
—¡Nada! Primera vez que te veía. Imaginé que eras el marido de Miriam. No sabía ni tu nombre...
—En otra oportunidad me dijiste, que por ese sólo hecho, suponías que yo era un hombre interesante... 
—¡Es verdad! Ella no era común para mí. La creo interesante. Por lo tanto, a ti también. Pero eso fue secundario!
—¿Qué lo principal... entonces?
—Como capturaste mi atención con tu sonrisa tan bella... ¡Eso fue lo principal! ¿Quién es este tipo tan bello? ¿De dónde salió? ¿Quién es?
—¿Te lo dijiste para ti o a tus compañeros?
—¡Para mí! Luego pregunte quién te conocía... —¿Amor qué haces? ¿Por qué tardas…?
—Ya lo sabrás... ¿Recuerdas el tono de la pregunta?
—¡Sí!
Dímelo...
—Parecía que me entrevistabas o algo así...
—Lo de la pregunta... allí quedamos...
—Me preguntabas...
—¿Cómo lo preguntaste?... A tus compañeros...
—Ellos preguntaron primero: ¿Qué te pasa? ¿A quién ves? Y les dije: A ese tipo que llegó ahorita. ¿Quién es?
—¿No hubo otro comentario?
—Las muchachas voltearon a verte… Y July dijo: Ese es poeta... Dayana no sabía quién eras.
—En la Tasca tú andabas en compañía de July ¿Cierto? Yo llegué solo...
—Yo andaba con July, pero no me di cuenta el momento en que entraste. Estaba distraída, hablando con ella o en el baño; de repente me di la vuelta y estabas en la esquina de la barra. Estabas con Guada y con tu hijo... ¡Ahí me dijiste que era bonita! —Escucho en las noticias que el papa esta en cuba...
—¡Así no es la cosa!... Cuando yo entré Ud. habló de mí con July...
—¡No! Cuando te vi le dije a July: ¡Ahí está, July! ¡Ahí está! Pero no fue cuando entraste, papi. Y July me dijo: "No lo mires, disimula". Parece que no te tenía ni un poquito de confianza.
—¿Quién?
¡July!
—¿Y tú que le dijiste?
—¡Me gusta, July! Quiero conocerlo...
—¿Ya tenías confianza en mí?
—¡Yo sí! Nunca tuve miedo! 
—Dejamos a July en su casa?
—¡Sí!
—¿Luego?
—Tú me preguntaste: ¿Para dónde vamos? Y yo respondí: ¡Para dónde tú quieras!
—..."Haga conmigo lo que quieras"... ¿Te parecí tímido? ¿Te molestó mi timidez o te decepcioné en ese momento?
—¡Jajajaja! No amor... Creo que me tenías miedo. ¡Yo quería besarte!
—¿Usamos protector?
—Nos paramos en una farmacia; lo imagino... yo no lo recuerdo... —amor ¡son las doce!
—Quieres decir que no te provoca seguir más este diálogo...
—Si quiero seguir, no tengo sueño. Sólo vi que son las doce.
—¿Te agrada hablar de esto?
—Si, me da risa, pena, alegría...
—No entiendo lo de la pena...
—¡Por lo atrevida!... lo atrevida que fui esa noche. Parece que creía que no te iba a ver más.
—Tengo curiosidad de algo... ¿Cómo te sentiste después de esa entrega? 
—Esa vez no fue nada común para mí. Me sentí extraña. No fue muy cómoda, pero quería seguir ahí...
—¿Te agradó?
—¡Si!
—¿Era la primera vez que traicionabas a tu pareja?
—¡Si!
—¿Cómo lo comenzaste a ver a partir de ese instante? ¿Sentías lo mismo de antes?
—Le comencé a tener un poco de rabia; sí, suena extraño, pero eso me pasó. Nunca sentí miedo, ni remordimiento. —En el fondo sabía que él no me quería, y que el amor que yo le tenía no era sólido.
—¿Y por qué seguías con él?
