Sepa que yo estoy solo
me cayó encima
la centella del desespero
y un charquito alimentado
de las lagrimas de mi madre
ahogó la casa
la que mi padre
le compró
La que adquirí yo
y dejé a mis hijos
se la llevó el olvido
me quedé sin madre y sin casa
¿Puedo preguntar quién soy ahora?
pocos menos que un recuerdo
allí llegaba yo a cualquier hora
a reencontrarme con la mejor
de mis versiones
a no olvidar
al que nació y creció
en esa casa
que mi madre
cuidaba
como el hijo
de un día de edad
se atiende
Y esa no fue ilusión
de un día
Ese encanto
se mantuvo
cuando la caso dio sus primeros pasos
y poco después al pintarse los labios
mi madre la cuidaba de las miradas ajenas
—¿Cuánto vale la casa?
—No, yo no la vendo
Claro, el precio era el justo
La vida de mi madre
porque la mía
muy poco
en el entender de muchos
Cuando se vendió la casa
soy un recuerdo del que desapareció
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