La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

sábado, 21 de abril de 2012

Carta a Mily

La Habana, 6 de abril de 2012

Amiguita:

¿Qué puedo decirte? Acabo de recorrer todo el norte de Italia... Génova, Pisa, Florencia, Boloña, Padua, Venecia... ¿Será ese el norte de Italia? ¡Ah, pero no son como los viajes nuestros! ¿Te recuerdas? Muchos quedaron en proyectos… Esta, sin embargo, parece lo más caro de mi anhelo existencial: de las bibliotecas y museos, a los cafés y bares. ¡Ah, pero no son mis libros!, los míos tu sabes, ni mi acompañan mis amigos. En recompensa, unos ojitos verdes penetrando mi mirada como se entra al mar… A pocas horas ya tarareo nuevas canciones, mi paladar descubre nuevos sabores y mi catálogo de olores aumenta. ¿Qué me falta?
Hojeo revistas y diarios de comienzos de siglos. Con la ayuda de un diccionario traduzco los titulares que me llenan de curiosidad. Veo como vestía la gente a mitad del siglo XX. Una empleada que habla español me dedica tiempo y traduce todo lo que yo quiero. La última vez hablamos de Pavese. Se sorprendió cuando con mucha precisión le hablé de Dante. Al cierre de su jornada, me llevó a conversar una botella de vino y cantó boleros para mí. Puso a mi entera disposición una colección de ópera. A ella le confesé que por un amor avancé hasta Pavaroti… pero no soy feliz, amiga. Tengo todo lo quiero, pero no soy feliz... Tengo el mar, tengo el cielo, conozco la esperanza que es la modalidad más extraordinaria del ser... conozco el cielo británico, conozco el atlántico y una buena porción del Pacífico. Me desplacé a mi ritmo desde Cartagena de Indias hasta La Raya. Desde el Arauca hasta El Yopal, y de aquí hasta Villavicencio. En Bogotá me gasté una fortuna en tragos, libros, CD y mujeres ¿Qué tonto fui? Conozco el mar, la mar... ¿Cómo se escribe la palabra mar? ¿Qué sexo tiene? Ahora mismo hablo con la soledad y quiero que sepas que conozco la decepción... Vengo del horror, lo conozco y no me entusiasma y lo único que me mantiene de pie, viviendo así como vivo, sin darme cuenta que mi madre ha muerto…  —lo repito, amiga, conozco el vino, tengo una fe infinita en la palabra; la palabra me ayuda, pero no soy feliz—; estoy en la playa, ¿Cuál playa? ¿La de la carencia? ¿La de la adolescencia? El horror me sonroja ¿Qué hice? A esta mujer que pasa frente a mí, ahora mismo, como en una película, le dije, en un mal italiano: Eres bella... La mujer compró vino para mí... Vi sus ojos color de uvas verdes... Tocó mi cara y me besó en contra de mi voluntad... me señaló el mar y me encargó que lo escribiera... Sin embargo, yo quiero escribir mi dolor... ¿Dónde anda mi amor? ¿Preguntará por mí? Me recuerdo cuando llegaste a mi Oficina animada de la idea de saber quién era yo, con ganas de hablar de mi poesía... ¿Qué dijiste entonces? ¿Quién soy yo?
Cuando llegué a casa, a la habitación (yo no estoy solo, soledad tu estás conmigo), me quedé en la escalera... vino la camarera y me dijo cosas que yo entendía perfectamente, pero como me hice el que no quiere ver ni oír, salió del hotel y regresó con un diccionario... Me hizo sentir bien ¿Qué fortuna tengo? Cuando ando apagadito, cuando ando arrecho con la vida, cuando el mundo me estorba, cuando ya me dispongo a escribir el horror, a dar cuenta de la desesperanza, alguna niña trae flores para mí ¿Te recuerdas de lo que hablo? Esa señora me llevó a su casa, me cocinó platos italianos, me dio libros, escuchamos ópera y música clásica y me entregó la totalidad de su edad en un resplandor. ¿Qué hago con estos ojos color de uvas verdes? ¿Quién soy yo, Mily? ¿A qué mundo pertenezco? Alguien, de quien no quiero acordarme, me dijo: “Eres mucho para mí” y todavía me duele eso. ¿Cuál es mi ambición? Yo me acostumbré a vivir dentro de la circunstancia del hombre en desgracia. ¿Sabes Mily cuál es el color de la desgracia? Tengo rato en esto, de estar arrecho con la vida, y si no he cumplido con lo relativo a la ausencia de mi madre y mi prudente decisión de no querer seguir siendo yo, es porque alguna palabra aun me conmueve, algún gesto me habla más de lo necesario.