—Por creer que con él podía tener un hogar. Ya había involucrado a mis hijos en esa relación; viví con él y con mis hijos. En ese momento pensé que era lo mejor.
—¿Callaste lo nuestro, o al día siguiente lo compartiste con alguna de tus amigas?
—No le conté a nadie. A los días, le conté a Dayana. Sólo a ella.
—¿Por miedo? 
—Sólo le contaba mis cosas a Dayana. A July a medias.
—¿Te reprocharon algo?
Dayana me dijo: ¡Estás loca! Pero no sólo eso, después se comenzó a reír.
¿Y qué entendiste con lo de la risa?
—Que no me lo reprochaba del todo; que le parecía una locura, pero que no era tan mala la cosa.
—¿Le confesaste que te gustó o qué?
—¡Claro!
—¿No me lo puedes decir más expresivamente? 
—¡Claro que le dije lo mucho que me gustó! Ella estaba pasando por un momento difícil, quería dejar al marido y le gustaba hablar conmigo, le gustaba que le hablara y le diera detalles de mis cosas. Creo que deseaba hacer lo mismo o algo parecido. Por eso le di detalles. Le dije todas las locuras que hice. Me dio hasta gusto contarle. Ella era muy inocente en ese entonces. Sólo había estado con un sólo hombre, su esposo.
—¿Y tú con cuántos?
—Eso te lo pase por escrito.
—¿En ese momento?
—Cinco... —Amor, ahora si tengo un poco de sueño, ya casi es la una.
—¿Cómo me ves después de diez años de nuestro encuentro?
—¡Más hermoso, divino e interesante que nunca! Son más de diez años...
—¿Qué tienes que reprocharme? ¿Qué resientes de mí?
—¡Ya nada! Sé que muchas cosas que me atormentaron tenían que pasar para encontrarnos realmente.
—¿Cuál el momento más difícil?
—Ese lapso de desamor. Y luego entender los motivos.
—¿Cuál el más hermoso?
—Estos últimos 2 años.
—¿Si se pudiera comenzar de nuevo que evitaría repetir?
—Eso es difícil, porque cada una de las cosas que hemos vivido nos han llevado a la mejora, a la estabilidad de nuestras emociones, de nuestro amor. Pero segura estoy, que no quiero más infidelidades entre nosotros... ¡Soy tuya y quiero que tu seas mío! ¡Para siempre!
—¿Que te gustaría repetir?
—La primera vez.... ¡Jijiji!
—¿Cómo me vas a recordar? 
—¿Por qué esa pregunta? ¿Acaso no piensa volver?
—¿Cómo te gustaría recordarme? 
—Como mi amor. Como el arco iris...
—¿Puedo escribir que aún me amas?
—¡Escríbelo amor! ¡Escríbelo!
—¿Qué?
—¡Que te amo! ¡Que te adoro! ¡Que después de tanto, te amo más y me gustas más!
—¡Qué raro! En todo este tiempo jamás me hablaste del arco iris: ¿Qué representa para ti?
—Lo bonito, la claridad... ¡Me encanta verlo cuando sale después de llover! El arco iris es como una fiesta, me da la idea de los fuegos artificiales... ¡Tú eres mi arco-iris! 
—¿Qué objetos, qué situaciones te hablan de mí en tu interior, cuando momentáneamente me olvidas?
—Los libros, la música, los paisajes, el presidente, ¡las camisas mangas largas!, las botas, la comida de casa y los morrocoyes... Muchas cosas amor... ¡Es casi imposible no pensar en ti! —Amor es más de la una.
—¿Qué te hubiese gustado que te preguntara y no lo hice?
—Creo que preguntaste todo.
—Es la respuesta que no me esperaba...
¿Podemos seguir mañana?
—¡No! Tal vez mañana no tenga ganas de escribir...

