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Barinas. Plaza Bolívar (2021). De esta ciudad inició Bolívar la persecución del ejército del rey. Foto Alfredo Ramos.
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CARABOBO V
TODAS LAS VOCES. TODAS LAS CIFRAS
TODOS LOS MOVIMIENTOS
LA
OPERACIÓN ENVOLVENTE
LA ORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO
LA
CADENA DE MANDO
EL CENTRO DEL MAPA DE LA BATALLA
DECISIONES. VITUALLAMIENTO. MITOS
(Crónica)
Miguel Pérez
La identidad universal del hombre
¡Vamos a lo concreto!
—Te he oído comentar
que la historia regional
no puede plantearse
como una aldea distinta
impermeable
al
pedazo de tierra inmediata
a la que se pertenece
porque ese sería
el mismo error que acecha
al ocuparse del árbol sin ver el
bosque
—Te he visto disputar con tus amigos
las dudas que abrigas sobre los
tratados
de las historias nacionales
—te he escuchado defender
la tesis
de la identidad universal del hombre
y regocijado te he escuchado
citar de memoria a José Martí
en los botiquines
en los bares
más afamados
de San Carlos
—Cree el aldeano vanidoso
que el mundo entero es su aldea,
y con tal que él quede de alcalde,
o le mortifique al rival que le
quitó la novia,
o le crezcan en la alcancías los
ahorros,
ya da por bueno el orden universal,
sin saber de los gigantes
que
llevan siete leguas en las botas
y le pueden poner la bota encima,
ni de la pelea de los cometas en el
cielo,
que van por el aire dormidos
engullendo
mundos.
Y alborozado te oído sentenciar
—Lo que quede de aldea
en
América
ha de despertar…
y sin terminar de colocar el punto
enseguida subrayas con una carcajada
—…las armas del juicio, que vencen a las otras…
y te he oído gritar
en momentos
de embriagadora lucidez
que los hombres
es esa máscara
de esa creatura única
tan perversa que es el hombre
y que en definitiva los hombres
serán siempre esa expresión
de minusvalía del hombre
con el que hombre evita esconder
todo su potencial diabólico
y propaga la especie
que unos son buenos
y los otros malos
o como decía Sartre,
—El
diablo es el otro
y te he oído repetir
que seis
son
los historiadores nuestros
que han analizado
el mapa nacional,
—unos
con más métodos
que
otros,
y te oído decir que el siglo XIX
nos legó las historias
de González Guinán
y de Gil Fortoul
mientras en el siglo XX
lo hicieron Brito Figueroa
Guillermo Morón
Juan Bautista Fuenmayor
y Arturo Cardozo…
y has pedido una estatua
para el que tú llamas diablo dublinés
por el excelente acopio
de la
papelería de Bolívar
y te he oído tildar de héroes
a la dupla que hizo posible
la Colección Blanco y Azpúrua
y te has mostrado muy satisfecho
del despliegue de los estudios
regionales
que con mayor turbulencia
se manifestaron desde los años
ochenta
pero te has quejado
del contexto de isla
en el que por lo general
se han situado esos estudios
pero más acá de esa carencia
has dicho que con el material
cuajado en los últimos 50 años
están las bases
de una
mejor compresión
de la desenvoltura del país
creo entonces inútil
toda tentativa de una proyección
de la batalla de Carabobo
como quien emula
comprender un brazo
separado de su tronco
La más brillante de todas las campañas
Entender a Carabobo
es entender la batalla
de la magistral campaña de 1821
tal vez la más brillante de todas
de las emprendidas por Bolívar
ya convertido en esa especie de sol
que multiplicado en órdenes
ya sus rayos desde sur
de la República
en
construcción
de Colombia
asomaban sobre Quito con la fuerza
del sueño que preside a la aurora
y desde Bogotá hasta la Angostura
y más allá, separado del enemigo
por esa serpiente
de
escamas reverberantes
que es el Apure
o el
Santo Domingo
o el
Boconó
concretamente bajo ese corte de río
que situaba al país trasnochado
de Barinas hacia abajo
y desde Cúcuta hasta la capital del
Orinoco
frente al ejército del Rey apostado
a lo largo
del centro del país
desde Guanare hasta Calabozo
y desde esta línea hacia el mar
Caribe
debilitado el occidente
por la incorporación de Maracaibo
a las
filas patriotas
y con capacidad de movimiento
el ejército libertador
de trasladarse del Oriente hasta
Caracas
al tiempo que Bolívar se mueve
de los Andes hacia Barinas
y luego hasta el Apure
y de nuevo en Barinas
a la espera del estallido
de la
guerra…
Y en primer lugar, este otro intento
de tomar el cielo con las manos
casi no puede comprenderse
sin desandar los tres nudos
del soporte en el que radica
—a juicio de Guillermo Morón—
lo magistral de esa campaña
siendo estos tres nudos o pilares
—unidad,
estrategia y organización
pero enseguida tú vas a salir
con aquello
—Estrategia
es política.
y tal como te he visto
enarbolar la premisa
—En la carrera de la política
habría de negarse la entrada
a los que desconocen
los rudimentos de la política
pero sé que tú apuntas
con ello
a nuestra legión de
Heródoto
que bien pueden
confundirse
con los lectores de la Gaceta Hípica…
por el manejo del dato
por el hallazgo del dato
y nada más
porque siempre resultan perdedores
como perdedora ha sido
nuestras historias
frente a la política
y la política es esa
parte de esa estrategia
que se impone sobre la
concurrencia
de
otras estrategias
de algún modo perfilada
por el látigo
de la estrategia
contraria
ello implica capacidad
correcta de la realidad
lo sinuosos y atajo del
contexto geográfico
y la voluntad de hombres
y mujeres
y por otro lado
capacidad de llevar
al otro a morir en el
campo de batalla
en la conquista de la
gloria
y el fin de sus miserias
terrenales
capacidad de obtener del
hombre corriente
el soldado apto que
necesita la guerra
capacidad de darle de
comer a este hombre
y capacidad de armar a
este hombre.
Esa es la primera
condición primordial
que cualquier árbol de
la historia
reclama en la reconstrucción
de su lectura
Carabobo es el saldo de
oro
de la política de ese
tercer período histórico
que así caracterizó
Bolívar
y que si tomamos la
palabra
al general Pablo Morillo
arrancó con la expedición
que formó Bolívar
en los Cayos de S. Luis,
y que tuvo su punto
cumbre
en el congreso de
Angostura,
secundado por el de
Cúcuta.
Bien pudiera concebirse
entonces
que Carabobo es el fruto
de la política más
extraordinaria
en ese jalón de nuestra
historia
de 1810 hasta la batalla
del Lago de Maracaibo,
en la que desempeñó un
papel
no certeramente
reconocido
y menos evaluado
el prócer Manuel
Manrique,
muerto a los pocos días
de la batalla
sin saberse a ciencia
cierta
la causa de su muerte.
la unidad y la
organización
la ponen de manifiesto
la existencia
de un centro único de dirección
muy bien articulado.
Cada movimiento que
siguen Soublette y Bermúdez
o el que cumplió
Urdaneta de Maracaibo a Coro
o el de Carrillo desde
Trujillo
y el
del Páez que arrancó en Achaguas
o la irrupción de Plaza
en Guanare
es la ejecución
de un libreto que forman
la integración de las
comunicaciones
de Bolívar con sus
tenientes
de la que depende que
el plan se mueva
avance
reste territorio a la monarquía
conquiste nuevas
voluntades
persuada en cuanto a la
superioridad
de la República sobre la
Monarquía.
desgaste al enemigo
lo ponga a concebir lo que no es
cimiente la ambición
de
las voluntades conscientes
sobre la cancelación
mínima
de las aspiraciones
del otro sector menos
conscientes
que es el grueso del
censo de los hombres
y es la voluntad que
tiene la última palabra.
—Del Discurso de
Angostura
a la Constitución de
Cúcuta
está el génesis
(todas
las ambiciones en juego)
y el punto real de la
política
está la política
victoriosa
que las armas van a
sostener
Entre otros está de moda
—entonces—
el trueque de cambiar
la
monarquía por la República
y Francia que era una
especie
de laboratorio para la
política
vienen soltando esa
predilección
de mirar hacia el lugar que no existe
Francia ha visto
naufragar
el genio militar
que
la hazaña heroica
sin el componente de una política hegemónica
no es nada
sin
el amparo
de
una visión política
que haga imbatible sus
cuatro fronteras
más en la aurora de la
nueva circunstancia
que ponía fin a las
relaciones feudales
entre hombres y naciones.
—En 1821 “todos” están deseosos en arribar
a un puerto común mínimo
pero del que cada quien
prevé partir hacia
nuevos destinos
¡Esto! más que
sentencias de los documentos
es dictamen del accionar
que explica el descarte
de
las propuestas de Bolívar
en los congresos de
Angostura y de Cúcuta
y de finalmente su
proscripción de Venezuela
y el desmembramiento de
Colombia.
entonces tenemos
que Carabobo es obra del
colapso del armisticio
el armisticio atendía a
dos direcciones
Bolívar aprovechó al
máximo la suya
el que se sentó a la
mesa de la paz
lo hizo bajo el
propósito
de obtener lo que las
armas
hasta ese momento le
negaban
el reconocimiento
de España
de la independencia de
Colombia
pero
entiéndase bien, la Colombia
que
es hija del Congreso de Angostura
y que
ratificó el Congreso de Cúcuta
no
debe confundirse
con
el proyecto cismático
que a
partir
del 10 de noviembre
de 1830
instituyó
a la República de la Nueva Granada
y no
es sino hasta 1861
con
la victoriosa Revolución
que acaudilló
el General
Tomás Cipriano de Mosquera
que a
esta república nacida en 1830
se le
dio el nombre
de Estados
Unidos de Colombia
y no
sé con exactitud si un poco antes
o a
partir de 1909
se
refundó con el titulo
de República
de Colombia…
¡Esto por lo general se
omite!
¡Y este nos sitúa que
después de muerto
el odio contra Bolívar
no amainó
inmediatamente!
entonces es necesario
observar
que para Bolívar
la paz no era sino el
instrumento
de hacer realidad el
grito rebelde de 1810
pero la guerra fue la
que abrió
ese boquete de esperanza
de transformar las balas
en palabras libertarias.
En llevar a la
diplomacia
el campo de batalla
en demostrarle al mundo
que así como se sabía
pelear
en el campo de batalla
también se sabía pelear
desde los intersticios
de la política.
pero ese receso de la
guerra
que impuso el descarte
del
martirio y el vulgar crimen
de la
guerra a muerte
no puede estimarse por separado
de la circunstancia
política
que
sacudía a la península
y que benefició su curso
—el fin de la monarquía
absoluta
que se convirtió en
monarquía constitucional
y creyó posible cancelar
la insubordinación
de las colonias en la
América española
con el ingreso de los independentistas
más connotados
en las instituciones del
poder rejuvenecido
(Guerra a muerte que no
inició Bolívar
sino que fue la
respuesta a la Guerra a Muerte
que venía aplicando la
monarquía en Venezuela
desde el inicio de los
primeros tiros de la guerra)
hay un hecho colateral
que
no puede dejarse de observar
—Carabobo le dio a Páez
el último grado
con
el que sueña el soldado
desde
que ingresa al ejército
pero le dio a Venezuela
el prestigio que necesitaba
el hombre-custodio
del proyecto liberal
ortodoxo
en marcha desde 1811.
A Bolívar le permitió
fundar en el Alto Perú
a su hija predilecta.
y hay un nudo de la
historia
muy mal concebido y
explicado
y es el craso error en
que caen
políticos e
historiadores nuestros
al analizar el naufragio
político de Bolívar
echando mando de las
actitudes
o conductas de los
hombres
de los fenómenos de la
superestructura
sin tomar el cuenta el
dictado
de la otra esfera que
sostiene a la anterior
y es el caso entonces
de la respuesta que
adeudan
que si bien Bolívar
consiguió conducir
el complejo cuadro
social que le permitió
liberar a las colonias
españolas
desde la costa del mar
Caribe
hasta el Alto Perú
—¿Por qué no fue capaz de
forjar
el consenso necesario en
el logro
de su proyecto de
República
vislumbrado
en el
Discurso de Angostura
o del otro sugerido
en el
proyecto de Constitución de Bolivia?
En uno encontró con
quien…
En el otro ¡No!
El problema de las fuentes…
En el siglo XX en alguna
de
sus monumentales entrevistas
vimos a Fidel quejarse
de la actitud
de sus cuadros combatientes
que a la ahora de
rememorar
o de contar la epopeya
de la Sierra Maestra
a Fidel le disgustaba el
hecho
que el desconocimiento
de
la táctica y la estrategia
pasos, acciones y
movimientos
subordinados a las
anteriores
adquiriera el vestido de
la tilde heroica.
—¡Por supuesto mucho más
lamentable
que después de tantos
años transcurridos
aquellos protagonistas
siguieran
sin comprender lo que
estaba
por detrás de las
ordenes que recibían.
que fracasaran en el
intento
de llevar a la letra el
poema
que escribían
en
las laderas de la Sierra Maestra .
¡Bolívar pudo decir lo
mismo
de sus tenientes!
—Permítame un paréntesis
la explicación que ofrece Páez
en la ocasión en la que —estuve yo
a pique de no sobrevivir a la victoria,
—acometido repentinamente
de aquel terrible ataque
que me privaba del sentido
—Todavía estoy por saber
el
motivo que moviera a Martínez…
pero que desconociendo
este resorte
Páez no se priva de tildar
a la acción ejecutada por Martínez
de acto inesperado y
providencial
añadiendo un componente étnico
como quien no quiere la cosa
—Él era llanero de Calabozo
pero además refiere Páez
—comandante Antonio Martínez,
de la caballería de Morales…
lo que quiere decir
que venía desde los días
de Boves
Sobre esto podemos
adelantar
dos observaciones
—O estaban asqueados del
crimen
a estas alturas de la
guerra
o aquello era fruto de
la adopción
del Tratado firmado en
Trujillo…
¡Pero más lamentable
que la afirmación de Páez
es la conducta
de un
lector
que en el siglo XX o XXI
asuma desde un ángulo
pasivo
semejante aserto.
Por el asomo de Páez
y ese mal que lo
aquejaba
de adueñarse
de las grandes
iniciativas
—y tampoco luce
descabellado
y además poco importa
si la idea provenía de
él
o era de Bolívar
pues en el ambiente
flotaba
desde 1820
—un
plan escrito
que prolongando lo más que pudiera
el armisticio, tendríamos tiempo
y enumera Páez
en el orden
de las
ganancias
—disciplinar bien nuestras tropas,
—recibir armamentos
—organizar un ejército
de reserva
en la Nueva Granada
y conservar así este territorio,
cuya posesión parecía depender del
éxito
de una sola batalla
—pues —puntualizaba Páez
—los
patriotas lo perdieron
sólo
con la derrota de sus tropas en
Cachirí,
y los españoles
en la
que sufrieron en Boyacá.
en este orden de especulaciones,
no ha faltado quien le acredite
al general Sucre la autoría
del plan de la Campaña de 1821.
Y en este afán
de
colocar la tilde correctamente
Vicente Lecuna
en Crónica razonada de las guerras de Bolívar
sostiene que Bolívar llegó a Bogotá
el 5 de enero
y —El 7 o el 8 dictó a Briceño
Méndez,
y a Sucre
el plan ocasional,
de varias líneas de operaciones,
para la campaña de Venezuela…
pero —sin tomar… ninguna resolución
sobre él.
Los días en Bogotá
Detrás de este movimiento de Bolívar
que como se sabe Bolívar
vino de Barinas a Bogotá
y todos sus movimientos gozan del
resguardo
o auspicio del armisticio
está el imperativo de la lógica
que a esta hora mueve todos sus
pasos
y que Lecuna engloba en este
enunciado
—Grandes proyectos
y
esperanzas incitaban a Bolívar
a marchar a Popayán a saber:
reforzar el ejército del Sur,
abrir y estrechar relaciones
con las repúblicas
del Perú
y Chile
y combinar operaciones militares,
para libertar los países
todavía ocupados por los españoles.
Atribuyendo Lecuna
que —El creía posible poner las
bases
de estas empresas
antes de
renovarse las hostilidades.
El efectivo limitado…
No puede omitirse de los planes
dictados a Sucre y a Briceño Méndez
el principal desafío que debía
atender
y que lo determinaba
y que está relacionado
con lo que Lecuna define
—su
efectivo limitado
puesto al desnudo
por —los escasos recursos
y la débil densidad de población del
país.
En este sentido no dejará
de colocar Lecuna el dedo
sobre la llaga de —la pobreza
de las tropas
independientes
acompañada de la observación,
que es necesario a cada paso
—recordar su indigencia,
pues
solo teniendo
presente
el fenómeno económico,
se
explican los de la guerra.
Y en consideración de este grave
problema
con el que debe lidiar Bolívar,
Lecuna presenta el inventario
concreto
que en pie de guerra se
conservaban
—La Guardia,
formada
y atendida
personalmente
por el Libertador,
y el ejército de Apure,
regido por Páez.
y que de cuando en cuando
La primera
recibía
ganados de Apure,
—las
contribuciones
de Pamplona,
el Socorro
y Tunja,
administradas
directamente por Bolívar,
hasta
principios de 1821,
y
algunas remesas
de dinero
del Vice-Presidente Santander;
y el segundo disponía
de carnes y caballos
en abundancia,
de escasos socorros
enviados
por el Vice-Presidente Soublette
y unos cuantos de Cundinamarca.
Observando en otro orden o renglón
—Bien dirigidos y bien mantenido
ambos cuerpos
adquirieron disciplina y cohesión.
En cambio el ejército del Sur,
era muy débil
y el de Oriente para subsistir
se había diseminado.
Lecuna deja constancia
que al —ejército de Apure,
en las instrucciones
era llamado de Occidente
De allí entonces
y según la exposición de Lecuna
—Por no alcanzar los recursos
disponibles
para llevar el ejército reunido
contra
el enemigo,
el Libertador exigió
con
anticipación
al jefe de Apure,
el 11 de diciembre,
empotrerar 10.000 reses
para la campaña,
además
de los ganados
pedidos
para el consumo
durante el armisticio…
y que —Páez, desesperado por el
encargo,
le planteó esta disyuntiva,
o
se conservaban
los caballos mansos
para
reemplazos
en las operaciones activas,
o se destinaban
a coger ganados,
cada vez más indómitos,
por falta de trabajo regular;
y para esto requeríase
sacrificar hombres y caballos.
Y es circunscrito a este cuadro
que Lecuna pide comprender
las instrucciones que Bolívar
—dictó a Briceño Méndez y a Sucre
sobre —la próxima campaña,
partiendo de la base
de no poder vencer
tan gran inconveniente.
Y en las cuales además aprecia
Lecuna
—En ellas proyectó el avance
de las tropas
en varias líneas de operaciones,
bajo la dirección del genera
Urdaneta,
mientras él marchaba al Cauca…
añadiendo que —Bolívar pensaba
regresar a Barinas en el mes de
abril,
a la apertura de la campaña,
pero que —en previsión de llegar tarde,
encomendaba el mando superior
al expresado general.
Un primer hecho que agita
el viento favorable del plan de
Bolívar
data del 9 de Octubre de 1820
con la declaratoria de Guayaquil
de estado independiente
y el otro el pronunciamiento
de
Maracaibo
por la independencia el 29 de enero.
Pero antes es estrictamente
necesario
ocuparse de la campaña de 1821
que tenía de escenario al antiguo
territorio
de la capitanía general de Venezuela
en el contexto de los diez años de
guerra
y de los cambios políticos que
secunden a España
El plan definitivo de última hora
Además del gran inconveniente
del problema económico
que Bolívar debe encarar
(la indigencia del ejército
libertador
que a cada paso debemos recordar)
el plan de la campaña
básicamente estaba compelido a atacar
la —posición central
en poder del enemigo.
A moverlos de sus posiciones
y atraerlos a posiciones
más
favorables para los atacantes,
a la par de conseguir
el mayor desprendimiento de sus
tropas
del cuartel general realista
y llegar a la acción decisiva
con el menor número de sus tropas
y lo más debilitado posible en lo
moral.
Por lo que entonces
desde posiciones excéntricas
todas las líneas de operaciones
del Ejército Libertador
estaban obligadas a entrar
en correspondencia inicial
con —la diseminación
de las
fuerzas enemigas
en otras tantas divisiones,
una en
Guanare y San Carlos,
otra en Calabozo y otra en Caracas…
sin olvidar que el general español
tenía por encargo especial de la
Corte
—cubrir
perfectamente a Puerto Cabello,
cuya plaza debía conservar a toda costa.
por lo que no se puede dejar de
mencionar
los puntos de Yaracuy, Coro y Cumaná
previendo dicho plan
la concentración segura
de todos los ejércitos
en un punto que primero
se fijó en Mijagual,
y luego en —el Jobo,
también
a la derecha del Boconó,
poco más debajo de Mijagual,
por prestar la vía del Jobo,
según indicación de Páez,
más facilidad al tránsito
de ganados y caballos.
pero que al final
el
propio desarrollo
de la
Campaña
decretó que fuera la ciudad de San
Carlos.
Estas líneas de operaciones,
una la encabeza Bolívar
que sale en persecución desde
Barinas
del
Cuartel General Realista.
La otra Soublette y Bermúdez
que arrancando del Oriente
debe tomar a Caracas.
Páez deben salir de Achaguas
y unirse a las tropas de Bolívar.
Urdaneta debe garantizar
la limpieza de Maracaibo y Coro
y luego integrarse al cuartel
general.
Y por último
la labor
de distracción
del coronel Carrillo
sobre Yaracuy y Puerto Cabello
con tan magníficos resultados.
Este es en definitiva el plan
que Bolívar adopta
en el último momento
después de manejar otras
alternativas
y es el plan
que le
permite vencer en Carabobo.
Y de este plan va a decir Lecuna
ubicado frente
a las dificultades
que rodean a Bolívar
que es una —Solución admirable,
sencilla en su forma,
de ejecución difícil,
pero ajustada
a los principios de concentración,
fundamentales del arte de la guerra.
Sin dejar de añadir
que —El conjunto de operaciones
realizadas para obtener este resultado
es una de las obras
más
gloriosas de su vida militar.
Y es muy complicado definir qué
operación
de este plan es más vital que la
otra.
Si depende de la reunión con Páez;
no menos trascendente para la
victoria
son las operaciones de distracción
sobre Caracas y Puerto Cabello
Lecuna promueve
dos comentarios de Bolívar
que apuntan hacia este norte.
