El rayo de la ternura, la testarudez de la piedra, el esplendor de la casa, la risa de la humildad, se desandan en este diálogo de hoy.
¿Conoce Ud. el oro del atardecer? Confecciono un himno heroico de mi propia tragedia.
Un amor me hirió de muerte, la venta de la casa, me arrojó a las tinieblas. ¿Podré seguir escribiendo? Atajo los inmensos goterones del sufrimiento.
Se imponen los ruidos del otro mundo.
Pienso que la escritura debería a aprender a quererme.
—¿Es que no lo sé? ¿No te agrada mi amor?
—¿Todo el tiempo de espera, mi solitaria espera, no lo justifica?
—Me gustó el texto...
—Lo escribí para complacerte.
—¿Qué haces? ¿Estás ocupado todavía?
—¡No! Este tiempo es tuyo.
—¡Gracias! ¿Cómo están el estomago y el pie?
—Ambos desean tener de su lado, la bondad que te caracteriza.
—¿Te queda mucho trabajo, amor?
—¿Cómo así?
—¿Por allá? En el archivo, en tu investigación ¡Es que deseo mucho estar contigo!
—¿Te disgusta mi ausencia?
—¡Te extraño! ¡Te necesito mucho!
—¿Y por qué no me sigue como los creyentes abandonan a su familia y siguen a Cristo sin importarle ninguna dificultad?
—¡Ok, te seguiré!
—¿Cuándo? ¿Llevo más de diez años en eso? Esperando...
—¡Desde ya! ...¡Hoy me ofrecieron unos dólares, pero muy caros amor!
—¿Y por qué? ¿Qué es lo que más extrañas?
—Extraño estar en tus brazos, hablar contigo, darte besos, ¡amarte! ¡verte! ¡extraño nuestros paseos!
—Eso lo puedes hacer con otros...
—¡Pero yo lo deseo es contigo! ¡No me interesa ningún otro!
—¿Qué sientes conmigo que no puedes sentir con otro?
—¡Amor! ¡Pasión! y ¡Admiración!
—¿No me lo puedes decir menos rebuscado?
—El amor que siento contigo es sólo contigo! Los orgasmos ricos y espectaculares, sólo contigo los logro! Y me gusta hablar contigo, ¡que me cuentes y expliques cosas! Tus ideas, tu forma de pensar y de llevar la vida!
—¿No mientes? ¿Eso no se lo decías a tus anteriores parejas?
—¡Jajaja! Claro que no, ninguno te llega ni a los zapatos!
—Pero a dos de ellos le diste hijos.
—A mis hijos los adoro y nunca me arrepentiré de haberlos tenido. Pero reconozco que fue en una etapa de inmadurez en mi vida.
—A ellos los llevabas a casa de tus padres.
—¡Desde el primer momento que apareciste en mi vida, mi madre sabe quién eres! Me refiero a tu relación con Miriam. No me lo iba a permitir! Aquí en casa, ¡no!
—Ella es la culpable que te casaras con un hombre que tú no amabas...
—No supo defenderme, no supo cuidarme. Le importó más lo que iban a decir.
—¿Y cómo sucedió lo nuestro? Yo no lo recuerdo. No creo que alguna vez te busqué...
—¿No entiendo? ¿Por qué me haces esas preguntas?
—Porqué me agrada que cuentes esa historia... así como tú se las cuentas a tus hermanas...
—¡Si, me buscaste! Ese día en la tasca me dijiste que era linda. Y a los días de habernos conocido, pusiste a una compañera de trabajo a que me llamara a mi casa. ¿Te acuerdas? Luego, me pasaste buscando por la parada, donde esperaba el bus para ir a la universidad… Ese semestre salí muy mal. Me escapaba contigo muchas tardes. No entraba a clase ni presentaba evaluaciones. Me tocó los semestres siguientes ver clase de 3 a 10 de la noche, para poder nivelarme. Pero yo era muy feliz contigo. Tomábamos café, cervezas y me penetrabas delicioso… ¡Fui y soy muy feliz! Hablamos... Te leía tus textos.
—Fue Ud. la que me dio el teléfono sin conocerme ¿Para que me lo dio?
—¡Jajajaja! ¡Y tú me diste el de tu trabajo! Te lo di para que me llamaras. ¡Quería volver a verte!
—Y fue Ud. la que me propuso que tomara de ti todo lo que yo quisiera, así sin conocernos... la primera noche y la primera vez que yo te veía...
—¡Jijiji! ¡Tú sabías que me encantabas! ¡Sabías que eso pasó desde el día en que te vi! Me quedé contigo y dejé que July se fuera. Me puse loca cuando te vi.