lunes, 26 de marzo de 2012

De la única manera que puedo ser feliz en los aeropuertos


¿Desde cuándo ambicioné esta vida? ¿Desde cuándo me parezco a éste ser más pequeño de lo que soy, abandona un avión, descansa en un aeropuerto o pasa la noche en una ciudad desconocida, receloso de la habitación que le asignaron, distrae el cansancio, sale a las avenidas, las tiendas de libros, los museos, las bibliotecas y los bares? Me agrada sentarme frente a las avenidas, visitar un café y seguir el tono de la conversación cotidiana, contemplar el paso de las mujeres agradables y entre sus rostros desconocidos, el de mi amada... ¿Desde cuándo busco similitudes entre pueblos que se creen distintos? Las diferencias no son tan profundas: algún olor, algún sabor, alguna nota dedicada a una tierra en particular pero que nos sugiere la nuestra, la que heredamos de nuestros padres, la manera de usar y atribuir poderes mágicos a la palabra, un par de ojos que nos abre la puerta del cuarto más íntimo sin la mediación de otros recursos, el frente de las casas y la manera de distribuirlas a lo largo de una porción determinada... Eso repite la experiencia humana, la singulariza en un reino: el del único ser capaz de moldear el destino a su ambición... Sí, algunas veces me siento extraño en tierra ajena, pero cuando veo bien, me encuentro con un abanico de mis raíces: esas mismas diferencias fueron creadas artificialmente y son más propias del ámbito del egoísmo que debe quedar atrás.
¿Algunos trozos de la historia épica de los pueblos también no son idénticas? Lo ponen de manifiesto los oradores del calendario patrio.
En otros ríos, veo los míos, el Arauca y el Apure. Un acabado de las viejas manisones de San Carlos de Austria, lo detallé identico en Madrid.
En casi todos los lugares la gente se queja de lo poco que gana: Un deseo de partir hacia otros rumbos pareciera ser el anhelo común de América y Europa: ¿Es nuevo acaso eso de la tentación de la aventura? Una le reparo a ambos mundo, el Viejo y el Nuevo, la existancia de cada uno. 
Si me diera por escribir una novela, ese sería el terma central: ese deseo de explorar, de recorrer, de conocer, de marcharse, de dejar de ser uno para comenzar ser otro ser.
¿Desde cuándo esta angustia me gobierna?
Dichoso el que puede argumentar una razón. A veces no poseeo a mano un encendedor y los nuevos atardeceres me sorprenden.
Lo curioso de esto, entre el andar desesperado de la gente, detenerme en el contorno de unos ojos que  roban mi deseo de vigilarlos, en los aeropuertos incluso, mientras aguardo el avión, o la plaza, el bulevar o el bar, aprendí a leer y a seguir disfrutando mejor de los libros...
Cuando no puedo escribir, el deleite supremo y el único vínculo que mantego con la realidad, acto con el que puedo distinguir lo real, los hechos de los hombres, en sus dos rostros, la noticia y lo trascendentral, con el otro de la falsedad o el más maravilloso, el de la imaginación; ahora, este nuevo estado de mi ser, aprendió a sustutuirlo por el acto emocionante de la lectura: Me empuja un reto agradable: terminar apartado de la experiencia personal que sustenta o justifica al autor: esa siemple será una limitación a tomar en cuenta. El mundo es más que una opinión.
Más allá de la escritura, la vida tiene un encanto parecido, el de la lectura...
Leer siempre, en todos lo lugares, será un acto noble y otra manera de no interrumpir el oficio del escritor.
Me he convertido en un esclavo de este oficio. Por más que intenté postergarlo, siempre me tendió la mesa bien servida, acompañada de mis platos favoritos y del buen vino...
¿Desde cuándo ambicioné esta vida? No tengo conciencia de ese asunto: Jamás me lo propuse. Avancé hasta ese camino que siempre supo brotar a mi paso guiado de eso que mientan felicidad...
La amargura es tambíen una opción; si inevitable en una ocasión, deben dejarse que avance.
Ahora puedo decir que ni siquiera un viaje de quince o tantas horas de avión amargan mi existencia: ni la espera en los aeropuertos, ni las molestias de la requicia, ni la tentación de cruzar y sentarme en una plaza ajena a mirar el paso de la gente: Si nada tienta a mis sentidos, abro un libro y sigo siendo yo en mi única posible cricunstancia...
El atardecer de hoy fue muy gris para mis gustos...