En carta fechada en Barinas,
del 13
de abril
le dice a Páez que
—“Realizada felizmente
la incorporación en Mijagual
se habría dado el paso
más importante
para terminar
la
campaña
ventajosamente” .
pero el 6 de mayo
y
también desde Barinas
le dice a Soublette
que —“El suceso de la campaña
va a depender de las operaciones
del ejército de Oriente.
Si ocupa pronto a Caracas,
nuestra
victoria es cierta”.
Viene volando hacia los llanos
Comencemos por el itinerario
que marcan los pasos de Bolívar
en los meses que desembocan
en el rompimiento del armisticio.
Viene de Bogotá
y en relación al ejército del sur
la decisión más trascendente
de esta estada bogotana
queda recogida en la frase
—y no queriendo Bolívar
abandonar
sus miras
sobre
Quito,
encargó a Sucre
de ponerlas en práctica…
O’Leary atestigua
que —se puso en marcha
para el
norte á principios de Febrero.
y Lecuna brinda la noticia
que ya —De
regreso a Venezuela,
por los valles de Sogamoso,
Pamplona
y Cúcuta…
en relación a las múltiples disposiciones
que dio
tanto para Cundinamarca
como
para Venezuela…
del conjunto invocado por Lecuna
es de invocarse aquí
la —orden a Páez
de suspender
el comercio de Apure
con el territorio realista,
ventajoso a los españoles,
si éstos no derogaban
la prohibición
de llevar
relaciones comerciales
con la
provincia de Trujillo…
las —medidas sobre recolección
de ganados en Casanare,
y por último
orden a Soublette
de cortar
las intrigas
de los adictos
a Mariño
en el Oriente,
e invitar a este general
a dirigirse
al cuartel general,
y en caso de resistencia
remitirlo preso,
para ahorrarse
el dolor
de castigar
conforme
a la ley
a un notable servidor
de la patria.
O’Leary por su parte refiere
que —Antes de llegar á Cúcuta,
supo Bolívar del pronunciamiento
de Maracaibo
y de la solicitud
de auxilio
a las tropas colombianas
en el sostenimiento de dicho
pronunciamiento.
Entre otros O’Leary no deja de
comentar
que viene Bolívar del sur
después de sustituir á Valdés
del
mando del ejército
y de la dirección de los negocios en el sur
con el nombramiento de Antonio José
de Sucre
y que antes la protesta de La Torre
por la incursión militar en
Maracaibo
del teniente coronel Las Heras.
Pérez Vila en la cronología inserta
en Simón Bolívar. Doctrina del Libertador
expresa que el 19 de febrero
en
Cúcuta
Bolívar —Sostiene ante La Torre
el derecho de Colombia de retener
Maracaibo.
Lecuna promueve dos paralelas
sobre el
reclamo de La Torre.
Expresa que Bolívar
—adujo
razones ingeniosas pero sofísticas.
Y a modo de alerta
dirá de
la reacción de Maracaibo
—se pronunciaron el 28 de enero
por la independencia,
con gran contentamiento general.
Sin duda la revolución —continúa
Lecuna,
fue tramada de acuerdo con el
general Urdaneta.
Y en verdad la actitud de Urdaneta
era de absoluta defensa de ese
cobijo.
Según O’Leary —Urdaneta sostenía,
que siendo legal admitir un desertor,
Maracaibo que lo era en mayor
escala,
tenía el mismo derecho á ser
protegida.
Lecuna ubica a Bolívar en Mérida,
—El 26 de febrero.
y sintetiza en una frase
el desempeño del Bolívar del 1821
—su acción se hacía sentir
desde Guayaquil hasta Maturín.
Bolívar viene volando hacia los
llanos.
hacia la que Lecuna decreta
—Barinas, capital de los llanos…
Sabemos que el 5 de marzo,
Bolívar está en Trujillo
y desde aquí le escribe a Páez
—“No es posible conseguir medios
para sostener el ejército
sino en Barinas,
confiando en los ganados de Apure
y en la actividad y celo de V.S.
Cúcuta, Mérida y Trujillo
están arruinadas,
y expuestas a ser desamparadas
por sus habitantes,
huyendo del hambre.
Será un milagro
que
puedan
mantener
los hospitales
y las partidas fuertes
que se dejan
en observación
de los españoles”.
Junto con la evacuación de la
anterior
Lecuna añade a la lista de las
dificultades
que debía encarar Bolívar otra no
menos grave
—La dolorosa medida de arrostrar
la malaria en los llanos era inevitable…
Y de acuerdo con Lecuna,
uno está obligado a observar
al Bolívar sometido a un constante
o indetenible proceso de aprendizaje
que así como abreva en los mejores
autores de su época,
no descarta el saber popular
el empirismo de los pueblos
pues ante la amenaza de la calentura
decide con respecto a sus tropas
—darles todos los días
al amanecer
un poco de aguardiente quinado,
como lo preparaban
en la hacienda la Calavera,
para preservarse de la calentura…
A esta hora, convencido
de lo infructuoso de la paz
en cuanto al reconocimiento de
España
de la República de Colombia
y apremiado por el dilema
que
expuso ante La Torre
—Entre el éxito siempre dudoso
de una
campaña
y el sacrificio del ejército
por la peste y el hambre,
dejándolo inactivo, era imposible
vacilar.
Y como sostiene Lecuna
—debía denunciar
el armisticio
de acuerdo con el artículo 12 del
tratado,
y así lo participó a La Torre
desde Trujillo, el 10 de marzo,
y a los Vice-Presidentes
de Cundinamarca
y Venezuela,
el día 11, ya en viaje para Barinas…
Es de observar que Lecuna
declara lo mismo que O’Leary .
— El 10 de marzo Bolívar le escribe
a La Torre
anunciando el rompimiento de hostilidades…
y La Torre contestó que el 28 de
Abril
cesaría la tregua de acuerdo con el
Tratado
porque ni él ni los comisionados
españoles
estaban autorizados á reconocer la
independencia…
O’Leary no omite que —El Libertador
ordenó entonces
al coronel Plaza,
preparase cuarteles en la ciudad de
Barinas
para el cuerpo de su mando,
aunque por un articulo
expreso
del tratado
no podía esta ciudad
ser ocupada
sino por un comandante
y un piquete de veinticinco
milicianos.
Lecuna refiere que
—Al
llegar Bolívar a la ciudad de Boconó,
… supo “con desesperación”
el peligro
de la brigada de la Guardia
expuesta
a disolverse por falta de ganados.
En tal extremo
envió
en comisión
a los llanos de Apure
al general Guerrero,
antiguo segundo de Páez,
y al coronel Gómez,
uno de los más sólidos tenientes
de este jefe,
a embargar y remitir a Barinas
cuantos ganados encontraran,
sin atender
ni a la calidad
ni a quienes
fueran sus dueños,
y al mismo tiempo
estimulaba
al jefe de Apure
a cumplir órdenes
anteriores
pertinentes
al caso.
Y por conducto del secretario
le recordará a Páez
que —“No ha habido
una sola
comunicación
de este ministerio a V.S.
desde que se celebró el armisticio,
en que no se le haya hablado,
repetido
e instado
la remisión de ganados
para
el señor coronel Plaza,
y su acopio
para la marcha
del ejército
cuando se abra la campaña;
y aunque es verdad que V.S.
ha contestado
que no tiene ya caballos
para
cogerlos,
también lo es
que
tanto el ejército
como el territorio enemigo
están provistos
abundante
y sobradamente
de carnes sacadas
del Apure.
Añadiendo el secretario
que —No es posible conciliar
como el Gobierno
no puede hacer
más
que los
particulares,
teniendo
más
hatos
que ellos,
más caballos,
tropa
que emplear
en el trabajo,
y sobre todo,
el derecho
de disponer
del servicio
de los mismos particulares
que hacen por su cuenta
las extracciones
en perjuicio del ejército”
Lo que le da pie a Lecuna
para el comentario
en cuanto a que
—la administración de La Torre
disponía de dinero sonante,
gracias a las exportaciones
de cacao
y añil
de la provincia de Caracas,
mientras
en las de Santander
y Soublette
escaseaba el dinero,
en Cundinamarca
por su incomunicación
con el exterior en varios años,
y en Guayana
por la pobreza general.
En este estado de cosas
los ganaderos de Apure
y ciertas autoridades
preferían
cambiar
sus ganados
por onzas de oro
en vez de dárselos
sin retribución alguna
al ejército libertador.
A muchos de estos hombres
los había arruinado la guerra,
otros considerábanse
merecedores
de protección
por sus servicios
y sus familias carecían de todo.
Lecuna deja constancia
que los oficios
dirigidos
a Guerrero y a Páez
exhiben de data, —Boconó, 10 de
marzo.
Asegura Eduardo Blanco
que antes de partir hacia Barinas
—Desde su cuartel general de Boconó,
ordenó que el ejército de Oriente,
mandado
por el intrépido Bermúdez,
y bajo
la inmediata dirección de Soublette,
Vice-Presidente
de Venezuela,
abra
campaña sobre la capital,
invadiendo
por los valles de Barlovento
la
importante provincia de Caracas;
—a Zaraza y Monagas,
con las caballerías del Alto-llano,
les
exige llevar la guerra a las comarcas
de Calabozo y Orituco;
—previene a Urdaneta que reorganice
su
división en Maracaibo
y
acometa a Coro,
—y, finalmente, al coronel Carrillo
con las tropas de Reyes-Vargas
y las milicias de la provincia de
Trujillo,
que se
apodere
de Barquisimeto
y del Tocuyo.
Y todavía más. Eduardo Blanco añade
—Tomadas estas disposiciones,
el Libertador vuela a Barinas,
inspecciona los acantonamientos
de sus
tropas,
luego baja hasta Achaguas,
avístase con Páez
y activa
con el
heroico
caudillo
de las pampas
la movilización del aguerrido
ejército de Apure.
El contexto que invoca Blanco
va del 10 de marzo al 23 del mismo
mes.
Por el
oficio de Marzo 4,
enviado
Al señor
Sub-Jefe
del
Estado Mayor General,
Coronel B. Salom;
Y el decreto de Marzo 9,
con
el que encarga
al General de Brigada
Luis Eduardo Azuola
del Gobierno
y funciones
que la Constitución provisoria
y leyes del Estado asignan á Vicepresidencia…
—Durante la enfermedad
del excmo. señor
Vicepresidente
interino
de la
República doctor Juan German Roscio…
sabemos que Bolívar
se
encuentra en Trujillo.
El oficio á 10 de Marzo,
Al
General en Jefe
del ejército español de Costa Firme,
lo ubica en Boconó.
Ya el 11 ocupa Niquitao,
como lo fundamenta
su
oficio enviado
Al
Gobernador Comandante General de Trujillo.
El
oficio del 14 enviado desde Barinas,
Al Excmo. señor Vicepresidente de
Venezuela,
y el del día siguiente,
Al Excmo. señor Vicepresidente de
Cundinamarca,
delatan su presencia en Barinas.
Y ya para el 23 de marzo,
desde Achaguas,
se dirige
Al
Excmo. señor Vicepresidente de Venezuela.
Lecuna sostiene que el traslado
de la Guardia a Barinas
—Así quedó resuelto el 2 de marzo
documentado en el oficio de esta
misma fecha
dirigido desde Trujillo a Plaza.
Ya a estas alturas
como lo desgrana Gil Fortoul
—Sabedor Bolívar,
por medio de sus agentes,
de que toda gestión pacífica
se
estrellaría
contra
la intransigencia
del Rey
o sus ministros,
se decidió a reanudar las
hostilidades,
a aun antes de cumplirse
el lapso
del armisticio,
pretextando que las enfermedades
y falta de mantenimiento
estaban ya diezmando
sus tropas de los llanos.
Al efecto participó a La Torres
el 5 de marzo
desde Trujillo,
y el 10
desde Boconó,
que marchaba
a Barinas
y San Fernando,
cuarteles del ejército,
donde esperaría
sus nuevas
proposiciones
de paz,
en caso de tener por base
la
Independencia,
y que de lo contrario,
continuaría la guerra.
Al día siguiente, o como lo señala
Lecuna
—el día 11, ya en viaje para Barinas
anuncia el fin de paz
a los Vice-Presidentes
de Cundinamarca
y Venezuela.
El pasaje de Eduardo Blanco
invocado
concuerda en casi todas sus partes
con lo manifestado por O’Leary.
Salvo el señalamiento de Blanco
sobre Boconó
como el lugar
donde Bolívar ordena
a sus tenientes entrar en movimiento
para el inicio de las hostilidades
y O’Leary apelando a una generalidad
(después de comentar el cruce
de comunicaciones
entre Bolívar y La Torre
y en que queda consensuada
el inicio de hostilidades
para el 28 de abril)
procede a comentar
la orden que le da a Plaza
de prepararle cuarteles en Barinas
para el cuerpo de mi mando.
Esta orden —dice Lecuna—
quedó resulta desde el 2 de marzo.
Los realistas no demoraron
la respuesta favorable
al reinicio de la guerra.
Señala Gil Fortoul que
—La Torre
contestó
desde Caracas
el 19 de marzo,
que en cumplimiento
del artículo 12
del tratado
de Trujillo
las operaciones militares
comenzarían el 28 del próximo abril.
La Torre en queja al Libertador
enumera una nueva infracción
al
tratado de Trujillo
según refiere O’Leary del tratamiento
que le da al traslado
del
Cuartel General de Bolívar
a la ciudad de Barinas.
Y añade
—El general realista
apeló ante el mundo
en un manifiesto
que el mundo
tal vez
leyó
con indiferencia,
si acaso lo leyó.
—mientras Bolívar habló á sus soldados
y cerró su proclama encargándole
a sus —“Soldados!
Interponed
vuestros pechos
entre los rendidos
y vuestras armas victoriosas,
y mostraos tan grandes
en
generosidad como en valor.”
Esta proclama está fechada en
Barinas,
á 17 de abril de 1821.
Pero días antes ya Bolívar
se encontraba aquí
tal como lo atestigua
el oficio del 11 de Abril,
dirigido Al Señor General Rafael
Urdaneta,
enviado desde esta ciudad.
Esa salida y entrada a Barinas,
es la que O’Leary
refiere del —intervalo
en que el Libertador
visitó
los llanos de Apure
para entenderse con Páez
acerca de la próxima campaña,
y además por el problema candente
del avituallamiento del ejército.
Y es en este ínterin en el que
O’Leary
esboza las operaciones encomendada a
Soublette
las instrucciones dadas al general
Urdaneta
—Páez cruzaría el Apure en el paso
de Nútrias,
y siguiendo la dirección de La
Guardia
que conducía el coronel Plaza,
se uniría con la división de Urdaneta…
O’Leary dice
—Hechos
estos arreglos,
volvió el Libertador á Barinas
á esperar
el
término de la tregua,
allí aprovechando el tiempo
repitió á todos
y á cada uno de aquellos jefes,
como era su costumbre,
las órdenes
que les
había dado
anteriormente.
Cierra O’Leary esta etapa de la
campaña
con la invocación
de las
proclamas que Bolívar
dirigió al ejército español (una),
y la otra a los españoles al salir
de Barinas
en la búsqueda del enemigo,
fechadas ambas á 25 de Abril….
De Achaguas a San Juan de Payara
¡Volvamos al intervalo
que Bolívar pasó en Apure!
Lecuna expone que aguijoneado
por el problema de manutención del
ejército
que continuaba siendo una incógnita
por despejar…
de Barinas —En situación tan apurada
el general Bolívar
se dirigió personalmente al Apure.
Establecido en Achaguas
del 23
de marzo al 4 de abril,
tomó cuantas medidas le sugirió el
interés público,
hasta levantar personalmente en
masa,
el hato de un emigrado,
a favor
de la manutención del ejército.
Después de agotar sus esfuerzos
y dejar
establecido
un
sistema de recolección
y conservación de ganados,
por el paso de Quintero y el Totumo,
regresó a Barinas,
a donde
llegó el 11 de abril.
Con anterioridad
había despachado
a Sedeño a Casanare
a tomar
el mando
de la Provincia
y a recoger
500 jinetes,
1.000 caballos
mansos
y 4.000 reses,
pero aún siendo este enérgico
general,
el más puntual de los llaneros
en el cumplimiento
de las órdenes del Gobierno,
no pudo obtener además de los
jinetes,
de los cuales desertaron,
en el viaje a Barinas,
casi la mitad,
sino
1.000 potros cerriles
y 500
reses,
y dejándolos al coronel Rosales,
para su
conducción a Guasdualito,
se dirigió por orden de Bolívar,
a los hatos del Alto Apure
a seguir en la tarea
de recoger caballos
y ganados;
de los primeros reunió unos 500,
pero no consiguió
mayor cantidad
de los segundos,
y entre él
y los
comisionados
Guerrero
y Gómez,
despachados al Apure con el mismo objeto,
sólo pudieron obtener
ganados para mantener corto tiempo,
los 5.000 hombres de la Guardia
y 2.000 conscriptos.
Clausurando Lecuna su comentario
con este broche
—Situación terrible
causa de variar
Bolívar sus planes,
afortunadamente por muy pocos días...
Esto tienen de inconveniente
de imprecisión
las crónicas encaminadas al examen
de la guerra
el ajuste de la estrategia
lo general y lo particular
el
movimiento
lo constante y lo variable
de la campaña de 1821.
Exhiben una rigidez
una
certidumbre
que desentona con el marco determinado
por la entonces en construcción
República de Colombia
con mas pertinencia en lo imaginario
que acople en esa franja que decreta
el mar Caribe y el río Meta
auxiliado este último
en buen trecho por el Arauca…
permeado
moldeado y remoldado
por las circunstancias en que nada
era estable
y el
freno que obliga al hombre
a
insertar lo que no existe
en esa
amplia de lo conocido
la inseguridad y su opuesto
la imprevisible sorpresa
el error del contrario
y su capacidad de aprovechamiento…
además del imperativo del factor
económico
y el desnivel
en
cuanto a la disposición de profesionalismo.
Por detrás de las tropas
expedicionarias
está una organización política
y un ejército que derrotó a
Napoleón.,
cuya grandeza la refrendaba
su dominio de Costa Firme.
¡Nada nace hecho de una vez!
¡Lo que no se busca, de pronto
aparece!
Y tampoco puede obviarse
la situación de sufrimiento y ruina
de diez años de guerra
y la misma situación
de las tropas invasoras
de desgaste, de frustraciones
de merma, sin la debida
atención del gobierno de la
península
sobre los cinco años
con más retroceso que avance
que había visto a su jefe supremo
embarcarse para España
a mediados de diciembre,
con la promesa de gestionar
ante el gobierno del Rey sus
mejoras,
dentro de la paz del armisticio.
Refiriéndose O’Leary a la impotencia
que demostró La Torre ante el caso
de Maracaibo,
dijo que —Los débiles son siempre
condescendientes.
Algo de ello rondaba a las tropas
del rey,
pero tampoco puede dejarse de
observar
que los patriotas no dejaron de
actuar
en esta dirección. En gran medida,
obra de ellos…
Bolívar cumple en Achaguas
la más largas de sus estadas
—del 23 de marzo al 4 de abril
Es de derivarse entonces
una conclusión apremiante
que más que por razones
de ponerse de acuerdo con Páez
sobre el plan general de la campaña
Bolívar va al Apure por razones
de evitar la victoria del hambre en
su proyecto.
Muchos analistas de la epopeya de
Bolívar
olvidan la contumaz tesis de Lecuna
(que por ahora no voy a discutir su
paternidad)
—solo teniendo presente
el fenómeno económico,
se explican los de la guerra.
—La miseria
es buena
escuela del soldado
si la ración está asegurada
y la esperanza en la victoria
promete
mejores tiempos.
Tal era el caso de nuestros
ejércitos,
y su efectivo limitado estaba
en relación
con los escasos recursos
y la
débil densidad de población del país.
¡Vamos hacia bases
incontrovertibles!
Méndez Echenique
promueve
la comunicación
del Briceño Méndez dirigida a Páez
enviada desde Barinas
del 5 de marzo de 1821
—No es posible, ni hay esperanza
de conseguir medios para sostener
el ejército sino en Barinas,
confiando en el ganado de Apure
y en la actividad y celo de US…
—(No es creíble que tan temprano
como el 5 de marzo Bolívar
se encuentre en Barinas;
está en Trujillo,
y desde aquí envía dicha carta
como se deriva
de la
constatación de la fuente
Memorias del General O’Leary, t. 18).
y más abajito
añade
Méndez Echenique
que —Algunas correspondencias
del mismo Briceño Méndez
(sin decir cuáles,
pero que la confrontación
con la fuente indicada,
no hay dudas posibles
en lo dicho por Méndez)
llevan a —deducir
que Bolívar también
está
en Apure,
concretamente en Achaguas,
desde el 23 de marzo,
por lo menos,
hasta el 9 de abril,
cuando Briceño Méndez,
desde el Potrero del Totumo,
sobre el Apure,
le escribe al general Cedeño…
—Quiere, pues, S. E. que luego que
entregue US.
todo al Coronel Rosales, marche US,
con el Comandante
Juan Antonio Romero y Bescansa,
á recoger todo el ganado posible,
sin excepción
de macho ó hembra,
chico ó grande,
manso ó
cerrero.
Todo lo que se pueda coger
y arrear
se
tomará
y lo traerá US. por la misma
dirección
que se le había señalado,
a este potrero,
donde recibirá US. nuevas órdenes
sobre el
destino
que S. E. le conferirá en el
ejército
al abrirse la campaña.
Si descartamos
la afirmación de que Bolívar
está en Barinas
el 5 de marzo
como reza la premisa
que antecede al cuadro
o esquema con el que
Méndez Echenique
recoge hábilmente
el itinerario
que siguió Bolívar en Apure,
y colocamos el dedo
en la entrada correspondiente
al día 15 de marzo,
se constata
que desde aquí
desde Barinas
Bolívar se dirige al Apure
y es calculo
de
Méndez Echenique
que —desde el 23 de marzo,
por lo menos,
hasta el 9 de abril,
Bolívar está Apure
encontrándose en Achaguas
en los paréntesis
del 23 al 27 de marzo
y desde
el 1º al 4 de abril;
tramo en el cual,
marcha a Payara
y aquí permanece
del 28 al 31.
Está en Quintero el 8
y el 9 en el Potrero del Totumo.
Y ya para el 11 está en Barinas.
Méndez Echenique comenta
de la agenda cumplida
por el Libertador Presidente
en la entonces capital de Apure
el —Decreto firmado por Bolívar
en la
Villa de Achaguas
el 4 de abril, con el cual,
nombra al general Antonio Nariño
en la Vice-Presidencia de Colombia,
en virtud
de la
muerte
del Dr.
