Mariana:
Hoy vi a la bahía y lo primero que se vino a ese lugar donde nace el recuerdo fue el sonido tuyo de muchachita mía. ¿Por qué tuvo que pasar todo esto? Porque tanto amor entre dos seres no es posible... Y no nos preparamos para eso.
Saludame a Miguel... Tú que me puedes entender mejor, inventale una, de esas que tú y yo sabemos. ¿Te recuerdas cuando yo iba a casa y colocaba el oido en la reja y tú dormida hablabas conmigo y te reías y tu mamá pensaba otra cosa? La vida siempre será bonita. Te lo digo yo que perdí el alma y la mitad de mi cuerpo pero aun tengo ganas de escribir, y es hermoso porque es lo único que me gusta hacer... No te dejes ganar el partido por quienes no son capaces de sonreír con el atardecer. Te pido perdón por eso. Sé que es duro esta distancia. ¿Dónde estás hija mía? Si pudiera contar las estrellas como tú lo pedías, y dejar que la lluvia llegara despacito, y tú durmieras a tu gusto en mis brazos hasta que Miguel dispusiera del lugar que te conviene... ¿Verdad que desde entonces no somos felices? ...Cuando dices papá reunes toda la ternura de los niños del mundo para que los demás padres sepan que se trata de tu padre. Me han dicho que hasta mamá se estremece. Hoy tampoco pude evitar recodarte. Y dos lágrimas vinieron a mi pañuelo. ¿Qué piensas ahora de mí? No dejes que se te apague la alegría y ponle carácter a Miguel. Me agradas que sigas siendo como eres, pero también de las mejores de la escuela... No me falles en eso y esperame que en cualquier momento llego con los vestidos de tu agrado. Hago un esfuerzo por desatendeme de la nostalgia y ser el mismo. Ayudame con Miguel. Los hombres somos menos fuertes. Cuando lo escuches preguntar por mí, dile que es cosa de adulto, pero que yo llegaré o, en su defecto, el otro Miguel, el hermano mayor, irá por él. Qué no deje de preguntar por mí porque todos mis sentidos se enfermaran irremediablemente. Te amo, Miguel.
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