La poesia y los días

POESIA ENSAYO HISTORIA BIBLIOGRAFÍA COMENTARIOS

La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

lunes, 19 de julio de 2021

Isla de Los Achaguas, Olvido y Desolvido VI

Iglesia de Achaguas
Foto Manuel Abrizo

CUANDO LAS LANZAS EN LA PLAZA

SE TENDIERON COMO CAÑAS ANTE LA TEMPESTAD

Diálogo con el capitán Vowell

 (Crónica)

                                                         Miguel Pérez

en 1818

el Cuartel General de los realistas está en Caracas

escribe Vowell

 

—la patria que no acababa de nacer,

 era un hombre que se movía

de Angostura a San Fernando

del río Orinoco al río Apure

y era el cuartel, el ejército, el pueblo y la patria

que no acababa de nacer

y también era un periódico,

 la palabra

que anima el campo de batalla

y cubría todos los huecos

 

—Monagas

en Barcelona

Bermúdez y Mariño

        en Cumaná;

Cedeño

    en los llanos de Calabozo;

Páez

en Apure

Santander

     en Casanare;

Brión y Antonio Díaz

       en las aguas del Orinoco

       y en  las Antillas.

 

¡Todos aspirantes al mando supremo!

El capitán Vowell alude

al grave desacuerdo entre Bolívar

 y el mulato Arasmendi

y asevera que el jefe de los Llanos

era el único general patriota

que se aventuraba a discutirle

o a contradecir sus opiniones;

pero también el único

a quien el Libertador

hubiera consentido explicarle sus planes

 

(Ya veo que el capitán Vowell

desconoció el epistolario

de Bolívar y Sucre)

 

—Pablo Morillo recrudece

 la tempestad de la guerra

viene doblemente herido…  

del lanzazo en la Puerta

y la otra herida del orgullo

En su proclama de despedida

del Cuartel General

—dentro de un mes promete a las tropas

regresar a Caracas con la cabeza de Páez

 

—En la campaña de Apure

o de la Barinas inferior

a la hora del esguazo del Arauca

por El Paso de Merecure

al lado del veterano general Morillo

cabalgan La Torre, Morales y Calzada

Y a la hora del consejo de guerra

celebrado en Achaguas

que acuerda la salida de los realistas

de la Barinas inferior

integran a su Estado Mayor

El fogoso y caballeresco general La Torre

el Brigadier Jiménez, alias El Caricortado

el cauteloso gallego Morales

y el calculador y tímido Joaquín Navarrete

 

—a Calzada en Betolles,

se le manda atravesar el Apure por Nutrias

y seguir a San Carlos, por Obispo en la alta Barinas.

—Venía de la derrota del Puente del Brujo.

 

luego de cruzar el río

—Los gritos de los llaneros

desde los claros de sabanas

“¡Viva la Patria!”

“¡Mueran los godos!”

¡Viva Páez!

¡Muera Morillo!

recibían la réplica realista

“¡Mueran los insurgentes!”

 “¡Abajo los chucutos!”

 

Al —¡Santiago por el Rey!

se le oponía algo

tan insustancial

como un sueño

— ¡Viva la Patria!

 

Y tan fundamental

como la lanza y el caballo

la alegría alrededor de la “totuma”

—a la salud

de “¡Mi General Páez

 con su Guardia de Honor!”

Zaraza secunda al habitual de Páez

 —“¡Por Simón Bolívar y Venezuela Libre!”

 

de las diversas partes del bosque

—digo yo de las matas de la sabana—

venían como vienen las aguas de los ríos

 la música de las guitarras y los cantos nacionales

y no eran tan solo en las horas del descanso

—arreaba las mulas de carga,

silbando el aire llanero

—“¿De los generales cuál es el valiente?”

 

Y en el campamento

o en el refugio de los emigrados

siempre jocosos chistes

 

Un inventario de todas

las encrucijadas,

 todos los sonidos

—El criollo realista, hijo de don Toribio Castro,

ex gobernador de San Fernando,

educado en España,

le comenta al capitán La Torre —hijo del general

—Nuestras noches transcurrían alegremente

en la extensa sala del hato con los bailes del jaís,

tales como El Bambuco y La Zambullidora,

a los que tilda de

—“muy superiores a las rígidas contradanzas

y afectados boteros de Europa”;

y le asegura que

las llaneras son célebres

por su destreza en tocar la guitarra y el arpa

 y por su canto de los aires nacionales.

