La poesia y los días

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La escritura hija de los días. La que inventa al día, le da sentido y sustento y la que los días crean a su imagen y semejanza. Toda imagen que conmueva, que desordene los sentidos y sea capaz de convocar al desasosiego, al diálogo interior que es justificación de todo autor. La palabra que sobrevive, y en consecuencia, se distingue de la otra endeble, que cae al piso como hojas desmayadas. Posiblemente tendrá cabida otra tentativa: La que no provine de la experiencia personal; sino de la que se hace colectiva, nos elige de morada pero que nosotros no vivimos y llega como un eco de otro tiempo.

Ese será el acento de esta escritura, de allí su virtud y tragedia. No defenderemos ni una ni otra.

Frente a lo cotidiano y su contrario, habita el asombro; en este caso, la palabra que está por escribirse. No fumamos de lo concluido...

APUNTES IDEAS EJERCICIOS Y CRÓNICA DEL MÁS LARGO VIAJE DE LA UTOPÍA

jueves, 5 de septiembre de 2013

Arpa legendaria, la suya

Instrumental. Acompañado del Grupo Oro Venezuela
Se me dijo que murió Amado Lovera, “Uña de oro de Venezuela”, símbolo de nuestro patrimonio viviente, símbolo de nuestro orgullo, de la tierra que lo vio nacer, del sonido clásico que brota de las profundidades de nuestros llanos y de las más profundas interioridades humanas del hombre de a caballo, curtido en la soledad, de la que es baquiano y prefiere mentar íngrima, sin más alivio que el corrincho de las 32 cuerdas del arpa para el más triste de todos los dolores.
Amado le cumplió a los suyos y a Venezuela, y lo hizo con grandeza y decoro, con entrega y pasión, con fervor, con tesón, con constancia, dentro de un círculo de coherencia que se abrió recién salido de la adolescencia, cuando viaja a Caracas y aquel muchachito no se dejaba intimidar con el tropel de las arpas ya célebres; y desde entonces, comenzó a sonar por todos los caminos ¿Y qué es el llano sino un camino ancho y largo?, una música única que conocemos por Amado Lovera, una manera de tocar el arpa, como Amado tocaba la suya, una manera de meterle corriente a un baile, que en las ciudades, caseríos y pueblos,  se conoce por Amado Lovera.
¿A dónde no fue Amado Lovera con su arpa? ¿Dónde no estuvo? Del bosque de los elegidos, de la morada de los dioses, al más modesto de los hogares de sus amigos o compadres; de las gradas del poder, a las de las fiestas patronales de algún caserío, de los estudios de grabación a las estaciones televisivas o radiales; del hato o finca de algún ricachón al espacio soñado de enseñar el toque de arpa.
Ni dos ni tres en uno. No aspiró a tanto.
Amado y su arpa. El arpista que jamás cambió su ocupación de arpista, a tiempo completo, por otro oficio o quehacer. Ese fue el más grande de sus tesoros, el más grande de sus amores, el único título que lo hizo feliz: “Amado, el arpista”.
Enamorado en un baile, tocaba como siguiendo el dictado de un Dios o las señas que le deletreaba al horizonte; nadie, ni el cansancio de una noche entera, lo separaba del arpa. Es que siempre dio gusto escuchar un arpa entre las uñas de Amado Lovera.
Conoció a los grandes arpistas del llano y entre ellos creció: Ignacio Indio Figueredo, Juan Vicente Torealba, Juan Vicente Valera, Alfredo Tenepe, Cándido Herrera, Eugenio Bandres, Eudes Álvarez, Hugo Blanco, Henry Rubio, Omar Moreno y Joseito Romero, pero Amado no quiso parecerse a ninguno de ellos porque tenía el encargo de ser Amado Lovera, el arpista de El Baúl, el gran Amado Lovera, que homenajeo Reynaldo Armas en “Fiesta Cojedeña”.