lunes, 19 de marzo de 2012

La Habana son los castillos, el malecón, la bahía y los ojitos verdes de Iliana

Estoy como quien se cree entrando en la inmensidad
Paso a paso un deseo extraño abre sus puertas
¿Qué me entregó esta ciudad que no es mío y amo tanto?
¿Por fin cambié de amor?
¿Dónde andará?
Quien me daba noticias dijo adiós
¿En qué playa de la inmensidad de adentro la encontraré?
El olvido es eso
la cita que jamás sucede porque se evita
el cielo que partió y no se extraña
una palabra que alguien escribió y no reclama ausencia
el desgano lo que ya no deseo
una palabra abierta que no contenga ningún hecho
que contenga la nada
Es como la gaviota de esta mañana que no me dejó ver
el mar que yo quise mirar lento seguro de sí mismo
lleno de estrellas contorneándose con aire de jirafa
¿Quién que conozca a La Habana puede despedirse de ella?
la veo desde donde muere la tarde
desde donde nace este mar que mientan del malecón
Es normal que traiga de Europa
la imagen fugaz de un atardecer gris
¿Dónde yo vi esos ojitos verdes, vida mía?
Me sé de memoria todo el norte Italia
Hoy, sin embargo, quiero escribir sobre esta bahía
como quien escribe la última palabra
Vengo de otro descalabro, no es el primero,
fuego cruzado de la tristeza y la desesperanza
El olvido siempre será la imposibilidad hecha silencio
lo que dejamos atrás y desaparece sin huellas
la duración de la brevedad
el gesto que anuncia lo breve
¿Pero por qué Ud. en este estado se empeña en levantarme?
Por la mirada que pusiste de la acertada penetración, lo supe
justo allí cuando regresabas del Morro
y un barco de carga entraba a la Bahía
y los viajeros incesantes de Regla iban y venían
y menudas embarcaciones en caravana
y una gaviota a medio cielo
¿Recuerdas lo que me ofrendó el malecón?

El desborde de la inmensidad
el cabeceo de estrellas, su despunte,
el deseo conmovedor del agua
querer decir algo y no decirlo
cambiar de semblante como de vestido
¿Cuándo volveré a ver este mar como lo vi esta mañana?
 la cita que jamás sucede porque se evita
llega contigo en son de lluvia y playa
Y allí está La Habana tendida como la primera vez
¿Qué busco?
¿Qué deseo se anidó en mí?
¿Qué son le colocaron a mi nostalgia?
¿Qué descubro?
¿Será el mismo deseo de los piratas y corsarios?
Oigo la mar: será siempre el mar
y la ola viene y palpo la tierra mojada y con ella el deseo de partir

¡Amada La Habana! como ningún bolero de las Antillas
tiene la gracia de devolverte integra y eterna
al alcance de los sentidos desordenados
te imploro el poema
como se tiende la mujer la primera vez y entrega el desborde
dame todo lo que yo quiero de ti
ahorita mismo te declaro
ojito verdes de mi atardecer sin fin

 ¿acaso puedo decirte que tu rostro
me ilumina como el quemado de la Bahía que quedó en mí?
seguramente espejo de la lluvia
el que desee mirar al sol bailar su mejor son
que acuda a tu rostro

Si Ud. supiera que estas calles de La Habana
me mojan de mar y un deseo de cielo me inunda, llega
Por ti Ilona, la lluvia de esta mañana,
me reconcilió con quien es capaz aún
de estremecerse por el paso de una mujer

Lleva la seguridad de quien fue feliz anoche
                                                                     el poema

el viento rasga el mejor son de las antillas
por ti tendré otra razones de una nueva guerra
el último amor me dejó con vida
lo entreveo ahorita, La Habana querida,
siempre apetecida
                              Una descendiente de las amantes de Fernando VII
me contó
                que jamás en el reino lloraron como cuando tuvieron que abandonar la Isla en carrera

En lo adelante me declaro en disputa
y ese es el nuevo tono del poema
esta ciudad que no es mía
y como escondiéndose del mar
o provocando al mar
por tus ojos soy capaz de implorarle
la última palabra que yo pueda escribirte

como un rugo, una humilde declaración de amor

Por Ilona, que es la Iliana de ojos verdes
por su cara de manzana,
cuando escuchaste pronunciar tu nombre desde mi deseo
tú bien parada dentro de la línea de la vergüenza
aunque algo conmovida, luego

reclamo que además de las viejas mansiones de los conquistadores
del mojito y el daiquiri
La Habana vale estos ojitos verdes
esta cara de manzana
y esta vocación inconmovible de señora
que tan sólo yo conozco