Juan Germán Roscio.
Y además comenta
que en la comunicación del 19 de
abril
(no dice, de donde
se remite
pero se entiende
que desde Barinas)
taxativamente
se deja
constancia
de la presencia de Bolívar en
Achaguas
y se devela la enorme trascendencia
de la tarea que le corresponde
cumplir al general Páez
—S. E. se consuela
con la
esperanza de que US,
traerá
no sólo
los tres mil novillos
que tiene empotrerados,
sino también el hato entero
de que habló á US.
antes de su partida de Achaguas.
Si no, lo hace US. así,
y si no
deja además órdenes
para que
venga por su espalda
una cantidad de ganado,
esté US. cierto
de que
es impracticable
la
campaña
y que se perderá el ejército
por el hambre,
ó tendremos que aventurar
temerariamente una batalla
sin ganar más que esto,
porque no es fácil destruir
en ella
completamente el ejército español,
y aún cuando se lograrse,
quedaríamos
en el mismo caso
de miseria
y no podríamos
sacar
de la victoria
todo el partido
y
ventajas que ella nos ofreciese.
Igualmente promueve
Méndez Echenique
una comunicación del 13 de abril,
enviada desde Barinas al general
Páez
sobre el día de la salida hacia el
Centro
y de la conducta que debe observar.
Briceño Méndez le expresa
—Que el día 15 al 20 de mayo
debe US.
pasar el Apure
con todo
su ejército,
por el
paso de Setenta,
de modo que el 20 emprenda
ya su
marcha para el Mijagual
á buscar la incorporación
con el cuerpo
que manda S. E.
inmediatamente.
Y además le subraya
—Que S. E. no deroga en nada
las órdenes
que verbalmente comunicó á US.
para que
ántes de llegar el día destinado
para
pasar el Apure,
divierta y engañe US.
al enemigo
con movimientos
y
noticias falsas
que oculten nuestro verdadero
objeto,
y sobre todo,
la dirección en que se va á mover.
No podemos dejar de referir
la labor que Bolívar cumple en
Achaguas
en la afiliación de sus soldados
en el partido
del sentimiento de la República
y que Lecuna ofrece de esta manera
—Como homenaje
al
mérito de los magistrados civiles,
el Libertador decretó en Achaguas
a los soldados
un luto
20 días
por el fallecimiento
del
Vice-Presidente de Colombia,
el eminente patriota
doctor
Juan Germán Róscio.
De esta manera
las tropas
tomaban parte
en el
sentimiento
de la
República.
Así se cumplió en todos los cuerpos.
Entre otras medidas que bien
pudieron
cumplir las tropas
concentras en Achaguas
y lo asomamos
en vista
de lo promovido por Lecuna
—mandó a leer
el
tratado
de regularización
de la guerra
íntegro a los cuerpos,
por ocho día consecutivos.
Esta medida se practicó
religiosamente en Barinas
y otros puntos del 2 al 10 de mayo.
El Libertador
ponía
particular cuidado
en mantener aseados los cuarteles,
y a donde llegaba
mandaba a limpiarlos
y a barrer las calles.
De vuelta en la capital del llano
En Barinas la actividad de Bolívar
desde su llegada de Apure
la delata y apunta el conjunto
de comunicaciones enviadas
a sus tenientes,
jefes
de las líneas
de operaciones
envolventes
que debía
partir
del oriente
del
occidente
y
del sur
concretamente
del
Bajo Apure
y que debía de concurrir
hacia un punto de encuentro
estimado para este momento en
Mijagual,
donde debía situarse el Comando
general de Bolívar
Lecuna esgrime
que
—envió las órdenes a Urdaneta el 12
de abril.
El 1º de mayo debía invadir a Coro,
apoderarse de la provincia y seguir
a Carora.
—el 13 de abril ordenó a Páez cruzar
el Apure,
del 15 al 20 de mayo, por el paso de
Setenta,
y marchar enseguida a Mijagual,
pueblo
situado al sureste de Guanare
y a la
derecha del río Boconó,
hacia donde marcharía también la
Guardia
desde Barinas con ese objeto.
—Por fijar una referencia
desde el Oficio a Soublette,
—Achaguas, 23 de marzo—
viene Bolívar perfilando el
movimiento
que iniciado
en el oriente
debía culminar
con la toma de Caracas.
El 13 de abril y en Barinas
en Oficio a Soublette,
—el Libertador prescribió a Bermúdez
emprender su movimiento
el 1º de mayo
y ocupar a Caracas
del 15 al 20,
seguir tras los enemigos
a los valles de Aragua
y una vez logrado esto
“cambiar de actitud
y limitarse
a molestar
al enemigo,
y a distraerlo
sin comprometer acción
contra
fuerzas superiores”…
A lo que Lecuna observa
—Para asegurar el éxito
Monagas
debía incorporar su brigada
a la división de Bermúdez,
Zaraza amenazar con la suya
a los enemigos de Calabozo
y a los valles de Aragua;
y el comandante general de Cumaná
estrechar el asedio de la capital
de esta
provincia.
A Guayana la defenderían
sus
guarniciones
y las fuerzas sutiles del Orinoco.
Y por si fuera poco, lo anterior
—El
coronel Carrillo
partiría de Trujillo
con una columna formada
por varias compañías adiestradas
de conscriptos granadinos,
los convalecientes de los
hospitales,
las milicias de Mérida y Trujillo
y la guerrilla de Reyes Vargas.
Por Carache
debía pasar
al departamento
de Barquisimeto,
y al aproximarse
la
división del general Urdaneta,
amenazar a Valencia por Nirgua,
esparciendo la voz
de que su columna
era la vanguardia
de aquella división,
consejo éste último utilísimo,
puesto en práctica
por Carrillo
oportunamente…
origen de uno
de los mayores yerros
del general La Torre.
El objeto de esta segunda diversión
era el de obligar al enemigo
a desmembrar
su ejército
para cubrir sus comunicaciones
con Puerto Cabello
y el
territorio del Yaracuy,
del cual recibía subsistencias.
La primera acción de la campaña…
O’Leary asegura
que
—En la mañana del 28 de Abril
un destacamento
de la
caballería colombiana
pasó el río Santo Domingo,
atacó y derrotó
las avanzadas realistas
en Boconó,
haciéndoles algunos prisioneros.
Inmediatamente después
la división del coronel Plaza,
á las ordenes del Libertador,
invadió el territorio
ocupado
por los españoles.
Así
comenzó la campaña de 1821.
Mientras que Lecuna prefiere señalar
—envió al bravo coronel Gómez
el
28 de abril
con un destacamento
de caballería sobre Guanare,
donde se hallaba la 5ª. división
española,
y al coronel Remigio Ramos
con
su columna
de flanqueadores
a Mijagual y Guanarito
a despejar el territorio
a la
derecha de facciones realistas,
vueltas otra vez a levantar la cabeza…
¡Resultados!
O’Leary enumera
que —La quinta división realista
acantonada
en Guanare,
y regida por el coronel Herrera,
se retiró á San Carlos…
Pero Lecuna dice que antes de entrar
a San Carlos
—La 5ª. división… replegó de Guanare
a Ospino…
Bolívar… mandó al coronel Plaza
adelante
sobre Guanare
con el
regimiento de Dragones,
y puso en marcha sus batallones en
la misma dirección.
O’Leary no deja de advertir
en relación a la presencia de los
patriotas en Guanare
que —al punto entró La Guardia
en aquella villa,
donde sólo se detuvo lo suficiente
para dar descanso
á la tropa que marchó
en seguida
sobre San Carlos,
la cual fue evacuada
por los realistas,
cuya retaguardia
cambió algunos tiros
con un escuadrón de caballería
mandado
personalmente por Bolívar.
Allí fijó su cuartel general para
dar tiempo
á la
incorporación
de las divisiones
de Páez
y de Urdaneta,
que debían marchar contra La Torre,
quien había concentrado
sus fuerzas
en las cercanías de Valencia.
(No dice O’Leary cuanto es el tiempo
transcurrido entre la primera acción
—la del 28 de Abril—
y el momento de la entrada
de Bolívar a San Carlos)
Páez provee una referencia
—después de su expulsión de San
Carlos
y desde principios de junio,
había el enemigo concentrado
sus fuerzas en Carabobo.
Méndez Echenique sostiene
que —el apoderamiento de Guanare
por los independientes se dio el 14
de mayo
y que el 2 de junio ocuparon a San
Carlos
pero detengamos la prisa.
Entre esta última fecha
y la indicada arriba de finales de
abril
media un mes de campaña.
A partir de este momento
todos
—los tenientes de Bolívar—
inician el cumplimiento
de las acciones
encomendadas.
O’Leary narra
que —El general Urdaneta
ocupó
los
Puertos de Altagracia
el 28 de Abril.
Lecuna dice que —Este general
emprendió marcha el 1º de mayo,
atravesó el lago de Maracaibo
en los puertos de Altagracia
y avanzó por la costa sobre Coro…
Señala Lecuna que —El general
Mariño,
llamado varias veces al cuartel
general,
llegó por fin el 30 de abril
y fue nombrado jefe de estado mayor.
A juicio de Lecuna
—En los primeros días de mayo,
Carrillo había emprendido
marcha de Trujillo a Carache,
y de este pueblo al Tocuyo…
Luego, pasó a Quíbor
y siguió al norte,
precedido por Reyes Vargas.
Según su propia confesión,
Páez
salió —El 10 de mayo de Achaguas
con mil infantes,
mil quinientos jinetes,
dos mil caballos de reserva
y cuatro mil novillos,
y cruzó el Apure por el paso Enriquero.
Sobre esta contabilidad Lecuna,
observa —trayendo caballos
de remonta
para el ejército
y parte de los ganados encargados
con tanta instancia
desde el comienzo de la campaña.
Páez no señala
ni la fecha
del
cruce
del río
ni el itinerario
que siguió hasta llegar al paso
Enriquero.
Méndez Echenique abriga la
probabilidad
que —de Achaguas avanzó hasta
Apurito;
de Apurito se movió hasta Santa Catalina
y de aquí pasó a Guanarito;
y de Guanarito a Tucupido).
Méndez Echenique
me
remite
a la Historia Gráfica
de
la Guerra
de
Independencia de Venezuela
de Gustavo Machado G. (1998)
y que de acuerdo con esta fuente
el 10 de mayo está en Achaguas
el 31 de mayo en Tucupido
en San Carlos el 7 de junio
y el 21 de junio en sabana de
Carabobo…
En este pueblo —testimonia Páez
—En
el pueblo de Tucupido supe
que Bolívar se había movido hacia Araure,
cuya villa había abandonado Latorre
para
replegarse a San Carlos.
De este cambio
de seña
que recibió Páez
sabemos que no pudo ocurrir
antes
del 31 de mayo…
Lecuna argumenta
que —Embarazado
por la conducción
de los caballos en madrina
su marcha fue lenta.
El 31 de mayo llegó a Tucupido,
y de aquí en adelante
siguió
el camino real
de Guanare a San Carlos
adonde entró el 7 de junio
con la mayor parte de la caballería.
El resto de esta
llegó
dos días después
y la infantería el 11 de junio.
Esta llegada
por
parte de las tropas,
tiene asidero en la confesión de
Páez
—Sabiendo yo que el Libertador
llevaba
muy poca caballería,
dejé la infantería
al mando
del coronel
Miguel Antonio Vásquez,
y con la caballería
me
adelanté hasta San Carlos
donde alcancé el general en jefe.
Por lo frecuente,
se
subraya el retardo de Páez
y se corre el de Urdaneta. Pero
ambos
en el entender de Lecuna
quedaron sin efectos graves
por la
diversión sobre Caracas,
llevada a cabo
por el más impetuoso de los jefes patriotas.
—Páez no podía reunir
sus madrinas de caballos
y los ganados de repuesto
sino en el momento de marchar;
estas operaciones requerían cierto
tiempo,
y a última hora encontró
dificultades
y se retardó unos días.
Urdaneta… se detuvo esperando
al batallón Rifles,
combatido rudamente
en su
tránsito por la Goajira…
pero estos retardos
no
tuvieron
consecuencias graves
con motivo del gran trastorno
causado al ejército español
por la
diversión sobre Caracas,
llevada a cabo por Bermúdez,
con
insuperable audacia.
y a la que habrá que añadir
la del valiente y tenaz trujillano
Carrillo sobre Yaracuy.
—El 11 de Mayo
el general Urdaneta
ocupa a Coro
(referencia O’Leary).
Añade Lecuna que —En Paraguaná
se sublevaron las milicias,
en cuya animación no silencia
la presencia cumplida por la señora
Josefa Camejo.
—Urdaneta entró el 11 a la capital,
abandonada por la guarnición…
Los españoles causaron
muertes
y graves daños,
al volar la víspera
un depósito
de 90 quintales
de pólvora,
en el centro de la ciudad.
Lecuna con menos prisa que O’Leary
por acortar la descripción de la
campaña
dice que —El 13 de mayo Plaza
ocupó dicha ciudad [Guanare]…
El batallón Anzoátegui
entró a Tucupido,
cerca de Guanare,
y Bolívar llegó a Boconó,
poco más atrás,
con el de Flanqueadores,
a tiempo que los batallones
Granaderos
y Vencedor
se acercaban al mismo pueblo,
adonde entraron al día siguiente,
y el batallón Boyacá
con un destacamento
de caballería
avanzó a
Mijagual
a reforzar a Ramos
y cubrir el movimiento de Páez.
El regimiento de Lanceros
seguía el último escoltando
las madrinas de caballo y el ganado.
—Bermúdez el 14 de mayo toma a
Caracas
(Dice O’Leary que el día anterior
derrotó
en Guatire una fuerza realista de
700 hombres)
—Ospino fue ocupado —dice Lecuna
el 18 por el regimiento de Dragones,
su avanzada se acercó a Araure.
—del 18 al 20 —dice Lecuna,
Páez Atravesó el Apure
por el
paso Enriquero.
—en la noche del 19 —dice Lecuna,
supo La Torre en Villa de Araure
la pérdida de Caracas,
cambió por completo sus planes.
—del 22 al 25 toda la Guardia —dice
Lecuna,
se
reunió en Guanare,
incorporándose aún
los
batallones en formación
y
secciones de conscriptos
y
convalecientes
que habían permanecido en Barinas,
y de ese momento aquella ciudad
quedó para siempre
en manos de los patriotas.
—Por fin el 24 de mayo —Dice Lecuna
se descorrió el velo.
El presbítero coronel Torrellas…
capturó el 22 un posta
entre
Araure y Barquisimeto,
y por la correspondencia tomada
se supo “que el general La Torre
había marchado precipitadamente
sobre
Caracas…”
Bermúdez, en la serranía de La
Victoria
—y en el lugar llamado el Limoncito
sufre la más completa derrota el 24
de mayo,
yendo a parar a Guatire.
A juicio de Lecuna —Los españoles
evacuaron
a Barquisimeto el 27 de mayo
y Carillo la ocupó en seguida.
Reyes Vargas avanzó a Urachiche,
tras los
enemigos,
adonde entró el 28,
y Carrillo por orden del Libertador,
expedida el 30 desde Araure,
marchó de Barquisimeto
al
cuartel general
por Caramacate
y San Rafael de Onoto
para engrosar
con sus
700 soldados el ejército,
a manera de reemplazos
y poco después volvió al occidente,
a tomar el mando de otras tropas
procedentes de Trujillo y Guanare
y a llenar la segunda parte de su
comisión.
—En la orden del día 31 de mayo,
después de varias reprensiones,
repetidas los días anteriores
con
motivo de graves desmanes
contra ciudadanos pacíficos,
el jefe de estado mayor Mariño
insertó estas palabras
visiblemente
dictadas
por el Libertador:
“Últimamente S. E. declara
que no quiere
estar a la cabeza
de un ejército
de bandoleros,
y que prefiere ir sólo
a combatir con los enemigos,
que acompañado de tan vil canalla”.
También se mandó a castigar
la maña de ciertos reclutas
de comer
yuca brava,
para enfermarse
y dejar
el servicio por el hospital.
¡Este era uno de los pequeños
monstruos de la costumbre
heredado del paso de Boves
por el escenario de la guerra!
pero esto no puede verse separado
de la condición de isla
de las
tropas
independientes
rodeadas de pobreza por todas partes
y a cada paso debemos recordar su indigencia.
Y tampoco desconocerse
que en
las medidas
adoptadas en su cancelación
la reprensión o el castigo
se acompañó
de medidas encaminadas a la mejora
o alivio de las indigencias de las
tropas
tal como lo comenta Lecuna
—Los esfuerzos del general Bolívar
habían mejorado
las existencias de ganado,
y su economía rigurosa
permitió repartir
de ración con exacta regularidad,
a cada soldado,
carne, sal y un cuartillo de real,
es decir la octava parte de una peseta,
fuera del pan cuando se lograba.
Sólo un día, el 20 de abril,
los soldados recibieron
medio real de plata.
A pesar de la disciplina más severa,
y de penas impuestas al merodeo,
algunos soldados robaban a los
vecinos.
pero es de observarse
que la orden de Bolívar
Al señor
Coronel Ambrosio Plaza
—que arreste US. á todos
los jefes y oficiales
del batallón
que hubieron presenciado
ó sabido el saqueo,
y que no lo hayan impedido.
Además hará US.
que se paguen diez pesos
al dueño del papelon,
y que se descuente mañana
esta cantidad al cuerpo que hizo el
saqueo…
fechada en Las Palmas, 1821, junio
21
revela que a tres días de Carabobo
dicha propensión al saqueo
está presente en el ejército
Libertador.
El movimiento de la contraparte
La narración de Eduardo Blanco
de los movimientos de los
peninsulares
desde el rompimiento de las
hostilidades
hasta la entrada del Ejercito
Libertador
en la ciudad de San Carlos
nos ayuda a comprender la lógica
de los movimientos de Bolívar
durante este primer mes de campaña.
Esa operación envolvente
que partiendo del sur
al tiempo que se movía
por el Oriente y por el Occidente
también avanza hacia
el centro de la República
hacia un punto que la misma dinámica
cambia del lugar
en busca de la batalla que
proporcione
lo que no pudo el armisticio
y por lo que se brega desde 1810.
Eduardo Blanco escribe
(situado
a sesenta años de la batalla)
que La Torres
—En los
primeros días del mes de mayo,
sale de San Carlos,
a la
cabeza de 2.000 combatientes;
incorpora en Araure la 5ª división
y,
después de ordenar a Morales
tener en jaque a Páez,
amenazándolo
con pasar el Apure,
se dispone a marchar sobre Bolívar,
[cuando a su cuartel lo sorprende]
la derrota sufrida por sus tropas
en la provincia de Caracas,
la retirada del brigadier Correa
y el abandono de la capital
a los independientes.
Sabemos así del plan de La Torre
—La Torre marchaba hacia Barinas
tratando
de
combatir
aisladamente,
primero
al Libertador
y luego a Páez…
pero precisamente
es el
movimiento
de improviso que Bermúdez
inicia sobre la línea de Unare
siguiendo las instrucciones de Soublette
la que mueve
a un
reajuste
del plan realista
—Alarmado La Torres… deja en Araure
la tercera y quinta división
[de modo de] cubrir sus movimientos
y observar los del Libertador,
y retrocede hacia San Carlos
y luego hasta Valencia…
Eduardo Blanco señala
que el encuentro de Bermúdez
contra Morales
se dio
en la cuesta
de las Cocuizas
y tras once horas de batalla
el soberbio oriental primero
se retira
hasta Antímano
y por orden de Soublette
pasa a ocupar a Guarenas…
De acuerdo con esto,
el movimiento de Bermúdez
por lo menos evitó
que La Torre atacara a Bolívar
separado del resto de las tropas.
Y de la misma forma al general Páez.
Al repliegue de La Torre
hacia
Valencia
Bolívar le da lectura correcta
Encontrándose en Guanare
Inmediatamente
sigue
los pasos de la Torre
y —ordena al general Cedeño,
su jefe de vanguardia,
aprovechar la extraña circunstancia
que los favorece
y apoderarse de San Carlos…
en los primeros días del mes de
junio,
el Libertador fija
en San
Carlos
su cuartel general.
La reunión del ejército en San Carlos
Al
referirse a esto en su confesión,
Páez añade una contra-acción del
enemigo
—Como ya he dicho,
después
de su expulsión de San Carlos
y desde
principios de junio,
había el enemigo concentrado
sus fuerzas en Carabobo,
y desde allí destacaba
sus avanzadas
en descubierta
hasta el
Tinaquillo.
Al ratificar Eduardo Blanco
que —Tan luego como el ejército
español
se hubo
establecido en Carabobo,
… el General La Torres adelantó sus
avanzadas
hasta la vecina aldea de Tinaquillo,
distante
cuatro leguas
del acantonamiento de sus tropas
y siete leguas del cuartel general
republicano…
Esto quiere decir
que los dos
contrarios campamentos
lo separaba una distancia de once leguas…
¡Este es el momento en que Lecuna
observa un quiebre favorable a
Bolívar!
—Con la retirada de los españoles…
hacia Valencia,
cambió por completo
la
situación militar;
desapareció
la ventaja
de los realistas
por su posición central…
Lecuna describe el itinerario
por donde fluye
el
cuartel general libertador
—se hallaba
el 28 en Ospino,
el 30 en Araure,
y el 31 en Agua Blanca.
El 2 de junio…
Bolívar
entró
en la tarde
de ese mismo día
a San
Carlos
con 100 Dragones
solamente
en el momento de salir
por el otro
extremo
de la ciudad
las divisiones españolas
1ª. y 5ª.
al mando de los coroneles
Tomás García
y Herrera,
desalentadas y mohínas.
Los batallones
de la Guardia
llegaron en los días 4 y 5.
Eduardo Blanco
que no deja de observar
los movimientos
del Jefe
Realista
es del parecer
que —casi al mismo tiempo
que el
Estado Mayor
republicano
penetraba en San Carlos,
La Torre sale de Valencia
y va a fijar sus reales
en la histórica
llanura de Carabobo.
previamente destacando
Eduardo
Blanco
los movimientos convergentes
de los subalternos con su Jefe
—Morales regresa de Caracas
con el regimiento de “Burgos”,
después de confiar al coronel
Pereira
el cuidado de hacer frente a
Bermúdez
con una fuerte división;
las caballerías
que
forrajeaban en el Pao,
así como las divisiones
que
se encontraban en Araure,
marchan al punto designado
para la concentración general del
ejército…
Lecuna nos da una proyección
del regreso de Morales hacia
Carabobo
Bermúdez
—el 26 evacuó la capital
acompañado
del vice-presidente Soublette,
… Morales
desde Petare,
a tres leguas al Oriente de Caracas,
retrocedió
con el batallón Burgos
a marchas
forzadas hacia Valencia.