Valentín Carusí, cuando en la época de “Los copleros del camino”, el afamado autor de “Palmaritales de Arauca”, lo escuchó en El Baúl, en la casa del prefecto Rafael Herrera La Riva; y de allí salieron a hablar con los padres de Amado porque el muchacho debía irse para Caracas. Vicentico Rodríguez, mejor que yo, puede relatar cómo ese día lo despidió El Baúl; trajeado con el mismo flux de la primera comunión.
Y con ese viaje a Caracas, el andar incesante que fue la vida de Amado. Vino el encuentro casual con Mario Suárez, a quien su conjunto de confianza le echó una broma, compromiso de por medio, con un presidente que no andaba con vaina; y a Suárez no quedó otra que aceptar la recomendación de Víctor Morillo, “El Tricolor”, muy temeroso de la edad del recomendado; el muchachito que entonces era Amado.
—Se las toqué redonditas como Juan Vicente Torrealba se las tocaba, con los pelones de aquél incluidos; recuerdo que Amado me completó el cuento una vez que hablamos de eso. De la jornada, el muchachito Lovera salió con un Pecho é Caribe en el bolsillo (50 Bolívares; un dineral en su momento) que le dejó caer el General Pérez Jiménez y una amistad que hasta hoy se mantiene, un lazo de mutua admiración, entre arpista y cantante.
En otra ocasión, me preguntó Amado, qué cuando era el día, en que los cantantes de la música del llano, le reconocerían a Mario Suárez, la singular hoja de servicio en esta materia, de promoción y difusión, cumplida en el exterior, específicamente en Cuba y México. Es otro de los reconocimientos que no se le puede escatimar a Amado Lovera, el andar de su arpa fuera de la fronteras de Venezuela.
El cantar de Adilia Castillo siempre estará unido al arpa de Amado Lovera. Y con el de Adilia, el de su comadre Magdalena Sánchez, inmensa entre los grandes. Y con ellas, Héctor Cabrera, Lila Morillo y Alfredo Sadel.
Hombre, de las grandes batallas de la resistencia cultural, de este conflicto entre privilegiar lo de afuera y borrar lo que reclamamos nuestro; entre la Venezuela indómita, que el maestro José Romero Bello nos enseñó a reverenciar, y la dominada, sometida a los dictados imperiales.
Amado cumplió con su tarea de no dejar morir de mengua la música del llano, de los llanos; de la Venezuela de la soga y el caballo, de los caminos largos y la palma. Tenemos mucho que ver con el mundo; pero también somos una particularidad que es necesario conservar, lidiar, porque entonces ¿qué sería la patria?
No exagero si digo que en los peores momentos del extravío del poder y la política, cuando en cambote los sectores dirigénciales del país se entregaron a la horca insensible del neoliberalismo, Amado Lovera, desde el silencio, como tantos otros hombres de la cultura, representó la patria… fue la patria cuando todos se prestaron a la entrega… a silenciarla desde la radio y la TV. Y cuando muchos se cansaron de pelear, él siguió en lo suyo imperturbable como sí se tratara del pago de una promesa.
Si por héroe, tenemos a los que se inmolaron por la fundación de la República de Venezuela; no se me venga a decir, que tal calificativo no lo merece quien vivió solamente para conservarla, para mantenerla de pie —porque en un descuido se pierde—, para enaltecerla y siga siguiendo la cuna de Bolívar, bebiéndose y promocionando —aunque agrio—, es nuestro vino, como lo escribió Martí, los pilares de la venezolanidad o lo afirmativo venezolano.
Amado era de ese linaje de hombres. Y como tenía razón exacta de su estatura, hizo de la modestia su bandera y su rostro.
Se me dijo que Amado ha muerto, pero yo tengo mis dudas.
Investidura del Doctorado Horis Causa, Universidad Ezequiel Zamora 2011.

Amado y su perfil eterno.

El justo reconocimiento de la UNELLEZ. Acompañado de las autoridades universitarias
y de don Mario Suárez.

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