 ¿Cómo está Mariana? No me digas nada... aconséjame contemplar el mar. Estoy frente al mar. Esto es bonito. Esta ciudad se parece a un costado de Caracas. ¿Dónde está Mariana? El mar, la mar, el mar ¿cómo se dice en francés? Deja que la tristeza cante, que la desolación me siga escribiendo, que los libros sigan a mi lado, compartiendo la cama, que la camarera venga con una taza de café, con pan y vino, que Italia, el norte de Italia, deje en mí, el mensaje de un niño de cuatro o cinco años que aun me busca... No es una candelita, ni una gota de claridad... Nadie me lo ha dicho, pero yo lo leo en tu rostro: ¿En qué pensaba mi hijo cuando estrelló su carro contra el suelo? ¿Se entendió Mily que la palabra que tengo que hacer pública es la que me mantiene de pie? Las uvas de Italia, Francia Mily, ¿Dónde queda Francia? ¿Cuál fue la ruta que siguió Bolívar y su maestro Rodríguez de París a Italia?: “amable hechizo del alma mía”, una expresión del Libertador que sabe a bolero. Andamos el Libertador y yo en la misma situación. El vino, y la copa, una copa grande al gusto de los pudientes, burbujeante, aunque la prefiero rubia, a mis anchas cómo el mar, como este costado de Caracas ¿Qué queda de Caracas? No me mientas Mily, la Caracas de los años sesenta, de los terribles setenta, la que hizo que yo por única vez usara corbata, no pregunta por mí... ¿Verdad que todo se apagó? Qué San Carlos no existe, que apenas es un adiós del que yo no quiero desprenderme. ¿Dónde andará? ¿Qué sabes de mi madre? El viento aun escribe Mily... Yo lo oigo... Mis mejores poemas son los que jamás escribiré. Me descubro y paso. ¿Aún mantienes para mí una copa de vino? ¿Compraste té? ¿Hay pan negro en casa? ¿Dónde está tu abuelo? Quiero hablar del llano como él sabe hacerlo. Qué me vuelva explicar el movimiento del lazo aquel ¿recuerdas? “A pala de estribo”. Qué su voz sea de guacharacas, soilosas y chenchenas. “Ninguna mujer se llora”; se busca otra: clarito me lo dijo.
La lluvia interior (la que moja sólo el alma), el desamparo palpitando, el abandono absoluto, la hipocresía, la decepción, la desesperanza, la tempestad de los desheredados: existen; sí Mily, apenas los descubro... ¿Y sabes qué Mily? Tenemos que aprender a no decir más de lo necesario, a ocultar lo que sentimos, a decir "estoy bien señor", con una sonrisa ensayada, de esas de las que aprendiste en el teatro... Eso Mily, el disimulo nos hace falta...
¿Qué puedo decirte del verano? Es terrible... Son la ocho y aún el sol está trabajando. Yo no conozco la primavera. Me han dicho cuando pregunto la hora: En primavera, señor... Y yo salgo a contemplar las aves con una devoción del creyente. Te lo confieso amiga: Yo creo en las aves. Yo creo en la tristeza. La sonrisa, la que brota del disimulo, tal vez sea lo único que nos hace falta para igualarnos a los demás. ¿Cuántos ahora son más felices que antes? ¿Desde cuando no lidias el llanto de alguna amiga tuya? ¿O tu amiga, no me males interpretes, la poesía que prometes escribir, dejó de llorar? Donde queda San Carlos, Mily... ¿Dónde? El mar seguirá siendo el mar... Yo y mi dolor, del que no me desprendo, porque vale Paris... ¿No me dices adiós? Te lo imploro amiga, San Carlos no existe... Existe este pedazo de hombre que espera un barco, una ráfaga de viento, un deseo de morir, de escuchar ópera, de leer más, de conocer mejor la poesía, en todas las lenguas... Leer más, es lo único que aconsejo, en todos los idiomas.