Y nos permite conocer que Bolívar
—Según
sus informes
el general La Torre
desde el 4 de junio
se
hallaba
en la sabana de Carabobo,
ocupado en fortificar
con obras de campaña
su acceso por el sur,
difícil de penetrar por un ejército,
y era preferible inducirlo
a
abandonar
sus puestos reforzados
por el arte,
y a marchar a San Carlos
contra los patriotas.
Esgrime Lecuna que
—Poco antes
ignorando La Torre
la llegada de la división Urdaneta
al cuartel general de Bolívar,
intentó tomar la ofensiva
y marchar a San Carlos,
y desistió al fin de este proyecto
por la ilusión de recibir
por
momentos refuerzos de España.
de la agenda cumplida por Bolívar
al día siguiente
de su
llegada a San Carlos
Lecuna
señala que —Próxima la acción
decisiva
el Libertador dio el 3 de junio
una proclama a los habitantes
de la
Provincia de Caracas…
—los jefes españoles
no eran
ya los Boves y Morales
“de
aquellos tiempos
en que el genio del crimen
había llegado a colmar
las angustias del corazón humano”,
sino hombres civilizados
como La Torre y Correa.
En la célebre carta del 13 de junio,
dirigida al general Santander,
Bolívar en líneas de P. D.
le manifiesta que
—La división de Urdaneta
llega
aquí
dentro
de dos
o tres
días.
El General queda en Carora
por sus achaques antiguos.
El General Páez
está conmigo
desde antes de ayer.
Pronto entraremos en la lid.
El antes de ayer que alude Bolívar
corresponde al 11 de junio…
Méndez Echenique tiene por fecha
de la reunión de Bolívar y Páez
—En San Carlos el día 12 de junio.
La carta de Bolívar además
permite conocer que ya para esta
fecha
Bolívar espera encontrarse
con el
enemigo en Carabobo.
Finalmente le recomienda
a su destinatario,
—páselo Vd. bien.
Espere
en la victoria de Carabobo
que vamos a dar…
y tenga
por mí el aprecio que yo le profeso.
Puede estimarse que San Carlos
Bolívar
abriga una mayor conciencia
en la victoria
al ver que hasta ese momento
todo le sale bien.
Observa Lecuna un cambio en la
conducta
de Bolívar hacia sus enemigos a
partir
de este momento —Asegurada la
reunión…
Si antes mostraba audacia
ahora simulaba prudencia…
El analista advierte en cuanto a que
es
—la forma defensiva, la más fuerte
en la guerra.
y es esta forma la que trata de
evitar Bolívar
y enseguida veremos
la pertinencia de su invocación aquí.
Al precisar O’Leary que —El general Páez
no pudo
llegar á San Carlos
hasta
mediados de Junio.
en el momento de la salida
de esta ciudad
—Allí se organizó el ejército en
tres divisiones.
y una de ellas la encabeza Páez
al frente de las tropas
que salieron de Achaguas
sino
totalmente
por lo
menos parcialmente.
Páez atestigua sobre la maniobra
implementada por La Torre
que obligó a Bolívar
trasladarse a Tinaco
a recibir un parlamento
que conducía
—el coronel español Churruca
a quien Bolívar,
invitándome
para que
le acompañase,
salió a recibir
en el pueblo de Tinaco,
que dista
cuatro
leguas de San Carlos.
Noticia anunciada en el momento
que Páez precisa de —Incorporada la
infantería
y listos para marchar…
El aserto de Lecuna está conteste
en cuanto a espacio y tiempo
con la confesión de Páez
pero difiere en lectura.
Repite Lecuna que en San Carlos
—Cuando ya estaban reunidas
todas las tropas
el Libertador se trasladó al Tinaco,
ocho
leguas delante
de San Carlos,
a encontrar al coronel Churruca,
edecán de La Torre…
Pero en objeción de Páez
Lecuna sitúa la causa
de este
movimiento
en el despliegue de los tiros del
arte
tan vitales como los otros…
por lo que a juicio de este analista
—el testimonio de Páez
está en contradicción
con los propósitos
del Libertador
de inducir a los enemigos
a
abandonar
su posición de Carabobo…
de vencer por el arte.
Esto en razón —argumenta Lecuna
en cuanto a que —La posición de
Carabobo,
cuatro leguas al suroeste de
Valencia,
tenía la ventaja para el general
español
de cubrir perfectamente
a Puerto Cabello,
cuya plaza
debía
conservar
a toda costa,
por encargo especial de la Corte;
—se mantenía en comunicación
con el comandante Lorenzo,
cubría el territorio hacia el Pao,
de donde recibía algunos ganados,
y a su espalda
en
amplias sabanas
podía pastar la caballería.
De San Carlos a Tinaquillo…
Ilustra Lecuna sobre la marcha
en el tramo San Carlos-Tinaco,
—A la derecha del ejército
libertador,
avanzaba el coronel Remigio Ramos,
más no pudiendo seguir al Pao…
se retiró al Tinaco.
Inmediatamente partió de San Carlos
el general Plaza,
recientemente
ascendido
a este grado,
con el batallón Anzoátegui,
a arrojar lejos el realista,
mientras la vanguardia
del
ejército avanzaba
al
Tinaco
a cargo del coronel Manrique.
—El 19 de junio
el teniente coronel
Laurencio Silva
con un escuadrón
de caballería
se apoderó por sorpresa
tras violento combate
de las avanzadas
situadas en Tinaquillo.
Esta fecha no está conteste
con la señalada por Eduardo Blanco
—El 22, el Teniente coronel
José Laurencio Silva,
escogido por Bolívar
entre todos
aquellos bravos
que se disputaban
la gloria
de ser los primeros
en atacar
al
enemigo,
cae de improviso
sobre la primera
de las avanzadas
realistas
situada
en Tinaquillo…
El parte oficial dado
en Carácas
el 30 de
Junio
por el coronel Pedro Briceño Méndez
desmiente a Eduardo Blanco
—marchó el teniente coronel Silva
el 19 con un destacamento
á sorprender
y apresar
la
descubierta,
que diariamente
hacia el enemigo
hasta el Tinaquillo
desde que fue expulsado de San
Carlos
y se concentró en Carabobo.
Es estimación de Lecuna
que —El ejército se movió
el mismo día
de San Carlos,
—el 20
atravesó el Tinaco…
Ya para el 21 —según Eduardo Blanco
el ejercito que viene repartido
desde San Carlos en tres divisiones
—Acampa… en el sitio de Las Palmas,
y allí supo el Libertador,
por
algunos desertores
del ejército realista,
la brillante campaña de Bermúdez,
su
llegada hasta San Mateo
y su repliegue hacia Caracas.
Yaracuy y Caracas…
Fuera del itinerario que sigue
Bolívar
se cumplen sus órdenes previstas
—Carrillo ocupó a San Felipe el 22
y permaneció en esa ciudad hasta el
24.
Esta segunda diversión
realizada al Occidente
del ejército español
tuvo consecuencias
casi tan importantes
como la llevada a cabo al Oriente
por Bermúdez.
[por todo 750 a 800 combatientes,
restados al efectivo del ejército
en vísperas de la acción decisiva…
una de las cusas de su derrota.]
según estima Lecuna.
compendia Gil Fortoul eficazmente
la tarea encomendada a Bermúdez
al frente del ejército de Oriente,
y bajo las órdenes de Soublette,
al referir que
en el segundo de los intentos,
—El 13 de junio,
allegadas otras fuerzas,
logra desquitarse
en el combate de Santa Lucía,
y vuelve sobre Caracas.
Desquite efímero.
Los españoles,
al mando
del brigadier Pereira,
lo destrozan en las calles
el 23 de junio,
obligándole a escaparse
por el camino de Petare.
Pero como sigue diciendo
Gil Fortoul
—A la hora misma
en que los orientales
salían derrotados
de Caracas,
Bolívar
pasó
revista en Tinaquillo
a 6.500
hombres.
a pesar de esto
Gil Fortoul
se atreve
a
sostener
que —a pesar de todo,
esta campaña
de Bermúdez
fue favorable
al plan
general
de los patriotas,
al distraer —una parte del ejército
enemigo,
al tiempo que estaba también
amenazado
por la vía de San Carlos a Valencia.
Díaz Sánchez dice que con esa acción
de la toma y pérdida de Caracas,
Bermúdez sembró
la
confusión en el enemigo.
O’Leary no deja de observar
que a causa del retardo de Páez,
le permitió al general Morales
recuperar a Caracas
y no impidió que —con la mayor parte
de su fuerza tuvo tiempo
de reunirse con La Torres
ántes que el Libertador le atacase.
Sobre esta base afirma
que —Con más fortuna
corrió
la
pequeña
columna
del coronel Carillo
en la diversión
que hizo
por los lados
de San Felipe;
porque ignorando el general realista
cuál fuese su fuerza
y con el
fin de contenerle,
separó
dos cuerpos de infantería,
á las
órdenes del coronel Tello,
el día 23, cabalmente
cuando
el Libertador se hallaba
á pocas leguas de su cuartel
general.
Conteste está la apreciación
de Gil
Fortoul
con el reconocimiento
que presenta Briceño Méndez
de la actuación de Bermúdez
—No me es posible
informar
aún
á V. E.
de los prodigios
que este
célebre general
ha obrado
con una
pequeña
división,
por esta parte,
en cumplimiento
de las órdenes que tenía.
Baste decir á V. E.
que
los
`pueblos
y el enemigo
están asombrados
y no
alcanzan
á expresar
toda su admiración,
ni decidir
si han sido mayores
su valor y su audacia,
ó su prudencia y habilidad.
Presenta de ganancia, Lecuna
de la acción de Bermúdez,
—redujo el territorio realista
al
distrito de Valencia,
donde los españoles
hallaron
grandes dificultades
para avituallar su ejército.
Y proyecta además su evaluación
en el contexto en el cual
—Ninguna
de las
disposiciones del Gobierno,
excepto la marcha de Bermúdez,
se había cumplido en el Oriente.
Los margariteños
no
quisieron salir de su isla,
los jefes llaneros Monagas y Zaraza,
perdiendo la brillante oportunidad
de coronar
sus inmensos servicios
con la mayor gloria,
no concurrieron a tiempo
con sus
brigadas de caballería,
y no había municiones…
—además
Lecuna no deja señalar
que el mismo Vicepresidente
no entendía las ganancias
de esa parte invisible
que estaba por detrás
de la
toma de Caracas.
—Hombre
Soublette
de gran
cultura y honradez,
en la
guerra era nulo.
El desfile del ejército en las sabanas de Tinaquillo
A la acción de Silva,
en la
relación
de Eduardo Blanco
prosigue la última revista
que a sus 6.000 soldados
pasa el
Libertador
—el 23 de junio en la llanura de Taguanes.
Esto concuerda con la relación del
triunfo
que Bolívar presenta
al vicepresidente
de
Colombia
el 25 de junio
—Reunidas las divisiones
del ejército Libertador
en los campos
de Tinaquillo el 23...
Y no cuestión distinta señala
el coronel Pedro Briceño Méndez
—El 23 se reunió en la marcha
todo el ejército
que se había movido en divisiones…
Eduardo Blanco es el único en
referir
(de las fuentes consultadas)
que —El desfile del ejército
terminó con la noche…
y cuelga en su narrativa
desafiando a la duda
—Acaso por la primera vez
en el transcurso
de la guerra,
el ejército vestía de gala
para presentarse al enemigo
Antes de seguir es útil examinar
la apreciación de Eduardo Blanco
—permítaseme una digresión
uno está obligado a repreguntar
las fuentes
—¿De
dónde salieron
los seis
mil trajes de gala?
¿Por qué ese acaso encabezando
el aserto de Eduardo Blanco?
—Acaso por la primera vez
en el transcurso
de la guerra,
el ejército vestía de gala
para presentarse al enemigo…
¡Ésta bien podría convertirse
en una línea de investigación!
dispongo de dos coordenadas
que me inducen a pensar
en el vestuario como un problema
no ajeno a la preocupación de
Bolívar
en un amplio contexto de 1818-1821
Argenis Méndez inserta un fragmento
de la comunicación dirigida
desde Angostura al almirante Brión
marcada con el 16 de diciembre de
1818
en la que Bolívar advierte
—El 20 del presente mes marcho a
Apure…
Yo conduzco los vestuarios
que
había en este almacén,
pero que no son suficientes
quizá ni para la mitad del ejército
que está
allí reunido…
pero mucho más próximo
a los
días de Carabobo
Gil Fortoul nos lleva a dos
direcciones
1)
Descartar la abundancia
2) pero
no descarta
o por lo menos
esa es la idea
en la que nos afianza
que antes de emprender
la campaña de 1821
el vestuario
pudo haber sido objeto
de medidas generosas
como sucedía en otros
inicios de campaña
y lo que es más
determinante
los medios
de los
que
no
escatimaba
esfuerzos
en sus logros
Exactamente Gil Fortoul señala
refiriéndose a la nueva campaña
que estaba por comenzar
que —Como no hubiese en caja
existencia alguna
para atender
a la manutención
y equipo,
ordenó también Bolívar
en el
mes de julio,
que se exigiese un empréstito
a los comerciantes y hacendados
para confeccionar
diez mil
vestidos de tropa,
y otro empréstito de 25.000 pesos
a los
propietarios
de
Caracas y La Guaira,
ofreciendo en garantía
derechos de aduana
y el producto
de las haciendas embargadas;
que se continuase cobrando
provisionalmente
las mismas contribuciones
establecidas
por el Gobierno español…
El ejército acuartelado en Valencia
constaba de 6.000 hombres,
mal vestidos, escasamente
racionados;
la mitad
por lo
menos
debían marchar cuanto antes
a la
campaña del Pacífico,
y si la comisaría no allegaba
fondos,
“sería forzoso —escribía Bolívar a
Soublette—
saquear
y desolar el país
para mantener a nuestros miserables
soldados”.
¡Esto solo atestigua que el
vestuario
del Ejército
era objeto de preocupación
del jefe supremo
pero hasta allí!
O’Leary desgrana un botón
que lleva hasta la idea
de la conversión de Angostura
en una
factoría en el momento
en que
Bolívar preparaba
la
campaña de 1819
—despachó luego comisionados
á todas
partes
á recoger
caballos
y ganados,
reunir embarcaciones
y acopiar víveres;
hizo construir vestuarios
y
componer las pocas armas
que
había en el arsenal.
Angostura
parecía
en aquellos días
una maestranza,
un taller militar;
y tanto fue
el afán
de Bolívar
y tan
bien
le
secundaron
sus subalternos,
que en ménos
de tres semanas
se repararon
los desastres
que la impericia
ó la inobediencia
de Zaraza
habían causado.
Pero tampoco,
puede
desconocerse
las cuentas
que presenta Vicente Lecuna
—Soublette apenas podía cubrir
los contratas de armamentos
recibidas en Guayana,
y encaminadas en seguida
por el
Apure a la Nueva Granada,
y las de vestuarios
para el ejército de Oriente
y el de Apure,
a cuyo pago
también contribuyó
Cundinamarca
con $20.000
incluyendo
$10.000 ofrecidos
por Santander a Páez
a fines del año
y destinados por el Libertador,
cuando se hallaban en camino,
al pago de los vestuarios.
Y todavía más
Lecuna
dice
que
—el 23 el Libertador
pasó revista a las tropas
vestidas
de gala
en la sabana
de los Taguanes…
Conteste quedan entonces
¡Eduardo Blanco y Vicente Lecuna!
La controversia de las cifras
En cuanto a la extensión del
Ejército Libertador
la cifra indicada por Eduardo Blanco
difiere en cinco centenas menos
a la contabilidad de O’Leary
al registrar este último
—Montaba todas estas fuerzas
á 6.500
hombres
en la revista que se pasó
en Tinaquillo
el 23 de Junio.
¡volveremos ocuparnos de esto!
pero adelanto
que Lecuna difiere en 100
centenas menos
del monto indicado por O’Leary
—El número de combatientes
sólo
alcanzó a 6.400
cuando las fuerzas conducidas
a formar el ejército
sumaban 10.000,
fenómeno debido
a las pérdidas
por enfermedades
y cansancio,
enormes en un país vasto,
despoblado
e infestado
por el paludismo.
Numerosos hospitales
en las provincias
de Mérida,
Trujillo
y Barinas
habían quedado llenos de enfermos.
Según Bolívar el ejército era un
saco sin fondo.
Al expresar Lecuna
de la
agenda cumplida
en Tinaquillo
—el 23 el Libertador
pasó
revista
… en la sabana
de los
Taguanes
teatro
de uno
de sus más
brillantes triunfos
en 1813…
¡es de observarse que Eduardo Blanco
también lo señala, como tiene
presente
que ya en las sabanas de Carabobo
Bolívar había derrotado a los
realistas…!
La reestructuración del ejército
Lecuna se alinea al parecer
compartido
en cuanto a la reorganización del
ejército
y recuerda que las tropas
—Desde San Carlos
venían
organizadas en tres divisiones:
la primera
a las órdenes
del general Páez,
compuesta
de los batallones
legión Británica (Tomás Farriar)
y Bravos de Apure (Torres)
y 12 escuadrones de caballería de Apure
(Muñoz, Silva, Rosales, Iribarren,
Figueredo, Galea, Escobar, Mujica,
Romero, Farfán, Borrás y Escalona);
tenía de Jefe
de
estado mayor a Vázquez;
la segunda
al mando
de Sedeño
con
los batallones
Tiradores (Heras),
Boyacá (Fleger),
y Vargas (Gravete)
y el regimiento
de Caballería Sagrado (Aramendi)
de la segunda brigada de la Guardia;
y la tercera
a las órdenes
del general Plaza,
formada
con los batallones
de la primera brigada
Rifles (Sandes),
Granaderos (Manrique),
Vencedor (Uslar),
y Anzoátegui (Arguindegui),
y el regimiento
de caballería
del Alto
Llano de Caracas,
al mando de Rondón,
y los jefes de escuadrón
Julián Mellado,
Fernando Figueredo,
y Faustino Sedeño.
Continua diciendo Lecuna
que —Los bravos oficiales
Francisco de Paula Vélez,
Justo Briceño,
Lucas Carvajal,
Leonardo Infante,
José Gabriel Lugo
y Juan Gómez
habían sido destacados
al Occidente
en distintas comisiones.
El Estado Mayor
lo desempeñaban
el general Mariño
y el coronel Salom.
Servían de edecanes y ayudantes
Ibarra, O’Leary, Medina,
Woodberry, Álvarez, Ibáñez,
Umaña, Demarquet
y Anacleto Clemente,
sobrino de Bolívar;
de cirujano mayor
Murphi
por ausencia
de Cervellón Urbina.
Rangel
era
segundo de Plaza,
y Avendaño su ayudante;
Manrique
segundo de Sedeño,
Piñango
jefe de estado mayor
de la segunda división
y Flores ayudante.
Juan Farriar
sub-jefe
de estado mayor
de la 1ª. división.
En los batallones
hacían
de mayores
Davy,
J. J. Conde,
Castelli,
Reimboldt,
Smith,
López,
León,
Celis,
Pulido
y Cala.
La ocupación de Buenavista
Bolívar atestigua que
—marchamos ayer
por la mañana
sobre
el cuartel general
enemigo
situado en Carabobo…
El coronel Pedro Briceño Méndez
asevera como movimiento inmediato
al desfile de Tinaquillo
que —al amanecer del 24,
nuestra vanguardia
se apoderó de Buenavista,
distante una legua de Carabobo.
O’Leary casi dice lo mismo
—Al rayar el alba del 24
emprendió
marcha el ejército libertador.
Cuando llegaba
á la
altura de Buenavista
se
disipaban lentamente
las brumas
que envolvían la llanada,
donde estaban los realistas
ya formados en batalla.
Eduardo Blanco secunda
los pareceres anteriores
—Al despuntar la aurora del 24 de
junio…
el ejército se pone en
movimiento…
e inmediatamente describe
la actitud del ejército
muy cerca de entrar en batalla
—parecían dirigirse a una feria
(y lo más cercano a este ambiente
lo rinde Páez —Seguimos, pues,
la marcha llenos de entusiasmo,
teniendo en poco todas
las fatigas
pasadas
y presentes)
Lecuna es de la misma opinión
en cuanto a que
—El 24 al amanecer
la
vanguardia
ocupó
las
alturas de Bella Vista,
a una legua del campo de Carabobo.
Y Eduardo Blanco añade enseguida
—Después de esguazar el Chirgua
y de internarse
en las tortuosas
quiebras
de la serranía
de las
Hermanas,
había que penetrar
por el
desfiladero
de Buenavista,
posición formidable
donde
pocos soldados
bastan a contener todo un ejército…
Mientras dice Lecuna que
—De Buena Vista
se baja a la quebrada del Naipe,
mitad del camino a Carabobo,
y enseguida
se sube
atravesando
una
serie de colinas,
de poca
altura
hasta llegar
a la quebrada de Carabobo,
al pie
de la sabana,
y para penetrar a esta
es necesario
ascender un recuesto.
Páez no deja de observar
que producto de la acción de Silva
—el enemigo juzgó prudente
retirar
un destacamento que tenía
en las
alturas de Buenavista;
y ocupado desde luego
por el ejército patriota,
desde allí observamos
que el
enemigo se estaba preparando
para
impedir el descenso a la llanura.
Pero no solo eso ocurre en este
sitio
O’Leary señala entre otros
—En la mañana del día
de la
batalla de Carabobo
almorzó
el Libertador en el alto de
Buenavista.
Por su parte Eduardo Blanco expresa
—Desde las cumbres de Buenavista,
pudo estudiar el Libertador
la
situación del enemigo…
Esto encaja con la afirmación de
O’Leary
—Habiendo reconocido el Libertador
la
posición enemiga
y convencídose de que La Torre
sólo esperaba el ataque de frente,
ordenó al general Páez
que se internara
por un atajo angosto
y escabroso…
De acuerdo con esto
el plan
de ataque o de batalla
lo elabora Bolívar
en las alturas de Buenavista.