—Así que tu mamá no podía decir nada... Yo tenía a Miriam y tú tenías de compañía a un hombre casado...
—Sí, a ella le costó mucho aceptarlo; pero sabes que lo de Miriam fue distinto... ¡se conocían!
—Volviendo atrás: Yo no podía saber si yo te gustaba, porque desconocía de tu existencia, jamás te había visto...
—¡Pero yo sí!... Y eso se nota… No lo disimulé —¿Y yo no te gusté ni un poquito?
—¿Cómo así? ¿Desde cuándo me conocías?
—¡Desde ese día que te vi llegar a Torogallo!... ¡Esa sonrisa tan bella, tan tuya! Esa alegría que vi en tus ojos!
—De eso no me recuerdo ¿Con quién andaba yo?
—Tú ni me viste! Era yo quien te veía. Andabas con Miriam y unos niños. Uno de ellos era Ernesto Miguel; una niña y creo que otro niño más grande. Pero no era Miguel Ernesto.
—Dijiste algo... Comentaste algo de mi presencia...
—Ese día me distraje tanto viéndote que todos los que andaban conmigo se dieron cuenta. Y preguntaron: ¿Qué veía? Nadie te conocía... July sabía que eras poeta y del Gallo Rojo —así me dijo. Eso aumento más, mis ganas de conocerte.
—¿Y tú que sabías de mí?
—¡Nada! Primera vez que te veía. Imaginé que eras el marido de Miriam. No sabía ni tu nombre...
—En otra oportunidad me dijiste, que por ese sólo hecho, suponías que yo era un hombre interesante...
—¡Es verdad! Ella no era común para mí. La creo interesante. Por lo tanto, a ti también. Pero eso fue secundario!
—¿Qué lo principal... entonces?
—Como capturaste mi atención con tu sonrisa tan bella... ¡Eso fue lo principal! ¿Quién es este tipo tan bello? ¿De dónde salió? ¿Quién es?
—¿Te lo dijiste para ti o a tus compañeros?
—¡Para mí! Luego pregunte quién te conocía... —¿Amor qué haces? ¿Por qué tardas…?
—Ya lo sabrás... ¿Recuerdas el tono de la pregunta?
—¡Sí!
—Dímelo...
—Parecía que me entrevistabas o algo así...
—Lo de la pregunta... allí quedamos...
—Me preguntabas...
—¿Cómo lo preguntaste?... A tus compañeros...
—Ellos preguntaron primero: ¿Qué te pasa? ¿A quién ves? Y les dije: A ese tipo que llegó ahorita. ¿Quién es?
—¿No hubo otro comentario?
—Las muchachas voltearon a verte… Y July dijo: Ese es poeta... Dayana no sabía quién eras.
—En la Tasca tú andabas en compañía de July ¿Cierto? Yo llegué solo...
—Yo andaba con July, pero no me di cuenta el momento en que entraste. Estaba distraída, hablando con ella o en el baño; de repente me di la vuelta y estabas en la esquina de la barra. Estabas con Guada y con tu hijo... ¡Ahí me dijiste que era bonita! —Escucho en las noticias que el papa esta en cuba...
—¡Así no es la cosa!... Cuando yo entré Ud. habló de mí con July...
—¡No! Cuando te vi le dije a July: ¡Ahí está, July! ¡Ahí está! Pero no fue cuando entraste, papi. Y July me dijo: "No lo mires, disimula". Parece que no te tenía ni un poquito de confianza.
—¿Quién?
—¡July!
—¿Y tú que le dijiste?
—¡Me gusta, July! Quiero conocerlo...
—¿Ya tenías confianza en mí?
—¡Yo sí! Nunca tuve miedo!
—Dejamos a July en su casa?
—¡Sí!
—¿Luego?
—Tú me preguntaste: ¿Para dónde vamos? Y yo respondí: ¡Para dónde tú quieras!
—..."Haga conmigo lo que quieras"... ¿Te parecí tímido? ¿Te molestó mi timidez o te decepcioné en ese momento?
—¡Jajajaja! No amor... Creo que me tenías miedo. ¡Yo quería besarte!
—¿Usamos protector?
—Nos paramos en una farmacia; lo imagino... yo no lo recuerdo... —amor ¡son las doce!
—Quieres decir que no te provoca seguir más este diálogo...
—Si quiero seguir, no tengo sueño. Sólo vi que son las doce.
—¿Te agrada hablar de esto?
—Si, me da risa, pena, alegría...
—No entiendo lo de la pena...