 Quiero que sepas que no he cumplido con la promesa que me escuchaste (y no es por falta de hombría: Es lo que más deseo): Es porque la poesía en todos los idiomas me alienta, me invita a mirarme por dentro. La poesía es un estado permanente de revisión. De sopesar todo agravio. Es como el olvido. De allí provine. Salta dos o tres instantes, hasta omite lo mejor del cuento y se pega al instante que nunca deja de ser. La poesía es la posibilidad de habitar el olvido: La memoria fulgurante, la mirada de los astros, la luz tenue que aparece cuando el sol se oculta, el puente que en La Habana declararon “La novia del sol”.
La poesía es un diálogo con el olvido: el gesto, la acción, el fragmento del ser que la memoria trajo del olvido. Jamás la realidad en sí, total, puesto que es fruto del azar; digamos una posibilidad del azar.
¿Has visto una hilera de apamates en flor bordeando la carretera?
Vengo de Sevilla. Me impresionaron la Plaza de Toros de la Gran Maestranza de Caballería, el Puente —que llaman de Triana— que une a Sevilla vieja, con el barrio más popular y alegre, de ambiente gitano y bastante flamenco que le da sustantivo a este “caballo de hierro”. Maritza me llevó a comer al Barrio del Arenal: pescado o cochinillo; me pronuncié por el segundo. Con Iliana, la amiga de Maritza, recorrimos el Barrio de Santa Cruz (—Caminarlo de noche, es volver a la España de los Reyes, según me explicaron). La calle Sierpes, de grandes tascas, me trasladó por instantes a la Candelaria, donde yo viví momentos de amor a lo grande. La  Puerta de Jerez y sus alrededores marcados por el hotel Alfonso XIII, la vía Constitución y la Catedral dominante, de torre y campanario. Traigo la imagen del hotel Los Seises y el conjunto de palacios amurallados, el Real de Alcázar, huella de la dominación musulmana, hasta la imposición del Imperio Español.
Caminé por Ronda ¡qué delicia de ciudad! que estará a una media hora de Sevilla.
Mily, el vino de Jerez es bueno y las sevillanas bonitas. Aquí y en La Habana son las ciudades donde yo he visto más mujeres hermosas juntas. Desde el 1987, en la ocasión de mi viaje a Tbilisis (Georgia, antigua URSS), a mi paladar no lo visitaba una delicadeza del mosto de la uva como ahora el de Jerez.
De Ginebra viajé en tren a Zurich. Me detuve lo necesario en el Museo Nacional de Suiza. Detallé la pieza de 12 metros, El ángel de los viajeros y los mercados repletos de flores y frutas en los alrededores de la estación central de los trenes. Zurich la divide el río Limmat. De un lado, su casco antiguo; del otro, un distrito financiero bastante activo, tiendas de lujos, discotecas y restaurantes. La iglesia de San Pedro con su reloj de 8,7 metros de diámetro difícilmente pase desapercibida. Igualmente la iglesia de la Abadía de Fraumünster por su cúpula, afilada como una aguja.
Mi hermana Paulita vive en Leeds. Y Lucy en los páramos altos de Todmorden: Cría ovejas y gansos. De aquí fuimos en bicicleta a Manchester: Visitamos un restauran de comida típica inglesa. Bebí del Güisqui bueno que le gusta a Guada.
¿Qué puedo decirte de mi transitar en los aeropuertos? ¿Qué me dices de mi madre? ¿Desde cuándo no hablas con ella?
Amiga, la primavera vino y se fue. Hay un fuego en mi corazón, no te lo niego. Llora por mí, si aún la palabra es capaz de conmoverte. No permitas que yo llore solo.
Dale saludo a mi amigo y dile que por él la solidaridad la creo posible entre los seres...
El verano es una lágrima que brota...
San Fernando no existe, ella me lo quitó ¿por qué tuvo que ir conmigo a San Fernando? Único jardín de flores que yo tenía para sofocar mis desgracias...
San Fernando no existe.
San Carlos no existe.
Tú no existe ¿Verdad que eres otra?
¿Verdad que los Diarios ayer titularon que yo me di un tiro por cobarde?