Lecuna también empuja hacia esta
dirección
pero además comenta
—El Libertador observó
cuidadosamente
la posición del ejército real,
desde el caballete de una choza,
situada en una colina,
y como por su disposición sólo
esperaba el ataque
por el
frente
o por su izquierda,
dispuso “que el ejército convirtiese
su marcha rápidamente
sobre nuestra izquierda
flanqueando al enemigo
por su derecha
que parecía más débil”,
según reza el parte oficial…
Adicionalmente no deja de comentar
que con este acción, Bolívar
—obligaba a variar el plan adoptado
y a empeñar la lucha
a retaguardia de su derecha
donde no tenía nada preparado para
la defensa.
En cambio requeríase
atravesar
un terreno
de quebradas
y colinas
por senderos difíciles,
juzgados impracticables por los españoles.
La doble faja de bosques y colinas
¡Detengamos por un momento!
En cuanto
a la
descripción
del paisaje
a O’Leary le basta escribir
que desde el alto de Buenavista,
se divisa un bello paisaje ó vista.
Mientras que Eduardo Blanco
intentará meter todo este paisaje
en una
metáfora viva
—Entre una doble faja
de bosques
y colinas
que le dan la apariencia
de una
inmensa bandeja
de
levantados bordes,
se extiende la … llanura de
Carabobo,
extremidad meridional
del …
valle de Valencia,
a una distancia de seis leguas
de la
ciudad del mismo nombre.
El camino que conduce a San Carlos
la corta de Norte a Sur;
y casi a la mitad de la planicie,
desviándose un tanto hacia el Oriente,
nace de aquella ruta otra,
no
menos frecuentada,
que se dirige al Pao.
Estas dos vías, para 1821,
salían de la llanura,
desgarrando matorrales y asperezas;
la segunda, por cañadas tortuosas;
la primera,
por una abertura natural,
especie de crujía,
formada por la caprichosa
separación
de las dos extremidades
de aquella cadena de colinas
que sirven como de antemural
a la
planicie por la vía de San Carlos.
A esto se atreve añadir Eduardo
Blanco
—se divisaban en el fondo de la
planicie,
sobre la verde alfombra,
las tiendas de campaña
donde había vivaqueado
tres semanas
y donde guardaban aún,
junto con sus cuantiosas
provisiones,
su bien provisto parque.
Las reservas de sus caballerías
pastaban en prados más distantes.
La extensión del ejército realista
Calcula Eduardo Blanco
en cuanto a la extensión
del ejército español
desplegado en Carabobo
—constaba aún
de seis
mil combatientes,
la flor de sus aguerridos
regimientos.
Este dato
concuerda
con el señalado
por Bolívar
—El ejército español
pasaba
de seis mil hombres
quien además afirma en la
comunicación aludida
que —el ejército libertador tenía
igual fuerza…
Eduardo Blanco esgrime la misma cantidad
—Al mismo número ascendían nuestras
fuerzas
pero abona un ingrediente
que
pasan por alto
muchos analistas de la batalla de
Carabobo
—y, sin embargo, no era igual la
partida;
pues todas las ventajas
favorecían
al enemigo que,
además
de ocupar la llanura
y las colinas
que las resguardaban,
disponía de alguna artillería,
lo cual nos obligaba
antes de empeñar
formalmente
la batalla,
a conquistar el terreno donde debía librarse.
Díaz Sánchez llega a atribuir
—del lado de los patriotas 6.400
hombres,
y 5.200 por parte de los realistas.
Presenta un dato que contradice
el parte de los que fueron
protagonistas
—El choque
se produce
el 24 de junio
al
amanecer…
pero Bolívar señala que fue sobre el
medio día
—A las 11 de la mañana
desfilamos por nuestra izquierda
al frente del ejército enemigo bajo
sus fuegos.
y como diciéndole a su destinatario,
no olvide que este ejército está
—compuesto
de lo mejor
de las expediciones pacificadoras.
Páez no escatima esfuerzo en señalar
que —El ejército español
que
les aguardaba
se
componía
de la flor de las tropas
expedicionarias,
y sus jefes habían venido a América
después de haber recogido
muchos laureles
en los campos
de la Península,
luchando heroicamente
contra las huestes
de Napoleón.
(En mi memoria oigo
al comentarista narrar
el nocaut fulminante
y oigo claramente al vencedor
esmerado en ponderar las cualidades
del
boxeador caído…
—Claro mientras Ud.
—la página en blanco
lo sopla a mi oído—
enumera las fortalezas del contrario
Ud. se elogia a sí mismo)
En todo caso, no puede dejarse de
observar
que la composición
del ejército
expedicionario
o más concretamente
el ejército
comandado por La Torre
su composición jamás fue
de solos españoles invasores
Lecuna le asigna la proporción,
mitad españoles y mitad venezolanos.
La distribución de los realistas en el campo
El despliegue del ejército realista
O’Leary lo distribuye
en —Seis columnas de infantería
y tres
de caballería
ocupaban
la
planicie de Carabobo
y
algunas de las colinas que la rodean,
listas á marchar en cualquiera
dirección
en que se moviesen los colombianos,
para disputarles la entrada en la
llanura.
Este reporte está sincronizado
con el parte de Briceño Méndez
—observamos
que el enemigo
estaba preparado
al combate,
y nos esperaba formado
en seis
fuertes columnas
de infantería
y tres
de caballería,
situadas de manera
que mutuamente
se sostenían,
para impedir nuestra salida á la
llanura.
Eduardo Blanco se atreve a decir
que —todos sus regimientos
estaban escalonados
de manera
que fácilmente
se ayudaran
y que a la vez pudieran apoyar
la
artillería
que dominaba el abra
y a las tropas ligeras
que defendían las alturas.
El 1º de “Valencey”,
uno
de los
mejores
regimientos
del ejército expedicionario,
cubría
el camino
de
Valencia a San Carlos.
A su derecha,
los batallones
“Hostalrich”
y “Barbastro”,
y a su izquierda,
sobre la ruta del Pao,
el regimiento de “Infante”.
Cuatro escuadrones de húsares
y otros
tantos de carabineros,
robustecían las dos extremidades
de esta línea,
tras la cual se hallaba de reserva
el regimiento de “Burgos”,
y a espaldas de éste,
el resto
de la caballería
mandada por Morales.
No puede acreditarse
este
parecer de Eduardo Blanco
sin confrontarlo con el de Lecuna
—Al extremo suroeste de la sabana,
por donde penetraba el camino real,
estaban las obras de campaña de los
españoles.
“El camino estrecho que llevábamos
—escribe Briceño Méndez—
no permitía otro frente que para
desfilar,
y el enemigo
no solamente defendía
la salida al llano,
sino que dominaba
perfectamente
el desfiladero con su artillería,
una columna de infantería
que cubría la salida y dos flanqueaban”.
En otros términos:
inmediato al zanjón
o quebrada del Guayabal
el batallón 1º de Valencey (García),
el más
fuerte de los cuerpos españoles,
desplegado en batalla al borde de la
sabana,
cubría el camino de San Carlos a
Valencia,
y formaban en línea,
a su
derecha y a su izquierda,
los batallones 1º de Hostalrich (Illas)
y Barbastro (Cini).
En segunda línea,
se hallaban
el batallón del Príncipe
y el del Infante (Montero),
este último cubriendo el camino del
Pao.
El de Burgos (Zarzamendi) de regreso
de Caracas,
y el de la Reina,
reconstituido
con oficiales veteranos
retirados de Barcelona,
estaban en reserva en el camino de
Valencia.
La línea principal
se apoyaba
a la derecha
a unos matorrales
y a su izquierda
tenía dos
escuadrones
de caballería
regidos por Narciso López y Guía
Calderón.
A retaguardia
se hallaba
el resto de la caballería,
15 escuadrones de llaneros
en 5 regimientos,
a cargo de los excelentes jefes
venezolanos
Antonio Ramos,
Renovales,
Alejo,
Martínez
y Cruces.
El ejército realista
constaba
de 5.100 a 5.180 combatientes,
mitad españoles y mitad venezolanos.
Morales era segundo jefe
y Montenegro Colón jefe de estado mayor.
O’Leary completa la escena con el
agregado
—Los oficiales
del
estado mayor
español
la recorrían
en todos sentidos al galope,
como dando órdenes
á los comandantes
de los diferentes cuerpos;
mientras otros con el anteojo
observaban
los movimientos del ejército
republicano.
Aquí y allá
se veían grupos
á pie y á caballo,
aparentemente discutiendo
sobre
las intenciones del enemigo,
y algunos tendidos
en el
suelo
reposaban indolentemente.
El primer movimiento patriota,
fruto de lectura que develó el hueco de su fortaleza
Revela Eduardo Blanco
la lógica
del ejército realista
desplegado en Carabobo
—Confiado La Torre…
en la
superioridad
de su poderosa infantería,
procura combatir en un terreno
donde no pudiéramos
oponerle otras armas
que aquellas en que se estimaba
superior.
Páez solo hace mención
de dos cuerpos
—como viésemos ocupadas
sus alturas
por los
regimientos
Valencey
y Barbastro
Añade otra referencia
de la que
podríamos
obtener
algún provecho
—Dejando el general español
los dos regimientos,
antes citados,
a la boca del desfiladero,
salió a disputarnos
con el resto del ejército
el
descenso al valle
O’Leary también dice
que —Son dos los caminos
que
conducen
á
Carabobo
por la parte del sur,
uno
el de
San Carlos
y otro
el del Pao…
Y —Ambas entradas
á la llanura
estaban bien defendidas,
especialmente
la del camino de San Carlos,
en donde La Torre
había colocado su artillería.
¡Pero el dios de la guerra
abrió el sol sobre Bolívar!
—Estudiadas las posiciones —dice Eduardo
Blanco
que
sostenía el ejército realista…
concibió el atrevido intento
de envolver al enemigo
por uno de los flancos,
arrostrando las dificultades
y peligros que le oponía el terreno.
Cosa distinta no atestigua O’Leary
—Habiendo reconocido
el
Libertador
la posición enemiga
y convencídose de que La Torre
sólo esperaba
el ataque de frente,
ordenó
al general Páez…
Pero antes de dar la orden a Páez,
dice Eduardo Blanco
que —Bolívar hace llamar
a uno
de los
guías
que tomara
en Tinaquillo…
—El guía… indica al Libertador
una verada
poco conocida
y casi impracticable,
denominada
la Pica
de la Mona,
como la única posible…
corre a la entrada del atajo
y ordena a Páez
penetrar
por él
con la primera división
e ir a forzar la entrada a la llanura.
O’Leary dice algo muy parecido en
parte
—ordenó al general Páez
que se internara
por un atajo
angosto
y escabroso
que arranca
á la
izquierda
del camino
de San Carlos
y cayera sobre la derecha del
ejército realista.
Páez ofrece de testimonio que
dejando
el general español
al Valencey y Barbastro,
—a la boca del desfiladero,
salió a disputarnos
con el resto
del ejército
el descenso
al valle,
para
lo cual
ocupó
una pequeña
eminencia
que se elevaba
a poca distancia
del punto
por donde
nos proponíamos
entrar en el llano,
que era la Pica de la Mona,
conducidos por un práctico
que Bolívar había tomado en Tinaquillo.
Añade enseguida que
—giramos hacia el flanco izquierdo
con objeto de doblar
la
derecha
del enemigo:
movimiento que ejecutamos,
a pesar del nutrido fuego de su
artillería.
La pertinencia de este giro
la contiene la descripción
de El camino estrecho
que llevábamos
colgada en el parte de Briceño
Méndez
—no permitía otro frente
que para desfilar,
y no solamente el enemigo
—defendía
la salida al llano…
además —dominaba
perfectamente
el desfiladero con su artillería…
cubría la salida una columna de
infantería
y dos la flanqueaban
por
derecha
é izquierda.
Este parte
que es el parte oficial
de los vencedores
habilita la orden dada por Bolívar
sobre la base de la lectura que hizo
del despliegue del ejército realista
—dispuso que el ejército
convirtiese
su marcha
rápidamente
sobre
nuestra
izquierda,
flanqueando
al
enemigo
por su
derecha
que parecía más débil.
La lectura la ejecuta Páez como la previó Bolívar
Es del criterio O’Leary
que —El movimiento se ejecutó
con la celeridad
que la naturaleza
del terreno lo permitía;
en medio
de una obstinada resistencia,
del que destaca
que después de pasar el desfiladero,
que apenas permite
la
marcha de dos hombres de frente,
—La infantería colombiana,
tuvo que formar
bajo un
fuego mortífero,
y trepar
luego
una barranca elevada
y casi perpendicular,
coronada
además
por numerosas guerrillas.
Lecuna tiene el cuidado de indicar
que —Con el objeto de entretenerlos
la división Plaza desplegó
a tiro de cañón
en las colinas
frente a la posición de los
enemigos,
con el riachuelo Carabobo por medio.
Y dicho esto, pasa a describir
Lecuna
—Páez con los batallones de su
división
y un escuadró de caballería de su
Guardia,
inicio el movimiento con la mayor
celeridad,
despreciando al cruzar una quebrada
los fuegos de la artillería enemiga.
Luego seguía el resto de su
caballería.
Debía marchar por un camino
estrecho
a veces dentro de una quebrada,
o por los declives de los collados,
y ascender un recuesto
de 40
a 50 metros
de altura
para entrar a la sabana.
No dejando de añadir Lecuna
—Sedeño con su división,
llevando
a la cabeza
el
batallón Tiradores,
siguió tras de Páez,
con
igual decisión y energía.
La entrada a la sabana
el edificio que se desmorona lentamente
Páez testimonia que
—El batallón de Apure
resistiendo
vigorosamente
los fuegos
de la
infantería
enemiga,
al bajar al monte,
atravesó un riachuelo
y mantuvo el fuego
hasta que llegó
la Legión Británica
al mando
de su
bizarro
coronel Farriar.
Más o menos esto encaja
con el
parte
de Briceño Méndez
—Debíamos
desfilar
por
segunda vez…
puesto que debían
atravesar un riachuelo
que separaba la colina
dominada por el enemigo…
Y que Siendo plana su cumbre
—daba al enemigo la ventaja
de moverse fácilmente
y de
ocurrir á todas partes.
Siendo esta la razón
por la que —pudieron algunos
de sus
cuerpos
llegar á tiempo
a la puerta
—de la
sorpresa
de
nuestro movimiento.
Lecuna es del criterio que
—Aún cuando el movimiento
no se
podía ocultar del todo,
La Torre en los primeros momentos
no se dio cuenta
de la
importancia
de las fuerzas
encargadas
de envolverlo
y atacarlo
a retaguardia,
y acudió sólo
con el
batallón Burgos
a contener la columna patriota
en el momento
de
empezar esta
a subir
el recuesto para penetrar en la
sabana.
Páez omite un detalle en su
testimonio
presente en el parte de Briceño
Méndez
—El batallón Apure...
ya plegaba,
cuando llegó
en su auxilio
el batallón Británico
que le seguía.
O’Leary sostiene lo mismo
sobre este particular
—El batallón Apure,
… á pesar de su denuedo
no pudo resistir…
y ya casi cedía,
cuando llegó en su auxilio
el batallón Británico.
pero en desquite de esa omisión
Páez dice
que
—Estos valientes,
dignos compatriotas
de los que
pocos años antes
se habían batido
con tanta serenidad
en Waterloo,
estuvieron
sin cejar un punto
sufriendo
las descargas enemigas
hasta
formarse
en línea de batalla.
De muy similar
opinión
es
Briceño Méndez
—La firmeza del batallón Británico
bajo el sufrimiento de los fuegos
hasta que se formó,
y la intrepidez
con que cargó
á la bayoneta…
O’Leary casi es del mismo parecer
—el batallón Británico,
que
entró en formación,
y marchando en buen órden,
dio una
brillante carga
á la bayoneta
y se adueñó de la altura,
lo que
permitió
al valeroso Apure
rehacer
sus filas
y volar
á su vez
en
auxilio del Británico.
¡Allí en el campo de batalla
Páez era el jefe!
Eso tiene de importancia su
testimonio
pero de allí a considerarlo
infalible,
ese es otro trecho muy distinto.
Eduardo Blanco ofrece
una imagen formidable
de las tropas inglesas
bajo el sufrimiento de los fuegos
—un edificio que se desmorona
lentamente,
sus escombros acrecen
y se amontonan
al pie
de los cimientos.
Pero en medio de esa circunstancia
—el regimiento inglés
como un volcán
en erupción
vomita a torrentes
bocanadas de fuego.
La muerte
le acecha,
le rodea
y se
ceba en sus filas:
Farriar, su heroico Coronel,
rinde la vida
a la cabeza de la línea,
pronunciando
la única palabra
que ha repetido
durante
media hora:
¡firmes!...
El Comandante Devy,
su segundo,
lo
reemplaza
en el mando,
donde
no dura
largo tiempo.
Un capitán ocupa el primer puesto,
tras éste
otro
que muere
también al ocuparlo,
y otro
más
a
quienes
toca
la misma infausta suerte.
Páez se atribuye como suya la orden
—les mandé cargar a la bayoneta
viendo que ya estaban escasos de
cartuchos.
La irrupción de Heres
y la carga a la bayoneta
Eduardo Blanco secunda a Páez,
pero sin dejar de mencionar
que —Al amparo de “La Legión
Británica”,
Páez consigue reorganizar a “Apure”,
lo lleva
de nuevo a la pelea
y restablece
con menos desventajas
aquel recio combate.
Unido a dos compañías de “Tiradores”
con las
que el fogoso Heres,
adelantándose a la segunda división,
se apresura a tomar parte en la
refriega.
“Apure” se une a los ingleses,
y Páez ordena entones cargar a la bayoneta.
Subraya Eduardo Blanco
que —Cuando el regimiento inglés
recibe aquella orden,
Minchin lo manda:
es el más joven
de sus capitanes;
los otros ya no existen;
y el
resto de la oficialidad
ha sido herida.
“La Legión” se levanta y acomete;
y en el sitio
donde
a pie
firme
hubiera combatido,
diez y siete oficiales quedan
muertos,
así como la mitad de los soldados
de aquel glorioso cuerpo,
que yace
destrozado
sobre la roja arena.
En las proximidades de este contexto
descasa la apreciación de O’Leary
—Algunas compañías
del batallón Tiradores,
de la segunda división,
llegaron oportunamente á reforzarlos,
y con su apoyo lograron
conservar la posición
tan bizarramente ganada,
aunque á costa de mucha sangre.
En menos de un cuarto de hora
la tercera parte
de la fuerza
de estos batallones
quedó fuera de combate.
El coronel Ferrier,
el mayor
Davy
y muchos
otros oficiales
yacían en el campo mortalmente
heridos.
El testimonio de Páez
en
cuanto
a esta actuación
de los cuerpos
que decidieron
la victoria
concuerda con la enunciada
primero O’Leary
y luego por Eduardo Blanco
—Entonces ellos —los ingleses—
el batallón Apure
y dos compañías
de tiradores,
mandados
por el heroico
comandante Heras,
obligaron al fin al enemigo
a abandonar
la eminencia
y tomar
nuevas posiciones
en otra inmediata
que se
hallaba a la espalda.
Nada distinto refiere el parte
de Briceño Méndez
de este momento de la Batalla
al destacar
de la conducta
de la Legión Británica
—la intrepidez
con que cargó
á la bayoneta
sostenido por el batallón Apure
que se
había rehecho
y por dos compañías
del de Tiradores
que
oportunamente
condujo
al fuego
su
comandante
el
teniente coronel
Heras,
decidieron
la batalla.
El enemigo cedía el terreno,
aunque
sin cesar
sus fuegos.
El uniforme de oro
Lecuna con más precisión
en el comentario de este momento
que protagonizan las tropas de Páez
ratifica lo del auxilio de los
británicos
—El batallón Apure,
no pudo resistir
el choque de Burgos,
y ya casi cedía
cuando
llegó en su auxilio el Británico;
este dio una carga a la bayoneta
y entró a la sabana,
pudiendo entonces Apure
rehacer sus filas
y ascender a su vez en auxilio del Británico.
El batallón Burgos difícilmente
se sostenía
contra fuerzas superiores
cuando llegaron en su ayuda
el del Príncipe y el Nº 1 de
Hostalrich.
Llega —entonces— el momento que Páez
descifra al decir que desde nuevas posiciones
en la otra eminencia inmediata
que se
hallaba a la espalda
La Torre —De allí envió
contra nuestra izquierda
su caballería
y el batallón de la Reina,
a cuyo recibo mandé yo
al coronel Vásquez
con el estado mayor
y una compañía de la Guardia de
Honor,
mandada
por el capitán
Juan
Ángel Bravo,
quienes lograron rechazarlos
y
continuó batiéndose
con la caballería enemiga
por su espalda.
Páez mide la longitud
de su Estado Mayor
en —treinta y cuatro individuos,
entre
jefes
y
oficiales
agregados a él.
y
no demora el reconocimiento
hacia el oficial Bravo, de quien va
a decir
—luchó con tal bravura
que se veían después
en su uniforme
las señales
de catorce lanzazos
que había recibido
en el encuentro,
sin que fuese herido,
lo que hizo decir al Libertador
que
merecía un uniforme de oro.
Eduardo Blanco concuerda
en el elogio
hacia el oficial Bravo
pero no se olvida de otro lancero
—Mientras lucha
tan bizarramente
nuestra infantería…
atraviesa la difícil quebrada
un grupo
de jinetes
de la guardia de Páez,
encabezado
por el
valiente Capitán
Ángel
Bravo,
y parte del escuadrón primero
de “lanceros”,
a las órdenes del Coronel Muñoz…
y en reconocimiento del primero
escribe
—A las órdenes del impetuoso Vázquez,
parten a rienda suelta nuestros
jinetes como dardos…
y del oficial apureño dice
—“Burgos”,
fluctúa,
no
obedece
la orden
que le intiman
sus jefes,
de dar frente
a los lanceros
reunidos
de Silva
y de Muñoz;
y cargado de flanco
se desordena,
gira sin concierto,
y sirve de pasto a las lenguas
de acero
de nuestros escuadrones.
El parte oficial del coronel Briceño
corrobora parcialmente
las narrativas de Páez y de Blanco.
Reconoce que Nuestros batallones
apoyados
—por el primer escuadrón
del
Regimiento de Honor
del
señor general Páez
y por el estado mayor
de este
general,
desalojaron completamente
al
enemigo de la altura…
pero
—aunque desalojado
de su
primera posición,
pudo rehacerse,
y procuró
hacer una nueva carga
con su
caballería,
mientras la nuestra
—perseguían
y despedazaban
á sus batallones que huían.
inventariando que el número
—de
nuestros piquetes
de
caballería
del
primer escuadrón
del Regimiento
de Honor
y el estado mayor
del
señor general Páez,
oscila de
—80 ó 100
hombres
y ellos solos bastaron
para rechazar
y poner
en derrota
toda la columna
de caballería enemiga.