La Habana es el rostro de una mujer que no se entrega
un cuerpo indócil para el tipo que no es el suyo
el costado de un mar poblado de lindas edificaciones coloniales
Esta es la fundación moderna de La Habana,
que por Ud., mis ojos verdes, alojo
allí donde se siente demasiado lo bonito

Así como una mujer tendida la primera vez,
toda entregada al deseo de un hombre


                                                como cuando se quiere
como cuando no se sabe olvidar
el poema llega y se reparte

piénselo bien Iliana, yo me merezco también la gracia de tu cuerpo
una noche de amor inolvidable en La Habana, cerca del Morro, junto al mar

domingo, 4 de marzo de 2012

Mariana, trasantier soñé contigo

Mariana, tras antier soñé contigo. Estabas más pequeña. Apenas comenzabas a apoyarte sobre los pies... Te mando un mundo de pájaros, de animales domésticos, de la bahía y el mar que se mete en La Habana, tratando de recobrar sus pertenencias del que lo despojó el malecón.
Mañana te hablaremos de aquella revista, La edad de oro, con la que Martí convocó a los niños a conspirar contra los opresores de siempre.
Ahora que conozco la primavera, palabra por palabra, tengo una bella historia que referirte y un encargo supremo para ti: La vida vale si de por medio está la rosa ensangrantada que esta tarde descubrí dentro de una macha azul oscuro, de un cielo y mar color de plomo.
Hace tiempo no veo la luna con la que tu y yo jugamos de Puerto Nutria a Bruzual.