Tengo demasiado miedo. ¿Dónde me aparté de mí mismo?
No temes. Te habla el hombre que aprendió a olvidar.
De Caracas a Cartagena, dejé huellas del otro que fui. Algún rastro mío lo encontraras en La Habana, Villa Clara, Holguín, Bayamo y Santiago de Cuba. Allí estuve escribiendo poemas, hojeando libros, leyendo como un desesperado. Creo que del trayecto de Madrid a Paris… en Italia, Mily, o en Ginebra a donde fui a preguntar por Borges y me dijeron que aguardaba por mí en el cementerio. En uno de esos lugares, dejé de ser el que conociste.
¿Existe Europa en esta paradoja que confronto? No quiero que Europa me enseñe a escribir. ¿Qué busco? ¿De qué huyo? ¿Qué me persigue? ¿Quiénes andan detrás de mí? ¿Quién llora por mí?
Existo yo, en mi nueva circunstancia.
La tragedia, pero también el David de Miguel Ángel… Los jardines de cuadros y piezas, los museos de servilletas, los jardines colgantes del pan, los ríos del sueño ¿Qué más?
¿Aun prometes escribir los poemas que aguardan por ti? ¿O cambiaste de planes?
Me aferro a la metafísica de la costumbre y de las otras razones poderosas de la ausencia y la disociación. La prudencia, de ahora en adelante, autorizará cada uno de mis pasos.
Parece que a mi pesar, yo sigo siendo el mismo de antes —lo comentas, tú—. ¿No me viste sentado en Sagitario detrás de un tarro de cerveza? ¿A quién esperaba yo, ayer, Mily?
Mi amigo ¿aun me recuerda? ¿Me espera? ¿Compró vino para mí? ¿Sufrió lo que yo pude cuando le dijeron lo del accidente de mi hijo? Mi hijo seguramente pensaba en mí cuando le pasó eso. ¿Acaso te lo dijo Mily? Yo soy; soy yo un desagradecido: la vida me trata bien y me quejo por quíteme esta paja...
Amiga, no me extrañes. Yo no soy un hecho de importancia: Búsqueme en el gesto más agradable de las personas que viven y se desviven por ayudar a los demás. Si Ud. aun me aprecia ponga toda su vida, lo poco que tenga al servicio de los demás... Si aun es capaz de estremecerse con el sufrimiento del otro, yo no perdí mi tiempo. Ud. me conoció desde el fago donde mejor se puede medir al hombre y siempre fui el mismo. ¿Me lo reconoce, amiga?
Tengo el cielo, este cielo por delante, y no soy feliz, porque no puedo escribirlo, devolverlo en letra como yo quisiera... Estoy —y llevo rato— encabronado con la vida. Llore hoy por mí, no me deje solo en mi dolor. Yo y mi dolor, Italia entrando al universo de mis sentidos. Desde Sevilla me escriben palabras tristes. Maritza me ofrece buena vida en Italia, Madrid o las Islas Canarias. Odia a las mujeres que amo. En Caracas me garantizan buen sueldo. En San Carlos esperan por mí para ir al Apure, hasta allá donde se entrega al Orinoco.
Otra vez el mundo, la ópera, la música clásica, el flamenco, el libro, los libros, el viaje, los viajes... Estoy jodido, Amiga: Ya aprendí a leer en los aeropuertos... Sólo echo de menos el mar que no he podido escribir... ¿Aún prometes escribir poemas o cambiaste de planes? No me digas que ahora eres un hecho de importancia...
Intenté escribir el olvido... ¿Pude? Llora conmigo aunque sea esta la única tarde que llores por mí... Si te encuentras a una niñita en la calle cómprale helados y dile que la vida es bella ¿No será esa mi Mariana? Tengo miedo, el temor me arropa...
¿Compró vino para mí?
¿Tienes un poco de caraota negra? ¿Y torta?
¿Dejarás que suene duro mis canciones favoritas?
Llevo para Ud. un libro de cocina en tres idiomas.
La poesía es un pararrayos. Soy lo que mi poesía quiere que sea.
Soy un destino… adiós agravios
Adiós pasado, adiós
¡Buenos días agravios!
¡Buena noche ingratitud!
Adiós…

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