 

Y en el Capítulo XIII

el de Los Moromeros, la carta y la decepción,

el narrador señala

—“Principiaron por ejecutar

diversos y complicados bailes

al son de tres o cuatro vihuelas”

tocados por las mujeres de la farándula,

 acompañadas con sonajeras hechos de calabazos

y por el bronco sonido de un gran tambor

cubierto en cada extremo con piel de venado.

Las mujeres cantaban a intervalos,

algunas melodías de los indios salvajes,

y cada maromero ejecutaba sus suertes en turno.

 

Y en otra parte o en la misma

narra que el contrabandista

 sacó una pequeña flauta

y tocó un aire melancólico, francés

En páginas anteriores

el criollo realista rememoró ante

su camarada de viaje

el sonido de una guitarra,

tocada deliciosamente

que bajaba

de un cuarto alto

 que miraba al jardín

—de Bellavista propiedad de mi tío

entre Córdoba y Andujar,

 a orillas del Guadalquivir

—“Acaba de matarme,

Melancolía!”

 

y en el fandango preparado

por doña Rosaura

o La Señora

(modo de aludir a Dominga Ortiz)

—prolongado hasta que los cornetas

 tocaron la diana en el campamento

 

la música no escaseó en el baile

porque guitarras y vihuelas

eran tan comunes entre los emigrados

como en el ejército y además

dos arpas, traídas por unos músicos

que al parecer tuvieron más desahogo

 que sus vecinos al huir de sus casas.

 

—se bailaron El Bambuco,

La Solita y La Chapetona

y las llaneras imitando

 los “cantos del campamento”

cantaron

Mi General Bolívar tiene en la boca

Un clavel encantado que me provoca

Páez, dirigiéndose a Castro (el criollo

 desertor del ejército realista) inquiere:

—¿no nos ha traído nada de España,

o al menos de Caracas?

 

El “Canto de las sabanas”

y las melodías de los indios

junto al canto del campamento

las melodías de España

y  el aire francés

 

sonajeras

tres o cuatro vihuelas

la guitarra familiar

dos arpas

la flauta del contrabandista

el tambor

 

Toda la vida puesta al servicio

de lo que dejaba apreciar el sueño

 

Y de pronto mi tío dice desde el silencio

—¡Al grano!

Acabas de decir que a principio de 1818

las caídas de La Puerta,

Rincón de los Toros

y Ortiz

obligaron a Bolívar a moverse

de la Provincia de Caracas

al interior de Barinas

—¿Correcto?

 

Morillo que desconoce su paradero

lo cree en Apure

 y por ello prepara

 la Campaña de 1819

¿Correcto?

 

—Pero no

Bolívar alcanzó la margen opuesta

 del ancho y rápido Orinoco

y se refugió en las misiones de Los Capuchinos

y encargó a Páez de la defensa de las llanuras

¿Correcto?

 

—Escuché que la alarma

de la proximidad del ejército invasor

hizo que los sanfernandinos

 y pobladores de las orillas de los ríos

buscaran precipitados refugios

en los hatos, en el fondo de las sabanas

y Páez ordenó pegarle canela a San Fernando 

¿Correcto?

 No me interrumpa…

 

De San Fernando Morillo y su ejército

saltó a San Juan de Payara

y como para no situarse por detrás de Páez

mandó a pegarle candela a San Juan

 

Y de aquí saltó al El hato “El Merecure”

propiedad del rico llanero Silvestre Gómez,

situado exactamente en el paso del Arauca

 

y colándose por los espacios

sin ojos de la vigilancia de Páez

Morillo saqueó y quemó a este hato

a la luna de verano

y junto con el hato de Merecure,

dos o tres más

—¿Correcto?

Morillo penetra al Cajón de Arauca

por El paso de Merecure

 

—Páez se mueve de su Campamento de Caujaral

al frente de como quinientos,

escogidos todos,

 la flor de su ejército

y  aún no todas las tropas realistas habían cruzado el río

 

—el anzuelo de Páez no logra la presa ansiada

Ningún pelotón abandona el grueso del ejército

y entonces mandó a pegarle candela a la sabana

 

—Tramita dos órdenes

¿Correcto?

mandó a Zaraza a ocupar la sabana de Cañafistola

con el cuerpo principal de caballería

al tiempo que ordena el desalojo de los hatos

 

¿Correcto?

Algunos tardaron tres noches del hato al sitio

escogido para residencia de los emigrados,

mientras el ejército español continuara en los Llanos.