¡Esto debe leerse correctamente!
Evitar confundir el árbol con el
bosque.
Es dictamen de Bolívar
—El ejército libertador
tenía igual fuerza
que el
enemigo,
pero no más
que una
quinta parte de él
ha
decidido la batalla.
En términos militares,
esto contextualiza
solo un fragmento —y no el todo— de
la batalla
como tan certeramente lo advierte
Lecuna
al asentar que siempre empeñado Bolívar
—en exaltar la moral de sus tropas
exagera
al afirmar
que solo una pequeña parte
decidió
la victoria.
De la segunda división —dice Bolívar—
no entraron
en
acción
sino
dos
compañías
del batallón Tiradores,
pero esto fue
para conquistar
la entrada a la llanura,
pues en realidad
todo el ejército
tomó parte en la lucha en el curso
de la batalla.
Esta consideración de Lecuna empalma
con la justificación que ofrece
Briceño Méndez
al declinar
ante
el Vicepresidente Interino de la República
el acto de recomendar particularmente
a algún jefe u oficial en la
batalla,
—porque sería necesario mentar
en esta parte los nombres
de todo el ejército…
O’Leary con un pulso más sereno
recuenta las cifras dadas por
Bolívar
—La fuerza española
era un
poco inferior a la republicana,
pero apenas la mitad de esta se
batió.
Y en su criterio mucho mayor,
fue la pérdida en jefes y oficiales
del lado de los patriotas,
—en las filas
sólo
la primera división
y el batallón Tiradores
de la segunda
sufrieron numerosas bajas.
No tenía El ejército libertador
igual fuerza que el enemigo.
Y si no se puede dejar de citar,
—no es
sino dolorosa,
Nuestras pérdidas: estas no se contaron
pero seguramente fueron
mucho mayores de los 200
muertos y heridos.
La mismas medidas militares
tomadas
por Bolívar
en el camino de Valencia a Caracas
están reñida con su indicación
—Este ejército ha dejado de serlo.
Ello es válido si no se deja de
observar
que la fuerza opresora mantenía aún
una cifra preocupante. De lo
contrario
el asalto de Puerto Cabello
y la batalla del Lago de Maracaibo
no se hubiesen dados.
Esto sin tomar en cuenta
la cifra de los realistas
que siguieron alzados en los montes.
Lecuna presenta un mejor cuadro
de este momento de la batalla
a partir del instante
de la entrada en acción
de las
dos compañías
de
Tiradores
pródigo en señalar muchas omisiones
—Mientras tanto
la división Sedeño
ascendía a la sabana
a la derecha de Páez;
dos compañías del batallón Tiradores
entraban en línea con Apure y
Británico
y pronto acudieron las restantes.
Renovada la lucha con furor,
y llevando los españoles
la peor parte,
replegaron y se detuvieron
a pie firme
en una ondulación del terreno.
El batallón de la Reina en marcha
al trote en su socorro,
fue interceptado
por los de Boyacá y Vargas,
de la división Sedeño,
al penetrar estos a la sabana.
Dos regimientos realistas
Húsares de Fernando VII
y Carabineros
avanzaron
a la derecha de su línea
a cargar de flanco.
Páez envió a recibirlos
a su
estado mayor
y una compañía
de su guardia,
en junto unos 100 lanceros selectos
y logró rechazarlos,
mientras el resto de su caballería
entraba a la llanura
y se extendía hacia la izquierda.
Algunos escuadrones realistas
avanzaban a cargar de nuevo
cuando Páez reuniendo sus jinetes
les dio una formidable carga
y los puso en derrota.
El Libertador había apresurado
la entrada a la llanura de la
división de Sedeño
y enviado orden a Páez
con el edecán Ibarra
de avanzar sobre los enemigos.
La Torre llevó
al fuego
el batallón Barbastro,
pero recibido este cuerpo
de frente por Páez
y atacado de flanco
por la caballería
de Rondón,
de la división Plaza,
que había entrado
por el camino real,
fue destruido.
Los batallones españoles,
dando frente a retaguardia,
habían entrado
en la lucha
sucesivamente
en condiciones desventajosas.
Sólo el Infante y Valency
situados hacia el sur
no habían sido empeñados.
Por el avance
de las tropas
de Plaza
el ejército real
casi cercado
y en parte batido,
perdió su moral.
A La Torre se le escapó
la dirección,
no fue obedecido
por el famoso
regimiento
de Lanceros del Rey,
y este cuerpo
y otros
de la caballería
de Morales,
temiendo quedar prisioneros,
huyeron por el camino del Pao.
Cundió el pánico
y los grupos
de
infantería
todavía resistiendo
se dispersaron
o se entregaron.
Decidida la acción
Páez
cayó víctima
de un
ataque nervioso
frecuente
en él.
La Legión Británica
triunfante
de los más fuertes choques
de la infantería española
perdió a sus principales jefe,
Farriar
y Davy,
y a muchos otros oficiales.
…aquel terrible ataque que me privaba del sentido
Páez se atribuye
la intimación
de rendir
a —Los batallones realistas
Valencey y Barbastro…
momento en el cual cayó el general Plaza
aduciendo que
—deseoso de tomar parte
personalmente en la refriega.
Durante la carga,
una bala hirió
mortalmente
a tan valiente oficial
que allí terminó sus servicios a la
patria.
El alegato de Lecuna difiere no
solamente
en la sustitución de Barbastro
por el batallón Infante
sino en la concurrencia de fuerzas
que acudieron a la rendición
—En ese momento
los batallones
del Infante
y Valency
intentaban replegar:
alcanzado el primero
y cortado
por los
batallones
Rifles
y
Vencedores
de la 3ª. división
se entregó,
pero
en su
última descarga
derribó al general Plaza
quien se avalanzó
sobre sus filas
a rendirlo
acompañado del edecán Ibarra
y del
teniente coronel Celis.
Y poco después —continúa Páez
—Reforzado yo
con
trescientos
hombres
de caballería,
… cargué con ellos a Barbastro
y tuvo que rendir armas:
en seguida fuimos sobre Valencey
que iba
poco distante
de aquel otro regimiento
y que,
apoyándose
en la quebrada
de Carabobo,
resistió la carga que le dimos.
Es el momento en el que Páez
repentinamente lo acomete
aquel terrible ataque
que me privaba del sentido,
me quedé en el ardor de la carga
entre un tropel de enemigos.
Pero también es el momento
en que —el valiente general Cedeño,
inconsolable por no haber podido
entrar
en acción
con las tropas de su mando,
avanzó con un piquete de caballería,
hasta un cuarto de milla
más allá de la quebrada,
alcanzó al enemigo,
y al
cargarle
cayó
muerto
de un balazo.
Por su parte Lecuna, apuntando hacia
el derribo del general Plaza, añade
que —Aprovechando
estos momentos
Valencey logró retirarse, sin ser
envuelto.
El Libertador puso en orden
a los
escuadrones
vencedores,
a las
voces de
“orden,
orden,
acordémonos
de Semen”
y los lanzó tras de Valencey:
Sedeño y Mellado
los
condujeron
y ambos murieron
en sucesivas cargas
al batallón formado en cuadro.
Al aparecer Páez restablecido,
las tropas prorrumpieron en vítores,
y Bolívar, en nombre del Congreso,
le ofreció el grado de general en
jefe.
La victoria había sido completa.
La llanura estaba cubierta de
despojos.
—Mi general muero con gusto
Cedeño muere abrazado a un tambor
En torno a estos dos infortunados
sucesos
Lecuna no deja de expresar que
—El Libertador se acercó
a consolar al general Plaza,
y él le contestó:
“Mi general, muero con gusto
en este campo de victoria,
y en el punto más avanzado
adonde no llegó Páez”.
Sedeño cayó
casi
en
las filas de Valencey
con una mortal herida en la cabeza.
El valiente Tomás García,
comandante
de Valencey,
dejó un tambor que lo sostuviese
recostado sobre su pecho,
mientras llegasen otros a
socorrerlo.
De estos dos jefes comenta O’Leary
—Plaza era un joven
de grandes esperanzas.
Cedeño se distinguía
más
por
su extraordinario
valor
que por
sus conocimientos.
La muerte de estos dos jefes
fue justamente llorada en el ejército.
Bolívar que al primero dio el titulo
—del bravo
de los bravos
de
Colombia…
refiere que su División
—ve a su jefe estrellarse él sólo
contra una masa de infantería
al modo que merecía terminar,
su —noble carrera …
—ninguno más valiente que él,
ninguno más obediente al gobierno.
y va sostener del
—intrepidísimo
coronel
Plaza,
que
lleno de un entusiasmo
sin
ejemplo,
se precipitó
sobre
un
batallón
enemigo
á rendirlo.
La persecución hasta Valencia
Ya a estas alturas del combate
el resultado estaba lejos de la duda
—Nuestra caballería
…iba recibiendo refuerzos
de todos los escuadrones
…hizo la persecución
con un
vigor
extraordinario.
Batallones enteros
se tomaron
prisioneros,
otros, arrojaron sus armas,
se
dispersaron
disueltos
por los bosques.
pero también señala Eduardo Blanco
que la angustia de Bolívar era otra
situado ya ante la encrucijada
en el mismo campo de batalla
de una victoria
—sin que
fuera posible conseguir
que todo el ejército español
quedase prisionero.
Y entonces se abre
un nuevo campo de batalla
—Hasta las inmediaciones
de Valencia
vino el ejército persiguiendo la
columna,
y fue en esta operación
donde el
ardor
de nuestros
jefes
y oficiales
de caballería
hizo sensible nuestra pérdida.
Páez que en su narración
en no pocas veces
asume el lugar del sol
asevera que —Apenas repuesto del
ataque
… animé a mi infantería
a continuar la persecución;
y por fin atribuye a Bolívar
que sabiendo este general
—que
aquella arma había agotado
en el combate todas sus
municiones,
mandó a los batallones
Rifles
y Granaderos
perseguir al enemigo.
pero una copiosa lluvia
tornó las barrancas de las quebradas
—tan
sumamente resbaladizas,
y en
efecto no pudimos
—perseguir al enemigo
con la
celeridad que deseábamos,
y sólo así pudo librarse Valencey
y los restos del ejército español
de ser hechos prisioneros.
Páez asegura que —Acosaban
de cerca
al enemigo
sólo cincuenta hombres de caballería
y unos
cuantos
jefes
y oficiales
que habían dejado sus cuerpos
para de alguna manera
tener parte
en la
victoria.
O’Leary le reconoce a Páez
su desempeño ejemplar
en este momento
de la persecución
no sin antes puntualizar
que —La Torre, abandonando su
artillería
se retiró con la reserva
y parte de la caballería.
Participa del mismo criterio de Páez
—El Libertador le persiguió
con Granaderos,
Rifles
y la caballería de Páez,
pero destaca una cualidad del enemigo
—era tanta la disciplina
de la infantería española
y tanta la habilidad
con que la condujo
el general realista,
que pudo recorrer en buen órden
una distancia
de seis leguas
en país abierto,
cortado de trecho en trecho
por profundas
quebradas
y
bosque,
sin mayor pérdida,
á pesar
de las
repetidas
cargas
de la
caballería
colombiana,
animada
con el
ejemplo
del denodado Páez
y la presencia
del
mismo
Libertador.
O’Leary al destacar
otro elemento
a favor de los perseguidos
—Los infantes españoles
no habían
entrado
en pelea
durante el día,
ni sufrido
las
fatigas
de las penosas
marchas
de la campaña,
que tanto
habían quebrantado
al
soldado
colombiano,
y sus caballos,
por la misma razón,
estaban
en mejor
estado
que los de los patriotas;
y —no obstante estas ventajas
el batallón Valencey
fué
el único cuerpo
que
logró llegar á Valencia.
El parte del coronel Briceño Méndez
habilita parte de la opinión de
O’Leary
al advertir que —nuestra infantería,
estropeada
con las largas marchas
de la —campaña,
no podía sostener
el paso
de trote
que llevó el enemigo por seis
leguas,
y en consecuencias, —nuestra
caballería
se empeñó en entretenerlo
para dar tiempo
á que llegasen algunos batallones.
Y observa —A veces las escaramuzas
se convertían en cargas que,
aunque costaron
bastante al enemigo,
causaron á la república el grave
dolor
de
perder
á uno de sus más esclarecidos
generales
y al bravo teniente coronel Mellado,
que mandaba los Dragones de La Guardia…
El coronel Briceño Méndez, testifica
— S. E. temió que si entraba á
Valencia
no era posible
impedirle
el paso
á Puerto Cabello,
y á una legua de aquella ciudad
hizo que los batallones
Rifles
y Granaderos
de la Guardia
montaran á caballo
y fuesen al galope
a su alcance.
O’Leary atestigua de la misma forma
—En vano se esforzó el Libertador
por impedirlo,
á este fin ordenó que quinientos
infantes
de Granadero
y Rifles
montasen á caballo
para alcanzarlos
y cargarlos;
pero era ya casi de noche
cuando se divisó el cuerpo
que iba en retirada,
y
gracias á lo agrio del terreno
y á la oscuridad que vino en su
auxilio,
pudo
librarse de la persecución.
Páez testimonia algo muy parecido
al tiempo que difiere de la cantidad
mencionada
por O’Leary
y describe algunos elementos del
paisaje
—viendo Bolívar
que ya el enemigo
se acercaba
a la ciudad de Valencia,
dispuso que doscientos granaderos
montasen a la grupa de los jinetes
para ir al trote a alcanzar al
enemigo
que encontraron desfilando
por la
orilla de la ciudad,
camino a Puerto Cabello.
Cambiamos algunos tiros con él
en los corrales
que
están a la entrada
de las calles de Valencia,
y yo creyendo
que iba a hacerse fuerte
en el centro de ella,
me metí hasta la plaza
que
hallé enteramente desierta.
Todas las puertas y ventanas
de las casas estaban cerradas
y no se
veía ni una sola persona …
Por su parte Lecuna prefiere
destacar de esta última jornada
con más coincidencias que
divergencias
que —Viendo el Libertador
que se escapaba este batallón,
dentro del cual
se hallaban
La Torre
y muchos oficiales superiores,
hizo montar
en la grupa de los jinetes
a los soldados
de Rifles
y Granaderos,
de la división Plaza,
para darle alcance,
pero Valencey, cerca de Valencia,
rechazó los ataques de la infantería
como había rechazado los de la
caballería.
En su retirada atravesó a Valencia
velozmente
y a las diez de la noche llegó al
pie de la serranía.
La Muerte del coronel Mellado
y la suspensión de la persecución
En cuanto al costo de esta
persecución,
indica Páez que —Varios fueron
heridos,
entre ellos el comandante
José de Lima,
portugués.
El coronel Mellado cayó muerto
en la quebrada de Barrera,
así como el teniente Olivera
en Tocuyito.
pero la caída de Mallado
no podía darse sin ningún
alarde de heroísmo
Recogió Eduardo Blanco
el forcejeo que a una cuarta
antes de recibir el golpe
que lo privó del resuello
libró con uno de los suyos
que pretendió cambiar su vida
por la del jefe
—“Compañero,
por delante de mí,
la cabeza de mi caballo”.
—le grita blandiendo
con orgullo
su
poderosa lanza.
Es más fácil demostrar
que el coronel
Briceño
Méndez
en esto de las acciones
a las alturas de la persecución
a las puertas de Valencia
está más próximo
que
distante
de la aseveración de Páez
—Casi al entrar
á las primeras calles
de aquella ciudad
tuvieron nuestros Granaderos
la fortuna de alcanzarla;
pero apenas
se vió cargada
por ellos,
cuando se dispersó
y desapareció del todo.
Valencia fue ocupada en el acto,
y algunos destacamentos
siguieron hasta Naguanagua,
persiguiendo á los jefes españoles
que huían hácia Puerto Cabello.
Páez añade a su testimonio
que mientras él
buscaba
el camino
de Puerto Cabello,
—vino el coronel Diego Ibarra,
edecán de Bolívar,
a decirme que el enemigo
estaba en el puente
que de Valencia conduce
al camino de Caracas…
Volví atrás…
Cargamos entonces
a los que estaban
en el
puente,
matamos a los dos húsares
que nos habían
hecho fuego
poco antes,
y pusimos
en desordenada
fuga
a todos sus compañeros
que a escape huyeron
por el camino
de Vigirima
en dirección
a Puerto Cabello.
En aquel momento llegó la noche,
y el Libertador mandó suspender
la persecución del enemigo.
—El ejercito realista,
fatigado
de la marcha
precipitada
que había hecho desde Carabobo,
pasó la noche al pie del cerro,
a tres leguas
de
Valencia,
y la mañana del día siguiente
empezó a subirlo
y logró entrar
en la
plaza
de Puerto Cabello.
Bolívar en Valencia
Sobre la ocupación de Valencia
por parte del Ejército Libertador
Lecuna no deja de asegurar
que —Valencia fue ocupada
en la misma noche,
y de allí destacó el Libertador
tres batallones hacia Montalbán,
al mando del coronel Las Heras,
a tomar la espalda del coronel Tello,
y al amanecer envió al coronel Rangel
con otros tres hacia Puerto Cabello.
Dejó la caballería al cuidado del
general Mariño
y tomó el camino de Caracas,
acompañado
por Páez
y Briceño Méndez,
y seguido
por el
escuadrón del coronel Muñoz
y de los
batallones
Anzoátegui,
Granaderos
y Boyacá
al mando de Arguindegui, Manrique y
Flegel.
Bolívar otorga a Páez el último rango en la milicia
y refiere a unos de sus lanceros de valiente
coronel Muñoz
Evitando tal vez,
caer
en el temido terreno
de la injusticia
el coronel Briceño Méndez
dice
—V. E. estrañará
que no
haya
recomendado
particularmente
á ningún jefe
ni oficial en la batalla,
porque sería necesario
mentar
en esta parte
los nombres
de todo el ejército,
por lo ménos
los de toda
la 1ª división
y de todos
los jefes
de las otras.
Generales, jefes, oficiales y tropa,
todos indistintamente
se han manifestado
en este memorable día,
dignos defensores de la República.
Pero esta sugerencia era inútil.
Desde el mismo campo de batalla
y como está escrito
en la comunicación
del día siguiente de la batalla
Bolívar
conservaba
fuera
del
universo
de la duda
al jefe acreedor
de la
mayor recompensa
—La conducta del general Páez
en
la última
y en la más
gloriosa victoria
de Colombia,
lo ha hecho acreedor
al último rango en la milicia,
y yo en nombre del congreso,
le he ofrecido en el campo de
batalla
el empleo de general en jefe de ejército.
Y junto a Páez destaca el desempeño
—del regimiento de caballería
del valiente coronel Muñoz
y asevera que —Nada hará jamás
bastante honor al valor de estas tropas.
En ese escrito Bolívar cubrió de oro
lo que tenía decir de Cedeño y Plaza
A Heras lo tilda de benemérito comandante.
E igual calificativo le da al coronel
Ferrier
y expresará de —El batallón Británico
que —pudo aún distinguirse
entre tantos valientes
y tuvo una gran pérdida de
oficiales.
No menos encomiable es el gesto
de Bolívar para otros de sus
tenientes
—El coronel Rangel,
que hizo
como siempre prodigios
Páez lamenta la muerte de Camejo
y Bolívar la tildó de una desgracia
Páez por su parte,
en el orden
de lo
lamentable,
enumera acerca
de —Los oficiales
de mi
estado mayor
que
murieron
en esta
memorable
acción
—Coronel Ignacio Meleán,
Manuel
Arraiz, herido mortalmente,
capitán Juan Bruno,
teniente Pedro Camejo
(a) el Negro Primero,
teniente José María Oivera,
y teniente Nicolás Arias.
Y añade Páez
—Entre
todos
con más cariño
recuerdo
a Camejo,
generalmente conocido
entonces
con el sobrenombre
de “El
Negro Primero”,
esclavo un tiempo…
Cuando yo bajé
a Achaguas
después de la acción del Yagual,
se me presentó este negro,
que mis soldados de Apure
me aconsejaron incorporase al
ejército…
… sus mismos compañeros
le
dieron el título
de El Negro Primero…
—El día de la batalla,
a los primeros tiros,
cayó herido mortalmente,
y tal noticia produjo después
un profundo dolor
en todo el ejército.
Bolívar cuando lo supo,
la consideró
como una desgracia
y se lamentaba
de que no
le hubiese
sido dado
presentar en Caracas
aquel hombre
que llamaba
sin igual
en la
sencillez,
y sobre todo,
admirable
en el estilo
peculiar
en que expresaba
sus ideas.
Lo que nos falta por saber
El ejército de Apure no lo conformaban solo apureños
¡Seguimos sin saber cuantos
de los que conformaban las tropas de
Páez
provenían del Apure y más
concretamente
de la entonces villa de Achaguas!
Sabemos de Muñoz y de Farfán
y de Negro Primero pero incluso
a estos dos últimos le han disputado
su nacimiento en Apure…
y Argenis Méndez terciando en esta
disputa
y sobra la base de documentos
se inclina por considerar a Achaguas
el lugar donde nació Negro Primero
dada la relación de sus propietarios
con nuestro Pueblo…
Eduardo Blanco ofrenda algunos
rumbos
en la organización general del
ejercito
y afianza más que en una hipótesis
en un firma indicio
de un
ejército multinacional
y donde a nivel de oficialidad
en el ejército de Apure
predomina la convergencia
de llaneros no nacidos en Apure.
En la composición de este ejército
no se puede dejar de observar
un rasgo determinante del
poblamiento
o esa especie de bocado ansiado
de los españoles criollos
de Cojedes, Barinas y Calabozo
por adueñarse de estas tierras
al otro lado del Apure;
y del otro hecho del que advierte
O’Leary
en el tomo 27 de sus Memorias
Las extensas llanuras …
brindaban asilo seguro
á las tropas realistas en sus
reveses.
Los invictos hijos de Apure
no se
habían decidido todavía
por la
independencia;
y en San Fernando,
principal
ciudad de aquellas comarcas,
hallaban simpatías
y
protección
los jefes fugitivos
de Barinas y otros lugares,
que se habían distinguido
en la
lucha con los independientes.
Allí les fue fácil
rehacer
sus fuerzas,
allegar
adictos
y
promover insurrecciones parciales,
doblemente temibles
para los
patriotas,
por la naturaleza del terreno
y la clase á que pertenecían los
instigadores.
Necesariamente esto conduce
a no dejar de apreciar a todas estas
llanuras
situadas del otro lado del Apure
como una zona de refugios de
perseguidos.