—¡Por lo atrevida!... lo atrevida que fui esa noche. Parece que creía que no te iba a ver más.
—Tengo curiosidad de algo... ¿Cómo te sentiste después de esa entrega?
—Esa vez no fue nada común para mí. Me sentí extraña. No fue muy cómoda, pero quería seguir ahí...
—¿Te agradó?
—¡Si!
—¿Era la primera vez que traicionabas a tu pareja?
—¡Si!
—¿Cómo lo comenzaste a ver a partir de ese instante? ¿Sentías lo mismo de antes?
—Le comencé a tener un poco de rabia; sí, suena extraño, pero eso me pasó. Nunca sentí miedo, ni remordimiento. —En el fondo sabía que él no me quería, y que el amor que yo le tenía no era sólido.
—¿Y por qué seguías con él?
—Por creer que con él podía tener un hogar. Ya había involucrado a mis hijos en esa relación; viví con él y con mis hijos. En ese momento pensé que era lo mejor.
—¿Callaste lo nuestro, o al día siguiente lo compartiste con alguna de tus amigas?
—No le conté a nadie. A los días, le conté a Dayana. Sólo a ella.
—¿Por miedo?
—Sólo le contaba mis cosas a Dayana. A July a medias.
—¿Te reprocharon algo?
—Dayana me dijo: ¡Estás loca! Pero no sólo eso, después se comenzó a reír.
—¿Y qué entendiste con lo de la risa?
—Que no me lo reprochaba del todo; que le parecía una locura, pero que no era tan mala la cosa.
—¿Le confesaste que te gustó o qué?
—¡Claro!
—¿No me lo puedes decir más expresivamente?
—¡Claro que le dije lo mucho que me gustó! Ella estaba pasando por un momento difícil, quería dejar al marido y le gustaba hablar conmigo, le gustaba que le hablara y le diera detalles de mis cosas. Creo que deseaba hacer lo mismo o algo parecido. Por eso le di detalles. Le dije todas las locuras que hice. Me dio hasta gusto contarle. Ella era muy inocente en ese entonces. Sólo había estado con un sólo hombre, su esposo.
—¿Y tú con cuántos?
—Eso te lo pase por escrito.
—¿En ese momento?
—Cinco... —Amor, ahora si tengo un poco de sueño, ya casi es la una.
—¿Cómo me ves después de diez años de nuestro encuentro?
—¡Más hermoso, divino e interesante que nunca! Son más de diez años...
—¿Qué tienes que reprocharme? ¿Qué resientes de mí?
—¡Ya nada! Sé que muchas cosas que me atormentaron tenían que pasar para encontrarnos realmente.
—¿Cuál el momento más difícil?
—Ese lapso de desamor. Y luego entender los motivos.
—¿Cuál el más hermoso?
—Estos últimos 2 años.
—¿Si se pudiera comenzar de nuevo que evitaría repetir?
—Eso es difícil, porque cada una de las cosas que hemos vivido nos han llevado a la mejora, a la estabilidad de nuestras emociones, de nuestro amor. Pero segura estoy, que no quiero más infidelidades entre nosotros... ¡Soy tuya y quiero que tu seas mío! ¡Para siempre!
—¿Que te gustaría repetir?
—La primera vez.... ¡Jijiji!
—¿Cómo me vas a recordar?
—¿Por qué esa pregunta? ¿Acaso no piensa volver?
—¿Cómo te gustaría recordarme?
—Como mi amor. Como el arco iris...
—¿Puedo escribir que aún me amas?
—¡Escríbelo amor! ¡Escríbelo!
—¿Qué?
—¡Que te amo! ¡Que te adoro! ¡Que después de tanto, te amo más y me gustas más!
—¡Qué raro! En todo este tiempo jamás me hablaste del arco iris: ¿Qué representa para ti?
—Lo bonito, la claridad... ¡Me encanta verlo cuando sale después de llover! El arco iris es como una fiesta, me da la idea de los fuegos artificiales... ¡Tú eres mi arco-iris!
—¿Qué objetos, qué situaciones te hablan de mí en tu interior, cuando momentáneamente me olvidas?
—Los libros, la música, los paisajes, el presidente, ¡las camisas mangas largas!, las botas, la comida de casa y los morrocoyes... Muchas cosas amor... ¡Es casi imposible no pensar en ti! —Amor es más de la una.
—¿Qué te hubiese gustado que te preguntara y no lo hice?
—Creo que preguntaste todo.
—Es la respuesta que no me esperaba...
—¿Podemos seguir mañana?
—¡No! Tal vez mañana no tenga ganas de escribir...