 

—Vowell dice que Las únicas vías

que conducen a la laguna de Cunaviche

o realmente por cualquier rumbo hacia el interior,

consisten en simples caminos de ganado,

abiertas por los rebaños salvajes

¿Cómo? —dice mi tío

intrincado laberinto de tremedales

chozas de bambú y pencas de palma

de cuatrocientas a quinientas familias

llegaron

—¿Correcto?

de Caujaral

se trasladó Páez

 a la sabana de Cañafistola

Le comenta a Zaraza:

—Pienso destacar a Rangel con sus carabineros

entre los realistas y su depósito,

que debe estar en las ruinas de San Fernando

 

—Ya todo el ejército español

había atravesado el Arauca,

pero Morillo aun ignora

que Bolívar ocupa a la otra margen del Orinoco…

 

Es el momento en el que un extenso médano

separa a Morillo de Páez

¿Correcto?

 

Siguiendo las oquedades del Arauca

Morillo avanza hasta el hato de Cañafistola

situado entre una curva del río,

frente a la sabana

donde acampaba

el ejército de Páez

pero sin dejar de pegarle candela

a cuanto hato cruzó su camino

¿Correcto?

 

A media noche lo sorprende Páez

¡Voy por parte! Yo lo escuché bien

—apenas si se había repuesto

de una grave herida en un muslo,

causado en La Puerta

por uno de los lanceros de Zaraza

¿Correcto?

a media noche Páez

rodeo

el campamento español

y asaltó el grueso del ejército…

—dormía de modo tan profundo

que por algunos minutos

fue incapaz de oponer ninguna resistencia

 

Este asalto —asalto matutino—

le permitió a Morillo apoderarse

de dos prisioneros heridos

y tan buen gente, y tan piadoso

el general los mandó a fusilar

 

Aparece la otra costura de la guerra

el criollo realista educado en España

—reconoció a su primo Felipe Gómez

¿Correcto?

 

Páez se encuentra con su gente

en la laguna de Cunaviche

después del combate de Cañafístola

 

y aquí tiene noticias de la lancha

que irrumpe en boca del Arauca

y mantiene relaciones comerciales

con San Fernando, Apurito y otras ciudades

 

¿Correcto?

Los emigrados remiendan sus necesidades

y Páez acuerda con el contrabandista

la travesía del Orinoco hasta Los Capuchinos,

porque deseo tener una entrevista con Bolívar

 

—la aldea de Los Capuchinos

se alzaba en todo el frente de Playa Arenosa

 

De Playa Arenosa después del santo y seña

a Páez lo escoltaron hasta el cuartel general de Bolívar

En el momento de su arribo

dictaba el General una proclama dirigida

a los habitantes de Tunja en Nueva Granada

 

y de la sorpresa no tardó Bolívar

montar en cólera después de oír

la petición del cese de la destrucción de los hatos

paliada con el cuadro vivo de la miseria

que Páez pintó de los refugiados

en la laguna de Cunaviche

concluyendo por exigir

que Bolívar volviera a las llanuras

o que le permitiera acometer la empresa

de expulsar al enemigo, con su sola caballería…

¡Pero el Dios de guerra no abandonó a Bolívar!

 

…le mostró el parte que acababa de recibir

—Santander ocupa las llanuras de Casanare

y le habló de la insurrección a favor de La Patria

de las provincias de Tunja y Socorro

 dispuestos a ofrecer amplio auxilio,

así de hombres como de dinero,

tan pronto como Bolívar atravesara la Cordillera

y apareciera en el Entre-Andes,

a la cabeza de un ejército respetable.

 

Páez inmediatamente regresó

pero no en la lancha de la gran vela

de su amigo el contrabandista francés

sino en una flechera a cargo de expertos indios

¿Correcto?

 

Mientras tanto Rangel que ocupaba

 a San Juan de Payara y no tardó la información

de la proximidad de un convoy de mulas…

rico en vituallas y pertrechos…

escoltado por una partida de infantería española,

como de quinientos hombres

 

—a dos leguas de San Juan de Payara

se tendió la emboscada

y A poco se comenzaron a oír

 el tintineo de la mula campanera

y el alegre canto de los arrieros

 

Vowell alude a un paño de sabana

pero lo cierto es que capturaron el convoy

y no se disparó el último tiro mientras

continuó respirando uno solo de los derrotados,

aunque fuese herido

 

y otra vez la sabana no dejó

de celebrar la victoria

con el grito

de “¡Mueran los godos!”

“¡Viva Rangel!”