La misma aparición de Páez
y la organización de su ejército
fundamenta a esta zona de espacio
liberado.
La sola lista que Páez presenta
de los primeros combates
que lo hicieron temible
atestigua sobre esta tendencia
de patriotas venidos de todas
partes.
Eduardo Blanco asegura que la
primera división
—a
las órdenes de Páez,
tenía por Jefe
de su Estado Mayor
al esforzado Vásquez,
y la formaban
el batallón “Bravos de Apure”,
mandado por Juan Torres;
el regimiento inglés,
denominado
“La Legión Británica”,
a cuya cabeza
se encontraba
el
Coronel Farriar,
y 15 escuadrones de llaneros
en número de 1.500 lanzas,
acaudilladas
por los héroes
de “Mucuritas”,
“La Mata de Miel”
y “Las Queseras”,
entre
los que brillaban
por su intrepidez reconocida,
Muñoz, Juan Gómez, Borras, e Iribarren,
Figueredo y Mellado, Laurencio Silva,
Bravo y Carbajal,
Paredes y Camejo,
conocido con el glorioso apodo de El Primero.
La Segunda División
regíala el General Cedeño,
el bravo
de los bravos…
y el
Coronel
Judas Tadeo Piñango,
y contaba en sus filas
los
batallones
“Tiradores”,
mandado
por el fogoso
Héras;
“Boyacá”,
ilustrado en el campo
a que debía su nombre,
a las órdenes
de Flégel y de Smith;
“Vargas”,
que recordaba
el reñido
combate
del Pantano,
sobre
la
tierra andina,
presidido
por
Patria,
y el
“Escuadrón Sagrado”,
cuyo jefe,
el terrible
Coronel
Aramendi,
valía él solo
por todo
un regimiento.
—Mandaba la tercera división
el denodado
Coronel
Ambrosio Plaza,
y era Manrique
su
segundo,
y Woodberry
el Jefe
de su
Estado Mayor.
Componíase
de la 1ª
Brigada
de la
guardia
del Libertador,
la cual
formaban
los batallones
“Rifles”,
que llegaban
de combatir
en Cartagena
y Santa Marta,
y que
a nuevos
combates
conducía
su bizarro
Comandante
Arturo Sandes;
“Granaderos”,
probado
en tres
campañas,
al que regía
el
Coronel
Juan Uslar;
“Anzoátegui”,
cuyo solo
nombre
simboliza
una
de nuestras
más puras
y merecidas
glorias,
mandado
por Arguíndegui;
“Vencedor”,
premiado
en la jornada
del 7 de
agosto
de 1819,
a que debió
su libertad
el pueblo
granadino,
a las
órdenes
del Teniente coronel
José Ignacio Pulido;
y el regimiento
de caballería
del esforzado
Coronel Rondón,
afamado
por sus múltiples
y brillantes proezas.
—Allí, en las filas
de aquel
pujante ejército,
figuraban
también
el General Mariño,
primer caudillo
de las
provincias
orientales;
el Coronel Briceño Méndez,
Secretario de Guerra;
el Coronel Salom,
sub-jefe
del
Estado Mayor
General del ejército;
el Coronel Juan José Conde;
el bizarro Coronel
Diego Ibarra,
primer Edecán
del Libertador;
así como
los Comandantes
Ibáñez y Umaña
y el Capitán O’Leary,
ayudante de campo;
y los Flores, Melián, Ramos,
Arraís, Rangel, Miguel Zárraga,
Celis, Cala y Sagarzazu;
Alcántara, Gonell,
Domingo Hernández,
Davy, Minchin, Asdhoun,
Wuer, Flinter, Meyer y Piñeres,
José Escolástico Andrade,
Briceño, Calderón, Acevedo
y otros muchos
valientes cuyos
nombres guarda
la tradición
con amor
y respeto.
El hito del traslado de seis mil animales
de Achaguas a Carabobo
Pocas dudas caben del desempeño
de la división en que Bolívar
concentró
el peso
de la victoria en Carabobo
en su parte dado el 25 de junio
al
vicepresidente de Colombia
y en el que Bolívar destaca
el servicio del —El bizarro general
Páez,
á la cabeza
de los dos
batallones
de su división
y del
regimiento de caballería
del
valiente coronel Muñoz…
al que le atribuyó
—que en media hora
todo el ejército realista
—fue
envuelto y cortado.
y en consecuencia,
—Nada hará bastante honor
al valor de estas tropas.
Sin omitir además que
—El batallón Británico,
mandado
por el benemérito
coronel Ferrier,
pudo aún distinguirse
entre
tantos
valientes
y tuvo
una gran
pérdida de oficiales…
Es de colegirse
que esta intrepidez
aludida
por Bolívar
y la alta cifra de oficiales
de la
legión británica
que no vacilaron
en ese trueque tan particular
que subasta la vida por cumplimiento
del deber
esa disposición de morir pelando por
la República.
El aporte del llano y los llaneros
además de las cifras visibles
de los
combatientes
presentes en Carabobo
debe comenzar por la lectura
de la otra carga
del orden
de las vituallas
con la que Páez se incorpora
en San
Carlos
a las tropas de Bolívar
una y otra vez
encomendada
por su superior
con el acento
que decreta
la urgencia
de lo imprescindible
—dos mil caballos de reserva
y cuatro mil novillos,
según el testimonio de Páez.
Eduardo Blanco cuelga
una bella imagen
—los vistosos arreos…
y uno entonces está en su derecho
de imaginarse esa larga marcha
de tropas
de hombres a pie
y de hombres a acaballo
ganao y caballos
y aquellas villas
tan extensas en tierra
tan
pobres en gente
abandonadas apenas
oyen
a la
distancia
los cascos de cualquier cabalgadura
de
cualquier ejército
que se aproxima…
rodeada de hatos
de corrales
y de sembradíos
y uno piensas en esa subidas
entre Las Palmas y Tinaquillo
y en el posible retrato
en
blanco y negro
de aquella caravana…
Mal vestido
hambriento
nuestro ejército…
Aun aguardamos por saber
que marca o hito representa
el traslado de 6.000 animales
desde el Apure hasta San Carlos
—por lo menos—
el tema no deja de ser apasionante
y junto a esto
todo el hecho
de servir Apure
de sitio
de
concentración
de
tropas
con su respectivo
adiestramiento
y toda la lógica que supone
la preparación de una campaña
que tiene como niña de los ojos
una batalla decisiva
cuya derrota suponía por lo menos
la pérdida de lo conquistado
hasta entonces.
El aporte militar de los llaneros
debe iniciarse con el hecho
del largo trayecto recorrido
sin ser precisados por el enemigo
desde Achaguas hasta San Carlos
El otro hecho de ocupar Cedeño
el puesto de vanguardia
en las tropas de Bolívar
La tarea de José Laurencio Silva
cumplida exitosamente en Tinaquillo
Y aparte del reconocimiento
de Bolívar hacia Páez y Muñoz
—Nada hará jamás
bastante honor al valor de estas
tropas…
y del subrayado de Briceño Méndez
—porque sería necesario
mentar
en esta parte
los nombres de todo el ejército,
por lo ménos
los de toda la 1ª división...
Eduardo Blanco —por su parte— suma
—la artillería asaltada
por Piñango y Manrique…
y además no se olvida de subrayar
el aporte del llano y los llaneros
y su legado como escuela de guerra
—Siguiendo su acostumbrada táctica,
nuestros llaneros acometen,
chocan y retroceden…
pero también los otros actos
que aprendieron
desde la
época de Boves
—nuestros llaneros triunfadores…
arrebatan
los toldos de las tiendas
que han de servir de manta a sus caballos…
Eduardo Blanco cuelga
otra imagen delatora
del papel cumplido por las tropas
llaneras
en la persecución de los derrotados
en la escabrosa ruta de Valencia
—A las constantes embestidas
de los jinetes del Apure,
opone “Valancey” la solidez
de sus compactas filas,
la enérgica voluntad que le domina.
El trueno de sus descargas
estremece de nuevo la llanura;
las enristradas bayonetas
se clavan en el pecho de nuestros caballos
y la lluvia de balas que arroja de su seno
la
improvisada fortaleza,
postra a
sus pies
a
los más esforzados
y rebota
sobre las alas
de nuestra espléndida victoria,
provocando sus iras.
La lectura correcta de la victoria
Carabobo duró lo que el relámpago
en poco más de medio día de enfrentamientos
¡Esto debe ser leído en su contexto!
De lo contrario no se mide en toda
su magnitud
Guinán sostiene
que la sabana de Carabobo,
es ese punto equidistante
entre
Tinaquillo y Valencia,
Briceño Méndez y O’Leary
miden
seis leguas
entre Carabobo y Valencia…
Permítaseme un corte:
El
ejercito de Bolívar
al llegar a Carabobo
viene de esguazar seis leguas
por —montes y desfiladeros
—observa Bolívar.
En su comunicación del día siguiente
de la batalla, Bolívar escribe
—Reunidas las divisiones
del ejército libertador
en los campos de Tinaquillo
el 23, marchamos ayer
por la mañana
sobre el cuartel general
enemigo
situado
en Carabobo…
Bolívar asegura que
—A las 11 de la mañana
desfilámos
por nuestra izquierda
al frente
del ejército
enemigo
bajo sus fuegos…
Y que ya
—en media hora
todo él fue envuelto y cortado.
Pero de aquí
de Carabobo
el combate se extendió
hacia el camino escabroso de Valencia
y la persecución duró hasta la
llegada de la noche
en la que Bolívar ordenó suspenderla…
Las seis leguas que separan
a Carabobo
de Valencia
las cubrió el ejército invasor
al paso de trote
Páez en su testimonio observa
—viendo Bolívar que ya el enemigo
se acercaba a la ciudad de Valencia,
dispuso que doscientos granaderos
montasen a la grupa de los jinetes…
O’Leary observa
—En vano se esforzó el Libertador…
ordenó que quinientos infantes
de Granadero
y Rifles
montasen á caballo
para alcanzarlos y cargarlos;
pero era ya casi de noche ..
Briceño Méndez indica la distancia
en la que Bolívar tomó la decisión
de montar la infantería a la grupa
á una legua de Valencia
—S. E. … hizo que los batallones
Rifles y Granaderos
de la Guardia montasen á caballo
y fuesen al galope a su alcance…
Desde por lo menos las 11 de la
mañana
hasta la llegada de la noche
aquellos hombres
separados
por los ámbitos
de la
libertad y la opresión
libran una guerra a muerte
sujetos ambos
de una terrible fidelidad
de un ardor terrible
en que unos
defienden al Rey
y los otros la patria
Asegura Eduardo Blanco
que desde el momento
en que Páez comienza
a internarse en la trocha
—en la estrecha vereda
y los otros cuerpos permanecen
en el camino real resguardados
de los
fuegos
del
enemigo
al momento en que
—en medio del estrépito
de las descargas
enemigas,
se percibe otro lejano ruido,
débil en su principio,
entrecortado,
luego vivo,
violento al fin
y repetido
como un inmenso redoble de tambores.
…y mil voces robustas
se elevan vitoreando la división de Páez…
Entre uno y otro momento
—Transcurre
una hora
con desesperante lentitud…
es mediodía…
Guinán expresa que la lucha comienza
—de un modo terrible
a las 11
de la mañana,
y dos horas después
estaba ganada
por el Ejército colombiano…
Por su parte Gil Fortoul sostiene
que —Menos de una hora había durado
la batalla.
Ya hemos visto la aseveración de
Bolívar
en media hora todo el ejército
enemigo
—fué envuelto y cortado.
Bien puede acreditarse
la imagen de Eduardo Blanco
—“Carabobo” duró lo que el
relámpago…
Las dos grandes angustia de Bolívar
Hay por lo menos dos cumbres de
angustias
en estos largos siglos en que
Bolívar
espera por el resultado de la
batalla
la concreción de su plan
trazado en Buenavista
—Entre tanto, la frente erguida,
luminosa la mirada,
los brazos cruzados sobre el pecho
y
sueltas las riendas
sobre el cuello de su caballo,
sigue Bolívar los movimientos
de las tropas de Páez;
y sereno
y confiado
en su radiante estrella,
observa al enemigo,
y aguarda tranquilo
el instante oportuno
de mover
contra
él
todo el ejército.
A esta angustia le sucede otra
Mayor que la impaciencia
experimentada
por Bolívar
con el
retardo
de las
dos divisiones
—Cedeño y Plaza—
—fue su angustia, cuando al
flanquear
el
enemigo,
miró resuelta la batalla
por el heroico
empuje
de Páez
y sus soldados,
sin que fuera
posible
conseguir
que todo el ejército español
quedase prisionero.
Vencedora, pero destrozada,
no era dable a la 1ª división
rendir a sus contrarios…
angustia por la que no dejó de
actuar
por lo menos hasta
una legua de Valencia
en que ordenó a la infantería
montasen á caballo…
y en conteste con Briceño Méndez
—fué en esta operación
donde el ardor
de nuestros jefes
y oficiales
de caballería
hizo
sensible
nuestra pérdida.
El trazo rítmico de Eduardo Blanco
—presencia entusiasmado
los esfuerzos de Páez
por sellar aquel día
la más
gloriosa
página
de su historia inmortal.
la corroboran o tiene eco en él
la estima de Díaz Sánchez
—En el propio terreno
Bolívar
se acerca a Páez
y le dice:
«General,
a nombre
del Congreso de Colombia,
en premio de vuestro valor
y de vuestro amor a la patria,
os ofrezco el grado de general en
jefe».
Hubiese podido decirle también:
«Vea usted, general,
cómo es posible
coger el
cielo con las manos».
en legitimo desquite de la carga anterior
de Páez
en la antesala de Boyacá
y los días aquellos
del cruce de la Cordillera.
El día después de Carabobo
De las operaciones posteriores del ejército
en los días subsiguientes de
Carabobo
es muy poco o nada lo que deja fuera
el resumen de Guinán
—La victoria
de Carabobo
abrió al Libertador
las puertas de Caracas.
Allí se ocupó
en complementar esa victoria
y en echar las bases
de una administración regular;
y después de haber dictado órdenes
para rendir a los realistas
que aún resistían en Puerto Cabello,
de someter al Jefe español Pereira
y a sus
tropas,
de confiar al General Soublette
las
funciones de Vicepresidente
de
Venezuela
y al
General Páez
el cargo de Jefe civil
y militar de la Provincia,
partió de Caracas el 1º de agosto
con rumbo a Bogotá, por la vía de
Valencia…
Pero antes de partir hacia Caracas
el día después primero de la batalla
testifica Páez que —El 25 de junio
Bolívar, dejando a Mariño,
jefe del estado mayor,
al frente de las tropas en Valencia,
marchó conmigo
y un batallón hacia Caracas,
a cuya ciudad
—evacuada por Pereira
así que supo la derrota
de los realistas en Carabobo
y la proximidad del Libertador—
llegamos el 29 por la noche.
Menos económico es Briceño Méndez.
—Por los prisioneros tomados,
supo S. E. que el día ántes de la
batalla
había marchado el coronel español
Tello
con dos batallones,
Navarra
y Barinas,
á reforzar á San Felipe,
ignorando el enemigo
que la columna
del
señor coronel Carrillo
la había ocupado ya.
En consecuencia,
—S. E. destacó del Tocuyito
al teniente coronel
Heras
con tres batallones,
á tomar la espalda de Tello
y
cooperar á batirlo
con el señor coronel Carillo.
Aún no se sabe el resultado final
de esta operación
que tal vez queda sin efecto,
porque Tello emprendió su retirada
sobre
Puerto Cabello
ántes de que nuestras tropas lo
avistasen.
Igualmente informa Briceño Méndez
que —Al amanecer del 25,
marchó el señor coronel Rangel
á establecer
el bloqueo
de Puerto Cabello,
y desde el 26 quedó
formada
la línea de simple bloqueo,
porque era preciso aguardar
el complemento de nuestras
operaciones
para estrecharla y formar la de
sitio.
Y finalmente informa Briceño Méndez
que fue —Por la tarde del 25,
después de haber arreglado
el gobierno de Valencia,
organizando de nuevo el ejército
y destacando algunos cuerpos
sobre Calabozo
y el Pao
á perseguir los dispersos
que
hubiesen tomado aquellas direcciones,
marchó S. E. sobre esta capital
con tres batallones
de su Guardia
y el Regimiento
de Honor
del señor Páez.
El trayecto de Valencia a Caracas
Lecuna con menos prisa
que Páez y Briceño Méndez
por abreviar las distancias
entre Valencia y Caracas
se ocupa de las paradas de Bolívar
en este trayecto o camino
—De Valencia
y del tránsito
hasta la Victoria
el Libertador despachó
varios
escuadrones
sobre el Pao y Calabozo
y algunas columnas
a
Vigirima,
Patanemo,
Ocumare,
Cagua
y
Villa de Cura
a perseguir los fugitivos.
A los dos primeros
de estos pueblos
y a esta última
huían jinetes llaneros
y hacia la costa de Puerto Cabello
algunos infantes
y muchos
de los Húsares españoles.
La partida despachada
a la Villa de Cura
tuvo orden de seguir a Ortiz
a destruir
una
reunión
de fugitivos
formada con intención de resistir,
y a los valles del Tuy
partió otra
a rendir
las guerrillas locales.
Antes de la entrada de Caracas
Lecuna informa de una contramarcha
a la que se vio Bolívar obligado
puesto que —en el sitio de Las
Lajas,
en la
serranía de Caracas,
supo el Libertador
las grandes ventajas
de los enemigos
en la capital,
y como sólo llevaba
40 lanceros de escolta,
los adelantó hacia San Pedro
cerca de los Teques,
a los órdenes del edecán Ibarra,
y regresó a Las Cocuizas
a acelerar la marcha
de los batallones para volver sobre
Caracas.
Ese enemigo u obstáculo que obligó
a Bolívar a la prudencia
en las puertas de Caracas
iba a extender su lidia por unos
días más
ya que Pereira según el testimonio de Páez
—Al fin tuvo que capitular
con el Libertador
el día 4 de julio
cuando vio que no se presentaba
en el puerto ningún buque español…
refiriéndose al puerto de la Guaira.
Y tal como es constatable
en el parte de Briceño Méndez
este era el móvil de su traslado a
Caracas
—Su objeto era tomar
la
espalda
de la división
con que el coronel Pereira
perseguía
al señor general Bermúdez
sobre los Valles del Tuy…
y de lo que adelanta Briceño Méndez
que —El señor coronel Manrique,
con dos batallones
y un trozo caballería
había ido á buscarlo á Carayaca,
pero
instruido de la dirección que lleva,
se ha
puesto en su persecución…
Pereira no encuentra el camino de Puerto Cabello
El coronel Briceño Méndez
se ocupa del itinerario que escriben
los movimientos de Pereira.
de Caracas a La Guaira
se mueve a Carayaca
y sigue en —retirada
por los montes elevados
y espesos bosques
que dividen
del mar
á los
Valles de Aragua.
Y finalmente agrega que
—El edecán Ibarra
marchó esta mañana
á apoderarse de La Guaira…
y ha participado
ya
su entrada
allí sin novedad.
y que —de 1.500 hombres
queda ya reducida á 600,
por las pérdidas en los combates
frecuentes
con el señor general Bermúdez
y por las deserciones
que ha
sufrido en la retirada.
O’Leary sostiene que Bolívar
—Supo el 30 del movimiento de
Pereira
y envió al teniente coronel Ibarra,
su edecán,
con un piquete de dragones
á ocupar
La
Guaira,
lo que verificó;
pero á causa
de la
contra marcha de Pereira,
tuvo que retirarse.
Noticioso el Libertador de lo que
sucedía,
marchó á aquel puerto
con las fuerzas que habían llegado de
Valencia.
Pereira, perdida
toda esperanza
de
socorro,
se entregó
en virtud
de la honrosísima
capitulación
que le concedió Ibarra,
la que fue aprobada por el
Libertador.
Lecuna sobre este peregrinaje
del acorralado brigadier Pereira
comienza por precisar
que —El brigadier español
tuvo noticia
de la derrota del ejército real
por dispersos llegados a la capital,
y al saber
que una
partida suya
había
sido batida
cerca de los Teques
por el
edecán Ibarra
se
retiró a La Guaira
a buscar un camino
por la costa
a
Puerto
Cabello
o a algún puerto
donde pudiera
encontrar
buques
adictos a su gobernó.
En segundo lugar, Lecuna narra
el deambular del brigadier
por la
serranía del litoral
y va decir que—Convencido Pereira
en el pueblo de Carayaca
de no existir
ningún
camino
por la costa
a Puerto Cabello,
y no habiendo
dado
con él
los buques enviados por La Torre
en su
busca,
pensó retirarse
por los cerros
elevados
medianeros
del mar
y
los valles de Aragua.
Impuesto Bolívar
de su marcha
hacia Carayaca,
ordenó a coronel Arguindegui
correr
de Turmero
a Maracay
con varias compañías
de su cuerpo
y una del batallón de Apure,
a cortarlo,
por Choroní
u
otro camino;
y al coronel Manrique
apurar su marcha
de Las Lajas a San Pedro
y seguir a Macarao
donde se le reuniría
un medio escuadrón
del coronel Silva
despachado de Caracas,
y buscar a Pereira
por Carayaca hasta destruirlo.
En esta serranía
intrincada
y de escasos senderos
el español no podía escapar.
De Carayaca,
cerca
del mar,
subió a lo alto
de los cerros,
más al llegar a Petaquire
divisó
los batallones
del coronel Manrique
cerrándole el paso
y
retrocedió a La Guaira,
donde se hallaba el edecán Ibarra
con una pequeña columna.
Este oficial
se retiró a media falda
de la serranía,
tomó posición
y
recibió refuerzos
enviados por Bolívar.
Concluye Lecuna refiriéndose
a la entrada de Pereira en La Guaira
el 2 de julio y que —Manrique
siguiéndole
los pasos
se situó a su espalda
en el
pueblo
inmediato
de Maiquetía.
En consecuencia,
—El español,
cercado
por todas partes
obtuvo
del Libertador,
por su noble conducta
en toda la guerra,
condiciones muy ventajosas
y capituló el 3 de julio.
Una escuadra francesa,
existente
hacía algunos días
en la rada,
lo condujo a Puerto Cabello;
y allí murió pocos días
después
de fiebre amarilla,
este valiente
e infatigable oficial,
probado
en toda
clase de peligros
en seis
años
de marchas
y combates.
Cuando capituló
contaba 700 hombres,
de los cuales
solamente
200
quisieron
seguirlo
a
Puerto Cabello.
Sus pérdidas,
entre
muertos,
heridos,
dispersos
y capitulados
alcanzaron a 1.400.
