Miguel Brill y Mary Brill. Hotel Central. San Carlos, estado Cojedes, 2010
Un adiós no son las
pencas de las palmas agitadas
No es la retirada
absoluta
—Uno jamás se va del
todo. Deja más de lo que se lleva
Padre decía:
a la espalda, el peso de la casa, el abismo profundo
de la herida perenne, el rastro, la sombra
tatuada en el camino
—el paisaje de
adentro convocará al de afuera
los sonidos del
monte se agitarán en la memoria
escucharás a los
árboles mencionar tu ausencia
el rayo que se le
cayó al horizonte
parece el río que
cruza mi existencia
Ese trazo pesa
demasiado, padre
—en lo adelante,
tendrás las ganas de volver
pero tampoco regresas
por el temor de encontrar ocupado tu puesto
asediado por este
deseo esa será la marca de tu rostro
—permanecerán intactos
los olores del pasto
la sequía de la
tierra cuarteada de los bajíos
y el sol encogiendo
la sombra
la mancha oscura del
cielo posándose
como un boquete en
lo que abarca la mirada
y una procesión de
verdes acorralando la sed
el mismo cielo y sus
azules inagotables
el mismo pasto y sus
verdes coronados de amarillo
el peladero y los
astros en la noche y la astilla de la aurora
Y los fantasmas
rondando la casa del espíritu
Y el espíritu de la infancia
agazapado
en la espera
propicia de asomarse
—Por el cielo,
padre, tuvimos la primera vista del mar
Éramos niños cuando
regresó del cuartel el hijo del renco Briceño,
Y nos habló del mar,
los barcos y los puertos
—La tierra nuestra esta
encajonada en siete ríos
—Cuando yo dije que
quería ver las gaviotas y los puertos
al día siguiente mi
abuelo me llevó al Capanaparo
del bolsillo del
viaje sacó el deslinde con los Briceño
—No son de aquí. Llegaron
huyendo de la guerra…
Nosotros también la
perdimos menos la tierra de mis padres
No cedimos a Gómez
ni a los otros bandidos
desbaratamos la
cerca de los Maldonado
al dividir en dos el
patio de los Laurelitos
—Junto a aquel rapio
de sol
queda Ojo de Agua, ¡ay
Miguel! la gracia del cielo…
¿lo ve?
se maneaba el ganao
porque la tierra se hacía pequeña
y las aves se
congregaban en rebaños,
en tablones de
distintos colores
sobre los verdes de
los árboles y los verdes del pasto
y entre ellos el
hilo de agua…
los peces se
ensartaban en el pico de las aves
—De aquí no se sale
intacto…
El que pisa al cajón
de Arauca es uno y otro…
No es una elección
entre una mujer y un caballo
Se reconoce en la
voz. Es una voz… la mirada que invita a decir
Cuando mirada y
decir son uno.
Toda voz alude un
lugar.
—Este de abajo, un
médano;
aquella mirada ojo
de candela en marzo…
el sitio donde el
horizonte flechó a tu padre
—la soberbia del
llano entero,
sí , hijo, el moro
charco azul, es tuyo.
No busques a tu
padre en otra parte
Y otra vez los caballos…
Y mi abuelo sobre el
mogote casi doblado,
como si sorteara a
un pelo de alambre, casi convencido de mi partida,
me rogaba.
—El regreso es una
cosa grande
que debo tener miedo
de la ciudad
que allá en la
ciudad debo aprender hasta caminar
—no pierda la
tierra, hijo, me decía mi abuelo
La mirada del
desprecio es más peligrosa que un cuchillo
—¡son los cuchillos
que se clavan en el alma!
cuando consonantes y
vocales en los oídos
te recuerdan que el
suelo que pisas carece del abono de tus antepasados
—sí te vas, al roce
de la tristeza te rondará las ganas del regreso,
y cuando regreses
te sentirás de más
Conserva la tradición
de la familia
honra el ejemplo de
tu padre y asomate al espejo de su dolor
te dejó casa y una
madre dócil a tu palabra... que vive para tu palabra
entiende a tu padre,
se fue detrás del olor de la tierra
en cada verde de la
sabana, los verdes de la verde Inglaterra
alguna colina de quiebre de los páramos de Yorkshire,
y la hondura de padre
y madre apretándole la garganta
pero sí es mucho el
antojo, dame un tiempito
para acostúmbrame a
tu partida,
Que te vea y no
cuente con Ud.
Haga familia aquí
mismo
el horizonte, la
sabana, los ríos,
el camino, la noche, la entrada y el cabeceo
de las aguas
el lucero solitario y
la luna sobre el Apure
Los mil caminos que
llevan a un mismo sitio que es el llano
Eso no lo ve Ud. en
otra parte. Pero si ya nada lo detiene,
que su sacrificio sea
esa canción
que declare lugar
más bonito del mundo
aquél donde se nace…
Miguel Pérez