 

—el único documento importante

que dejó la emboscada

fue uno de Bogotá,

emanado del Virrey y dirigido a Morillo,

y en cual Sámano ordenaba al segundo

que destacase al general Calzada

hacia Nueva Granada

con una división del ejército realista

y también confirmó lo otro

las reuniones y proclamas sediciosas

de los desafectos de Tunja,

 Socorro y otras provincias del Entre-Andes.

 

Páez no daba cuartel a los cachupines

y a sí mismo se decía:

—Tranquilamente no colonizaran los llanos

 

el tan esperado refuerzo llegó por fin

 a Los Capuchinos

el posta enviado por Bolívar,

con la nueva de su pronto regreso a los llanos

encontró cumplida al pie de la letra

la promesa de Páez

—Mantenía rodeado al campamento realista

mediante un cordón de caballería ligera

que de hecho les impedía

salir en busca de forrajes o alimentos

 

Morillo acosado por la falta de provisiones

marcha hacia el paso de Caujaral

con tan mala suerte que lo recibe

una crecida inesperada del Arauca

 

y en tan terrible circunstancia

se hizo inevitable

que la gente de Rangel

—sus temidos carabineros—

asaltaran la retaguardia española

que tan sólo pudo disponer

de un solo movimiento:

¡Huya quien pueda!  

 

—Morillo desplegó su marcha

por la orilla septentrional del río,

rumbo a la ciudad de Achaguas

y ya en ella mandó abrir trincheras

en las principales entradas

y a derribar árboles sobre los senderos

 de los bosques circundantes

 

y ya posesionado de Achaguas

Morillo destacó al general Calzada

con una fuerza de cinco mil hombres,

—pura propaganda de la guerra —subraya mi tío

a fin de que penetrase en Nueva Granada

 por la Cordillera de Casanare

 

y enseguida del Apure partió la cañonera

que López mandó a construir en San Fernando

y tanto las provisiones que venía sobre las aguas

como los refuerzos recibidos de la reserva

decretaron la creencia cierta

de cuidarse del invierno en Achaguas

privando con ello a Bolívar y a Páez

de los únicos acuartelamientos cómodos

de la Barinas inferior

 

—Pasa Vowell a narrar los sucesos de Casanare

Santander junto a los Pardos de Barlovento

dan el frente

A dos compañías de los Cazadores de la Reina

 

me desconcierta la figura retórica

girón de cielo azul

y el cuerpo a cuerpo

del celaje de la guerra al cuchillo

entre mulatos y cazadores

hasta que Calzada juzgó oportuno

emprender la retirada

 

—Casi dos veces más numerosos

 los Cazadores realistas

pero a los Pardos de Barlovento

 le bastó el apoyo de los indios de El Socorro

 

Todo le sale mal a Morillo

Calzada se retira

hasta

la aldea de Betolles,

y le pide refuerzos

para acometer de nuevo

el paso de la Cordillera.

Una de las embarcaciones,

llenita de municiones

—y despachada de San Fernando—

encalló en un bajío,

mientras buscaba el desembarcadero.

Y junto con campo-volante entregar el parte

los llaneros se lanzaron a caballo y a nado

hasta la orilla del aprieto

 y la explosión no tardó en jamaquear

al campamento de Morillo

 Al propio tiempo, una partida exploradora

esguazó el Apurito y a acercarse

al campamento de Bolívar

descubrió las banderas tricolores

de tres o cuatro cañoneras venezolanas,

ancladas más abajo de Achaguas,

cerca del Trapiche de Gamarra.

 

—Es muy útil el dato

en verano sólo en canoa podía llegarse a la población

por lo que todas las lanchas y cañoneras

descargaban entre los altos peñascos de El Barrancal…

—Por Apurito, entonces, llegaban a Achaguas

las embarcaciones

 de San Fernando

 y tal vez de Orinoco

 

¿Cierto?

Morillo reúne un consejo de guerra…

y con su generales discuten

—si mejor era conservar

la posición de Achaguas

hasta el próximo verano

o retirarse a Caracas

—¡El invierno soltaba también

sus tiros a favor de los patriotas!

 

—La Torres y el Brigadier Jiménez

se opusieron al desalojo

el cauteloso gallego Morales

y el tímido Joaquín Navarrete

aconsejaron la retirada,

hasta por lo menos

El Sombrero o Calabozo

burlándose de la posibilidad

de la marcha de Bolívar

a Nueva Granda

y asegurando que el sólo deshielo

les impediría atravesar el Páramo de Pisba

 

¡La llegada del posta acabó con el consejo!

