(…)
bailo bajo la lluvia,
en
mi reencarnación en un mundo al revés.
Cierro
los ojos y sonrío.
Cepeda
(Facebook.com/Gema Cepeda, 2020, 17 de mayo a las 07: 47)
tiene usted mejor suerte
y creo que es asunto de este siglo
yo desde que nací camino
hacia atrás
no me agrada ver lo que está adelante o está por suceder
o que sucede en el momento en que el poema se acerca
prefiero regresar a mirar lo que quedó rezagado en el camino
a mirar bien MUY BIEN lo que dejamos de ver
ni afuera ni a adentro de la soledad me encuentro
reconozco que la soledad está conmigo y no soy feliz sin su
compañía
y si no me habita y no es
amable conmigo es porque entonces ya no es la soledad
pero tampoco me olvido de la otra soledad
de la que me hablan los ancianos guardados en los asilos
y las sabanas blancas de los sanatorios
de la soledad que lastima y hasta enferma
de la tragedia del sólo en el insomnio
siempre ando de viaje (aunque poco me muevo del café donde
terminan mis amigos)
el viaje es una especie de cortina que me permite ver
lo inmediato desde lo distante y lo perpetuo desde lo fugaz
contemplar el vuelo del pájaro con los ojos del asombro
sí, pero —entiéndaseme bien,
bajo la amenaza de algo que así como llega, se marcha
—entiéndaseme bien, el horror también pasa
y va a dar a la mar que es el olvido
y en todo caso el esplendor sabe abrir una ventana
en donde el horror jamás lo espera como sucede
con los hilos de oro de la muerte en el verde de los árboles
y es que en los días buenos la felicidad tampoco es completa
—piense y mire bien: Estoy en un café y converso un whisky
y la noticia interrumpe, —¿Quién inventó la noticia?
y te dicen desde la tele que acaba de morir tu hijo,
porque un coche se enamoró de sus piernas
a las puertas de la universidad y el joven muere así
malamente
sin
desear la muerte
e
incluso sin provocarla
o puede suceder que el único día que yo compre
los tulipanes más lindos para mi mujer
encuentre en el lugar de la casa, una servilleta con la
buena nueva de su adiós
“porque bueno la vida del poeta no da para más.”
y toca hacerse cargo de los hijos de siete y doce años
—pero por favor no piense
mal… porque yo ahora
voy de nuevo a la escuela y
le damos de comer a las palomas del parque
y mi niña me dice que sus
compañeras desean tener un padre poeta
que con ellas vean películas y se ocupen de sus juegos
y vienen las vecinas cargada de todos los sabores del mundo
y ahora me visita una mujer muy preocupada por el vació de
la casa
puedo decir que la ternura tiene la duración de un acto de
amor
por eso soy de la familia de los débiles y de los inútiles
y si no fuera por la
gracia de lo fugaz del ocaso
porque un ocaso cambia y
deja de ser en el mismo momento en que irrumpe
no creo que su mejor homenaje descanse en la dimensión de lo
que permanece
y porque soy un inútil, la única razón que me sostiene es la
del sueño
sólo lo imposible —lo que no puede ser, me encandila y mantiene
de pie
en
vilo en pos de la hermosura que no encuentro
pero
que yo sé que llegará
porque
trabajo y estudio mientras la espero
y no
dejo de salir a buscarla
me encanta perdidamente el silencio
ese momento en que mis sentidos desaparecen
y el poema emerge como un dictado de mis carencias
para que las decepciones muertas no me sorprendan
o como usted dice, resuciten
celebro el nacimiento del día únicamente al confundirlo
con una copita de brandy
que como usted dice, —brandy añejo, y agrego yo —de la muerte
pero sucede
cuando me descuido
que mis sentidos terminan enamorado de la lluvia
y me complican con esos enredos que hablan de la vida
como si la vida fuera esa inocencia nuestra del colegio
a la hora de compartir la almendra o multiplicar el
bocadillo
o soplar barcos desde los muelles invisibles de los blancos
que rodean los pozos pintados en el cuaderno
No te niego que también estos instantes cuentan
pero lo fugaz no puede ser MÁS NI MENOS que lo imperecedero
no te niego que también esos instantes marcan
No te niego que también pesan estos instantes
de bailar desnudo bajo la ducha
y de ir a pie bajo la lluvia mordiendo una manzana
libre de toda preocupación
porque cuando el amor es puro y es el amor sin apelativos
nos libera de todas las cadenas
de todos los abismos
y de todos los tiempos
la superficie de los días
calzan perfectamente en las terrazas de las noches
y todas las acciones se dirigen a apostar al amor
nos hace criatura del absurdo
y de toda negación
pero en cada esquina del mundo
hay un testimonio del dolor
los adioses son el padre nuestro de cada día
un amigo parte y un niño muere de hambre
no hay ciudad sin hospitales y sin cárceles
todos los días muere algo de nosotros
en nosotros, en nuestra piel,
y allá en el territorio de lo adentro
en la casa de la infancia que jamás deja de perseguirnos
mueren nuestros padres
y ya
uno no es más hijo
y uno se va quedando sólo
porque fuera de nosotros muere también algo de nosotros
y cuando no es el temblor de la carne
tiembla la memoria y se ausenta
o se sigue así viviendo de la jubilación
sin tiempo para largos proyectos
porque así como caen los viejos edificios
lo más probable es que yo seré el próximo de la lista
A esto llamamos normalidad, seguramente
y por desgracia o por fortuna yo no tengo estos ojos
porque si los tuviera
el mundo o la vida que es lo mismo
la vida según dice todos los normales “Tal cual es la vida.”
