La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

domingo, 22 de abril de 2012

La siesta

—Papi, no te he dicho, por no causarte dolor, que en estos días durante la siesta, soñé con tu mamá.
—Cuénteme.
—¡Soñé que me regaló un gatito para que durmiera conmigo! Y yo dormía con mi gatito…
—¿Y cómo era el gatito? ¿De qué color era?
—Amor no me recuerdo. Los niños entran y salen del cuarto.
—¿Cuál es el cuento? ¿Qué recuerdas?
—El gatito si le daba la espalda, la golpeaba… tenía que dormir viendo a mi gatito.
—¿Le viste el rostro a mi madre? ¿Recuerdas algo? ¿Cómo la viste?
—No. Escuché las palabras con que me entregó el gatito.
—Nada más…
—Sí, desperté con la sensación del gatito en la cama… fue en la tarde y los niños entran y salen del cuarto.
—Pero no se te parece a ninguno de los vecinos.
—No, amor.
—Lo búscate debajo de la almohada.
—Fue en la tarde. Me desperté con la sensación…
—¿Y no revisaste por debajo de la cama?
—No. El gatito me daba sutilmente en la espalda y yo tenía que voltear.
—¿Y en el baño? ¿No estaría en el baño?
—Los niños entran y salen del cuarto. Tú sabes como es una cuando interrumpen la siesta.
—¿Cuál es entonces la historia?
—Tu mamá me regaló un gatito. Debía dormir viéndolo. Al voltear dejaba caer la mano, la patita delantera, con todo su peso, sobre la espalda: la golpeaba delicadamente como se toca una puerta.
Me desperté con la sensación del gatito en la cama.

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