… se convino en desocupar la provincia de Barinas

y distribuir el ejército en los cuarteles de Valencia,

La Victoria y demás poblaciones

de los Valles de Aragua.

Y se le instruyó al posta regresar a Betolles,

mandando a Calzada atravesar el Apure

por Nutrias y seguir a San Carlos,

a través de Obispos en la alta Barinas.

 

¡Correcto!

—No me diga nada. Lea a Vowell.

Repítame la línea del Sargento

 

—El sargento encontró desmontados a los jinetes,

cerca de la iglesia aldeana que les servía de cuartel…

 

¡Todo era un ambiente como de fiesta!

…retreta ante la residencia de Morillo

—¡Morillo en Achaguas!

—y prosiguió recorriendo la población,

precedido como de costumbre

por el gran farol de ronda,

conducido en una vara.

Las cajas y pífanos alternaban

con una banda militar,

ejecutando esa combinación

de vivos y quejumbrosos aires españoles,

que parecen muy adaptables

a la monotonía de un campamento…

 

—Repítame esa otra línea…

—¿Cuál …?

—La que Ud. quiera…

¡Qué alegría la de esa gente!

 

Los oficiales, no sujetos a recogerse temprano,

se reunieron en diversos corredores,

que eran las salas en las casas

de los principales emigrados,

 

—¡Ajá! No se detenga en el sufrimiento

busque… vea bien el adorno de los corredores…

 

—Lo tengo…

amueblados para el regocijado empleo del presente

—¡Soy todo oído! Despacio…

—mediante una rara mezcla

amueblados para el regocijado empleo del presente

mediante una rara mezcla…

—¡Ajá! ¿Mezcla de qué?

—de utensilios de campamento,

sillones con forros de guadamacil

y antiguos sofás…

y cojines de lucientes bordados

 

—adoloridos y en quejidos

de los estragos de las botas

y espuelas de los nuevos ocupantes.

 

y en el centro de estos asientos

grandes mesas macizas

 de negra caoba,

ocupadas parcialmente

con el contenido de las cantinas

y parte con fuentes y copas

recogidas por los ordenanzas

en las desiertas moradas.

Y además Muchos artículos de plata,

con los que solía celebrarse

en otro tiempo a las Colonias,

recogidos durante la campaña

y ahora brillaban sobre las mesas,

junto con humildísimos vasos de coco y totuma. 

 

—No me deje con las ganas de saber más

de las casas de Achaguas…

Hábleme como Ud. habla con sus amigos…

—Sobre los clavos que sostenían en las paredes

las enmarcadas imágenes de los santos,

revestidas con los mismos colores

y doraduras espléndidas de Bogotá y Quito,

cuelgan sillas y frenos

y atavíos de todo género.

 

—Y en las repisas en rincones y nichos,

Las veneradas imágenes,

del severo San Antonio de Padua

 y de su más adusto compañero

San Francisco de Paula,

se veían ataviadas de cascos o morriones.

 

—¡Y mi tío se reía a carcajadas!

—Detrás de las puertas reposaban

fusiles o carabinas

y sables de los asistentes,

y junto a las ventanas

y en los corredores

los caballos, atados en hileras,

comían su pienso

y descasaban sobre el muelle

lecho de pasto

traído por los forrajeros

de los cercanos plantíos.

 

—No hay otra… ¡Esta es la mejor imagen!

de Achaguas en la guerra contra España…

 

Esa noche, o poco antes

La mesa de los oficiales

se sirvió con alguna abundancia,

y Vowell complementa

que esto venía ocurriendo

desde que se reanudaron

las comunicaciones con San Fernando,

 

y las risas y canciones

resonaban con el júbilo

de una noche de despedida

en cuarteles de provincia.

 

La mañana sorprendió

a muchos jaraneros

todavía entorno a las mesas,

pero los sones de la diana

marcó la hora

de los deberes del servicio

y mientras los trasnochados

atravesaban

las solitarias calles,

a la tenue luz

de una aurora otoñal,

surgían de cada barraca

enjambres de soldados

repuestos en aliento y vivacidad

gracias a la noche

de completo reposo,

y la consideración

 de que aquel era el día

fijado de la marcha

 

Soldados y oficiales

ocuparon la plaza.

—se pasó revista,

y tocaron a generala

los atambores de todo el ejército

 

—Los regimientos, avanzaron

por diversas direcciones

al mismo lugar de concentración,

y formaron alrededor de la plaza.