De la aldea con que soñé esta mañana

Tengo para mí que las mejores horas del sueño son de las 5 de la madrugada a las 9 de la mañana.
Hoy desperté a eso de la siete y llovía con gusto. Me asomé a la ventana y regresé casi como en ritual a mi cama. No sé porque te busqué, aun cuando sé que no estás conmigo. Me arropé, tomé un libro y extravié en la lectura. Hice un largo viaje hasta que de pronto me encontré encerrado entre los limites de tu cuerpo...
¿Qué hago con este deseo de tenerte? Este estado no estaba tampoco dentro del calculo del olvido ni de mis ambiciones.
Después de la lluvia, vinieron unos pajaritos a alegrar la mañana. Vi una mata con frutos, de la que abunda en nuestra casa, pero que allá, jamás, dio flores.
Hoy la tentación me empujó a escribir.
A buscar una palabra que me situe delante de un ser no verdadero, casi a hechura de la narrativa de Cortazar.
La nostalgia me dispara y justo allí encogo las mangas de la camisa: ¿Hasta cuándo UD haciendo conmigo lo que le da la gana?
Soy el retrato más parecido a la tristeza; me lo dice el espejo del baño.
Serán, en consecuencia, dos los muertos: La tristeza que seguirá con ganas de joder a otro y yo, en encajar en la tierra estéril de mi tristeza, el más alegre paraíso de árboles, flores, pájaros y animales inofensivos, bordeados por un caudal circular de aguas dulces.
Las sirenas no serán asuntos de admiración, pues habrán otras bellezas superiores.
Esa será la República de los poetas. Las otras profesiones ocuparan un segundo puesto.
¿Por qué tendrá que desaparecer la tristeza? Para que se imponga la voluntad de asumir la vida como una fiesta.
¿No ha sido esa la causa de mi tragedia? Me lo reporta uno de mis libros publicados.
Mi gesta de ahora en adelante es que los seres se saluden y traten como poetas.
Pero para que eso ocurra tenemos primero que superar a la espada maligna que amenaza con desaparecer la criatura humana. Nunca antes debió temerse de los que se creen elegidos y son indiferentes ante un posible cataclismo nuclear. Propongo a los poetas edificar un nuevo evangelio, a la medida de la riqueza intelectual del siglo XXI, en procura de lo que Jesús, o las tres divinas personas, no han podido obrar en ellos: La conservación del humano ser, en su dimensión más extraordinaria: Su capacidad de autocriticarse, sacudirse y relanzarse. Esa resignación de cierto cristianismo que no es, de un porvenir adelantado, sin capacidad el hombre de incidir en él, en manos de una élite de fanáticos controladores de los grandes centros de poder mundial.
Asistimos a la misma versión de un problema antiguo: El enfrentamiento de la ignorancia y el conocimiento.
¿Podrá la palabra jugar su papel una vez más? Seducir y convencer, rebelar y sacudir, presentar nuevos derroteros. ¿Si la palabra no puede con este encargo para qué sirve la palabra y el consiguiente oficio de poeta?
Por la palabra pude ahora mismo conquistar y maravillar a una joven de 24 años que conocí en el Morro durante la feria de libros... Me escuchó hablar y me siguió. Ahora yo ando tan perdido como ella: Cuando se desvistió yo me quedé mirándola como se mira el mar, como se detalla una obra de Picasso o alguna edificación del siglo XVIII capaz de alborotar nuestros sentidos. Ella terminó metida en mis brazos. Ahora me pide que no deje de escribirle, alguna línea diaria.
Como se puede deducir, mi esperanza es enorme, además de que no quiero yo quedar desempleado: La poesía deja de ser cuando se torna un hecho de sosiego, de calma, si no convoca a poner la mesa patas arriba, si no trastoca la realidad, en cada uno de sus azares, de sus manifestaciones, la que se ve y la que no se vé pero se palpa.
Tomemos por asalto las ciudades y los campos. Pensemos en la palabra justa que pueda convocar a las voluntades resignadas que no les importa el abismo hacia donde puede caer la suma de la cultura de todos tiempos.
A la estética unamos lo ético, si es que todavía el poeta es caja de resonancia de las profundidades de las edades anteriores, incluso antes de la presencia del hombre, si es que el poeta puede anticipadamente leer los signos imperederos que el futuro expondrá en su esplendor o puede ver en el pasado los que otros no fueron capaces de ver.
Una especie y un planeta están en peligro... ¿Quién puede estar tan ciego para permanecer infederente ante tal cataclismo?
Dante Aliglieri inventó el infierno a la medida y codigo de sus enemigos.
Yo ahora procuro una aldea donde los seres se traten de poetas.
¿Cómo podrá ser esa aldea? La intenté describir y fracasé: caí en los lugares comunes.
De tanto querer a Macondo terminé odiándolo. De tantas travesías con Magroll, el Gaviero, terminé en una de las calles de Buenos Aires, en tertulias con los compadritos de Borges, algunas veces oyendo a Fito Paéz.
¿Qué tenemos que perder? Los borradores de Martí, a quien Dario reconoció maestro. La pequeña papelaría de Vallejo, de Neruda y Paz.
Es toda la cultura de lo que en los tiempo de Bolívar se denomina el Nuevo Mundo la que está condenada a desaparecer. Los más extremistas, voceros de la ignorancia plantean el asunto de cara o sello: Dios o el hombre.
Pues bien, no podemos caer en esa trampa, es la misma noción de Dios en la tierra la que está en peligro.
Y del cielo, cómo se sabe, nadie ha bajado todavía...

Ay, Balazo

No te escribí estos días porque no pude... Ando amenazado de muerte, un tiro de pistola casí dio en mi rostro. Huyo de lo que fui ayer. La cruedad la conozco ¿lo puedo decir? y de ella tenemos que cuidarnos. No salgo del asombro. Esta  vez me dolio mucho. Todavía oigo las palabras en mis oidos. ¿Qué perdí? ay, balazo... ¿por qué tenías que llevartelo todo? Ay, balazo...

¿Ud. midió bien sus pasos? No le aconsejo nada... nada tengo que decir.
Yo sigo en lo mío: cuento las estrellas, contemplo los antardeceres y el río con la luna encajada en el costado... Sobre mi cama dos o tres libros abiertos.

La copa está sobre la mesa. Yo al frente... ¿quién es este hombre? Lo que piensa en ese momento, lo que niega y lo que salva del pasado...

Se te fue la mano ¿te das cuenta?