Entre la fecha indicada por Páez
de la capitulación de Pererira
y la indicada por Lecuna
media un día: Este dice el 3
y el otro, el 4 de julio.
El 28 0 el 29… El problema de las fuentes
En cuanto a la entrada a Caracas
Páez dice —marchó conmigo
y un batallón hacia Caracas, a cuya
ciudad,
… llegamos el 29 por la noche.
Conteste
está
la declaratoria
de O’Leary
con el testimonio de Páez.
—El Libertador llegó á Caracas
en la noche del 29,
acompañado solamente
del general Páez
y de su estado mayor.
Ambos se ajustan al parte de Briceño
Méndez
—S. E. tuvo la particular
satisfacción
de
entrar sólo con su estado mayor
y del
señor general Páez
en esta capital el 29.
O’Leary cita: —el parte oficial
dado en
Carácas el 30 de junio.
Lecuna difiere de los tres
señalamientos
—El 28 de junio
el Libertador
entró a su ciudad natal,
en medio del entusiasmo de sus
paisanos…
Ubicado el documento que Briceño
Méndez
dirige —A S. E. el Vicepresidente
interino de República.
en el volumen 18
de las Memorias
del General O’Leary,
entrada:
309.—Del
Copiador de la Secretaría).
todo está ajustado a la letra de
O’Leary.
Pero en el documento de la entrada 308.
dirigido —Al Excmo. señor Vicepresidente de Venezuela.
el Pedro Briceño Méndez señala
—Ayer tuvo S. E. la satisfacción de
entrar á ella
en medio de las aclamaciones
de un pueblo numeroso
que no dejó de rodearle en toda la
noche.
Jamás se había visto un trasporte
igual.
La presencia del Libertador
ha despertado
los antiguos sentimientos
y el entusiasmo
del
pueblo de Carácas
por su libertad.
Este documento lo cierra la
inscripción
—Dios etc.—Carácas, Junio 29 de
1821.
¡Dichoso quien de un día al siguiente
atribuye dos días distintos
a la consumación del mismo
acontecimiento!
¡Eso tiene de reto permanente
la consulta del documento
y la consiguiente verificación del
contenido!
El vencido se recluye en Puerto Cabello
y el vencedor entra en Caracas
Al O’Leary contraponer
la suerte corrida por Pereira
a la del contingente enviado
a
reforzar a San Felipe;
en la que a su juicio
—El cuerpo
del coronel Tello,
más afortunado,
logró entrar en Puerto Cabello
ántes
de establecerse el bloqueo de la
plaza…
la cierra O’Leary con ese misterio
de las frases afortunadas
—Todo el país,
con excepción
de esta fortaleza
y de Cumaná,
quedó sometido al gobierno
republicano.
Y si en este contexto fragmentario
no dejamos de subrayar
la entrada del Mariscal realista
bajo la protección del Valencey
en carrera a dicho puerto
este deslizamiento de la magnitud
del
alcance liberador de Carabobo
nos sitúa frente
al buen
desempeño retórico,
de Gil Fortoul
—La Torres fue a encerrarse en
Puerto Cabello…
mientras que —Bolívar siguió a
Caracas…
en el que mejor no puede está
expresado
el significado del traspaso del
poder,
y adquiere así todo su alcance
esta aparente inofensiva afirmación
de O’Leary
—Bolívar,
después
de una
ausencia
de siete años
de pruebas,
reveses
y
victorias
tuvo la dicha
de volver
triunfante á su ciudad natal.
Después de siete años …
Del recibimiento de Bolívar en
Caracas
dan cuenta Briceño Méndez, O’Leary
y unas cuantas líneas de las
columnas
de la edición de la Gaceta de Carácas
dedicada al triunfo de Carabobo.
Lecuna brinda un párrafo
bastante ajustado a este
acontecimiento
desdeñado por aquellos portavoces
de un Bolívar sin pueblo,
rechazado por sus contemporáneos
y según la cual
la
admiración que por él sienten
los venezolanos
es obra de la religión de Estado implementada
por los déspotas Páez y Guzmán
Blanco.
—El 28 de junio —dice Lecuna
el Libertador
entró a su ciudad natal,
en medio del entusiasmo
de sus paisanos
y de los
pocos
parientes
escapados de la persecución y de la
guerra.
Su presencia despertó
los antiguos sentimientos de Caracas
por su
libertad y la de toda la América.
El pueblo enajenado de placer
no cesaba de victorearlo.
Hombres,
mujeres
y niños
corrían a su casa
en la
esquina de las Gradillas
a estrecharlo en sus brazos
apellidándolo
Padre de la Patria.
Al caer la tarde
las
casas se iluminaron,
y los festejos duraron toda la
noche.
Tanta alegría
contrastaba
con el aspecto de la ciudad
cubierta de ruinas
y la ausencia
de la
mayor parte de sus hijos.
Caracas,
cuna
de la Independencia
Americana,
estaba
reducida
por el terremoto,
las emigraciones
y la guerra,
a la tercera parte de su población
y riquezas el 19 de abril de
1810.
(¡Claro! Quienes aspiran
ser los historiadores oficiales
de la Venezuela que reclama
el orden mundial proclamado
Neo-Liberal
necesitan ajustar la interpretación
del pasado
a la demanda de este miserables
presente
tan mediocre)
El alcance de rédito histórico de Carabobo
Tenemos una primera consideración
en el juicio
que
acabamos
de citar
de O’Leary
sobre el alcance de Carabobo
en materia de geopolítica
—Con la excepción
de Puerto Cabello
y de Cumaná,
Todo el país,
quedaba
bajo el control
de la República
Relación ésta que respalda la
estadística
que presenta Lecuna
de la merma de efectivos militares
o de la contracción del ejército
opresor.
Lecuna sostiene que en la batalla
—El ejército real perdió
entre muertos y heridos,
prisioneros y dispersos
2 jefes,
43 capitanes,
77 oficiales subalternos
y 2.786 soldados,
por todo 2.908 hombres
según relación oficial
de los españoles,
pero sus pérdidas efectivas
se pueden estimar
en 3.200 a 3.500 hombres,
distribuidos así:
1.000 a 1.200 muertos y heridos,
1.500 prisioneros no heridos
y 700 a 800 dispersos.
En Puerto Cabello
se
salvaron unos 2.000
y de 900 a 1.000
de las columnas
de Tello
y Lorenzo
escapadas
de la persecución
de Carrillo y Las Heras.
Las pérdidas de los patriotas
no se contaron,
pero seguramente
fueron mucho
mayores
de los 200
muertos y heridos
señalados por Bolívar
en su carta
al Presidente del Congreso.
Diría uno de mis maestros;
Menos hombres;
menos
control del territorio.
Todavía más. Lecuna sitúa
ante un contexto bastante
convincente
—El ejército español de Venezuela,
de 10.000 combatientes
al abrirse la campaña,
quedó reducido
a los 3.000
refugiados
en
Puerto Cabello.
Bolívar en su parte del 25 de julio,
al asegurar que —El ejército español
pasaba de seis mil hombres,
compuesto de todo lo mejor
de las expediciones pacificadoras.
Este ejército ha dejado de serlo.
Cuatrocientos hombres
habrán
entrado hoy á Puerto Cabello.
Esta cifra contrasta abiertamente
con la cifra señalada en la carta
del oficial Josef Rodríguez Rubio
(Puerto Rico, 30 de Julio de 1821)
dirigida Sr. D. Manuel María
Rodríguez Rubio,
inserta en la Gaceta de Caracas
del Miércoles 12 de Septiembre de
1821
—sigue á Puerto Cabello
favoreciendo
las reliquias del ejército
y los
muchos emigrados
que había allí de toda la provincia…
—de suerte que el 25 amanecimos
ya en Puerto cabello
—nos juntaríamos algunos 3,000
en un perímetro tan corto y tan mal
sano,
muy pocos víveres
y cerca
de 500 heridos y enfermos,
¡La cifra de Bolívar como folio
de
propaganda de su ejército
es efectiva.
Como dato de la historia,
una hipótesis! Tómese en
consideración
el lapso de tiempo transcurrido
entre la batalla consumada y la
escritura
de su parte…
Los ojos puestos al sur de Colombia
Páez cierra su testimonio
asegurando que —A poco
de haber
llegado a Caracas,
me ordenó Bolívar
regresar
a Valencia
para ponerme a la cabeza del
ejército,
—Después se reunió conmigo en Valencia,
y a principios de agosto
marchó para la Nueva Granada
con algunos cuerpos del ejército,
dejando dividida
provisionalmente
a Venezuela
en tres distritos militares,
siendo yo nombrado
comandante general
del que se formó
con las provincias
de Caracas, Carabobo, Barquisimeto,
Barinas y Apure.
O’Leary al precisar
la fecha de la salida
de Caracas de Bolívar
no se olvida de despuntar
la urgencia que la guiaba
—el 1º de Agosto
partió definitivamente
con destino á Bogotá,
á dar cima
al
glorioso proyecto
que le
preocupa entónces,
—la
libertad del sur de la república,—
pues para él no había vagar
en tanto hubiese enemigos que
combatir.
Resume Gil Fortoul en dos preocupaciones
las Breves semanas que pasó
Bolívar
—en Caracas y Valencia,
preparando —por una parte— su plan
de campaña
a Quito y el Perú,
preocupación que no le abandonaba
un momento
desde el año anterior,
porque
mientras estos países
permaneciesen
bajo el
dominio de España
no era posible
dejar asegurada
la independencia de Colombia…
Lecuna secunda a Gil Fortoul
—Bolívar
sin
pérdida de tiempo
tomó las
medidas
del caso
para organizar el país
y llevar
sus tropas
a Panamá
y al Sur de Colombia
a continuar su obra de redención.
El lado metafísico
y los episodios de romántico heroísmo
Acapara la atención de este copista
la acreditación de Gil Fortoul
a Eduardo Blanco como fuente
y más allá de eso, el no descarte
de los —episodios de romántico
heroísmo individual
y de esos pliegues de lo misterioso
de ese animal metafísico
que es el humano ser
O’Leary nos afianza en la
posibilidad
ciega
sobre la muerte de Cedeño y Plaza
porque ellos mismos pensaron
en tal posibilidad
lo
presintieron
en la antesala más próxima
al rompe del fuego de la batalla
—En la mañana…
almorzó el Libertador
en el alto de Buenavista
Algunos jefes
y oficiales
del ejército
le acompañaban.
La conversación,
como sucede en tales casos,
rodó sobre el éxito probable
de la batalla
que iba á librarse.
Cedeño y Plaza no tomaban
parte
en la animada discusión,
y habiéndolo observado
uno de sus camaradas,
le preguntó á Cedeño el motivo de su
silencio.
“Estaba pensando,” respondió,
“qué
bonito muerto haría Plaza.”
“Y yo”, dijo Plaza,
“estaba
reflexionando
en cuál será
la
bárbara
temeridad
que le llevará á U.
á su fin.”
Antes
de
hundirse
el sol
en
occidente,
habían
dejado
de existir
estos dos bizarros jefes.
—Estraña es la suerte del militar,
y á cuántos curiosos lances
expuesta!
Gil Fortoul no echa en saco roto
dos acciones de bravura
de los
bravos de Apure
sin dejar de advertir
y es estrictamente necesario
repetirlo
—Como en las demás
batallas
de la independencia,
abundaron en Carabobo
episodios
de romántico
heroísmo
individual.
Contabilizando en seguida,
—El teniente de caballería Pedro
Camejo,
… de las primeras lanzas llaneras.
En lo más recio de la batalla
se le ve volver riendas y,
ahora el paso vacilante
de su caballo cansado,
se acerca a Páez.
Este le grita: “¿Tienes miedo?”.
El negro se lleva las manos al
pecho,
que por dos heridas
le chorrea sangre
sobre el cuello
del
caballo
también herido,
y dejando caer su lanza,
replica:
“mi General, vengo a decirle a adiós”.
Jinete y caballo caen muertos.
Quien niega tal posibilidad
de seguro también se niega
a darle crédito a aquél soldado
de la epopeya de Fidel
que antes de morir
escribió con la sangre
que brotaba de sus heridas
el nombre de su Comandante en jefe
en la pared que lo sostenía.
Luego añade otro ejemplo
Gil Fortoul
que ha corrido con menor suerte
—Fué tal, aquel día,
el encarnizamiento
de realistas
y patriotas,
que “un soldado
del
batallón Apure
y un rudo zaragozano
del Barbastro,
rotas las armas
en medio
de un encuentro,
se dieron de puñaladas.
Aquel apureño era,
o indio escapado de las Misiones
o zambo de cualquier parte;
Camejo descendía de esclavos;
Cedeño era “pardo”:
todos supieron morir
con el mismo coraje
que el “mantuano” Ambrosio Plaza:
Todos fueron ya iguales en el amor
y en el ideal de la patria libre.
¡Cómo no, si a semejante altura
moral
los había al fin levantado
el genio del Libertador!
—¡Esta digresión de Gil Fortoul
no puede leerse como algo distinto
a esa faceta del pedagogo
desconocido
que fue Bolívar
por quienes intenta
comprender su hazaña!
pero no en vano
Prieto Figueroa escribió
El Magisterio Americano de Bolívar.
La supuesta promesa de Páez
Crecí en Achaguas bajo
el dictamen
poco ético que lleva
a la idea de un Páez
triunfante
en la batalla de Carabobo;
por efecto directo
de la promesa
con que Páez respondió
la súplica
de
acompañamiento
de Jesús
de Nararet
en sus propósitos
proferida por la viejita
que a la
altura
de la salida de Achaguas
se cruzó en su camino
y allí mismo
se bajó del caballo
y frente a sus tropas
toda la llanura escuchó
la promesa de donación
de una imagen
de Jesús
a la Villa de Achaguas…
si yo, José Antonio Páez,
resultaba vencedor
en la batalla
en la que se libraría
la suerte de Venezuela
¡Es de observarse
que en este momento
nadie sabía que la batalla
se libraría en Carabobo!
Del aviso escrito en mármol
y adherido
a un costado
de la puerta
la
puerta de la Iglesia
Un dirigente adeco
lector asiduo del cuerpo “C”
de El Nacional
se encargó de alimentar mis dudas
—¡Esa es otra
de las mentiras
de Pérez Jiménez!
Y yo en verdad,
motivado un poco
por todo ese proceso
que lleva la Iglesia
todo ese expediente
que culmina o no culmina
con la declaratoria de un santo
ese empleo del tamiz
o del baremo científico
que comprueba el milagro
no me atrevo a sostener nada de esto
hasta tanto no se presenten
documentos
o cadena de informantes
que respalden tales decires
más y cuando son tantos
los milagros
del
Nazareno de Achaguas
las manifestaciones de
agradecimiento
la devoción hacia el patrón de los
llaneros
que trasciende las fronteras de
Achaguas
que por cierto corren el riesgo
de perderse en la desmemoria
porque nadie se ha sentado a escribirlas
escribir ese proceso tan interesante
seguir ese afluente en que la verdad
se vuelve mito
Llama la atención que Páez
nada
manifiesta en su Autobiografía
de esta promesa…
y sobre Negro Primero
destaca que cayó muerto
a los primeros tiros de la batalla.
pero también priva
en el orden
de las consideraciones
la bondad del tiempo
Eduardo Blanco conoció a muchos
protagonistas sobrevivientes
que participaron en Carabobo
pero ese silencio de Páez
ese instante de los primeros tiros
acrecientan la ausencia de pruebas
de testimonios orales, de documentos
pero tampoco se puede
echar en
saco roto
la aseveración de O’Leary
—Estraña es la suerte del militar,
y á
cuántos curiosos lances expuesta!
y observo yo que en la guerra
no puede desconocerse la lógica del
azar
a veces ese dictado se impone
la realidad del documento
no es la realidad del campo de
batalla
lo moral siempre
será de una consistencia
muy moldeable
porque ¡Fíjese bien!
en 1812 naufragó la primera
República
por razón de índole divina
según el bando realista
aprovechó la tela
del —El terremoto que destruyó a
Caracas
pero en 1821
la protección divina
cambiaba de bando
se hizo patriota republicana…
—¡allá ellos con sus bombos y
ropajes
de la Venezuela feudal!
¡con su estrechez de mira
y fragilidad de principios!
Lo nuevo triunfa sobre lo viejo
a juicio de Bolívar
fue Carabobo
una esplendida victoria
—célebre jornada
la tilda Briceño Méndez
una victoria
de lo nuevo
sobre lo
viejo
de la república sobre la monarquía
ateniéndome a un dictado del s. XIX
pues
al
margen de ruidos
—aquellos
días de inmarcesible gloria.
Eduardo Blanco presenta
magma de
oro
—En aquella contienda,
lo nuevo triunfó de lo viejo:
la Monarquía inclinó la cabeza
y se irguió la República.
Que nadie olvide entonces
—Tres siglos de absoluto poderío
quedaban sepultados
por aquella jornada.
pero no tan así porque en pie
quedaba algo por derrotar
pero
Es
justo. Es digno de repetir una vez más
—“Carabobo” sella nuestra
emancipación.
Bolívar emprende nuevas lides,
y hasta el templo del sol conduce la
victoria:
“Bomboná”,
“Pichincha”,
“Junín”
y
“Ayacucho”
son las huellas del gigante.
El brillo de su espada
eclipsa
los más altos prodigios
de los conquistadores castellanos;
ella deslumbra a vencedores y
vencidos,
y le arrebata a España la libertad
de un mundo.
Pero todavía Eduardo Blanco
no ha dicho lo esencial
y solo lo esencial es portador
de la hermosura
de lo que nos quita el sueño
el círculo del poema
—con la espada del Cid triunfó
Bolívar;
la histórica tizona
blandíala un descendiente
del héroe de Vivar.
(Ligia de Grau
me aplaude
en el Teresa Hurtado
En el Lazo Martí Carlos Pasagno
delira
y la clase es un dictado de la rosa)
La persistencia de lo viejo
pero esa espada ni otra
podía cortar la cultura del
sometimiento
la cultura de la colon ia
forjada en poco más
de tres
siglos de esclavitud monárquica
—los trescientos años de calma
invocado por Bolívar
en su primera aparición pública
registrada
que no puede esperarse que
desaparezca
en el cambio de la noche a la mañana
ni
tampoco por un decreto
y será dentro de esta mentalidad
de esa herencia signada por la
cultura del opresor
y el modo de ser del oprimido
educado
en el orden de lo prohibido
moldeado
a la voluntad del opresor
donde va a crecer el nuevo engendro
el nuevo orden político
que debe responder al orden
económico
impuesto desde la conquista
y que de acuerdo al consenso no
declarado
pero develado en las tomas de las
decisiones políticas
de los entonces recién vencedores de
Carabobo
se procura que sea el mismo de la
colonia
y en consecuencia
quien
o
quienes
propugnan
una república menos aéreas
que tome en cuenta las aspiraciones parciales
de todos
o que por lo menos intente leer el
malestar
de la sociedad colonial que
desembocó
en el primer golpe de Estado de este
país
y lo catapultó a los diez años de
guerra
tenía que necesariamente terminar
depositado
en los calderos del infierno
declarado blanco de la nueva discordia
como es tradición desde el Dante…
La espada que separó la Venezuela
feudal
de la Venezuela del predomino urbano
y la enrumbó
en la órbita del capitalismo dependiente
fue obra del general petróleo
sin desconocer la inversión
de esfuerzos y recursos de Guzmán
Blanco
que empujó hacia esta dirección
y otra vez los venezolanos presenciaron
como al enfrentamiento entre lo
viejo
y lo nuevo recibió el mismo cobijo
de Dios y el Diablo
La vigencia de Carabobo
pero es justo
y en
este momento digo
—“Carabobo”
duró lo que el relámpago;
puede decirse que para todos
fue un deslumbramiento.
¡Eso tiene de vigencia!
de lección que pesa sobre los
hombros
En un relámpago se pierde
o se
gana la patria
en medio día se pierde
o se mantiene la patria
en una mañana el Congreso
puede ceder
el control económico del país
a potencias extranjeras
en medio día la primera división
reforzada sólo con un batallón
de la segunda
de un ejército de tres divisiones
puede derrotar y poner en carrera
a los sobrevivientes de un ejército
mejor equipado en todos los frentes
en armas, en disciplina, en técnicas
pero la guerra que ese acto grotesco
de la inteligencia
la decide —y Carabobo
es otra confirmación
el atajo imprevisto
es que la administración de la
inteligencia
puede neutralizar las cargas del
desequilibrio
hace posible que David triunfe sobre
Goliat
—Un oficial realista, José Rodríguez
Rubio,
describe magistralmente la batalla
en estas pocas palabras:
“El 24 del pasado entra
el enemigo por los desfiladeros
de su izquierda,
y emboscados
logran
que batallón por batallón
vayan a su posición a batirlos,
resultando al fin batirnos en detal,
mientras que parte de su caballería
nos envolvía
y cortaba por su flanco izquierdo,
siendo en conclusión disperso
todo el ejército en todas direcciones,
y retirándose sólo el valientísimo
batallón Valencey”.
¡Carabobo coloca sobe nuestros
hombros
la obligación de encontrar el modo
de vencer
así
sea rodeado de miserias por todas partes
sobre los adversarios de Venezuela!
Carabobo parece militar en el otro
bando
—las armas del juicio, que vencen a
las otras.
Trincheras de ideas valen más que
trincheras de piedra.
No hay proa que taje una nube de
ideas.
Una idea enérgica,
flameada
a tiempo ante el mundo, para,
como la bandera mística del juicio
final,
a un escuadrón de acorazados.
Hay otra enseñanza tácita de
Carabobo
Los derrotados en Carabobo
los derrotados en la guerra
supieron triunfar en el Congreso
fueron los grandes vencedores en la
política
¡No sólo destrozaron la República de
Colombia!
¡No sólo proscribieron a Bolívar de
Venezuela!
Impusieron como requisito
en el ascenso de la administración
pública
el denostar de la hoja de servicios
de Bolívar
y hasta escupir sus cenizas.
De ellos no se ha librado la patria
200 años después…
—Con el triunfo de Carabobo,
podemos decir
que culmina también
la
actuación de Bolívar en Apure,
donde estuvo en total,
según ligeros cálculos nuestros,
alrededor de siete meses,
desde el
24 de enero de 1818
fecha en
que pisó
por primera vez
tierra
apureña
en Araguaquén,
hasta el día 9 de de abril de 1821
en que abandona
el Potrero del Totumo,
sobre el Apure,
para efectuar su gloriosa campaña de Carabobo.
—Palabras de Argenis Méndez
Echenique—