Las banderas de cada cuerpo

escoltadas de piquetes de granaderos,

la recibían con presentación de armas

 y redobles de atambor.

 

hasta que Por fin apareció Morillo,

a caballo, en medio de la plaza,

rodeado de su Estado Mayor;

dio la orden de partida

y las tropas abrieron marcha

hacia San Fernando;

y cada banda, al pasar junto al jefe,

 ejecutaba el alegre paso redoblado.

 

La caballería fue la primera

que se puso en camino, al galope…

y cuando desapareció el último rezagado,

penetró en la plaza la primera compañía

de un escuadrón de lanceros,

a las órdenes del capitán La Torre.

 

—Ya formados sus jinetes ante la iglesia,

lo llamó Morillo aun allí en espera suya.

Y  Morillo primero le dijo

el ejército atravesará el Apure

en cuanto llegue a San Fernando

Por lo que es necesario protegerlo

 contra cualquier molestia

de los campos volantes de Páez

—que no dejarán de entrar en Achaguas

al darse cuenta de la retirada,

y de hostigar la retaguardia…

 En consecuencia…  

Ud. debe permanecer

en la plaza durante cuatro horas,

en vez de las dos fijadas

 en la orden general,

y luego que se retire,

 hágalo con lentitud,

parándose aquí y allá

en cualquier terreno despejado

 a fin de que el ejército

tenga bastante espacio para pasar el río.

Morillo emprendió entonces la marcha,

y el capitán la Torre después de apostar

un centinela en la entrada del angosto sendero

que lleva del corral a los plantíos,

ordenó que el escuadrón desmontase.

 

Los oficiales entregaron

sus bestias a los asistentes

y acudieron al centro de la plaza

a fumar cigarros.

 Entre los fumadores destacaba

el capitán de la segunda compañía

pastuso de atezadas y duras facciones,

llamado don Ramón Bamóndez,

admitido especialmente

por ser natural de Pasto,

ciudad leal por excelencia,

que durante la guerra

suministró más voluntarios

a la causa realista

que cualquiera otra comarca

de Colombia

o tal vez que de toda Suramérica.

 

Bamóndez llamó amigo al capitán La Torre

y La Torre ofendido comenzó a discutir

los méritos relativos de sus caballos,

 o algún otro punto de análogo interés.

 

Pero regresó de su recorrida

el oficial encargado

 del relevo de los centinelas

—Vio el lancero apostado en el corral

algunos jinetes enemigos

explorando la orilla del bosque

El propio La Torre

 interroga al centinela

reemplazado

Este le dice que unos diez jinetes

de la Guardia de Honor…

según lo demostraban

 las negras flámulas de sus lanzas,

avanzaron hasta el morichal

a tiro de fusil del corral.

Se mantuvieron un rato

y despacio desaparecieron

en el bosque.

 

—“¡Señores oficiales, a sus puestos!”

—dijo La Torre.

¡Lanceros, prepárense a montar!

¡Monten!

…se oyó un disparo de pistola,

seguido del estruendo

de los cascos de un caballo

que se acercaba a todo correr.

 

—Murmuró Rodríguez,

el sargento veterano,

apostado a derecha de la línea,

detrás de su capitán

—¡Han corrido a nuestro centinela!

…por el ruido de las herraduras

me atrevería a apostar

que ese no es un caballo llanero.

 

El lancero entró

en la plaza a todo escape…

 refrenó acercándose al escuadrón

y cuando pasó cerca de La Torre,

 camino a retaguardia,

sólo dijo en voz baja

con verdadero laconismo

y serenidad castellanos:

¡ya vienen!

 

—“¡Firmes, muchachos!

 ¡Calen lanzas!”

y a la voz de La Torre

“se tendieron las lanzas al punto,

como cañas que se inclinan ante la tempestad.”

 

Y hacia ellos avanzó el tropel

de una fuerte columna de caballería,

que al pisar el terreno despejado cerca del corral

se dividió en dos…

—Un destacamento torció a la izquierda

en pos de la esquina cercana

 a la casa parroquial

con el encargo de penetrar en la plaza

y el otro avanzó hacia la iglesia.

Sujeto todo a un tiempo,

 dando ruidosos y entusiastas ¡vivas!

que redoblaron al ver a los españoles

aguardándolos en formación. 

