La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

domingo, 4 de marzo de 2012

De la aldea con que soñé esta mañana

Tengo para mí que las mejores horas del sueño son de las 5 de la madrugada a las 9 de la mañana.
Hoy desperté a eso de la siete y llovía con gusto. Me asomé a la ventana y regresé casi como en ritual a mi cama. No sé porque te busqué, aun cuando sé que no estás conmigo. Me arropé, tomé un libro y extravié en la lectura. Hice un largo viaje hasta que de pronto me encontré encerrado entre los limites de tu cuerpo...
¿Qué hago con este deseo de tenerte? Este estado no estaba tampoco dentro del calculo del olvido ni de mis ambiciones.
Después de la lluvia, vinieron unos pajaritos a alegrar la mañana. Vi una mata con frutos, de la que abunda en nuestra casa, pero que allá, jamás, dio flores.
Hoy la tentación me empujó a escribir.
A buscar una palabra que me situe delante de un ser no verdadero, casi a hechura de la narrativa de Cortazar.
La nostalgia me dispara y justo allí encogo las mangas de la camisa: ¿Hasta cuándo UD haciendo conmigo lo que le da la gana?
Soy el retrato más parecido a la tristeza; me lo dice el espejo del baño.
Serán, en consecuencia, dos los muertos: La tristeza que seguirá con ganas de joder a otro y yo, en encajar en la tierra estéril de mi tristeza, el más alegre paraíso de árboles, flores, pájaros y animales inofensivos, bordeados por un caudal circular de aguas dulces.
Las sirenas no serán asuntos de admiración, pues habrán otras bellezas superiores.
Esa será la República de los poetas. Las otras profesiones ocuparan un segundo puesto.
¿Por qué tendrá que desaparecer la tristeza? Para que se imponga la voluntad de asumir la vida como una fiesta.
¿No ha sido esa la causa de mi tragedia? Me lo reporta uno de mis libros publicados.
Mi gesta de ahora en adelante es que los seres se saluden y traten como poetas.
Pero para que eso ocurra tenemos primero que superar a la espada maligna que amenaza con desaparecer la criatura humana. Nunca antes debió temerse de los que se creen elegidos y son indiferentes ante un posible cataclismo nuclear. Propongo a los poetas edificar un nuevo evangelio, a la medida de la riqueza intelectual del siglo XXI, en procura de lo que Jesús, o las tres divinas personas, no han podido obrar en ellos: La conservación del humano ser, en su dimensión más extraordinaria: Su capacidad de autocriticarse, sacudirse y relanzarse. Esa resignación de cierto cristianismo que no es, de un porvenir adelantado, sin capacidad el hombre de incidir en él, en manos de una élite de fanáticos controladores de los grandes centros de poder mundial.
Asistimos a la misma versión de un problema antiguo: El enfrentamiento de la ignorancia y el conocimiento.
¿Podrá la palabra jugar su papel una vez más? Seducir y convencer, rebelar y sacudir, presentar nuevos derroteros. ¿Si la palabra no puede con este encargo para qué sirve la palabra y el consiguiente oficio de poeta?
Por la palabra pude ahora mismo conquistar y maravillar a una joven de 24 años que conocí en el Morro durante la feria de libros... Me escuchó hablar y me siguió. Ahora yo ando tan perdido como ella: Cuando se desvistió yo me quedé mirándola como se mira el mar, como se detalla una obra de Picasso o alguna edificación del siglo XVIII capaz de alborotar nuestros sentidos. Ella terminó metida en mis brazos. Ahora me pide que no deje de escribirle, alguna línea diaria.
Como se puede deducir, mi esperanza es enorme, además de que no quiero yo quedar desempleado: La poesía deja de ser cuando se torna un hecho de sosiego, de calma, si no convoca a poner la mesa patas arriba, si no trastoca la realidad, en cada uno de sus azares, de sus manifestaciones, la que se ve y la que no se vé pero se palpa.
Tomemos por asalto las ciudades y los campos. Pensemos en la palabra justa que pueda convocar a las voluntades resignadas que no les importa el abismo hacia donde puede caer la suma de la cultura de todos tiempos.
A la estética unamos lo ético, si es que todavía el poeta es caja de resonancia de las profundidades de las edades anteriores, incluso antes de la presencia del hombre, si es que el poeta puede anticipadamente leer los signos imperederos que el futuro expondrá en su esplendor o puede ver en el pasado los que otros no fueron capaces de ver.
Una especie y un planeta están en peligro... ¿Quién puede estar tan ciego para permanecer infederente ante tal cataclismo?
Dante Aliglieri inventó el infierno a la medida y codigo de sus enemigos.
Yo ahora procuro una aldea donde los seres se traten de poetas.
¿Cómo podrá ser esa aldea? La intenté describir y fracasé: caí en los lugares comunes.
De tanto querer a Macondo terminé odiándolo. De tantas travesías con Magroll, el Gaviero, terminé en una de las calles de Buenos Aires, en tertulias con los compadritos de Borges, algunas veces oyendo a Fito Paéz.
¿Qué tenemos que perder? Los borradores de Martí, a quien Dario reconoció maestro. La pequeña papelaría de Vallejo, de Neruda y Paz.
Es toda la cultura de lo que en los tiempo de Bolívar se denomina el Nuevo Mundo la que está condenada a desaparecer. Los más extremistas, voceros de la ignorancia plantean el asunto de cara o sello: Dios o el hombre.
Pues bien, no podemos caer en esa trampa, es la misma noción de Dios en la tierra la que está en peligro.
Y del cielo, cómo se sabe, nadie ha bajado todavía...

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