me pudiera fundir, partir como un rayo
y si vivo y puedo sonreír
es porque el poema siempre me dice
que la vida no es eso lo que nos dicen de la vida
y que el mundo siempre estuvo y está patas arribas
y por eso,
para que la vida y el mundo no me desaparezcan
del todo,
para que la vida y el mundo
apenas me lastimen
cierro los ojos y escribo
y así me duele menos la vida
mucho menos cuando no sé ni quien soy
mucho más cuando lo sé y me
parezco al otro que no soy
porque esa es la condición
de los seres normales
pero fuera de la cortina
de mi soledad, de seguro
la indiferencia del
semejante lacera mis sentidos.
y estoy obligado a decir
—entonces— que este día
dispondrá de las mismas
cargas del día anterior
pero como uno no es sino un
jugador de la lotería de la vida
las barajas en cada reparto
no pintan sota, caballo y rey
pero cuando me gusta menos la vida
y un infierno arde en mí y ni siquiera puedo escribir
una manifestación del esplendor golpea a mi rostro
—por ejemplo—casi al
anochecer
cuando las aves marchaban hacia el sur
después de leer tu poema yo salí angustiado
y vi a un niño de tres años corriendo detrás de un balón
que casi lo superaba en tamaño y gritaba:
—el abuelo está muerto… el
abuelo está muerto…
y desde una esquina de la cancha, emergió otra voz
que era la voz de un chorrito de lágrima que corría detrás del
niño:
—Alfonso no diga eso, esa
palabra es muy fea.
—¿Es muy fea… mamá?
—Si hijo esa palabra es muy
fea
—¿Mamá puedo decir que el
abuelo está durmiendo en el cielo?
tal vez la poesía sea esa otra posibilidad
de
sentir y ver
de
hablar y oír
… ¿pero qué estoy diciendo?
tal vez la poesía sea esa posibilidad de buscar un alivio a
las desgracias
una decisión entusiasta de no dejar sólo al que sufre
de algo si estoy seguro
en mi
pequeño país nadie mejor asimiló a Homero…
pero en mi caso, detrás de mí está mi madre
y después de muerta la entiendo mejor
te costará creer
que pocas horas antes de morir me sentó en su cama
y me prohibió estar triste y andar mal arreglado
—ni en su funeral y más allá del funeral en ninguna parte
y esto es lo único que puedo hacer el hijo agradecido
por la madre ausente —¿Dónde estás madre? Dame una señal
yo no sé comportarme en el mundo, madre
madre tengo mucho miedo del mundo
madre la vida me duele en tus goteras de sufrimiento
y me madre me dijo sonreída
—en el
banco tienes algo
puedes irte a beber con tus amigos
pero eso sí
también
me prohibió mentir
entonces es la vida la que es así
y no se puede hablar de la vida sin decir que la vida es así
—sin buscarle la caída al dolor, aconsejaba ella
pero el mundo depende de nosotros
y usted, Gema, me da muy buenas noticias
—“imagino corazones inundados de ternura.”
Es lo menos que podemos hacer
¿Puedo decir que la imaginación es la tierra que no existe?
Pero en tu casa sobran, Gema,
y en la casa de Esmeralda Laderas, también
Miguel Pérez
San Carlos de Austria, al atardecer de mayo
17, del 2020
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