 

La Torre encargó a Bamóndez

atacar al pelotón de caballería

 rebelde más próximo a él

y moviendo su propia gente

hacia la derecha

 la condujo a rienda suelta

contra el enemigo

 por el otro flanco de la plaza…

La carga dada por La Torre,

casi desbarató la línea contraria…

y como por mutuo acuerdo,

prescindieron de las lanzas,

y desnudando los sables,

emprendieron terrible melée.

 

…al pastuso lo encontró a medio camino

el pelotón élite de la Guardia de Honor

 guiado por propio Páez.

 El choque se decidió a favor de los patriotas.

Don Ramón, junto con otros realistas,

fue derribado de la silla por un bote de lanza,

 y sus jinetes sin capacidad de reorganizarse,

huyeron por el camino de San Fernando,

activamente perseguidos

por gran número de lanceros de la guardia.

 

Páez —imitado por Carvajal

y algunos de sus acompañantes—,

puso a un lado la lanza

y avanzó, sable en mano,

hacia el lado opuesto de la plaza,

donde proseguía el encarnizamiento...

 

Los dos viejos amigos, Castro y La Torre,

se encontraban con frecuencia

e invariablemente se apartaban

al cruzarse los sables,

en solicitud de otros contendores.

 

con pena observaba Andrés Castro

la heroica resistencia de La Torres

respaldándose en la iglesia…

al lado del sargento Rodríguez 

y protegidos por dos estribos del muro,

avanzaban de cuando en cuando

sobre los atacantes más cercanos,

para descargar uno o dos golpes

y volvían de nuevo a su abrigo

—¡Era todo lo que daban sus caballos

orinando sangre por sus heridas!

 

¡Y por segunda vez le tocó a Castro

 interceder por un amigo en aprieto!

Giró la vista en busca de Páez,

y lo encontró dictando al secretario

 un despacho para Bolívar…

 

Páez lo oyó con deferencia

y en el acto se dirigió

hacia donde sólo quedaba La Torres

—¡Retrocedan! —le ordenó a sus llaneros

con un tono que paralizó la plaza

y avanzando solo le propuso cuartel

a cambio de rendirse La Torre

—don Ramón La Torre,

hijo del general La Torre

camarada de Andrés Castro—

así lo mienta Vowell

 

La Torre se detuvo un instante

y clavó las espuelas

 en los ijares de su caballo

y volvió a levantar el sable

con sus acostumbrado grito

de ¡Santiago por el Rey!

pero el caballo ya sin sangre

tropezó con el cadáver del sargento,

y rodó de cabeza por el suelo.

 

y de un santiamén descabalgó

 Perucho Gómez

y hundió su machete

en el cuerpo del oficial caído…

 

Achaguas volvió de nuevo

a poder de los llaneros…

tras breve descanso…

abrieron una gran zanja

en el cementerio,

situado detrás de la iglesia,

y en fosa común depositaron

a los perecidos en una y otra línea.

 

—toda huella de la ocupación,

¡borraron!

y como esperaban la llegada de Bolívar

y de otros jefes, prepararon alojamiento

 

Vowell subraya

—Para la Oración

estaban ya barridas

la plaza y las calles principales

y borradas las manchas

de los muros del templo

—con ese esmero singular

de la mayor parte de los pueblos

 del interior del país—

 

—todos los españoles atravesaron el Apure,

—garantizó a Páez el pelotón de la Guardia de Honor

 

Y Páez envió a Cunaviche a Silvestre Gómez

a la cabeza de una reducida escolta,

por las familias emigradas

que pudiesen venir con ellos.

Y la más anhelada, la más esperada,

era La presencia de don Manuel Cuadras,

 Cura de Guasdualito, ya que a consecuencia

 de la excomunión de todos los rebeldes

 no se había promovido ningún cura para Achaguas,

desde la muerte del último párroco. 

 

Los llaneros de Páez declinaron

a las comodidades

que pudieran hallarse bajo techo

y buscaron acomodo

en la sabana,

lejos de todo abrigo

 

Bolívar manifestó al Jefe de los Llanos

que no quería incomodar

a los habitantes de Achaguas

con la presencia de tropas

 no bien conocidas de ellos

y optó invernar

 en las aldehuelas del Alto Apure…

 

¡Agradecido los emigrados!

Reunidos en asamblea acordaron

no separarse hasta venir a Achaguas

y darle personalmente las gracias

al Jefe de los Llanos

por su protección

y caballerezca defensa

del suelo nativo.

 

En Achaguas la afanosa tarea

 de preparar las casas

por tanto tiempo abandonadas

se cruzaba con la construcción

de ranchos a orilla del río

y en el bosque vecino

destinados al alojamiento

de las familias de otras partes

 

Y A la entrada de la población,

en el camino que conduce a la pampa,

 erigióse una especie de arco triunfal,

formado de guadua y bejuco,

y cubierto con pencas de moriche

y festones de ramas de limón...

 

—de limón dulce —complementa mi tío

 

—la caravana de emigrados era numerosa…

una semana antes transcurrió

al arribo del Arauca por Caujaral;

a una legua de Achaguas;

y los recibió toda la caballería

que los condujo en triunfo a la ciudad.

 

Los carabineros de Rangel

dispararon sus arcabuces

por el camino

a medida que hacían caracolear

 sus caballos

en torno a la jubilosa caravana

y las casi olvidadas campanas

volvieron a repicar alegremente

en el campanario…

 

—¡Lea un poco más despacio!

Permítame agarrar un poco de aire…

y se estrujó las lágrimas en el rostro.

 

Un grito general de regocijo

brotó de la multitud reunida en la plaza,

 viendo aparecer el venerable cura

en la misma ventana desde donde

les había hablado a menudo

su recordado antecesor

 

Emocionado el cura

—los invitó a reunirse

aquella misma tarde

 en la misma plaza

—A rezar

el rosario de la Virgen

en acción de gracias

 

En campaña siempre, Páez,

al lado de don Manuel Cuadras,

fue asimismo saludado

con frenéticas aclamaciones,

repetidas, tal vez multiplicadas

cuando dijo que en el corral

hay novillos en cantidad suficiente

para todos, beneficiados por orden suya.

 

—los de Achaguas buscaron sus hogares

llevándose consigo a sus compañeros de emigración,

a todos los cuales se les proporcionó alojamiento.

 

…resultó del todo imposible evitar

las lamentaciones de las dueñas de casa,

además del maltrato,

la completa desaparición

de muchos muebles familiares y valiosos

 

En campaña siempre, Páez,

les preparó un convite

y por la tarde se congregó para la oración

una muchedumbre tan numerosa

como nunca se había visto antes

 en la Plaza de Achaguas.

 

Páez, en campaña siempre,

se ofreció como padrino de la boda

entre Andrés y su prima Juanita

celebrada antes

de la dispersión

de los emigrados

 

y Poco después Páez

reintegró al novio

la posesión de las tierras

próximas a San Fernando,

antes propiedad de su padre

Toribio Castro.

 

—Andrés continuó distinguiéndose

 bajo las banderas del jefe llanero,

hasta que la patria fue patria

con la batalla decisiva de Carabobo…

 

—¡Caramba!

Fue muy poco lo que inventó Gallegos.

Un par de culebrones salvados por el paisaje

—Juanita Gómez, la “hermosa llanera”

y Andrés Castro, teniente de lancero

del ejército realista

con más apariencia de llanero

 que de europeo

y en el otro caso

Luzardo, educado en Caracas

termina casado con la hija de Doña Bárbara

pero con una enorme diferencia

los ojos Luzardo

son los ojos de la civilización

pero los ojos del teniente

son los ojos de llano

que no quieren parecerse a España

sino ser llano

y todo lo del llano es superior

está a la altura de Europa

 

¡Esta fue la primera vez

que mi tío no me habló mal de mi padre!

y me llevó al negocio de Magallanes

 

él optó por un brandis

yo por una chicha y El Nacional

y más tarde

me tomé la limonada

 más sabrosa del mundo

me quedé viendo por un instante

el árbol de hojas de plástico

en la casa deshabitada de los Magallanes

una hermosa quinta de mampostería

y no entendí porque la familia prefería

vivir en la larga casa de barro de la esquina

confundí el ruido de la planta

con el motor de una voladora

o de los zancudos en mis noche de inviernos

en la 24 de julio

 

—Sólo en La Habana

 una bayamesa

 de ojos triste

mi dio de beber la limonada

que yo no supe diferenciar

de la de los Magallanes

 

y una vez más comprendí

que no nací para ser feliz

cuando estoy en Achaguas

 suspiraba por el mundo

y cuando estoy en París

a San Fernando lo encuentro

 tan parecido a París

y pienso en los botiquines de Achaguas

y toda felicidad me abandona

 

El Aerobar… el Aerobar

es esa música que no deja de trastornarme

1 comentario:

  1. Extraordinaria crónica Miguel tan embriagante como las chichas y las limonadas más sabrosas del mundo aquellas preparadas en Achaguas, por Reinaldo Magallanes, saludos.

    ResponderEliminar